Escribieron, dirigen y protagonizan Lo que el río hace, la obra de culto que emociona hasta las lágrimas y agota las localidades desde su estreno
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Hablar de “éxito” sería banalizar la profundidad poética, estética e ideológica del trabajo de las hermanas -gemelas- María y Paula Marull, dramaturgas, directoras y protagonistas de Lo que el río hace, la obra que nació en el Teatro San Martín -perteneciente al Complejo Teatral de Buenos Aires- y que hoy, de miércoles a sábados, agota las localidades de la amplia sala del Astros, en plena Calle Corrientes.
La propuesta se convirtió en una suerte de “pieza de culto”. El “¿no viste la de las Marull?” generó un “efecto cascada”, casi en un mandato ya no sólo para el publico teatrero, sino también para aquellos que se acercan eventualmente a las salas ante los títulos que “no hay que dejar de ver” y que trascienden el canon.
Detrás de Lo que el río hace están estas dos mujeres que fueron modelos publicitarias y de pasarela, conocieron la primera repercusión pública como noteras y conductoras de televisión, y que pasaron a un cuarto intermedio para volver a la palestra como consagradas teatristas.
“No tenemos ningún conflicto con nuestras similitudes”, concuerdan de entrada y plantando bandera. El problema está en el interlocutor. Hay que prestar mucha atención para no confundirlas. Si físicamente son muy parecidas, sus voces y la cadencia pueblerina son calcadas. En ellas, el efecto duplicación potencia identidad.
Se escuchan y asienten. Y hasta se emocionan sin impostación ante sus propias palabras, seguramente desandando el camino que las llevó a retratar mucho de esa vida mixturada entre la urbanidad de Rosario, la ciudad en la que nacieron hace medio siglo, y sus veranos cansinos en Esquina, provincia de Corrientes, sitio en el que transcurre la ¿ficción? que proponen cada noche.
Para Paula Marull “en este trabajo está depositado el corazón, ya que, en la vida, la mente y el cuerpo lo ponemos todo el tiempo, entonces acá la idea es ir por otro camino. El corazón no se puede poner en todos lados, el escenario es un buen lugar para eso”.
“Las Marull”, como todos las llaman, se convirtieron en marca. “Somos conscientes que la gente quiere retribuirnos algo; en términos emocionales es muy hermoso, no siempre pasa. No sé qué palabra podría definirlo porque sentimos que la obra gusta, pero que va más allá de eso”, reflexiona María Marull, mientras instala -al igual que su hermana- una cantidad inusitada de bártulos con los que llega al teatro varias horas antes de la función. Entre el equipaje ad hoc, un equipo de mate corona la tertulia en el foyer. “Las Marull” son campechanas, una posible y correcta forma para definirlas.
Iguales
María está casada con Damián Szifrón, prestigioso director de cine, responsable de la serie Los simuladores y films como Relatos salvajes y Misántropo, su primera incursión en la cinematografía norteamericana. Juntos son padres de Rosa (14) y Eva (9). Paula construyó su familia junto a Diego, un ingeniero al que conoció en el taller de actuación de Javier Daulte; Luisa (13), Adela (9) y Cora (5) son las hijas del matrimonio.
-¿Cómo se han llevado con el parecido físico y la similitud en los modos?
Paula Marull: -Somos conscientes de todo eso, pero no hay dudas de la identidad de cada una. Es difícil verse en el otro, aunque alguna foto nos puede confundir. No siento que mi hermana sea una sucursal mía, esa es una fantasía de quienes no son mellizos.
-¿Nunca hubo necesidad de remarcar discrepancias?
Paula Marull: -No nos hemos empeñado en diferenciarnos, hemos aceptado el parecido, siento que es un problema más del otro que nuestro. Puede suceder que alguien se confunda nuestros nombres y nos pida miles de disculpas, pero eso no es algo que nos moleste.
María Marull: -Yo sé quién soy y Paula sabe quién es. Si una se corta el pelo y a la otra le gusta ese peinado, no hay problema en que también se lo haga. No gastamos energías en eso.
