La conductora y periodista se alejó un poco del centro de la escena, pero sigue trabajando activamente; habló con LA NACIÓN sobre su recorrido profesional, cuáles son sus intereses ahora y lo que significan sus hijos en su vida
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Fue la reina de los mediodías. En los 90, María Belén Aramburu era la estrella de Canal 13 y enfrentaba a diario a Mirtha Legrand y a Susana Giménez. En su programa, 360 todo para ver se lucía con esa mezcla de juventud y seriedad porque ella no era sólo una cara bonita. Recibida en Ciencias Políticas, sabía de lo que hablaba. Era muy reacia a hablar de su vida privada, pero se casó con un bombón: el cronista Juan Segundo Stegmann. Con él tuvo dos hijos y enseguida se separó. Con la maternidad, llegó un semidistanciamiento de la tele y la fama. Pero ella, con más perfil bajo, siguió trabajando.
-¿Qué estás haciendo ahora? ¿Cómo es tu vida?
-Tengo más tiempo que antes, cuando hacía tres horas de noticiero, en C5N. Era muchísimo, más los fines de semana. ¿Viste cuando te dicen “te necesito”? Es tremendo, “Te necesito porque vamos a hacer una transmisión especial de...”
-Y vos sos de la vieja guardia, vas siempre.
-Siempre, voy como un bombero. Ahora que estoy más tranquila, estoy escribiendo editoriales de política y economía para un portal de noticias, es una empresa con la que trabajo hace muchísimos años. Y también hago conducciones, a veces lidero paneles de mujeres, temas de economía para medios de comunicación o también para empresas. También hago media training, que en realidad lo hago de manera particular y la verdad es que me llaman por recomendación, de boca en boca. Gente que, por ejemplo, quiere salir a hablar en las redes o hablar en YouTube o tiene que pronunciar un discurso y no sabe ni cómo armarlo o, si se lo arma, no sabe cómo pronunciarlo, cómo pararse en un escenario, a dónde mirar, qué hacer con las manos, todo lo que a mí siempre me salió naturalmente. Me puse a estudiar programación neurolingüística, coaching ontológico, para darles herramientas para poder invitarlos a ser ellos mismos. Porque lo que hago, más allá de una cuestión laboral, es darles herramientas para su vida personal.
-Interesante.
-Como también estudio metafísica y física cuántica, trato de ponerlo en práctica en mi vida diaria. Eso también ayuda mucho. El mindfulness, estar bien presente... Doy cursos también de eso. Tiene que ver con conectarte con tu verdadero ser, reconocerte como un ser espiritual que está transitando una experiencia humana, que no es lo mismo que el que piensa que es su personalidad, o sus roles, o su cuerpo, o su mente, o sus pensamientos.
-¡Te pusiste a estudiar!
-Sí, para poder aplicarlo en lo que me estaban pidiendo, para poder brindar técnicas de lo que a mí me sale natural. Mi mamá también enseñaba física, era una avanzada. Meditaba, qué sé yo... lo tengo ya de manera genética. Y todo eso que a uno le parece que puede ser algo extra, si lo incorporás a tu vida es algo más fundamental que el resto de las cosas.
-¿Por qué decís que a vos te sale naturalmente?
-Porque la comunicación siempre me salió de manera natural.
-¿De chica eras igual?
-Sí, pero todo eso lo descubrí después. Son sincronicidades que me han ido pasando en la vida. Incluso cuando me reencontré con mis compañeros de facultad de Ciencias Políticas, me decían: “Cuando te vimos en la tele dijimos: eso era para vos”. Porque se acordaban cómo daba los exámenes. Viste que uno se pone nervioso, pero yo no. Les hablaba a los profesores, los miraba a todos. Dicen que me tocaba el pelo, que lo tenía más largo que ahora... Y que hablaba y hablaba, y nadie quería dar examen después de mí porque me sabía todo. Y lo disfrutaba un montón, la verdad que me gustaba.
