Acaba de estrenar la quinta temporada de Las rubias en KZO, luego de un año con varias pérdidas y un verano con días críticos por su contagio de Covid-19 en Estados Unidos
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“No tuve servicio de internet en mi casa durante la mañana. Cuando llamé, me dijeron que, debido a la intensa lluvia, se había inundado una cámara. Desde que soy chica se inundan las cámaras. El año pasado, cuando no había señal, me quería ir del programa”. Superado el trance matutino, Marcela Tinayre se dispone a la charla con LA NACION por videoconferencia. Algo falla, su cámara no se enciende y, esta vez, no es cuestión del servidor. “Esperá que lo llamo a Rocco”. En segundos, el hijo de la conductora soluciona el problema y huye despavorido ante la posibilidad de alguna pregunta.
Allí está Marcela Tinayre dispuesta a conversar con el marco de su biblioteca, la escenografía que hizo famosa por haber realizado desde allí su programa Las rubias durante todo el confinamiento de 2020. El ciclo, una de las naves insignia del canal KZO, acaba de estrenar su quinta temporada en las tardes de la señal. Este año, la conductora volverá al estudio del barrio de Palermo, intentando emular cierta normalidad en tiempos pandémicos. Esa normalidad que le estalló en el verano cuando se sumó a los millones de contagiados de Covid-19.
“Nadie supo que lo tuve. Me había ido con toda mi familia a Estados Unidos para pasar fin de año y el cumpleaños de mi hijo Nacho allá. El 27 de diciembre terminé mi programa y el 28 viajé. Justamente, ese día, Estados Unidos comenzó a vacunar. Así que me di la primera dosis el 16 de enero de casualidad”.
-¿No te pidieron ningún requisito para hacerlo?
-Entré con el auto, dije: “Me vengo a vacunar”. Y me hicieron pasar. Fueron ángeles que me protegieron. Pero, diez días después, se me declaró el Covid.
-¿Cuál fue el alerta en el cuerpo?
-No tuve síntomas. No me subió la fiebre, tenía olfato.
-¿Cómo lo transitaste?
-Estuve cuatro días sola y muy mal, pero muy mal. Al principio, me quedé tirada en un sillón pensando que había tenido un ACV. Dormía con el teléfono a mi lado por si lo tenía que llamar a Nacho, en caso que me tuvieran que internar. Debido al buen seguro médico, estuve bien protegida. Todos los días venían dos médicos a verme, al quinto día me dijeron: “Se salvó por la primera dosis, ahora levántese, muévase”. Una vez que lo tuve, tomé conciencia que nadie habla de lo que te enferma psicológicamente.
-¿Qué te sucedió?
-Te llenás de miedos, te vas hundiendo. Sentía que mi cuerpo pesaba cinco mil kilos, no me podía mover. Estuve cuatro días tirada en un sillón sin comer ni bañarme. Solo tomaba una bebida energizante que me sugirieron los médicos y un antibiótico muy fuerte que me habían recetado. Cada tres días me hisopaban, porque, según ellos, al quinto día no contagiás más. Así que, al quinto día me vinieron a ver y me autorizaron a salir, mi hisopado ya había dado negativo. “Arriba, arriba, usted ya puede ir a la playa”. No lo podía creer, pero lo pasé muy mal sola.
-¿Te aplicaste la segunda dosis?
-Sí, el 5 de febrero me volví a vacunar.
-¿Tuviste que pagar la vacunación?
-No, Pfizer no se paga.
-¿Cómo era la organización en los sitios de vacunación?
-Se hace en los campus de las universidades. La primera vez entré con el auto, aclaré que tenía edad para hacerlo. Me preguntaron dónde vivía y les expliqué que viajaba muy seguido. “Pase, pase”, me dijeron sin problemas. Todo bajo una estricta legalidad. Estaba lleno de policías, helicópteros. Cuando me tocó aplicarme la segunda ya era más relajado, salió con fritas: “Second dosis, second dosis” y te hacían pasar.
-¿Tenés la ciudadanía norteamericana?
