María de Medeiros, entre Paul Auster, la Argentina y Alejandro Chomski
El país de las últimas cosas fue arrasado. Nadie sabe por qué, o quizás lo sepan todos. Paul Auster le puso palabras en su novela de 1987 y Alejandro Chomski con su ayuda en la adaptación, las tradujo en imágenes en 2020. Postales en blanco y negro de una tierra desolada, donde los personajes viven, mueren, sobreviven y renacen como pueden, en un entorno que podría ser de posguerra. O de pandemia.
La actriz y cantante portuguesa María de Medeiros es parte del elenco del film argentino que se estrenó fuera de competencia en el festival de Mar del Plata desde la plataforma de Cine.Ar y todavía se asombra cuando encuentra nuevos puntos de contacto entre las imágenes de la película y la realidad. "Me movilizó mucho la relación que tiene El país de las últimas cosas con la situación que estamos viviendo. Si esta película se estrenaba hace dos años, no habría tenido la fuerza que tiene ahora. La pandemia nos ha enseñado que puede estar todo el mundo afectado por el mismo problema", expresó en diálogo con LA NACION.
-¿Te contó Chomski que parte de la inspiración de la película fue la crisis argentina de 2001 y así lo hablaron con Paul Auster cuando el escritor estuvo en nuestro país en 2002 como invitado de la Feria Internacional del Libro?
-Sí, me lo contó y hace a todo el sentido. En el universo visual que él crea se ve claramente cómo se desmanteló todo, la degradación total a nivel mundial. Hay partes del mundo que están así como se ven en la película, por la economía, por las guerras. Todo está relacionado, porque si se desmorona una parte se desmorona todo. Alejandro logró algo muy fuerte, espeluznante y movilizador.
-De eso se trata el cine...
-Por supuesto, el cine nos ofrece una ventana fantástica para mirar al mundo y reflexionar sobre él. Me parece muy importante hablar de lo que nos pasa, de las angustias que se generan. Hay muchos cuestionamientos aquí en Francia por el confinamiento y porque los teatros y los cines están cerrados mientras las iglesias están abiertas. Obviamente hay una ideología subyacente.
-¿Seguís pensando que ideológicamente podrías haber hecho mucho más que música y películas?
-Claro, mucho más de todo. Mi hermana por ejemplo es alcalde en el cinturón rojo de Lisboa. Hay un interés muy grande en mi familia por la política, pero también por las artes.
-El arte también es política.
-Claro, somos animales políticos, las elecciones de vida que hago son políticas, así que la practico cada día de mi vida. Hoy en día todo el mundo habla de política, pero hay que ver a partir de dónde se habla. Porque se puede hablar con una perspectiva de reflexión y luego se pueden decir las animaladas más increíbles. Ojalá esta crisis nos lleve a pensar las cosas de forma más racional y apoyadas en la verdad. Que lo que nos está ocurriendo nos traiga de vuelta a la verdad, porque no hay reflexión ni política sin una base mínima de verdad.
-La verdad que hay en El país de las últimas cosas...
-Es un concepto tan bonito el de las últimas cosas. Hay tantas ideas que se pueden sacar de ahí: el final de una civilización, de una ideología capitalista que da tanta importancia a adquirir cosas de forma indiscriminada y donde todo vale. Yo soy "animista", es algo que me quedó de niña. No sé si existe en Argentina, pero cuando era niña siempre escuchaba la frase "el tiempo en el que las cosas hablaban", y yo de alguna forma siempre me quedé con eso, que hay un alma dentro de las cosas. Si le doy un golpe a una silla le pido perdón. Entonces esa idea de "las últimas cosas" me fascina.
La actriz que se convirtió en cantante
María de Medeiros debutó en el cine a los 15 años, por insistencia de un amigo de la familia, de casualidad. Muchos años después a la música, más o menos de la misma manera: "Nunca tuve el sueño de hacer una carrera determinada, nunca tuve grandes ambiciones y creo que todo pasó por milagro. Me encanta trabajar y me gusta estudiar, es una parte muy importante de mi vida".
-Tanto te gusta estudiar que hablás seis idiomas.
-En realidad la mayoría los aprendí de niña y fue mucho más fácil. Además hay estudios que prueban que cuando ya sabes tres, los siguientes se vuelven mucho más sencillos.
-Y me imagino que será un plus a la hora de actuar.
-Sin dudas, ayuda. Hay una cosa que me fascina y hace años que lo intento explorar. De alguna forma, cada idioma lleva consigo una perspectiva y una posición al mundo. Cuando cambias de idioma, tu personaje cambia un poquito también, te vuelves otra persona. Por ejemplo, te va a sonar a cliché, pero cuando hablo francés es verdad que hay algo más analítico que te fuerza a dar la palabra justa.
-¿Y cuando hablás español?
-Depende, por ejemplo el castellano de España te fuerza a comerte el mundo. Cuando entras en una conversación en ese castellano es como entrar a matar como un torero. No pasa lo mismo con el español de Latinoamérica. Todas esas particularidades de los idiomas me parecen algo muy bonito, tiene que ver con la música, con la actuación. Eres un personaje un poco distinto de acuerdo al idioma.
-Mencionás la música. Sabés que tu voz es muy halagada, ¿creíste que alguna vez iban a destacar a la cantante por sobre la actriz?
-No, y me parece muy hermoso. Es un milagro que la gente se interese y conozca esa faceta mía. Obviamente no es secreta, pero es algo que hago en los intersticios. Haciendo canciones, música, he aprendido muchísimo cosas que me sirven para mi trabajo de actriz. Cada rama se comunica con la otra y la nutre. Además que digan eso de mi voz...
-¿Qué tiene de raro?
-Cuando empecé mi carrera, lo que más me costó, lo que fue para mí mucho más difícil que aceptar mi imagen, fue aceptar mi voz. La primera vez que me escuché grabada dije: "Oh, Dios mío".
-¿Y ya te acostumbraste?
-Ahora me resulta divertido que me ubiquen por la voz porque es un punto muy sensible para mí.
-Viniste por primera vez a la Argentina cuando tenías veinte años, en la segunda mitad de la década del 80 para actuar en el Teatro Cervantes. ¿Recordás algo de aquel viaje?
-Por supuesto, fui con la Comedie Francaise y me encantó esa mezcla tan grande de cultura que tienen ustedes. Es extraño porque te sientes como en casa, pero a la vez te das cuenta que estás en un lugar totalmente distinto y muy interesante. Había un clima de fiesta increíble, de mucha locura, de lanzarse a todo tipo de experiencias. Los bares, los espectáculos, recuerdo uno en el que aparecían un montón de chicas y de pronto se quedaban desnudas. Algo muy divertido, muy creativo, que yo creo que sigue estando en el teatro argentino.
-Solo te falta volver para hacer una película, El país de las últimas cosas es un muy buen primer paso.
-Claro que sí. Me encantaría adentrarme en el universo de Julio Cortázar, a quien conocí a través de su maravilloso cuento inspirado en Charlie Parker. Además cuando entramos en confinamiento estaba por empezar a rodar con Lisandro Alonso la película Eureka. Me alegra mucho y espero poder seguir flirteando con el cine argentino.
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