-¿Fuiste siempre extrovertida y siempre pudiste comunicarte?
- Era más tímida en primaria, pero siempre tuve muchas amigas y siempre actué, digamos. Cuando llegué a secundaria, fui más extrovertida. Ahí te diría que sí. Me ponía, con la guitarra en clase y cantaba y tocaba. También hacía conducciones en mi casa. Armaba juegos con premios, con mamá, mi abuela, mi hermano. Hacía títeres, inventaba diálogos. Una vez tuve un flash porque me tocó trabajar con Mónica Cahen D’anvers y me di cuenta de chica, una vez, que había actuado de ella. Muy loco. En casa no se veía televisión, pero sí se veía Mónica Presenta y yo actué de Mónica en un acto del colegio. Hice disfrazar a una compañera de Monzón y lo entrevisté. Hice la producción, la introducción, el desarrollo del programa, todo. Y entonces cuando trabajé con ella, dije: “¡Pero yo actué de ella!” Fijate vos cómo la vida te va llevando a lugares que uno no tenía pensado.
-¿Por qué estudiaste Ciencias Políticas?
-Para ser diplomática, pero también tenía muchas ganas de ser mamá. Y no me veía llevando los chicos de un país a otro siendo diplomática. Entonces durante la carrera me di cuenta de eso. No lo veía compatible y decidí no serlo.
-Pero te recibiste...
-Sí, me fui especializando en administración pública, en relaciones internacionales, todo. Pensé que me iba a dedicar al comercio exterior, tengo un montón de títulos de posgrado en eso. Y bueno, en quinto año nos hacían escribir editoriales que distribuían en el interior del país. Allí me fue muy bien escribiendo un artículo que se llamaba “Súper potencias en acción”, que tenía que ver con cómo los Estados Unidos y entonces la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, ahora Rusia, tenían injerencia en los países de Latinoamérica. Lo publicaron un montón y ahí empecé a hacer periodismo. Empecé en una revista empresaria. Escribía sobre política y economía. Era chica, tenía veinti... cortos. Y ya estaba armando mesas redondas de temas. Me metí también en biotecnología. Era muy innovadora respecto a los temas. Fue una pata que se abrió y yo durante un tiempo mantuve dos trabajos, el de gráfica y el de televisión porque no sabía qué iba a pasar.
-¿Cuál fue tu primer trabajo en televisión?
-En Desayuno, con Víctor Hugo Morales, que se cansó del horario, se fue y lo reemplazó César Massetti. Yo era movilera.
-¿Enseguida llamaste la atención?
-Me fue bien enseguida, sí. Yo era muy trabajadora. Estaba desde muy temprano hasta muy tarde... Hacía muchas notas. Después, llegué a ser jefa de producción del noticiero. O sea que también producía mis notas y producía para los demás, pero no salía en cámara, me mostraban sólo la mano. A medida que ibas creciendo, te mostraban un pedazo de pelo, entonces eras “la rubia”. Pero hasta que te nombraban pasaba mucho tiempo y así ibas creciendo. Pero a todos en ese momento nos importaba la noticia, la nota. Cuando salíamos a la calle nos podía tocar entrevistar al príncipe que había llegado a Buenos Aires o ir a cubrir un motín en la cárcel y salíamos con los borcegos, los jeans y no nos importaba nada. Nos importaba mucho la cobertura de las noticias. No teníamos nada de tecnología. En los móviles no teníamos cómo comunicarnos. Teníamos los cospeles de teléfonos públicos... No teníamos la orden para salir al aire y teníamos que producir el móvil donde estuviésemos. A veces, tiernamente, me acuerdo de esas transmisiones en las cuales hablaba, hablaba y ya me habían levantado del aire y ni me enteraba. Cambió mucho todo.
-¿Por qué te recuerda más la gente?
