En una entrevista a corazón abierto, recibe a ¡Hola! Argentina en su casa y habla de todo
En junio de 2014, a María Laura Santillán (53) la operaron de un tumor mamario que ella misma detectó y que tuvo como consecuencia un tratamiento preventivo de quimioterapia y rayos. Eligió atravesar esa instancia traumática en la más estricta intimidad, contenida por sus médicos y sus seres queridos, concentrada en recuperarse, pero sin dejar de trabajar. "En la medida de lo posible, quería seguir viviendo como siempre", dice. Valiente y sincera, ahora que lo peor ya pasó decidió abrir su corazón y compartir con ¡Hola! Argentina sus sensaciones. Reflexiva y aún con la angustia a flor de piel, María Laura habla de médicos, estudios, células… Cuenta detalles, intenta explicar y explicarse que sigue siendo la misma pero es otra, porque ya sabe lo que es el pánico y el sufrimiento. "En estos casos no hay más opción que ir para adelante –explica–. Y eso hice, fui al frente". De lo único que no quiso hablar fue de amor [N de la R: estuvo casada más de 20 años con Carlos De Elía, Gerente de Noticias de Artear y hoy, asegura, está sola] y, dada la sensibilidad del momento, su pedido fue respetado.
–¿Qué fue lo primero que pensaste cuando supiste que tenías cáncer?
–En ese momento no se piensa, se siente y se sufre. Se sufre la incertidumbre y el desconcierto. La certeza de que no somos eternos. Uno lo sabe, pero lo sabe teóricamente. Recién después se piensa. Y creo que lo que uno piensa es: "¿Qué pasa si no estoy más?". "¿Cómo habría que dejar las cosas?". Es una de las experiencias más dolorosas que me tocó pasar.
–¿En algún momento pensaste "por qué a mí"?
–No, nunca. Supongo que porque estoy informada y sé que es absolutamente aleatorio, que le puede pasar a cualquiera.
¿En quiénes encontraste la contención para enfrentar ese momento?
–La clave fue que mi médico, Rolando Turrado, que me atiende desde hace veintitrés años y con el que parí a mis hijas, me lo sacó a los dos días. Ese fue el primer alivio. Que el bicho malo, como le digo yo, ya no estaba. No había nada más en mi cuerpo. Saber eso, que ya no lo tenía, y que el resto estaba bien, limpio, sin indicios de nada raro, fue la primera y gran contención. Si no hubiera sido así, no sé… No me puedo poner en la piel de la gente que decide esperar un mes un resultado, una biopsia, no sé qué hago en ese lugar… Estaba esa opción. Pero ni el médico ni la ecografista tenían dudas de que era malo, así que hicieron todo rápido.
"A los dos días de saber que tenía un tumor me operaron. Ese fue el primer gran alivio, que el ‘bicho malo’ no estaba más"
–¿Vos tampoco dudaste para tomar la decisión?
–No, ¿cómo iba a dudar, si era malo? No soy negadora, y menos en una situación límite. Estar en manos de un médico en el que confío plenamente y que se ocupara rápido fue contenedor. No comprendo la gente que demora esas cosas, es muy peligroso. El caso de Steve Jobs, por ejemplo, que tuvo algo mucho más grave y creyó que con terapias alternativas iba a estar bien. No sé, me da pena. Igual, esos dos días entre el diagnóstico y la cirugía fueron de terror, pero después, la certeza de que me lo habían sacado y el abrazo de mi médico resultaron profundamente aliviadores.
–Durante el tiempo que hiciste los tratamientos de quimioterapia y rayos no dejaste de trabajar...
–Sólo cuando no me podía levantar no iba. Si no, hacía el esfuerzo, que era grande. Es extraño, porque uno no sabe bien por qué lo hace. Supongo que me parecía que tenía que atravesar lo que me pasaba de la mejor manera, y esa era mi mejor manera, trabajando. No me gusta victimizarme. Por eso tampoco lo quería contar. Sí creo que hay que dejarse cuidar y querer. También es cierto que haciendo Telenoche o Argentina para armar disfruto mucho. Además, esta profesión te saca de vos mismo, esa es la clave. A mí me gusta mucho mirar el mundo, conocer. Soy curiosa y no iba a dejar de hacer lo que me gusta, lo que me da placer. En el momento de estar al aire la paso bien, me divierto con mis compañeros. No ir a trabajar era sumarme un bajón. Habrá otra gente que necesita quedarse en su casa, no salir. No sé, cada experiencia es muy personal.
–¿Quién te cuidaba?