-No. Yo creo que tuve suerte porque fue muy al principio de la campaña de vacunación. Y la segunda dosis me la tenían que dar sí o sí, luego de aplicada la primera. Siempre digo que tuve ángeles que me cuidaron. Siento que doné la vacuna en mi país para que se la puedan dar a otro argentino.
-¿Cualquier persona que viaja a Estados Unidos se puede vacunar?
-Sí señor. Y puedo dar nombres de gente joven que vacunaron allá.
-¿Tuviste miedo en los momentos más críticos de tu tránsito por la infección?
-Soy de escorpio, un Ave Fénix, así que me dije: “Tengo que salir”. Y así fue, salí muy rápido. Apenas pude abrí todas las ventanas. Llegué a dormir en la terraza para tener aire y recuperar fortaleza. No te puedo explicar las cosas que hice para estar bien.
Estirpe fémina
Este año, Las rubias transita su quinta temporada, una permanencia para elogiar en un medio turbulento que suele desechar rápido. “Es un montonazo. Este es un proyecto que nació escribiéndolo solita, pensando en un espacio para mujeres de mi generación, un segmento que tiene pocas posibilidades y lugar en la televisión. Las de mi edad somos hijas, madres y abuelas que aún tenemos sex appeal y seducción. Así se lo vendí a Martín Kweller y le gustó. Inauguramos dos canales, KZO y Net TV. Y este año seremos el primer programa de mujeres sin cocina.
-La creatividad no es lo que abunda.
-Antes que estrenara, vi la promoción del nuevo programa de Mariana Fabbiani y me enteré que iba a almorzar…
Marcela Tinayre sonríe ante el propio comentario y dejando en claro que pertenece a su familia aquella idea precursora de comer en televisión. Este año, la comunicadora estará nuevamente acompañada por la diseñadora Adriana Costantini y la médica Marcela Gotlib. Durante los dos primeros años, Evelyn Scheidl también formó parte del plantel. Aunque Tinayre asegura que se intercambian ñoquis como buenas vecinas, alguna vez trascendió algún cortocircuito entre ellas. El que esté libre…
“Ha pasado nuestra vida por el programa. Una de las rubias encontró el amor de su vida siendo una mujer madura y yo he transitado pérdidas personales enormes. El programa es la vida de cualquiera. Nos gusta que nos vaya bien, pero hacer lo que te gusta, ya es parte del éxito, un privilegio”.
Linaje público. Heredó de su padre, el director de cine y productor francés Daniel Tinayre, y de su madre, Mirtha Legrand, la pasión por la comunicación y la vida exquisita. De la gran diva argentina tiene mucho, incluida su sonrisa, pero Marcela ha sido una mujer rebelde, menos acatada a los mandatos. Juana Viale, su hija, reemplaza a la reina madre de la dinastía coqueteando con un rol en el que fue ganando consonancia propia y marcando el paso de la tercera generación.
-Con autonomía, cada una de las mujeres de tu familia ha ganado un espacio propio con un ADN transversal que las vincula, pero con identidad propia. En tu caso, tu estilo para estar al frente de una cámara es muy independiente al de tu madre y al de tu hija.
-Cada generación trató de hacer lo suyo. Yo tuve que terminar de ser “la hija de…”, Juana tuvo que cortar con ser “la nieta de…” y “la hija de…”. Hay una superación en cada una. Pero también es cierto que venimos, yo de una madre y Juana de una abuela, re grosa. Ayer, sin ir más lejos, en un diario español hablaban de Mirtha Legrand como la “emperatriz de la televisión argentina”. Su popularidad atraviesa fronteras, traspasa todo, aunque mamá nunca deseó meterse en el mundo internacional, quiso seguir su carrera en Argentina.
