

El día empezó diferente a cualquier otro. Era el primero, desde el comienzo de la temporada en Mar del Plata, que –a pesar del buen clima– María Susini (40) decidía, junto a su marido Facundo Arana (45), pasar el día en la casa que alquilaron en el barrio cerrado Rumenco, a 5 kilómetros del faro de Mogotes. Desde que llegaron a fines de diciembre
–Facundo está haciendo Los Puentes de Madison en teatro junto a Araceli González–, llevan una rutina tranquila, pero sin descanso: se levantan temprano, desayunan, acompañan a sus tres hijos, India (9) y los mellizos Yaco y Moro (8) a clases de surf, almuerzan en familia y, por la tarde, van a la playa, salen a andar en bicicleta o skate, juegan al tenis, se disfrazan, arman collares con caracoles. “Hoy fue una excepción que no disfrutáramos de la playa. Moro no se siente bien, Facu fue anoche a un festejo de cumpleaños y hoy hace doble función. Y con Indi (India, la mayor de sus hijas) teníamos que hacer fotos, ¡la primera producción juntas!”, explica María.
–Hace nueve años nació India y con ella te estrenaste en la maternidad.
–Me llenó el alma, me dio alegría. Tener un hijo es muy importante, es una fuerza que se lleva puesta a cualquier otra cosa. Si me preguntás concretamente si la maternidad me realiza, ¡por supuesto! Yo soñaba con formar una familia.
–Fuiste madre y bajaste tu nivel de trabajo y de exposición…
–Sí, pero fue inconscientemente, no planeado. Tuve la suerte de poder hacerlo, porque quería quedarme en casa. Seguí desfilando, haciendo campañas o conduciendo, porque es lo que me gusta, pero con bastante menos intensidad. Cuando llegaron los mellizos, fue un poco más notorio que había bajado un cambio con el trabajo, pero jamás me corrí del todo.
–¿Cómo es Facundo en el día a día?
–Por suerte, tenemos la misma línea de pensamiento y la crianza de los chicos la armamos juntos. Él colabora y está recontra presente. Ahora que los chicos son más grandes, cuando me están pasando por arriba, Facu se muestra más firme. Es un juego de roles interesante y divertido para nosotros.
–¿Te gustaría tener más hijos?
–Ahora adoptamos animalitos. ¿Eso no vale? [Se ríe] Por ahora, no tengo ganas de más hijos.
El mundo de India

–¿La ves proyectada en actriz o modelo?
–Es cachorra todavía, pero le gusta todo eso. También le fascinan los animales, estar al aire libre, en el campo. Pero empezó a actuar, baila, le encanta sacarse fotos. El arte está presente en la familia, pero vamos a dejar que vaya haciendo su propio camino.
–Decís que a India le apasionan los animales. ¿Tienen mascotas?
–Sí. Yo me crié en el campo, en Entre Ríos, y para mí es fundamental el contacto con la naturaleza. Pienso que si los chicos aprenden a respetar e interactuar con los animales, van a hacerlo con las personas. En casa mis hijos se encargan de alimentar y limpiar a sus mascotas. Tienen esa amorosa responsabilidad y la aceptan. Tenemos gato, perro y un hurón llamado Stacks, que vino de vacaciones con nosotros. Lo pidió Yaco, pero terminó siendo de todos. En su momento, India y Moro adoptaron un erizo africano enano, pero después lo devolvimos a su dueño original, porque no podíamos cuidarlo. No nos gusta enjaular a las mascotas, las tenemos libres.
–¿Cómo se llevan los hermanos?
–Se aman. Juegan a la par, pero hay que marcarles las pautas. India es mujer y siendo la más grande quiere dominar todo. En casa no aceptamos las peleas y por eso hablamos mucho del respeto. Ser hermanos es mucho más que convivir y ellos lo hacen muy bien.

Un gran amor
–¿Qué te sigue enamorando de Facu?
–Es la persona más adorable, amorosa y bondadosa que conocí. Facu es amable y caballero tanto con una mujer como con un hombre. Acá es donde él hace realmente la diferencia y te puedo asegurar que no es ningún machista. Defiende y valora a quien sea que esté sufriendo o necesite una mano.
–Se casaron en diciembre 2012, después de cinco años juntos y con tres hijos. ¿Qué los motivó a hacerlo?
–Fue cuando Facu tuvo el incidente en el Everest [en febrero de 2012, el actor intentó hacer cumbre, pero, a los diez días de la travesía, un edema cerebro pulmonar coartó su sueño]. No sentíamos una necesidad loca de casarnos, pero cuando fui a buscarlo, pidió que un helicóptero nos llevara a la montaña. Y frente a un monje tibetano, en un templo milenario, donde el aire es puro y se respira la naturaleza en su máximo esplendor, me propuso casamiento.
–Un romántico.
–Bueno, depende de a qué le llames romanticismo. Si pasa por querer agasajar al otro continuamente, somos los dos somos muy parecidos. Sé que hay parejas que funcionan por ser opuestos; a nosotros nos pasa al revés. Cuando nos miramos, te juro que chocan los planetas.

Texto: Paula Galloni
Fotos: Pilar Bustelo
Maquilló: Andrea Casariego
Agradecimientos: Ossira y MultiStore Güemes