-Se acuerdan mucho de los viajes que hice en 360.... Era algo más ameno, detrás de todo lo serio. Porque hasta ese momento había hecho solo noticias. Me gustaba mucho el contenido de las señales de noticias porque hablaban mucho de política, economía... Trabajaba todo el día. Después adapté mucho los horarios a mi vida personal, a mis hijos. Para mí, lo más importante siempre fueron ellos.
-Pero cuando te hiciste famosa no tenías a tus hijos todavía...
- No, no. Cuando empecé en 360 todavía no tenía a mis hijos. Ese programa tenía 30 puntos de rating, pero después, cuando los tuve, lo que hice fue compatibilizar maternidad y trabajo.
-O sea, no dejaste todo.
-No, hice programas que me demandaban menos tiempo. Fair Play lo hice embarazada y en El Espejo tenía a mi chiquito de un año. Mis hijos nacieron con más de cuatro kilos cada uno, eran muy grandes. Y yo subía a la camioneta para hacer las notas, iba y venía. Hasta que un día llegó Gustavo Yankelevich, me llamó a su oficina y me dijo: “Bueno, ya está, ¿no?” Le dije: “¿Ya está qué?”. Yo tenía muchas ideas. Y él: “Ya está, es un peligro. Vas a traer un bebé en cualquier momento.” Y al día siguiente de esa charla, tuve a Simón.
-¿Ahí bajaste la intensidad del trabajo?
- Sí, totalmente, porque yo quería estar con mi hijo, quería bañarlo, darle de comer, estar con él. Y después, cuando tuve a mi otro bebé -también trabajé embarazada- hice el primer y único programa de política y economía que tuvo Utilísima.
-Diálogo Abierto.
-Sí, que lo suspendí para parir. Y cuando los chicos empezaron el colegio de doble turno, fue cuando arranqué de vuelta con programas diarios. También hacía radio, en Continental. Tenía un programa lindísimo, un magazine periodístico que disfruté mucho. Y tenía otro programa sobre bebés, era como un noticiero para madres y abuelas.
-Tenés un instinto maternal muy fuerte.
- Sí, siempre lo tuve. A veces me ofrecían horarios en el prime time, pero yo no los hacía. Quería estar cuando mis hijos llegaban a casa.
-Había horarios en los que decías que no, sí o sí.
-Siempre para poder estar con mis hijos. Primero cuando eran chicos porque bueno, los deberes, los cumpleaños, el rugby... Cuando uno está en un noticiero, nunca para de trabajar. La cabeza sigue todo el día a full porque siempre hay noticias para actualizar. Es un trabajo que no termina nunca, pero para mí, siempre ellos fueron la prioridad.
-¿Y ellos te lo agradecen ahora, lo valoran?
-Sí, son agradecidos. Después de todo lo que hice, lo valoran. Son muy buenos hijos, buenos hermanos, buenos amigos. Son buenas personas, y eso me importa. Han crecido en un entorno de amor, de cuidado, de una mamá presente, con todas esas posibilidades.
-¿Estabas con tu marido? Él también debería hacer algo.
-No, ya estaba separada.
-¿Te separaste rápido?
-Sí, me fui rápido. Hace veintipico de años que estoy divorciada, así que ya es otra vida. Entonces, yo estaba con mis hijos y trabajaba.
-Pero pudiste congeniar todo.
-Sí. Y eso me hacía sentir feliz en todos los ámbitos porque si no, hubiese sentido un gran tironeo, por mi forma de ser, es algo muy personal. No todos lo sienten igual. Pero la verdad, disfruto de lo que hago. Soy una gran disfrutadora. Voy a tomar un café con una amiga y digo: “¡Qué lindo que nos juntamos!” Es solo un café, pero festejo el encuentro, las amistades...
-Cuando hacías 360... eras muy famosa, ¿cómo lo vivías?
