El actor protagoniza Cuando duerme conmigo en el teatro Provincial, una de las propuestas más valiosas de la oferta teatral de la cartelera marplatense
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MAR DEL PLATA.– “Chapadmalal, para mí, era un nombre desconocido”, reconoce Marcelo Mazzarello ni bien recibe a LA NACION instalado en su refugio ubicado en esa localidad situada varios kilómetros al sur de la playa Bristol, cada vez más arraigada en las preferencias de un público que busca el contacto directo con el mar y la naturaleza agreste.
“Llegué cuando me tocó hacer una gira con el Teatro Nacional Cervantes por Mar del Plata y Miramar a la que me vine con tres perros, así que necesitaba alquilar algo con espacio y un poco de pasto”, explica el actor, quien ya cuenta con su propia casa mirando a las lomadas bien verdes y que nuevamente llegó a estas costas para subirse a un escenario.
Esta vez, la obra es Cuando duerme conmigo, un conmovedor relato –de los más interesantes del circuito comercial que ofrece la cartelera de la actual temporada– que se puede ver en el histórico teatro Provincial, en plena rambla marplatense.
En aquel viaje donde descubrió Chapadmalal también se le ofrecieron las bondades del surf, deporte del que hoy es un experto y que practica en verano e, incluso, en invierno, cuando la postal es muy diferente a la que ofrece la tarde de verano que enmarca esta charla. “Son cien metidas al mar para poder aprender a surfear”. Eso le dijeron y eso mismo constató cuando logró llegar a esa posta que, desde ya, fue superada con creces. Una especie de paralelo a las horas de vuelo que debe lograr un piloto de aviación.
Una gran historia
“Le dije que sí a la obra porque está muy bien escrita, es un drama humano con pinceladas de comedia que aborda una temática universal y va más allá del discurso de los géneros”, explica el actor sobre Cuando duerme conmigo, pieza en la que comparte el escenario con la actriz colombiana Carolina Ramírez –conocida en nuestro país por su trabajo en la serie de Netflix La reina del flow–.
El material –escrito y dirigido por Eduardo Román y producido por Norberto Marcos– refleja el encuentro de dos desconocidos en la sala de espera de un hospital, aguardando por la evolución de un familiar en grave estado. Cuando duerme conmigo también cuenta con una versión cinematográfica producida en México que es interpretada por Ana Claudia Talancón y Erick Elías. “Trata sobre el amor y sobre las distintas visiones del amor familiar y de pareja”, resume Mazzarello con síntesis precisa, sin adelantar más de la cuenta.
–Primera experiencia profesional con Carolina Ramírez.
–Es un aire nuevo, conocer a alguien diferente, porque, cuando se ha trabajado con tanta gente, uno ya sabe cuáles son las posibilidades. Ella tiene una impronta nueva que me renovó. Inmediatamente tuvimos una charla de mucha sinceridad, fue muy rápido el proceso. Hay algo de la franqueza de la mirada que, en el último tiempo, se me agudizó mucho, con lo cual, trabajar con alguien desconocido –en términos de trabajo– fue muy importante. A veces, los actores generan un personaje de sí mismos y eso hace muy difícil construir una relación en escena, porque yo no le hablo al otro actor, sino a su personaje.
Cuando duerme conmigo se suma a una cartelera comercial que también ofrece La última sesión de Freud, El cazador y el buen nazi, El equilibrista y El amateur, textos imprescindibles que destronan ciertos preconceptos en torno a los “gustos del turista” que elije mirar teatro en Mar del Plata. Esta oferta se suma al formidable circuito independiente que ofrece la escena marplatense con sus artistas locales. “No hay que subestimar al espectador. Además, y esto lo compruebo a cada paso, cuando a la gente se le ofrece algo de calidad, lo quiere, responde a eso y lo disfruta”.