Buscando fomentar las diferencias en un momento de la vida de conformación de personalidades, su madre decidió inscribirlas en el mismo colegio, pero en cursos separados. “Nos ´melliceábamos´ por elección”, grafica María con una conjugación sui generis que bien les cabe.
-¿En qué no se parecen?
María Marull: -Es la pregunta más difícil que nos has hecho. No sé si hay algo contundente que pueda responderte, nos parecemos prácticamente en todo.
Paula Marull: -A una le gusta el cilantro y a la otra no.
Pareciera ser que la diferencia sólo radica en una hierba. La conexión es tal que, más de una vez, han comprado la misma ropa sin consultarse. Créase o no.
Bucólicas
Nacieron y se criaron en Rosario. “Cuando se separaron, mi mamá quedó en la ciudad y mi papá se fue a Esquina”, explica Paula. Ese lugar, tan correntino como de bellas costas, las marcó. Allí, a orillas del río, pasaban los veranos, jugando en la calle y rebelándose ante el calor impiadoso. Acaso de allí acarrean la costumbre de saludar a todos, como lo hacen con el equipo técnico que va llegando al teatro y hace parada obligada para intercambiar el “buenas tardes” con ellas. “¿Un mate?”, convidan.
“De niñas estuvimos muy unidas, quizás un poco solas, sentíamos la soledad”, confiesa María, mientras que Paula remarca que “la infancia se idealiza, pero antes no había tantos planes para los chicos, por eso, a la hora de la siesta, nos poníamos a escribir”. Ese “antes” es un pretérito que suena a una lejanía pronunciada. Está claro que crecieron en un ámbito más agreste y de tiempos muy diferentes a los de una urbe como Buenos Aires.
Desafiando esa sensación de opacidad y soledad, a los once años, cada una comenzó a escribir su diario personal, hoy germen de una posible nueva obra teatral. “Si estoy angustiada, necesito escribirlo”, reconoce María, dejando en claro que aquel hábito no fue discontinuado. En concordancia -vaya novedad- su hermana también continúa con la costumbre de redactar aquello que le va marcando el pulso de su cotidianeidad, una forma de pensarse: “Escribiendo encontrás aspectos de tu propia vida, imágenes”, revela Paula.
Así como no perdieron la capacidad de llevar adelante un diario íntimo, tampoco han dejado de volver a aquel terruño de riberas donde el pez pacú es rey. “Todos los veranos vamos a Esquina, tenemos amigos que son como familias”, afirma María.
Lo que el río hace transcurre en esa ciudad mesopotámica que cobró relevancia teatral. Paula reconoce que “queremos llevar la obra allá”. Tal es la injerencia del mapeo geográfico en el relato que una amiga en común, dueña de un hotel de Esquina, les confesó que ha alojado a turistas que llegaron impulsados por haber visto la obra en Buenos Aires.
El padre de “Las Marull” falleció en 2010. Acaso Lo que el río hace, como cada visita a Esquina, también sea un homenaje implícito a ese hombre que las hizo enamorarse de esas riberas.
Inicios
El parecido físico de las hermanas era un buen imán para las tiendas de Rosario, ciudad donde solían ser convocadas para participar en los desfiles que organizaban las casas de ropa locales. Cuando culminaron sus estudios secundarios, la llegada a Buenos Aires implicó la búsqueda laboral inmediata. Dada la experiencia con la que ya contaban, comenzaron a trabajar como modelos. “Lo hacíamos para pagarnos el alquiler”. Conectadas con algunas agencias, en un casting las eligieron para actuar. Con buen ojo y sentido común, una mujer que se dedicaba a la selección de talentos les sugirió estudiar con Raúl Serrano. Fue en el estudio del gran maestro donde se les abrió un nuevo y fascinante universo.
Alternando con esos estudios, se desempeñaban como cronistas del programa Backstage en Publi5, un canal zonal de Vicente López. En ese rol les tocó entrevistar al conductor Pato Galván, quien no dudó en convocarlas para su programa Atorrantes, que salía por América. Fue el paso previo a conducir, junto a Horacio Cabak, el ciclo 1 2 3 Out.
