Margot Kidder, la actriz que halló en el éxito de Superman la cima de su carrera y también el abismo de su vida personal
Una personalidad impulsiva, los excesos y una enfermedad mental diagnosticada a destiempo terminaron con los deseos de una actriz con un talento natural que se destacó en pantalla
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“No sé si cuando muera quiero ser recordada principalmente como una mujer que deseaba a un hombre que se vestía con medias azules y un calzoncillo rojo arriba. Espero que haya algo más”. Detrás de unos enormes anteojos de marco color rojo, el pelo recogido y una lucidez muy similar a la que le imprimió a su Lois Lane, Margot Kidder intentaba ya en 1986 sacudirse el traje de la brillante periodista que con su inteligencia y encanto enamoró a Superman para pararse en otro lugar. Sentada en el falso living de un set de televisión y con el periodista Terry Wogan frente a ella algo más agresivo que de costumbre, la actriz disparó una inquietud que resultó tan atroz como certera: con el paso de los años, se convirtió en la referencia inmediata de Lois Lane pero también en una de las historias más tristes de la generación más prometedora de Hollywood, la de los años 70.
Margaret Ruth Kidder fue la segunda de cinco hermanos y nació el 17 de octubre de 1948 en Yellowknife, una zona minera ubicada al norte de Canadá, muy alejada de las luces del cine. Hija de una profesora de historia y un ingeniero y experto en explosivos, su infancia fue por lo menos movida: se crió en una docena de pueblos distintos, pasó por once colegios, nunca pudo tener una amiga y se sumergió de lleno en las historias que le proponía la literatura. Además, convivió con una enfermedad mental barrida debajo de la alfombra a la que logró poner en palabras muchos años después. Sin televisión ni acceso a la gran pantalla, conoció el cine a través de las revistas que los pilotos que viajaban hasta esa zona llevaban como forma de entretenimiento. “Mi madre me prohibía leerlas, así que escondía las revistas debajo de mi cama y pensaba ´quiero ser actriz de cine cuando crezca´”, le contó a CNN Chile en 2012.
Tiempos turbulentos
Además de un deseo genuino, la actuación funcionó para Kidder como vía de escape. Después de algunos trabajos como modelo y actriz en Toronto, en 1971 se mudó a Los Ángeles para protagonizar con James Garner la serie de televisión Nichols, un western poco convencional de principios de siglo. Aunque cancelado después de una temporada, el programa la estableció firmemente en Hollywood. Lo que vino después fue un viaje plagado de alucinaciones, de fiestas repletas de aspirantes a estrellas, de drogas, rock & roll y también de sexo libre. Peter Biskind fue el encargado de reconstruir varias de las escenas de esos tiempos turbulentos en una crónica del Hollywood de los 70 a la que tituló Moteros tranquilos, toros salvajes.
Salvaje, intrépida y arriesgada, Kidder funcionó como una perfecta anfitriona en el departamento que compartía con su colega Jennifer Salt. Hasta allí llegaban personajes como John Milius o Richard Dreyfuss para dejarse llevar sin preocuparse por las miradas inquisidoras y para planear también un futuro alejado del establishment. “No íbamos a ser parte del sistema, íbamos a hacer películas con mensaje, fueran personales o políticas”, explicó Kidder, según publicó el diario ABC de España en una entrevista con Biskind en 1993. Mientras tanto, la actriz se dedicó a la experimentación.
“Kidder era sexualmente agresiva, por no decir voraz, y se acostaba con casi cada hombre que atravesaba el umbral de la casa. Impulsiva, no pensaba en las consecuencias de sus acciones, e iba de crisis en crisis, envuelta en oscuras nubes de desconcierto. Rompía corazones y llevaba a juicio a productores”, escribió Biskind. En una entrevista que publicó la revista Rolling Stone, Judson Klinger la describió como una mujer ávida de aventuras, predominantemente vulnerable, con tendencia a vivir de decisiones impulsivas o románticas y por momentos incapaz de separar su vida de sus personajes. “Escucha, nunca he hecho nada con moderación en mi vida”, soltó luego de repasar algunas llamativas anécdotas. “Siempre he sido adicta al exceso. Quiero decir, todo este concepto de moderación es algo que anhelo”.