Coherente, jamás se referirá a su madre por el nombre artístico, dejando en claro que el personaje público entra en funciones solo para el afuera. Muy atrás quedaron los roces profundos entre madre e hija. En la madurez de ambas, el vinculo es bien estrecho. “Cada una de nosotras tiene su propia impronta, su carácter. Y tenemos nuestras diferencias, distintos enfoques sobre la vida y el manejo de la profesión”. A contrapelo de su madre y de su hija, Marcela Tinayre ejerció funciones no vinculadas al mundo artístico o mediático: durante años vivió en París y trabajó para una importante marca francesa, ícono del universo del estilismo.
-¿Se aconsejan?
-No sé si definirlo como consejo, somos muy sutiles para sugerirnos sobre el trabajo. Sabemos que es muy difícil llevar adelante un programa, así que siempre tratamos de aportar algo productivo. En el caso del ciclo de mamá, que ahora lo hace Juana, es uno de los cinco o seis más importantes de la televisión argentina, no es nada sencillo de hacer.
-En alguna oportunidad reemplazaste a tu madre. ¿Por qué no lo hiciste el año pasado?
-Cuando mamá anunció que no iba a hacer el programa debido a la pandemia, me llamó Nacho y me dijo: “La abuela no vuelve más hasta que no pase esto, ¿me lo podés hacer algunos fines de semana?”. Eso fue un lunes y, por supuesto, le dije que sí. Al día siguiente, me llama y me dice: “Mamá, salió un decreto que limita la actividad por edades, así que vos no podés entrar al canal”.
-Entonces…
-Le dije que la llamara inmediatamente a Juana y ahí comenzó todo el baile.
-El orden sucesorio era tuyo.
-Conduje el programa en ocho oportunidades y todo el mundo me decía que era la sucesora de mamá.
-Con un estilo muy distinto.
-Tengo otra impronta. En aquel entonces desestructuré el programa al punto tal que lo hice bailar a Leuco tomando fernet. Y Juana lo hace absolutamente diferente a mí, impuso algo nuevo a un programa que era como una caja cerrada desde siempre. No solo lo desestructura, sino que también se divierte y sabe escuchar como los dioses. Somos tres generaciones muy distintas para conducir.
-¿Imaginás a tu programa Las rubias producido por StoryLab, la compañía dirigida por tu hijo Nacho Viale y por Diego Palacio?
-Estoy muy bien donde estoy, me miman mucho y soy la imagen de KZO. Cuando pido algo, generalmente me lo dan. Muchos se asombran porque no paso a la televisión abierta, pero mi lugar es en KZO, soy fiel a los que confiaron en mí. En realidad, me gustaría que StoryLab me produjera otro programa que tengo en mente y que me encantaría hacer.
-Buen momento para una primicia, ¿con qué tiene que ver esa nueva idea?
-Quiero hablar sobre las relaciones humanas y los arrepentimientos en la vida. Estudié counseling para aplicarlo a los medios de comunicación, así que este programa giraría en torno a eso.
-Marcela Tinayre, ¿de qué se arrepiente?
-¿De qué me arrepiento? Estoy en un momento muy sensible porque tuve muchas pérdidas y muy fuertes, así que no tiene que ver con el arrepentimiento de manera individual, sino en torno a las pérdidas.
-Lo irreparable, lo que ya no se puede subsanar.
-El arrepentimiento tiene que ver con los enojos inútiles, las palabras hirientes, los abrazos que no fueron. Hoy estoy a flor de piel, me emociono mucho. Para mí es muy conmovedor hablar del arrepentimiento sin pensar en los seres que ya no están. No me arrepiento de cosas de hace cuarenta años, sino del día a día, de lo más cercano. Obviamente, también me enorgullezco de muchas otras cosas.
-A saber...
-Me enorgullezco de haber criado unos hijos maravillosos, de haber sido y ser muy madre y muy abuela, siempre presente, con sentimientos y autoridad. Soy muy amiguera, tengo muchos amigos porque me considero una muy buena persona y eso hace que la gente me responda, que me hayan acompañado en estos tiempos de ausencias. Hoy puedo pedir, antes no pedía. Ser y vivir mejor es muy sano para todos, para los demás y para mí misma.