–Insisto que las personas que más me cuidaron fueron los médicos. Rolando y mi oncólogo, Carlos Bas, que es el jefe de Oncología del Hospital Alemán. Ellos me cuidaron desde todo punto de vista. Creo que los pongo en primer lugar porque me hicieron sentir que estaba en buenas manos. Y la confianza también hizo que en algunos momentos nos pudiéramos reír de esto. Después, es obvio que las personas que me quieren estuvieron muy cerca y a disposición permanente. Los que te aman están para lo que necesites, aun en momentos en los que uno quiere estar solo porque se siente mal. Fueron vitales mi familia –mi madre y mis hijas–, algunas amigas, y otras personas muy cercanas. Atravesé todo esto de la mano de mi amiga del alma y de otra gran amiga, que vive en Estados Unidos y se tomó un avión para estar conmigo los primeros días. Obviamente, no se pudo quedar a acompañarme todo el tratamiento, pero tuvo ese gesto de amor.
"No quise contar antes lo que me pasaba porque no me gusta victimizarme. Sí creo que hay que dejarse cuidar y querer"
–¿Por qué al principio decidiste no hablar de lo que te pasaba?
–Prefiero no hablar de mi vida, menos si estoy atravesando algo así. No sé, es mi naturaleza. Entiendo que resulte raro el silencio en alguien que está en televisión, que es un medio lleno de gente a la que le gusta tanto hablar de sí misma, pero soy así. Podría haber preocupado demás a alguien, no sé, a mi hija menor, por ejemplo, que se asustó mucho porque escuchó pavadas que se decían por ahí. Me parece que estas cosas son de la vida muy privada de cada persona y que, en un momento como el que pasé, uno tiene que estar en eje, concentrado en estar fuerte, en que pase, y no distraerse en escuchar dos mil opiniones. Tenía la certeza de que no me hacía bien, que era algo para atravesarlo metida para adentro, que no era para compartir. Estoy convencida de que hay cosas que no se cuentan. Es más, para mí es obsceno dar detalles de cosas íntimas. Mi abuela paterna usaba mucho la palabra "discreción". Hay cosas que no se cuentan o se cuentan después, cuando no tienen un peso tan grande, cuando ya se superaron. Entiendo que ahora hay una especie de permiso para contar todo, que es como cool convertirse en personaje, que se lleva hablar de sí mismo y sacarse selfies, pero no soy así. Puede ser un juego para jugarlo muy de vez en cuando, pero no adscribo a estas costumbres. Elegí ser periodista porque soy curiosa y la curiosidad es hacia afuera. Lo de adentro es para uno y para compartirlo sólo con la gente que te quiere mucho, que es de tu confianza absoluta y que te cuida.
–¿Aun cuando sos una persona pública?
–¿Compartir lo que le pasa a uno con el público porque sos una persona pública? No, de ninguna manera, que yo sea una persona pública es un accidente. Yo soy periodista. Trabajo en televisión, pero eso no significa que tenga que hacer público todo. Creo que mi tarea es contarle a la gente lo que pasa, no lo que me pasa. Estar atenta a lo que sucede. Llevar una buena nota, hacer un buen reportaje. Transmitir con asertividad, comunicar bien las noticias, y las noticias no soy yo, de ningún modo. Hay gente que vive de ser una celebridad y ese es su trabajo. No es mi trabajo, no es la tarea que me gusta.
–¿Hay algo de María Laura que cambió a partir de esta experiencia? ¿Descubriste algo nuevo de vos?
–Seguramente hay cosas que cambiaron, pero no tengo idea todavía. Quizás algunas cambiaron y otras se confirmaron, no sé. Estoy atravesando todo aún. Está muy tibio como para hacer análisis de uno mismo. Y tengo la sensación de que más que algo nuevo es como que se potencia todo lo que ya estaba en mí. Es como cuando tomás una copa de vino, que sos vos misma potenciada. Si a mí me hacía feliz estar con mis hijas en la cama mirando una serie o una película, ahora ese placer se multiplica. Y eso me pasa tanto con lo que me gustaba como con lo que no. Es como si le agregaras un amplificador.
–¿Te pensás más a vos misma?
–Es difícil pensarse a uno mismo. Por eso, me cuesta muchísimo dar notas, porque no me pienso a mí misma, salvo si voy a terapia. Soy más de hacer que de pensar, me sale más rápido la acción. Después comprendo por qué hice lo que hice. Además, preferí concentrarme en cuidarme.
–¿Te psicoanalizabas?
–He tenido terapeutas antes, pero justo en ese momento no tenía, así que empecé a psicoanalizarme de nuevo en diciembre. Pero estuve sin terapia mientras me hacía los tratamientos más duros porque la verdad es que no me daba, iba mucho a los médicos, había que hacer estudios, no tenía tiempo para nada. El poco tiempo libre era para ir a trabajar, que es lo que me recargaba las pilas.
–¿Cómo se los contaste a tus hijas?