Los mensajes del océano
Mazzarello –su apellido puede prescindir del nombre de pila– tiene 58 años, pero su físico entrenado hace pensar en muchos menos. “El mar te enseña y, por supuesto, me hice amigo de guardavidas y próceres del lugar que me fueron instruyendo”. Cuando ya dominaba la tabla de surf, un amigo fue quien le recomendó fortalecer su resistencia como nadador “acá no hay ´pido´y uno tiene que poder salir nadando en caso de una emergencia”.
Dan ganas de seguir hablando sobre el mar. De lejos se lo escucha. Y si el viento es del sur, proveniente de Miramar, hasta parece que se acerca hasta la misma casa del actor que cuenta, obviamente, con un hermoso hogar a leña. En marzo, cuando finalice la temporada, hasta quizás lo deba utilizar. Aún más romántico el cuadro junto a su mujer, con quien convive en esta posada a la que debe costar mucho abandonar.
–¿Qué te da el mar?
–Vida, energía, me limpia. Siento que llego de Buenos Aires y es como si metiera una brasa en el agua. En la ciudad estamos muy cargados, es como una nube de mala onda que contagiamos entre todos, pero, en cuento me alejo de Buenos Aires, todo eso empieza a ceder. El viento y el aire también limpian todo eso. Incluso para la gente que vive acá, que pasa por los problemas que atravesamos todos en nuestro país, se cursa todo eso de manera diferente.
En Buenos Aires no tiene mar, pero eligió Saavedra para vivir, un barrio al que define como “sano, donde la gente se saluda, es un pueblito”.
–¿Tenés hijos?
–No.
–¿Es una asignatura pendiente?
–No, fue una decisión.
Otras señales
–Así como el descubrimiento del mar, ¿hubo algún otro hecho que te marcó y modificó el curso de tu vida?
–A partir de la muerte de mi viejo, me conecté con la finitud, porque, gracias a Dios, hasta ese momento no me había pasado vivir algo así de manera cercana. Me hizo tomar las cosas de otra manera, apareció una conciencia que te hace entender que la vida es finita, algo que me cambió los parámetros incluso de la actuación. Me hizo crecer, madurar.
–¿Tenían un vínculo muy estrecho?
–Mi viejo fue muy presente y con mucha espalda, entonces era un refugio. Cuando me tocó a mí ser su guardián, me obligó a pararme en otro lado. Uno piensa que todo va a estar siempre y no es así, entonces, cuando te das cuenta que un ser querido no puede estar, comenzás a valorar todo de otra manera.
–Es interesante lo que planteás en torno al vínculo de un dolor o una ausencia como atravesamiento también para una nueva forma de plantarte ante tu rol de actor.
–Empecé a tomar conciencia que el rol de artista tiene que ver con eso, fue preguntarme qué estaba haciendo, más allá de trabajar en este oficio, ya que los roles que tomamos en la vida también tienen una función social. Por eso, más allá de las propuestas que llegan de otros y que uno evalúa para hacer, comencé a generar mis emprendimientos artísticos, basándome en mi propio punto de vista y no trabajar siempre sobre lo que otro piensa.
–La conciencia de la finitud también lleva a pensar que el momento para ejecutar el propio deseo es el presente sin dilaciones.
–Porque se te pasa la vida haciendo el mismo esfuerzo, pero para contar lo que quiere otro. Además, si no lo llevo adelante, no va a ocurrir.
En concordancia con esta idea, el actor ya montó tres espectáculos en formato unipersonal. El último lleva por nombre Extra virgen. Entre el arte y el mar se da una construcción muy propia. Su conexión con esta zona marítima lo llevó a establecer amistad con Marcos Curioni, un artista plástico que talla sus obras en las rocas autóctonas de esta zona de canteras que se van metiendo en el agua a pura prepotencia. “En su lugar de trabajo, la cara que hay tallada en tamaño gigante es la mía”. El “tallador de piedras”, como todos lo llaman, es amigo del actor, por eso, su debut como director cinematográfico tiene relación con este ecosistema.