Mientras cobraban popularidad gracias a los trabajos televisivos, seguían estudiando teatro y participando de obras como Macbeth, el clásico de William Shakespeare, “éramos las brujas de la obra”.
Entre la escena y la televisión fueron madurando artísticamente. “No tenemos prejuicio con la televisión”, sostiene María, mientras que su hermana no duda en afirmar que “si nos cuidaran a nuestras hijas, volveríamos al medio”.
-¿Qué harían hoy?
Paula: -Habría que ver qué, nos tendría que gustar mucho la propuesta.
María: -No haríamos lo que hacíamos en esa época, éramos muy chicas.
Multiplicadas
En Lo que el río hace aparece el desdoblamiento entre el pasado y el presente a través de la vida espejada de Amelia, una mujer que ha perdido mucho de su esencia en pos de cierta trascendencia como escritora. La llegada a su terruño de infancia primero le genera distanciamiento y hasta cierto desprecio, pero luego se convierte en la razón de una profunda conversión, un replanteo existencial y una nueva posibilidad de pensar la vida sin olvidarse de aquel pasado como “Reina del Pacú”.
María y Paula Marull, en su rol de actrices, se despliegan para interpretar a un mismo personaje en dos temporalidades diferentes, azuzando el poder poiético del espectador, en tanto organizador de sentido. “Es un cuerpo habitado por dos personas, cada una le aporta algo”, describe María. “La obra es un viaje”, definen ambas, sin sorprenderse ante la coincidencia.
-El relato también habla de las exigencias.
Paula Marull: -Hay mandatos a cumplir con respecto al matrimonio, a qué madre se debe ser y a qué lugar llegar en lo profesional, pero todo eso te puede alejar de tus orígenes. Ni hablar de buscar ser aceptado o querer mimetizarse con el nuevo lugar.
-El desarraigo de la propia identidad es un tema esbozado.
Paula Marull: -Muchas veces se puede sentir que la vida de los otros es mejor o se valida perder la propia esencia para congraciarse con una nueva realidad.
María Marull: -No tenemos que ser otros para lograr ser felices.
La figura del padre está presente en la obra, tanto como el río, los mosquitos, el hotel pueblerino con toallas dobladas con formas de aves y un viejo amor, acaso el verdadero. “En la obra hay piedad”, nuevamente coinciden.
-¿Qué es el espectador y cómo se vinculan?
María Marull: -Sin el espectador no hay obra. El estreno es un piso, con el público la propuesta comienza a crecer.
Paula Marull: -El teatro es un ritual de a dos, el artista y el espectador, si falta uno no hay teatro.
María Marull: -Es un interlocutor.
Paula Marull: -Modifica lo que le sucede al actor. Sus reacciones pueden ser inesperadas.
No sólo el público atesta sus redes sociales con mensajes, sino que al teatro llegan cotidianamente todo tipo de regalos, desde flores hasta chocolates y barquitos (uno de los símbolos estéticos de la obra). Una forma de agradecimiento ante la experiencia. Quien ve Lo que el río hace se siente abarcado, de una u otra forma, por ese relato que es todo un canto a la vida. Imposible no sentirse cerca de esta historia. Acerca del paso del tiempo y su utilización y de cómo las expectativas depositadas en la trascendencia dejan de lado las esencialidades.
“La otra noche, una pareja nos dijo que, luego de ver la obra, habían decidido no ir a trabajar al día siguiente para poder disfrutar la vida juntos de la mañana a la noche”, recuerda María, mientras que Paula plantea una pregunta existencialista que propone el material “¿dónde quedó aquello que yo fui? ¿Qué hice con mi vida? ¿Qué es lo efímero?”. De livianito nada, pero todo llevado desde un lugar de amorosa caricia y hasta pletórica de humor. La vida pasa y la cuestión es qué hacer en ese devenir, incluido el amor.