El éxito de Luisa Lane
Figura entre sus colegas por su gracia y encanto, Kidder no tardó en hacerse de un selecto grupo de amigos que por entonces todavía gozaba del anonimato: Martin Scorsese, Steven Spielberg y Susan Sarandon compartieron con ella los años de desenfreno. También Brian De Palma, con quien mantuvo una relación amorosa y de la mano de quien llegó su gran oportunidad: el papel principal del thriller Hermanas, película en la que se lució en la piel de un par de hermanas siamesas. Desde ese momento, su carrera comenzó a crecer, y su nombre quedó inmortalizado en films como La residencia macabra y La reencarnación de Peter Proud. En 1975 llegó 92 in the shade, donde trabajó bajo las órdenes de Thomas McGuane, el hombre que de inmediato se convirtió en su primer -y fugaz- esposo y con quien en 1976 tuvo a Maggie, su única hija.
Con su nueva estructura familiar, Kidder decidió alejarse de los sets y recluirse en un rancho del oeste. Sin embargo, una propuesta la sacó de las sombras: en 1977 llegó a sus manos el guion de Superman. Impresionado por su trabajo en El carnaval de las águilas, fue el mismo Christopher Reeves quien le pidió a Richard Donner, director del film, que viera a la actriz con el traje de Lois Lane. “La contraté porque era Margot. Su personalidad fluye cuando actúa, loca y vivaz, y eso es lo que yo quería”, contó Donner en una entrevista después del estreno de la película. La artista aceptó, se trasladó a Londres para filmar las primeras dos películas de la saga del superhéroe y cuando regresó encontró su imagen en todas las revistas del mundo del espectáculo. La fama llegó a su vida de la mano de Lois Lane, la simpática y sagaz periodista que enamoró al Superman de Christopher Reeves en las cuatro películas del superhéroe que se rodaron entre 1978 y 1987. Superman fue, también, el fusible que desencadenó los días más oscuros de su vida.
Una vida en paralelo
Los problemas en la salud mental de Kidder aparecieron cuando la actriz todavía era una adolescente. A los 14 años se tragó un puñado de pastillas de codeína porque tuvo alucinaciones después de que un novio la dejó. “A nadie se le ocurrió enviarme a un psiquiatra porque pensaron que solo era una adolescente con el corazón roto”, reveló años después según publicó el diario El País. La naturaleza también fue escenario de su delirio: una vez se convenció de que si escalaba hasta la punta de un pino y giraba con fuerza, se podía convertir en parte del árbol. La actuación apareció en su vida como una solución para terminar con esos “monstruos” que la perseguían todo el tiempo. “Al actuar podía dejar salir a mi ser real y nadie sabría que era yo”, explicó.
Durante muchos años la joven canadiense fue capaz de ocultar sus demonios detrás de sus personajes. Con una carrera construída a base de talento y ductilidad, como si ponerse en la piel de otro no le valiera ningún esfuerzo extra, Kidder alcanzó el momento de mayor visibilidad de la mano de Lois Lane. También con Lois Lane su vida comenzó a desmoronarse: después del éxito de las dos primeras entregas de Superman, la tercera y la cuarta tuvieron un destino distinto: Kidder quedó encasillada en el personaje y las películas estuvieron más cerca del fracaso que de la gloria de antaño.