Mazzarello se adentró en la dirección cinematográfica con El ciudadano modelo, una película que dirigió y que estrenó justamente en ese ámbito creado por Curioni. El film tiene que ver con el laberinto en el que se mete un hombre que desea abrir una tanguería, pero debe someterse a los designios de la burocracia del Estado.
Enojo
–Cuando sucedió el fallecimiento de tu padre, más allá del dolor que eso implicó, te manifestaste muy enojado ante las medidas tomadas por el gobierno en relación con los confinamientos durante la pandemia.
–Los encierros compulsivos tenían una connotación no racional, para mí fue una manera de plantar determinadas cosas en la sociedad y que tenían que ver con una forma de dictadura, tanto en el mundo como en la Argentina, con características propias. La cantidad de tiempo en la que nos encerraron fue descomunal.
–En relación con tu padre, ¿qué había sucedido?
–Yo estaba a diez cuadras de donde estaba internado mi viejo y me ocupaba de ayudarlo en la rehabilitación, ponerlo de pie. En determinado momento, en la clínica no me permitieron verlo más.
–¿No era lógico?
–Lo que sucede es que los enfermeros que lo atendían viajaban en transporte público, pero yo estaba encerrado en mi casa, con menos riesgos. Mi viejo respondía bien, porque lo trataba con el afecto de hijo, pero, si te atienden tres desconocidos, no sabés qué carajo está pasando. Viene tu hijo, te mira a los ojos y comenzás a entender, porque la falta de humanidad te va matando. Como a mi viejo, le sucedió a montones de personas, por eso me enojé con el gobierno de turno y eso no tuvo que ver con una bandería política, me enojé con el que estaba en ese momento y con el arco político en general, porque estaban todos de acuerdo.
–Tu postura, ¿te trajo enemistad con algunos de tus colegas?
–Está claro que, en cuanto a lo político, no pienso igual que muchos de ellos, ya que mi gremio hace mucho tiempo dejó de ser un espacio con una representación de todos los colores políticos, y terminó representando a un partido político, eso está en contra de lo que significa como institución.
–La pluralidad debería ser un valor.
–Así era ese gremio.
–Te consultaba sobre el vínculo con tus colegas.
–He trabajado con mucha gente y, con los que piensan diferente, siempre les he dicho qué pensaba yo, para nadie es sorpresa mi postura; soy directo y digo las cosas y, creo que por eso, más allá de la disidencia, me he ganado el respeto de todos mis compañeros y, en muchos casos, con mucho afecto, porque la tarea es anterior a todo esto.
–Hay un error en escindir el afecto por cómo piensa una persona.
–No se puede calificar al otro por cómo piensa. Lo que sí instaló el kirchnerismo, porque no hablo de peronismo, es calificar al otro por lo que piensa. No es así. Podemos pensar diferente, querernos y salir a comer.
–Eso podría sumar la multiplicidad de miradas.
–Si hay apertura, sí. A mí me da igual de qué partido es el político, mientras gestione bien el Estado.
–Interpelar el poder es una de las funciones de todo artista.
–Y el humor, en particular, está para eso, para transgredir y decir lo que no se dice.
–¿Cómo ves el país en relación con su futuro?
–Los políticos nacen de la sociedad que los vota, no vienen de Marte. Hay que asumir que, con buenas y malas, eso somos. Lo último no fue votar sino optar, entre veinte años de seguir en una línea, que nos llevó a donde estamos, o que la sociedad opte por el presente. El tipo (Javier Milei) habló de libertad y eso es algo que uno debe defender. Dentro de mi gremio yo sé que hay cosas que se hicieron durante estos veinte años que tienen que ver, si querés, con una tiranía, con un monopolio del pensamiento, con una forma de hacer política que no me gusta. Entonces lo de la idea de la libertad está bien, ahora hay que ver la letra chica. La sociedad votó por alguien que nombró a la libertad, seguramente porque se sentía oprimida, ahora vamos a ver qué significa esto, porque no es pisarle la cabeza a nadie; se trata de ver cómo se hace para que los gremios jueguen a favor de los trabajadores y no de sí mismos, hay cosas de la sociedad que se van a modificar que van a ser dolorosas, pero más doloroso es lo que vivimos hoy. A mí me va bien, pero la mitad de mi familia está en España, mis sobrinos se fueron. Los pibes jóvenes no tienen horizonte. La gente ¿tenía plata antes para pagar el colectivo? Porque parece que en veinte días llegó la muerte. No vi a ningún gremialista salir a hablar sobre las pymes de la Calle Corrientes, los cafés, los taxis que dejaron de trabajar, en los últimos cuatro años no salió ningún sindicalista a chillar. Además, sé que hicieron cosas feas con los teléfonos, con escucharte las conversaciones.
