En una charla íntima, madre e hija se confiesan con ¡Hola! Argentina
Es casi inevitable encontrarles un gran parecido físico: la mirada y hasta la forma en la que se les dibuja la sonrisa parecen solo una. Pero a la hora de la charla con ¡Hola! Argentina , María Carámbula (44) y su hija Catalina (26) dejan claro que piensan diferente y que es justamente esa diferencia la base del gran amor que las une. En el showroom de Chinita, la marca de ropa diseñada por "Cata", la nieta del reconocido Berugo afirma: "Para mí, nos llevamos mejor ahora. Desde que me mudé, siento que hay menos tensión entre nosotras porque las dos tenemos carácter fuerte… Imaginate que yo le decía: ‘Ma, quiero ir a ver Titanic’. Y ella me respondía: ‘No, es una película prohibida para 13 años y vos tenés 12’".
–María, ¿era tan así?
–El límite es amor. Cuando yo era chica no tuve ningún tipo de límite… Papá Berugo y mamá Adriana, muy buenos actores, muy hippies… A Catalina la tuve a los 18 y siempre fue la típica: "Ay, parecen hermanas". ¡No, yo soy la mamá!
Catalina: Yo le tenía que decir adónde iba, con quién, si cambiaba de planes en medio de la noche la tenía que llamar y avisarle… Y me moría de vergüenza. Cuando me mudé sola a los 20 y ella me dejó de "perseguir" fue algo natural, me di cuenta de que yo misma me cuidaba el doble.
–¿Cómo vivieron ese "destete"?
María: Fue desgarrador. Recuerdo que vino el flete a buscar sus cosas y yo me estaba duchando. Empecé a llorar como la Chilindrina, sentía que un oso me había arrancado un brazo…
Catalina: Yo estaba feliz. Desde los 13, le preguntaba cuándo me iba poder ir a vivir sola. ¡Imaginate!
–María, ¿cómo fue ser madre a los 18?
–Siempre fui muy Susanita. Mi pediatra me decía: "María, acá vienen mamás de 30 y pico y vos, con 18 años, estás más entera, sos más madura".
–¿A qué edad tuviste a Vito, tu segundo hijo?
–A los 34. El parto fue otra cosa, con Cata tenía pánico… Para mí fueron como dos hijos únicos porque se llevan quince años. Aunque es el mismo amor, un amor enorme que te abre el pecho.
–¿Y cómo es tener una madre joven?
–A veces es difícil. Sobre todo con mis amigos: "Vamos a lo de Cata, que está la madre". [Se ríe a carcajadas]. Pero mamá nunca fue mi amiga. Claro que es más simple conversar ciertos temas que con otras madres de otra generación.
–¿Cómo te llevás con tener una mamá famosa?
Catalina: No la puedo ver en el teatro, me pongo muy nerviosa, siento que estoy un poco ahí… Me da fobia que la esté mirando tanta gente. Yo me pongo incómoda cuando alguien me mira.
María: A mí me pasó todo lo contrario con mis papás. Mi viejo tenía el programa con los uruguayos y mi mamá, un programa para chicos. Al principio me daba celos que todo el mundo se les acercara para saludarlos, pero después empecé a trabajar como actriz y hubo muchas cosas que entendí. Cuando Cata estaba por lanzar su marca, Chinita, me llamó superangustiada y me dijo: "Ahora me van a conocer y yo solo quiero que conozcan mi ropa". "Que hagas una inauguración no implica que te vayan a parar por la calle", le respondí.
Catalina: Si salimos a comer juntas y la reconocen a mamá, me pongo tensa. ¿Qué voy a hacerle? [Se ríe].
–¿En qué se reconocen parecidas?
María: En la ansiedad y la exageración… Después no tenemos nada que ver.
Catalina: Ella se vuelve loca si ve una silla fuera de lugar o una cortina mal puesta, yo soy más desastre.
–¿Qué cosas denotan el vínculo?
Catalina: En realidad, nunca son peleas serias, es un explotar por alguna cosa.
–María, ¿qué admirás de tu hija?
–¡Todo! Me encanta su capacidad de pensar bien desde muy chica, tiene mucha inteligencia y disciplina para llevar a cabo lo que quiere. Es una persona cero conflictiva, con mucha armonía y eso me da orgullo… Siento que soy parte de eso.
–Cata, ¿cuál es el mejor consejo que te dio tu madre?
Catalina: Una frase que dice siempre: "No le hagas a los demás lo que no te gusta que te hagan". Es algo muy marcado.
María: Para mí es un modo de vida y fue importante transmitírselo a ella.
Catalina: Gracias a ella entendí lo importante que es ponerse en el lugar del otro.
–¿Cómo empezás a diseñar?
–Es raro, porque hasta los 15 quería ser veterinaria. Amo los animales, pero me di cuenta de que no iba a soportar verlos sufrir. También me gusta mucho la psicología y la gente expresa mucho con lo que se pone.
–¿En qué te inspirás a la hora de crear?
–Soy bastante nostálgica. Me gustan las décadas del 20, 30, 50… Soy fanática de Marilyn Monroe, los vestidos de esa época… Mi abuela Teri, la mamá de mi papá, siempre me decía que de chica me paraba en las vidrieras y me quedaba horas viendo collares, pulseras…
–No actuar, ni dedicarte a la música, ¿es una forma de rebelarte contra el mandato familiar?
–No lo creo. Mi papá es músico, mi tío es músico, mi abuela era actriz y mi abuelo era un gran cómico… Estoy rodeada de eso, por ahí lo artístico me cansó. Además, muchos amigos de mi mamá también son del medio.
María: Cuando era chica decía que quería actuar en Chiquititas , pero nunca me quería acompañar a grabar, ni nada de eso. Para mí, acompañar a mi mamá y a mi papá era lo mejor que podía pasarme. Mi papá me decía: "Mañana faltás al colegio y venís conmigo el canal". ¡Era como ir a Disney! Yo pensaba: "Cuando sea grande quiero tener un camarín".
–¿Qué sentís que repetís de tu padre?
–Si bien somos muy distintos –aunque nacimos el mismo día–, siento que somos parecidos en la forma de plantarnos en el trabajo, muy respetuosos, con buena onda. Eso es algo que me quedó de él.
–¿El apellido es un peso o abre puertas?
–¡Es Berugo! Todo el mundo lo quiere. Por supuesto que abre puertas. Además, yo empecé a trabajar con papá y no tengo ningún problema con eso. Después, si no tenés con qué, no te sostenés.
–¿Cómo se llevan con el mundo femenino?
María: Me gusta juntarme con amigas, conversar… Es como si fuéramos una sola y somos todas "nada que ver". Me encanta la complicidad femenina.
Catalina: Yo me relaciono con el universo masculino de una forma muy relajada, tengo muchos amigos varones. Los amo… Con las mujeres es otro vínculo. Así como ella jugaba a la mamá de chica, yo elegía disfrazarme, maquillarme, me encantan los zapatos de taco alto, un símbolo de la feminidad.
María: Ni uso tacos porque camino mal…
Catalina: … Y yo hasta me he puesto zapatos que me quedaban chicos solo porque me gustaban mucho. [Se ríe].
Texto: Sebastián Fernández Zini
Fotos: Tadeo Jones
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