Los que ya no están
Además de la contrariedad que implica la pandemia de coronavirus, Marcela Tinayre transitó el 2020 padeciendo muertes muy cercanas. El 22 de febrero del año pasado murió la relacionista pública Sofía Neiman, íntima amiga de Tinayre. Aquel fue el primer gran golpe de una seguidilla de infortunios.
-Murió literalmente en tus brazos.
-Así comencé el año pasado, con ese tremendo 22 de febrero. Sofía era una de mis mejores amigas. Volviendo a lo de los arrepentimientos, yo estuve un año y medio alejada de ella por cuentos, historias que nos separaron. Tuvimos una vida en común, nuestros hijos crecieron juntos, soy madrina de uno de sus hijos. Juana, Nacho y Rocco la lloraron como si hubiese partido su propia madre.
-¿Qué sucedió previo al fallecimiento?
-Sofía había vuelto de Uruguay hacía dos días, cuando la llamé para contarle que yo me iba, que viniese conmigo. Al principio, no quería viajar porque acababa de llegar y, además, me decía que no había pasajes. Pero hay que creer que hay alguien, creas en lo que creas, que mueve los hilos desde el más allá. Finalmente, me llama y me dice: “Marcela, quedan dos lugares” y pudimos viajar. Íbamos en el famoso Buquebus y nos reíamos como locas. Bajamos en Montevideo y nos fuimos a ver negocios, paseamos por un vivero. No entraba nada más en el auto. El sábado 22 vino a comer un asado a casa al mediodía, lo pasamos genial. Por la tarde me llamó para avisarme que los Hadad nos habían invitado a cenar, así que me pasó a buscar en su auto y fuimos.
-¿Nunca se refirió a algún malestar físico?
-Ya en el living, delante de todos, dijo que algo le dolía, pero no le dio importancia. Cuestión que le dije que se relajara, que no estuviera nerviosa. Ya estábamos en el comedor que los Hadad tienen en lo alto de la casa cuando sonó el teléfono de Sofía con un mensaje. Eran las doce menos veinte y recuerdo como si fuese hoy que me agaché a buscar mi teléfono y dije: “A las doce es el cumpleaños de mi mamá, vamos a saludarla”. En eso, escucho que Daniel dice: “Sofi, Sofi”. La miro y se cae.
-¿Cuál fue el cuadro?
-Aneurisma de aorta abdominal. Vinieron las ambulancias, pero no hubo nada que hacer. Muy triste. Inmediatamente lo llamé a Nacho, que estaba cenando en un restaurante: “Vení pronto, Sofi se descompuso”. Ya sabía que estaba muerta, no se lo quise decir por teléfono, casi no podía hablar. Cuando llegó Nacho yo no paraba de llorar. La policía me sacó de al lado de Sofi, no podía entender cómo había sucedido. Nacho llamó a sus hijos y yo me comuniqué con Teté Coustarot, porque éramos un trío muy unido. Lloraba tanto que no me entendía y después, no me creía. Era insospechado. Sofía destilaba salud.
-Es un lugar común pensar que se fue sin sufrir, pero así fue.
-Todo el mundo me dice: “Compro esa muerte”. Yo no quiero comprar ninguna muerte, espero vivir muchos años más y seguir disfrutando de la vida, de mis seres queridos, de mis amigos.
-Imagino lo crudo del viaje de regreso.
-Me volví a Buenos Aires en su auto, con su cartera... Un horror.
El 1 de mayo de 2020 la sacudió una nueva muerte, esta vez la de Silvia Legrand, hermana de su madre: “Fue muy doloroso perderla y muy duro ir a avisarle a mamá. Tuve que salir corriendo a comunicarle lo que había pasado, antes que los medios publicaran la noticia y se enterase”.
-¿Cómo reaccionó?
-Me acompañó Nacho. No recuerdo la hora, eso lo tengo en blanco. Sí me acuerdo que mamá estaba acostada. Entré al cuarto y me arrodillé al lado de ella. “Hola mamá”. Y, rápida de reflejo, me respondió: “¿Qué pasó?”.