–Mi hija mayor me llamó por teléfono justo cuando yo estaba esperando el resultado de la ecografía y como no me escuchó bien y estaba cerca, vino a acompañarme. Así que lo supo desde el principio. Y con la más chica fui hablando de a poco, como cualquier madre, charlando en la medida que me parecía prudente. La idea era que no se asustase. Ella sufrió mucho la enfermedad y muerte de Federico Ribero, que era el papá de su amiga Francesca, y yo no quería que pensara que me estaba por morir. Obviamente, nunca les mentí a ninguna de las dos ni les oculté información.
–¿En algún momento tuviste miedo?
–Seguro, sí, tuve pánico, pero lo atravesé. El miedo se sufre, hasta que se va.
–¿Cómo te afectaron físicamente esos tratamientos?
–Los tratamientos más duros son indescriptibles. La quimioterapia es como si un camión te pasara por encima. No se lo deseo a nadie, te duele todo. Pensá que el tratamiento no permite que se regeneren los células, ni las malas ni las buenas, por lo tanto el cuerpo está como muerto. Así se siente.
–¿Ya te recuperaste del todo?
–No sé si me recuperé del todo, creo que aún no, que el cuerpo tarda en recuperarse. Fue duro, yo nunca me había operado antes, tuve a mis hijas por parto normal, no sabía lo que era un postoperatorio. Sí sé que ayudó mucho mi buen estado de salud. Si tenés un buen estado general, te recuperás más rápido.
–Tu hija mayor ya no vive en tu casa. ¿Cómo te llevás con el síndrome del nido vacío?
–Me costó un poco, pero por suerte vive acá nomás, a cinco cuadras. Y yo la acompañé en todo el proceso de la mudanza y la ayudé a poner lindo el departamento. Fue un buen plan para las dos armar su casa, elegir muebles, decorar. Igual, ella circula mucho por casa, porque está cerca. Es como si tuviera su cuarto a cinco cuadras. Además, Josefina se independizó por propia iniciativa y necesidad de autonomía, así que no me queda más que estar orgullosa. Lo que me puede pegar o poner triste tengo que reprimirlo porque, "de tal palo tal astilla". Yo quiero que mis hijas sean autónomas y estoy orgullosa de eso.
–¿Cómo es vivir entre mujeres?
–Estoy acostumbrada a un hogar de mujeres porque también tuve una hermana, abuelas y mi madre, que viene mucho por casa. Como estoy acostumbrada a trabajar con mujeres, la verdad es que me resulta muy cómodo. Me parece que es un mito eso de que entre nosotras todo es competencia y envidia. Entre mujeres se da un entendimiento que tiene que ver con la complicidad, los valores y los códigos femeninos como supongo que se da entre los varones, y yo disfruto mucho de ese entendimiento, en casa más que ningún otro lado, pero también en el trabajo o entre amigas.
–¿Qué ves de vos en tus hijas?
–La capacidad de ser autónomas, principalmente. Otra cosa que veo parecida es que yo no sé ignorar lo que pasa, no me sale. Y ellas dos son así también. Tienen los pies en la tierra, están conectadas con la realidad. Cada una con su modo de expresarlo, pero ninguna de las dos se hace la distraída con lo que pasa alrededor ni con lo que les pasa a los demás.
"Sólo cuando no me podía levantar de la cama faltaba a trabajar. Esa fue mi manera de atravesar todo esto"
–¿Qué actividades comparten las tres?
–A mí me encanta armar cualquier programa con ellas y sus amigas. Ir a comer, de vacaciones, al teatro, a recitales. Además, me mantienen muy actualizada en todo sentido, tanto con la tecnología como con la música o las series, por ejemplo.
–¿Qué cosas sentís que te apasionan?
–El trabajo. Ahora estoy muy entusiasmada con un programa nuevo que voy a empezar en TN en los próximos días que se va a llamar David y Goliat y que va a mostrar historias de gente que, en situaciones límite, pudo sacar una fuerza casi sobrenatural y vencer una adversidad enorme. Esa es la idea, contar cómo David venció a Goliat. Son casos muy distintos entre sí, absolutamente únicos, y lo que tienen en común es que fueron protagonizados por personas que, enfrentadas a algo gigantesco, fueron capaces de sacar esa fuerza que ni sabían que tenían, y eso les permitió seguir viviendo.
Texto: Gabriela Grosso
Fotos: Pilar Bustelo
Producción: Jorge León
Maquillaje: Paula Alvarez
Peinado: Mónica, para Bebe Sanders
Agradecimientos: Graciela Zito, Pablo Ramírez, Juan Hernández Daels, Tramando, Max Mara, Ménage à Trois, E Edition, Julio Toledo y Ricky Sarkany
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