Un año después del estreno de Superman IV, en 1988, el nombre de su infierno apareció como diagnóstico confirmado en su historia clínica: Kidder padecía de un trastorno bipolar. Lejos de someterse a un tratamiento o prestarse a recibir ayuda, se negó a aceptar su realidad. Tampoco quiso tomar la medicación que le habían prescripto. “Es muy difícil convencer a una persona maníaca de que algo anda mal”, se defendió en una entrevista que publicó la revista People. “No tienes ganas de dormir, estás lleno de ideas”, explicó. Para ese entonces, la actriz ya tenía en su haber varios intentos de suicidio.
En 1996 Kidder protagonizó uno de los capítulos más oscuros de su vida, pero también el punto de inflexión de su trastorno mental. Mientras escribía sus memorias, un virus informático hizo desaparecer todo su trabajo. Con la intención de recuperar el material, voló a Los Ángeles para consultar a un especialista. Cuando esperaba abordar el avión que la llevaría de nuevo a su casa, la invadió un sentimiento de paranoia: creyó de repente y con certeza que McGuane, su ex marido, y la CIA la perseguían para matarla. Kidder comenzó a gritar incoherencias. Sus movimientos también la dejaron en evidencia: tiró su bolso convencida de que cargaba ahí una bomba y se alejó lo más que pudo de un cajero automático que creyó que iba a volar en mil pedazos.
Lo que siguió -y trascendió- una vez que terminó esa secuencia es un rompecabezas de escenas que bien podrían ser parte de un film de terror: a Kidder se la tragó la tierra, y mientras su hija y sus hermanos la buscaban con desesperación, la actriz durmió con un mendigo en un refugio de cartón, se defendió como pudo de un intento de violación y se arrancó el pelo de a mechones. Cuando la policía dio con ella tres días después y en el barrio trasero del mítico cartel de Hollywood, estaba irreconocible. Luego de pasar un tiempo en un centro de salud de Los Ángeles, la actriz volvió a Vancouver. “Finalmente pude aceptar el diagnóstico de mi enfermedad”, explicó a la prensa.
Batalla perdida
El brote que terminó de mellar la carrera de Kidder no fue el único episodio que la tuvo recluida, internada y lejos de los flashes del jet set: además de sus adicciones y su enfermedad mental, vivió dos accidentes de tráfico que casi le cuestan la vida. El primero, en 1989, la dejó imposibilitada de moverse y por un tiempo en silla de ruedas. El segundo, en 2002, le agregó algunas marcas más a su ya malograda salud, deteriorada por años de adicciones al alcohol y a las pastillas. Pero Margot siguió de pie, y en lugar de personajes decidió visibilizar su costado activista, ese que en 1990 la llevó a recibir críticas por oponerse a la Guerra del Golfo; que luego la impulsó a echar luz sobre las enfermedades mentales y que en 2011 la depositó en la cárcel luego de una protesta frente a la Casa Blanca contra la construcción de un oleoducto entre Canadá y Estados Unidos.
En el amor, Margot tuvo dos revanchas muy breves: se volvió a casar primero con el actor John Heard y luego con el realizador francés Philippe de Broca, aunque en ninguno de los dos casos logró superar el año de matrimonio. En la industria del entretenimiento, disfrutó de una nueva oportunidad a partir de pequeños papeles en algunas series como Smallville, The L Word y Brothers and Sisters y hasta se alzó con un Premio Emmy por su trabajo en The Haunting Hour.
Pese a que parecía haber controlado de alguna manera sus más íntimos demonios, el 13 de mayo de 2018 Kidder apareció sin vida en su casa de Montana. Tenía 69 años. Luego de varios días de especulaciones, el motivo de su muerte fue confirmado por un informe forense: fue una mezcla letal de alcohol y fármacos, un plan que quedó marcado en el título del papelerío que siguió a su partida con la palabra suicidio. “Es tan impulsiva que no tiene mucha delicadeza. Pero ese es su estilo, y es absolutamente encantador”, la describió Christopher Reeves en alguna oportunidad durante el boom de Superman. Ella, en cambio, luchó sin éxito contra muchos de esos impulsos y en el camino dejó una prometedora carrera de actriz.
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