-Intuía que algo había sucedido.
-Muy impresionante. Le dije: “Se descompuso tía Goldy”. Me miró y me dijo: “Se murió”. No le dije que sí inmediatamente, primero atiné a agarrarla fuerte, a abrazarla… hasta que pude hablar. “Si, se murió”. Terrible. Eran gemelas, vivían una para la otra, hablaban catorce veces por día, tenían una relación increíble. Mamá ya enterró a un hijo, a su marido y a sus hermanos José y Goldy. Creo que el haber enterrado a un hijo le dio un aprendizaje tremendo sobre el dolor.
-¿Cuál es el ánimo de Mirtha hoy?
-Se angustia mucho, la extraña. Tía Goldy era un ser con mucha presencia. En cada una de las reuniones familiares siempre había un petit discurso de ella. De parte de mamá, la familia es de rituales, ceremonias, de juntarnos. Nuestras navidades son muy sagradas, por eso esta última Nochebuena fue muy especial, había que pasar muchos puentes de dolor, pero acá estamos.
Aquel puente de dolor también la vincula con la partida de Marcos Gastaldi, su esposo y padre de su hijo Rocco, quien falleció el 19 de agosto pasado, luego de varios años de padecer diversas patologías, entre ellas un prematuro cuadro de Parkinson. “Marcos le tenía mucho miedo a la muerte, mucho, mucho”.
Aunque estaban separados, Marcela Tinayre acompañó a Gastaldi en sus diversos tratamientos médicos y en sus últimos tiempos internado. En sus redes sociales no deja de homenajearlo con amorosidad. “Cada 19 lo recuerdo, no solo por el amor que sentí por ese hombre, sino también por el que él sintió por mí. Abro cajones y encuentro que me ha dejado tarjetas y cartas por todos lados. Se fue muy solo en plena pandemia. Estuvo una semana en una terapia intensiva y nadie lo pudo ver. Cada 19 publico algo para recordarlo y también lo hago por Rocco. Me gusta hacerlo, me hace bien. Y la gente me lo agradece mucho”.
-¿Tenés vínculo con su familia?
-Sí, tengo muchísima relación con sus hijos, somos muy unidos.
-Con Marcos atravesaste circunstancias complejas y has perdonado cosas que pocas mujeres perdonarían. En ese sentido, se te percibe bastante especial.
-Sí, lo soy. Hemos pasado de todo y nos hemos perdonado muchas cosas mutuamente, pero nos hemos tenido demasiado amor y me gusta manifestarlo. Me hace bien. Perdonar y seguir viviendo es muy sano, te hace no vivir con rencor ni enojos. El nacimiento de nuestro hijo Rocco fue maravilloso. Teníamos una linda vida, viajamos por el mundo, conocimos gente increíble. Hemos pasado momentos divinos que superan todo lo que no fue tan bueno.
-Lo acompañaste incondicionalmente en su proceso de enfermedad.
-Estuvo muy enfermo en el último tiempo, era difícil, pero él hubiese hecho lo mismo por mí.
-Pensando en tu idea para un futuro programa, elegiste el perdón como una forma de no arrepentimiento posterior.
-Llega un momento dado de la vida en la que hay que hacerlo. Tengo una amiga muy querida a la que se le murió el marido y siempre me cuenta que discutían mucho en el auto y que, en esas circunstancias, daba vuelta la cara y miraba por la ventanilla. Ahora, ya viuda, mira para el otro lado y no lo ve a su marido, no hay nadie más. Hoy se arrepiente de tanto enojo, de tanto mirar por la ventanilla. Yo creo que perdonando vas liviano, te mantenés sano, no envejecés, tu salud mental está mejor y podés encarar otra vez la vida, pero desde otro lado, desde el lindo recuerdo y no parándote en el recuerdo enojoso. Tenemos que aprender que lo que nos hace bien, hay que hacerlo, hay que ir por ese camino.
Grietas
“Pienso que, en esta época, hay que comunicarse, hablar, más que nunca. Eso tratamos de ponerlo en práctica en el programa, siempre vamos en busca de la charla, de entender las ideas del otro”, sostiene la conductora.