-No me daba cuenta. Siempre mantuve bajo perfil porque soy consecuente conmigo. En realidad, la exposición viene de la mano del trabajo. O sea, me dedicaba a la comunicación porque es el regalo, el don que me ha dado la vida.
-Pero todo lo que traía la fama, ¿te gustaba?
-Tampoco era famosa, he sido conocida, digamos porque no me daba cuenta. Mis amigas lo dicen. A veces estamos en una sala y dicen: “¿Ves cómo es Belén?” Bueno, así era yo cuando tenía 30 puntos de rating.
-Y la gente quería saber con quién estabas o cómo era tu vida, ¿sufrías un poco eso?
-No. Me mantuve consecuente conmigo misma porque ese es mi perfil, esa es mi manera de ser. En ese momento competía, no solo con Mirta, sino también con Susana, pero ellas siempre sintieron el respeto que yo les tenía. Y era mutuo, el respeto y la admiración. Pero es el día de hoy que no me doy cuenta de que soy de la televisión. Mis amigas me dicen: “¡Te estoy mirando!”, y yo ni idea. No sabría ser de otra manera. A mis cumpleaños van un montón de amigas que tengo desde chiquita, tenemos una historia en común, y si trabajo o no en televisión, a ellas no les importa. Soy María Belén, la misma que iba en el ómnibus del colegio, la que tocaba la guitarra frente a todas y las hacía cantar. La que jugaba a ser legisladora y levantaba la mano para decir algo. O la que iba a todos los cumpleaños o actuaba en las obras del colegio. Para ellas da lo mismo si tengo más o menos rating.
-¿Después de separarte volviste a formar pareja?
-No. He estado de novia sí, pero ahora no. Ahora estoy conmigo. Siempre me llevé bien conmigo. No creo que sea tan fácil encontrar a alguien. Creo que estamos medio desencontrados generacionalmente. Estamos a una altura de la vida que si la otra persona suma, maravilloso y si no, no. A mí me pasa que a esta altura de la vida miro para atrás y veo todo lo que hice... en lo laboral, en lo personal. Y la vida cambia. Mis hijos están grandes, ya se arreglan por su cuenta. Entonces una se encuentra a una altura de la vida en la cual le quedan un montón de años por delante y se pregunta: ¿Quiero seguir haciendo lo mismo? ¿Quiero hacer otra cosa? ¿Cómo soy feliz? Yo soy muy introspectiva. Entonces me permito preguntarme y me permito escuchar las respuestas cuando llegan. Yo me siento con mucha pila, estoy bien físicamente, mentalmente, espiritualmente. Uno se vuelve más sabio. Y me pregunto: ¿haría de vuelta un noticiero? Estoy súper informada, lo hago, pero lo hice durante toda mi vida. Quizás no haría tres horas, sino una...
-Pero haciendo lo que hacés ahora, estás como reinventándote, encontraste otro espacio.
-Es verdad, yo necesito hacer otras cosas. El reinventarse para mí ha sido permanente, desde siempre.
-¿Todavía seguís ocupándote de tus hijos?
-¿Sabés lo que me pasa? No quiero que les falte nada. Quiero que sean felices, estoy atenta a ellos, pero ellos están trazando su camino. Yo los crié para que sean lo más independientes posible, y sí, ya están por su cuenta y tengo otro tipo de diálogo porque ya son jóvenes adultos. Igual soy muy ansiosa. Soy muy madraza. Me gusta estar en contacto, saber qué les pasa, si necesitan algo. Me gusta cocinarles, que nos reunamos, tener nuestras charlas y contarles también de mí, que ellos me cuenten de ellos. Siguen siendo mi prioridad. La verdad que sí.
-¿Decís tu edad?
-Sí, en agosto cumplí 62. Antes no se estilaba decirla. Y yo a mis compañeras del colegio les pedía “ni se te ocurra decir que fuimos juntas”. Pero la vida es sabiduría y bueno, acá estoy. Y me siento fantástica.
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