María Leal: de los duelos que transitó en pandemia a su historia de amor con el padre de sus hijos y con Sandra Mihanovich
La actriz, que brilla en Brujas, recorre su vida, desde sus inicios en la actuación hasta la popularidad de Grande Pa, y reconoce que tiene muchas ganas de volver a estar en pareja
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Durante el 2020, María Leal transitó el duelo por la muerte de su mamá y de su hermana, con una diferencia de apenas 11 días. Volvió al teatro casi sin querer, y hoy se luce en Brujas, en el Multitabaris. En diálogo con LA NACION, la actriz habla de su familia, de sus hijos y nietos, de sus amores y de la posibilidad de volver a enamorarse.
-¿Cómo es tu experiencia en Brujas, una obra que festeja sus 30 años?
-Volvimos en enero del año pasado con tres de las actrices originales, Thelma Biral, Nora Cárpena y Moria Casan, y no sumamos Sandra Mihanovich y yo. Confieso que nunca había visto la obra; sé que soy una especie de extraterrestre que no va a estrenos ni fiestas, pero bueno, soy así. Cuando me llamaron en realidad dije: ‘Bueno, sí, después vemos’. Y a los cinco minutos sonó mi teléfono de línea y era Carlos Rottemberg para traerme el libro. Y me lo trajo él personalmente. Cuando lo leí me sorprendió mucho y me encantó. Inmediatamente acepté, y acá estamos.
-Conviviendo con cuatro grandes actrices...
-Sí. Conocía a todas mis compañeras, y con algunas había trabajado. Nos llevamos muy bien y nos gusta compartir: después de la función, de vez en cuando, nos vamos a comer a un lugar en el que nos cierran un sector para que estemos aisladas. Yo me cuido muchísimo siempre. Mucha gente pensaba que yo estaba loca porque me pasé un año encerrada en mi casa sin ir absolutamente a ningún lado y de golpe salí para hacer teatro. Con las “Brujas” me siento muy bien, brindamos antes de cada función, y por supuesto cada una en su camarín por una cuestión de protocolo. Pero estamos bastante en el pasillo, charlando. Antes de subir al escenario brindamos con un chupito de coñac.
-¿Hay otras cábalas?
-Sí hay muchas cábalas. Cuando bajamos al escenario, primero lo hacen Nora, Thelma y Sandra, y Moria viene a mi camarín y va al baño a hacer pipí y mientras yo me miro en el espejo, viene Galo, que es el asistente de Moria, y me pone los zapatos, me pinta los labios, y me acomoda el pelo y me pone un poco de spray. Moria sale y yo detrás, bajamos las escaleras y después hay muchas otras cábalas, pero esas ya no las voy a contar.
Lo primero es la familia
-Durante muchos no hiciste teatro porque tus hijos eran chicos, y en cambio hacías más televisión. Ya desde hace unos años, es al revés, ¿se dio así o lo buscaste?
-El año pasado hice dos miniseries que todavía no salieron al aire, una es la quinta temporada de El marginal y otra es El crimen de María Marta García Belsunce. Fueron ambas muy interesantes, con hermosos personajes. Con el papá (Martin Rodríguez Mentasti) de mis hijos habíamos quedado que iba a hacer teatro cuando los chicos fueran un poco más grandes porque era importante estar a la hora del baño, de la comida, de acostarlos a dormir. Él se murió cuando nuestros hijos eran chicos y a mí me quedó eso, pero se me fue la mano porque esperé a que terminaran la secundaria para volver al teatro. Hubiera podido hacerlo antes realmente, pero lo preferí así y mal no me fue.
-¿Y pensás seguir subiéndote a escenarios o fantaseás con retirarte alguna vez?
-Mientras pueda seguir laburando lo voy a hacer, porque hay que mantenerse activa con el cuerpo, el alma y las emociones. Tengo dos nietos de 14 y 18 y una de 2, de miércoles a domingo hago teatro entonces se me dificulta verlos, a veces. Pero ellos van a crecer y lo que me va a quedar es mi trabajo. Vivo en el mundo de los amores: amo mi trabajo, me encanta lo que hago, aunque mi mundo son mis hijos, Lucas y Juan, mis nietos y mis amigos. Lucas vive en los Estados Unidos y ahora vino a la Argentina por un año, se alquiló una chacra y trabaja desde ahí; es economista. Y Juan es psicoanalista y el papá de mis tres nietos. Durante la pandemia cociné muchísimo, mi hijo venía y se llevaba bolsas llenas de comida y esa era mi manera de estar presente. Cocinar también es un acto de amor y cuando lo hago pienso ‘esto le va a gustar a fulano’.
-Dijiste que durante casi un año no saliste, ¿te deprimiste?