Ambas remarcan la emoción que les produce el aplauso de las más de quinientas personas que cada noche llenan la sala del Astros: “Es como si reconocieran que estamos expuestas, desnudas, en el escenario y nos quisieran abrazar”, sostiene Paula. En torno a eso, su hermana María reconoce que “la obra es muy personal, desde una honestidad que no tiene especulación, contamos la historia que queríamos contar y que nos toca mucho en cuanto a la infancia y a estar juntas en la vida”.
Empatía pura con el público desde un entramado sumamente poético. Acaso por la profunda emoción que genera la pieza, en muy pocas ocasiones suenan celulares en la platea. “La gente viene a sentir”, dicen a dúo.
Lo que el río hace nació a partir de la propia indagación sobre el paso del tiempo, su utilización y las cuentas pendientes. Primero fue parte de Modos Híbridos, una experiencia documental propuesta por el Complejo Teatral de Buenos Aires, durante la pandemia, donde lo escénico dialogaba con el campo audiovisual.
Aquella primera propuesta fue delineando el trabajo de escritura a cuatro manos. Las hermanas Marull escriben apoyadas en un drive y con diversos colores en el trazo suelen remarcar lo que consideran acertado y aquello de lo que se puede prescindir. “Una lee lo que escribió la otra y hace sugerencias”, explica Paula. “A veces el planteo inicial es una indagación, ponemos a hablar al personaje para ver que sale. Cuando comenzamos a trabajar no tenemos el arco de la obra resuelto, preferimos que esa indagación sea sostenida en la más profunda libertad para ver qué emerge”, sintetiza María.
Reconocen la afición por el estudio, rasgo que las llevó a formarse en dramaturgia con maestros como Mauricio Kartún y Javier Daulte, consagrados escritores que son fuente de consulta permanente para las gemelas. “Les quemamos el bocho”, dicen, ante las consultas y la supervisión pedida para que Lo que el río hace no naufrague en una crecida.
Si hoy la obra es una de las propuestas más trascendentes de las últimas dos temporadas, lo cierto es que las hermanas Marull ya han demostrado su talento en piezas no menos reconocidas como La Pilarcita, escrita por María, o Yo no duermo la siesta, rubricada por Paula, por citar solo a dos de los títulos en una nutrida lista de obras en las que se alternaron la autoría, dirección y, ocasionalmente, la interpretación.
En escena
Dada la dificultad que acarreaba dirigir y protagonizar Lo que el río hace, fueron alternando roles y, tanto en los ensayos, como actualmente en temporada de funciones, la que no le toca estar arriba del escenario se encarga de mirar desde los bastidores y llevar adelante un exhaustivo trabajo de anotaciones. “Al principio grabábamos las funciones para poder verlas completas”, recuerda María, mientras que su hermana reconoce que una empresa artística tan compleja es posible también gracias a que “contamos con actores que son muy entregados y generosos”. Si ellas se lucen, no menos relevante es el trabajo de un elenco integrado por Mariano Saborido -en una interpretación magnífica-, Mónica Raiola, William Prociuk y Débora Zanolli. La acertada y conmovedora banda musical corresponde a Antonio Tarragó Ross.
El año que viene, la obra continuará en cartel en Buenos Aires y en una gira internacional. Además, las hermanas Marull están terminando una novela -encargada por una casa editorial- y el guion de un film.
Paula, por su parte, repondrá Yo no duermo la siesta, dirigirá un nuevo texto de su autoría y una obra en el circuito comercial. María, que terminó de rodar Una muerte silenciosa, del laureado Sebastián Schindel, mantendrá en cartel La Pilarcita, joyita del off que iniciará su décimo año, y estrenará su flamante obra El día perfecto. También fue convocada por el Centro de Experimentación del Teatro Colón y para participar como actriz en otro proyecto. Además, ambas desean concretar el sueño de dictar talleres de dramaturgia, que, de antemano, cuenta con gran demanda.
Está claro que Lo que el río hace solo pudo ser posible dada la enorme posibilidad empática entre las hermanas Marull. “Aunque cada una haga sus cosas, sabemos que la otra siempre estará, nos vamos a salvar juntas”.
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