Marco de la O: de interpretar a El Chapo Guzmán a filmar en la Argentina una película de terror
Tras componer al temido narcotraficante en la serie de Netflix, el actor mexicano viajó a Buenos Aires para protagonizar un thriller sobrenatural
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La llegada de El Chapo cambió para siempre la vida de Marco de la O. El actor interpretó a Joaquín Archivaldo “El Chapo” Guzmán Loera a lo largo de tres temporadas en la serie producida por Netflix, y ese trabajo no solo le significó reconocimiento, sino también la posibilidad de encontrar nuevos desafíos. Por estos días, su recorrido lo trajo a Buenos Aires a filmar un thriller llamado Mete miedo. Y en el marco de su estadía en nuestro país, se tomó unos minutos con LA NACION para hablar sobre ese nuevo proyecto y sobre la experiencia de ponerse en la piel del temido narcotraficante mexicano.
-¿Cómo te recibió Buenos Aires?
-Llegué el 17 de marzo, me recibieron con un hisopado y con unos días guardado [risas]. Estoy muy contento de estar aquí, y gracias a Dios sano y salvo.
-¿Qué fue lo primero que hiciste luego de salir del aislamiento?
-Fui a comer con el director de la película, Néstor Sánchez Sotelo, y también con el productor, para hablar un poco del personaje, y conocer a mis compañeras actrices. Había tenido varias reuniones con el director vía zoom, pero después en vivo pudimos discutir sobre lo que íbamos a grabar. Había que repasar guiones y hasta tuve un coach de acento argentino. En eso tengo una ventaja, y es que nunca se dice de qué parte es mi personaje, si es porteño o de otro lugar, entonces tenía la licencia de poder hacerlo de cualquier región de Argentina.
-¿De qué se trata Mete miedo, y cómo es tu personaje?
-Lo que puedo contarte es que es un thriller sobrenatural. Yo interpreto a un detective de la policía, y tengo dos compañeras, una también es policía, y la otra es fiscal. Nosotros tres estamos al frente de una trama, en la que a partir de un accidente que sufre una de las protagonistas, comienzan a suceder cosas sobrenaturales que tienen que ver con una serie de muertes ocurridas en Buenos Aires. Yo estoy muy contento, me costó trabajar el acento, pero me apoyo mucho en mis compañeras, María Abadí y Melisa Garat. Ellas me ayudan con la pronunciación, son muy talentosas, buenas personas y hay buena química.
-¿Cómo te resulta filmar en pandemia y en un país que no es el tuyo?
-Este es el tercer proyecto que tengo en pandemia. Lo que quiero es trabajar, y más en estos momentos. Poder hacerlo es una bendición, aunque hay cosas que son incómodas; hay que adaptarse y tener precaución. Todos los lunes hisopan a todo el equipo, y en lo personal, ya llevo 35 hisopados. Los muchachos del staff son los que sufren más, porque están todo el día con el barbijo, y nosotros al menos cuando grabamos nos los podemos quitar. Pero uno se acostumbra, hay que esperar a que pase todo esto.
- ¿Qué te sedujo de Mete miedo?
-Yo venía de hacer papeles un poco más violentos, más duros, y nunca había tocado el terror sobrenatural. Había trabajado un poquito ese género en el teatro con El fantasma de Canterville, pero esa era una comedia de terror. Y nunca había tenido la oportunidad de hacer a un policía, y este personaje rompe con lo que había hecho anteriormente en El Chapo, en la película Rambo: la última misión, o en series como R. Entonces es interesante tocar distintos géneros para ir sacudiéndote personajes, y que la gente me vaya conociendo como Marco de la O, y no como “el que hizo El Chapo”.
- ¿Hay un deseo de finalmente dejar atrás tu trabajo en El Chapo, como una sensación de etapa cumplida?
-No lo sé, porque ese trabajo me dio la oportunidad de que me conocieran, y me puso delante de los reflectores. Y eso significa que algo hice bien, y no tengo ningún problema con eso. Hay muchos actores que esperan toda su vida porque aparezca un rol como ese, y a mí me llegó. Entonces había que hacerlo bien y subirse al tren, porque si no se iba. Yo agarré ese trabajo con responsabilidad y con la alegría de tener a un personaje de ese calibre. El Chapo es un ícono de la historia moderna de México y del mundo, nos guste o no.
- ¿Te sorprendió quizá verte reflejado en El Chapo mientras lo interpretabas?
-Creo que todos los actores siempre le prestamos nuestras emociones a los personajes. Pero cuando se trata de alguien real, que está vivo, que tiene familia y que es conocido, se vuelve complicado. Que sea un tipo hermético, como me tocó a mí, tiene algo mejor y peor. Peor, porque no tenía de dónde sacar varias cosas; y mejor, porque al final de cuentas pude hacer a mi propio Chapo, al que le presté mis emociones. Muchos intérpretes dicen: “Este papel está muy alejado, es muy diferente a mí”, pero la realidad es que ese mismo actor es el que está expresando emociones a través de su experiencia. Yo siempre he dicho que un actor antes de los treinta años, no puede ser bueno porque hay cosas que no vivió, y hay cuestiones que son fundamentales para crear un personaje. Y son esas experiencias personales las que volcás a tu trabajo para poder crear. Yo me pregunto, ¿qué tan lejos puede estar El Chapo de mí? Pues en nada, porque ojo, yo hablo de mi versión del Chapo. Entonces repito, cuando los actores dicen eso de “esto está muy lejos de mí”, en realidad pienso que no le prestaron sus emociones a sus personajes, porque de ser así, los sentirían cercanos.
- ¿Por qué pensás que el público se engancha tanto con las llamadas “narconovelas!?
-Hay una cuestión muy de Latinoamérica, y es que seducen los “malotes”. Por una parte es preocupante, porque si vos tenés a un narco que es guapo, tiene mujeres, coches y dinero, estás haciendo apología y lo enaltecés para que el público crea que es un trabajo que realmente te puede dejar todo eso. Y ahí se vuelve peligroso cuando lo ve un joven o un niño, o alguien que vive en un país pobre. Sin embargo, si ese no es el caso, podés decir que la serie está buena, pero jamás vas a asegurar: “Oye, yo quiero ser como él”. Por ese motivo es que sacan estas historias en las que se presenta a un ser humano, y si bien surge la empatía, es algo diferente. El personaje que hice yo no era apología, aunque sí hicimos una crítica del gobierno y cómo las cosas no están funcionando. Te podés enganchar con el ser humano, pero no con su profesión. Cuando muere su hijo, él llora, y ahí pues claro que vas a empatizar, pero eso no es enaltecerlo. Creo que al público ahora le gusta esto, pero son modas, antes había muchas películas de la Segunda Guerra Mundial, y quizá en el futuro haya ochenta sobre la pandemia. A fin de cuentas, el cine o el teatro son un espejo de la realidad, en el que podemos reflejarnos.
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