-Como ese año no trabajé porque no se podía, me permití quedarme leyendo, mirando películas hasta la madrugada porque el otro día me podía levantar a cualquier hora y hacer lo que se me antojaba. Yo venía de un golpe muy duro porque un año antes, en el lapso de 11 días perdí a mi madre y mi hermana.
-Hiciste el duelo durante la pandemia…
-Exacto. Hice mi duelo, con los lindos recuerdos. Sentí que hacía lo que debía. Estaba viviendo un momento muy particular. Mi madre, que se llamaba Liberata, estaba bárbara, pero cuando se enteró que mi hermana Ana Victoria tenía un cáncer fulminante me dijo ‘mirá, María, tenés que disculparme pero me voy a ir porque no me puedo quedar para ver sufrir y morir a una hija’. Lo cuento y se me eriza la piel. Dejó de comer y en diez días se fue. Cuando enterré a mi madre, me fui al sanatorio donde estaba internada mi hermana y me quedé con ella, que se fue a los 11 días. Fue muy duro, pero también quedé llena de amor. Así es la vida. Mi madre siempre fue una genia, una mujer muy fuerte que estaba estupenda hasta que pasó este desastre de mi hermana y tomó esa decisión que acepté.
La popularidad, todo un desafío
-Debutaste en televisión siendo muy joven, ¿qué te decidió a seguir la carrera de actriz?
-Terminé la escuela secundaria y me anoté en abogacía y en medicina. Mira qué insolente era que pensaba hacer las dos carreras juntas. Estaba de vacaciones en Miramar con una amiga y su familia, y mi hermana me anotó en el Conservatorio de Arte Dramático, me llamó por teléfono y me dijo que viajara para dar el examen, que me esperaban con todos los papeles listos. Hice el monólogo de La voz humana y en el escenario me di cuenta de que eso era lo mío, y se fue al diablo todo lo demás. Ya estaba en el elenco vocacional del colegio, inventaba personajes y me fascinaba. Por suerte conté con el apoyo de mis padres, porque no era fácil en esa época que te permitieran seguir esa carrera tan complicada.
-Trabajaste muchísimo y tu popularidad explotó con Grande Pa, ¿cómo te llevaste con la exposición?
-A Arturo (Puig) y a mí nos pasó algo parecido; estuve tres meses sin salir a la calle porque era una locura. Menos mal que en esa época no existían los celulares. Ir al supermercado era una aventura espacial porque la gente no me dejaba comprar. Como cocino, me gusta elegir las verduras, la carne, entonces un día me animé y fui a hacer las compras con mi carrito. Las mujeres me decían ‘hola María cómo estás’, y les respondía ‘como ustedes, haciendo compras’. Y seguía con mi changuito. Siempre afectuosa, pero seguía con lo mío y poco a poco nos fuimos acostumbrando a esa locura. Porque es lo que fue, una locura.
-¿Es verdad que te seguís viendo con “las chancles”, Nancy Anka, Julieta Fazzari y Gabriela Allegue?
-Sí nos seguimos viendo en todos estos años. Chateamos seguido y nos juntamos también, me gusta cocinarles. Ahora planeamos ir a la chacra de mi hijo y hacer una pijamada. Somos familia.
El amor vale la pena
-Viviste dos grandes amores con el padre de tus hijos con Sandra Mihanovich, ¿te gustaría volver a enamorarte?
-Por supuesto que estoy abierta a enamorarme. Soy una mujer grande, pero no importa eso porque, dicen, el amor no tiene edad.
-¿Hace mucho tiempo que estás sola?
-Sí, mucho tiempo. Pero siempre bienvenido el amor
-¿Y qué te enamora del otro?
-Si lo tuviera tan claro sería más fácil. No lo sé. Creo que cuando llega alguien se te mueve el mundo y sabés que esa es la persona.
-Alguna vez contaste que con tu marido fue amor a primera vista…. ¿Qué recuerdos tenés de ese momento?
-Me casé muy joven y con mi príncipe azul, un señor alto, de ojos azules y con piel siempre quemada por el sol. Nos conocimos cuando me llamó para hacer una película. Era muy guapo. Fui a la reunión con mi representante y cuando salimos me dijo ‘María, le han ofrecido tres películas’. Y yo le respondí: ‘No me puede hablar de eso; acabo de conocer al padre de mis hijos’. Nos casamos cinco meses después, a los cinco años se enfermó y a los ocho, murió.
-¿Con Sandra también fue un flechazo?
-No, porque era una mujer y para mí eso no se podía. Pero algo me pasaba con ella y gracias a Dios me lo permití porque fue un gran amor y del bueno. Entonces, estoy abierta a enamorarme, pero tampoco es lo que más deseo en la vida.
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