–¿Te sucedió eso?
–Por supuesto.
–¿Por hablar críticamente?
–No hay listas negras, pero que las hay, las hay. Me pasaron cosas dentro de lo laboral. No me siento un perseguido, pero, hay algunos funcionamientos que se dieron.
–Que te escuchen las conversaciones es grave.
–No fue solo eso, también mandaron cosas. Si yo fuera juez, sería grave, pero solo soy un actor, aunque también es grave que a un ciudadano común le escuchen la conversación.
–¿Tenés trato con actores militantes como Pablo Echarri?
–Trabajé con él en 2012, pleno kirchnerismo. Yo le decía las mismas cosas. Hacíamos en el Auditorium El Hdp del sombrero, donde también estaban Florencia Peña, Nancy Dupláa. Siempre les dije lo que pensaba y nos llevábamos bárbaro. Me quieren y los quiero. La relación es anterior. Hemos comido asados juntos en casa de Pablo y en mi casa.
–No debería sorprender.
–No, pero sorprende. De hecho, toda mi familia política es kirchnerista y me adoran y los adoro. No se trata de convencer a nadie de nada.
Ficción en crisis
Marcelo Mazzarello ingresó al mundo televisivo a los 30 años, “ya era un muchacho grande”. Lo hizo a través de la tira Naranja y media, escrita y dirigida por Rodolfo Ledo, uno de los últimos nombres que permitieron, según el actor, lograr algo disruptivo en la pantalla chica: “Yo venía de Parakultural y el teatro, fue una época donde se permitió que nombres como Alejandro Urdapilleta se filtrasen frente a cámaras y modificaran el ph existente”. Antes había hecho una publicidad de YPF –dirigida por Lucho Bender– que le dio gran masividad a su rostro.
En las últimas horas, Adrián Suar anunció la parálisis de la producción de Polka, el último bastión de la realización de ficción televisiva –al menos no hay proyectos en danza de otras compañías para suplir esta ausencia en las señales abiertas–; un contexto muy poco alentador para la realidad laboral de actores y actrices: “La industria está detenida. Me parece que parte de las mismas cosas que le pasan al país en todos los sentidos. No estamos produciendo ficción ni un montón de cosas en un país con un potencial enorme de producción, es raro. Hay que cambiar. En nuestro rubro, la “Ley del Actor” no benefició, porque volvió cara a la ficción, porque esa ley está pensada como si fuéramos trabajadores comunes y no lo somos. Esto es sólo una parte, la otra parte tiene que ver con que, a las señales, la ficción les daba prestigio y creo que, en muchos casos, se ha rifado eso”.
–Tampoco la televisión puede escapar a una pauperización cultural general.
–De eso se trata. Por otra parte, el rol del autor lo tomó el productor. Desde hace bastante tiempo, los productores contratan autores a los que les bajan escaletas y, a su vez, estos pauperizan a otros autores que no pueden crecer, pero que terminan escribiendo los diálogos sin figurar. La necesidad de trabajar lleva a eso. ¿Por qué sucede? Porque el autor viene con pensamiento e ideas propias, entonces hay que negociar, y (los productores) no quieren negociar, entonces es más fácil poner a un empleado. Lo mismo sucede en toda la sociedad, cuando no se quiere cuentapropistas es porque se prefiere que trabajes para una cadena, la mejor forma de esclavizarte.
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