-La grieta ideológica de nuestro país no contempla ese vínculo desde la palabra racional.
-Yo hablaba desde la experiencia individual, en las sociedades es más difícil escucharse. La sociedad argentina está agrietada, avinagrada, intolerante, enojados unos con otros. Vivimos en una gran desorganización que apareja la confusión. En ese marco, nadie se escucha con nadie. Estamos asustados con lo que nos está pasando, siempre estamos dando manotazos de ahogados. Argentina siempre es un retroceso, hace mucho que nuestro país nivela para abajo, no es de ahora ni algo que sucede con este Gobierno, viene de muchas décadas para atrás. Desde que soy chica oigo que se nivela para abajo. A veces escucho: “Quiero dejarles un buen país a mis nietos”. ¿Por qué? Yo quiero un buen país para mí y que todos los argentinos vivan bien.
-Tampoco contribuye la falta de encuentro en temas esenciales entre los líderes políticos de los diversos colores partidarios que se manejan de manera improvisada y mezquina.
-Eso es muy nocivo, aunque también debemos pensar que ya no hay grandes líderes. Esto sucede en el mundo, donde podemos encontrar muy pocos exponentes. Angela Merkel es una líder, una mujer que hace lo suyo y que sale a la calle, se la ve haciendo compras en el supermercado. Eso es un buen político, tiene la dignidad de salir a la calle y caminarla. Eso es digno, a diferencia de vivir encerrado y no poder salir porque te pueden escupir o decir algo. Yo no apruebo los escraches, pero sucede.
El amor después del amor
Sin maquillaje, se la percibe espléndida. Sexy a los… no caigamos en la obsesión argentina por los números. “Me cuido con cremas, me encanta, pero, en nuestra familia hay muy buena genética. La enfermera que cuidaba a mi hermano, le dijo a mi mamá: ´El niño quiere tal cosa´. Y mi vieja la miró y le preguntó a quién se refería. Todos parecemos menos edad de la que tenemos. A mí me gusta comer, así que me tengo que controlar cuando hago televisión. Con mi padre podíamos hacer mil kilómetros en Francia para ir a un restaurante que nos gustaba. Él me enseñó a tener una gran cultura en torno a la comida. Es más, no me dejaba ponerme perfume en la mesa para no alterar el aroma del plato”.
-¿Cocinás?
- Soy buena cocinera y los programas de cocina me encantan.
-Conquistar el paladar es una herramienta de seducción. ¿Pensás en el amor a esta altura de tu vida?
-Sí.
No hay dudas, ni titubeos. No hay respuesta pour la galerie: “Sí, me gusta el amor. Soy ultrafemenina, coqueta, me encanta seducir. Creo en el amor, me encantaría que me suceda, pero todo es muy reciente”.
-Como buena escorpiana, te percibo muy viva en todos los aspectos, con sangre en las venas.
-Totalmente, reconozco que sí, es así. Te lo grafico con una anécdota: hace poco estaba con dos amigas en Villa La Angostura y, en uno de los paseos, donde yo manejaba, nos perdimos. Así que en cuanto vimos a una persona, paramos para pedirle orientación. Cuando este hombre se dio vuelta, digo: “Guau, que hombre espléndido”. Mis amigas se indignaron porque estábamos perdidas y yo estaba atenta a lo buen mozo del señor.
-No te importó demasiado.
-Eso es estar viva. Soy un ser sumamente estético y pienso que no inhibirse te hace vibrar. Cuando algo o alguien te gusta, hay que decirlo, manifestarlo, da alegría. Las endorfinas emergen.
-Luego de tantos duelos, ¿cómo estás?
-Trato de divertirme, soy hacedora, me gusta organizar planes con las amigas. Me encanta salir a tomar traguitos y café en los bares cercanos a mi casa, o en mi casa misma. Soy buena asadora, así que invito mucho. Me preocupo por la gente que quiero. Estoy bien.
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