La periodista y locutora fue despedida de la TV Pública durante el gobierno de Kirchner; lo que habló en ese momento con Alberto Fernández, quien se desempeñaba como jefe de Gabinete; la dificultad para conseguir trabajo, su viaje a Bolivia y el regreso al país y al canal oficial
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“Estoy en un momento de resurrección”, dice Marcela Pacheco en un bar muy millennial de la zona de Devoto, el barrio donde vive. Es lo primero que dice y enseguida la atraviesa el recuerdo de los años que siguieron a su despido del noticiero de la TV Pública, de donde la sacaron luego de criticar al aire al gobierno de Néstor Kirchner. La salida no fue fácil. No volvió a conseguir trabajo, cayó en un pozo depresivo, hizo una huelga de hambre durante 23 días y un retiro espiritual en un monasterio. En plena crisis, se fue del país y vivió cuatro meses en Bolivia trabajando como voluntaria. Cuando volvió, hizo terapia, comenzó a sanar y hace un año comenzó a trabajar nuevamente en la TV Pública.
-¿Cómo estás?
-Estoy, personalmente, muy bien. La vida me dio la posibilidad de atravesar la oscuridad. Me sentí marginada, sin laburo, corrida a un costado. Pasé una etapa de no entenderme con el mundo, en la que todo me parecía una mierda. Fue un estado depresivo intenso. Y necesité pasarlo. Cuando volví de Bolivia y decidí quedarme definitivamente, fue: “bueno, ¿qué hago acá otra vez?”.
-¿Y qué hiciste?
-Salí a tocar la guitarra. Pero no era lo mismo que la vorágine de la Babilonia. Entonces, fui probando cosas de a poco. Pero cuando no tenés el recurso de la supervivencia, llega un momento en que el tema de la falta de dinero te complica un montón. Me costó mucho, porque yo me había peleado con todo el mundo, de todos lados me había ido mal. Onda: “¡métanse la libertad de expresión en el orto!” Era muy peleona.
-¿Qué analizaste de eso que te pasó?
-Me comprendí, porque creo que uno como ser atraviesa momentos y momentos. A mí me tocó con aquel noticiero emblemático de la TV Pública ponerme en una situación de confrontar con el poder de turno y verlo de cerca de una manera muy particular.
-¿Te arrepentís de haber hecho esos comentarios críticos al Gobierno?
-Me salió así. Tenía en ese momento, humanamente, una cuestión de urgencia. Salí de mi casa ese 25 de mayo de 2004, me tomé el 105 y durante el acto a un año del gobierno de Kirchner, tenía ganas de subir al escenario a decir “¡Argentina, ya sabemos de qué se trata!”. Ahí fue cuando me encontré con Ana de Skalon y me metió en el noticiero. Pero mi alma venía clamando esa urgencia del habla. Y lo que se logró, que está bueno, es que de hecho ahora los medios no son tan caretas.
-¿No?
-Falta la parte de fondo, del contenido, el ser auténtico, preocuparse por el otro de verdad, enojarse porque un pendejo está tirado en el medio de la calle, sentirlo en el cuerpo. Pero se rompió esa cosa protocolar de decir: “graves disturbios acaecieron anoche en el nosocomio”. Se habla más normal, se pateó un poco el tablero.
-Vos tenías ese estilo...
-Sí, yo venía con ese estilo. En ese momento me dieron el aval y me mandé.
-Vos entraste a la TV Pública con Néstor Kirchner como Presidente. ¿Eras afín al Gobierno?
-Ni afín, ni no afín. En esa época teníamos que sacar a Menem y a mí, bueno, él me parecía un tipo diferente. De hecho, cuando me llamaron para la TV Pública, dije: “¡guau! mirá Kirchner, rompe el protocolo y llama a alguien que hace lo mismo”. Era coherente. Algunos me cuentan que se divertía conmigo, tanto como yo me divertía con él, porque no podemos negar que era un personaje. Hacía cosas que rompían estructuras, sin lugar a dudas.
-¿Lo conociste?
-No, me da cosita hacerme amiga del poder, porque después tenés que estar cubriendo cosas. Pero me caía simpático. No tengo una tendencia marcada, no me paro en ningún lugar políticamente. Estoy del lado de los derechos de la mayoría.
-Los Kirchner vendían eso.
-Claro, así venían. En ese espacio yo le pegaba a todo el mundo. Porque si yo digo algo que no me gusta de mi marido, no quiere decir que no lo ame, todo lo contrario. Soy una convencida de que uno ayuda de esa manera. Si todos te lamen el culo, ¿de qué te sirve? No crecés. El tema es que si criticás o decís algo, “ay, sos anti”. ¡No! Estoy diciendo algo en lo que me parece que se la está pifiando. Y por amor a la persona y a todo el resto, me siento en la obligación de decirlo. Cuando me llamaron para el noticiero, le dije a Ana de Skalon: “Mirá que tengo discurso incontrolable”.
-¿Y qué te dijo?
-”¡Eso quiero!”, me dijo.
-Pero ella murió al poco tiempo.
-Sí. Ahí fue cuando yo quedé desguarnecida y me echaron a la mierda. Mi banca era ella. Pero se enfermó de cáncer, se murió en Cuba y a mí me pasó lo que ella me dijo que iba a pasar: que a los tres meses me iban a dar una patada.
-¿Rosario Lufrano te echó?
-A ver, ella fue la mensajera.
-¿La entendiste?
-Es que para mí Rosario no significaba ninguna autoridad. Mi autoridad era Ana y Ana se había muerto. No es que cambian las figuritas. Para mí seguía vigente lo que ella me había dicho.
-¿Pero seguía vigente?
-No, todo lo contrario. El canal se hizo cargo de la línea editorial. Y en esos casos, vos no podés decir lo que se te antoja. Como no se puede decir en casi ningún lugar, lamentablemente. Yo observo ahora los medios y me da mucha pena. Esa pelea, esa cosa de defenestrar al otro. No hay consciencia de la responsabilidad que tienen. No se dan cuenta de las cosas que pasan en la calle. El otro día la veía a Cristina que hablaba de la desigualdad. Y yo pensaba: “¿Justo lo decís vos, que vivís en una nube, aislada del resto?”.
-¿Qué reflexionaste sobre lo que te pasó cuando te echaron?
-Que por algo me pasó durante el gobierno de Kirchner. En otra gestión duraba media presentación de nota o aparecía en una zanja. Pero me sentí desilusionada.
-¿Por quién?
-Por la gestión. Me quedé con ganas de conocer a Kirchner y decirle “¡Mirá! Me echaste, ¿por qué?”.
-¿Pudiste hablar con alguien, más allá de Rosario Lufrano?
-Con Alberto Fernández, que era jefe de Gabinete en ese momento. Pero fue después de rajarme. El se ponía un montón la camiseta de los Kirchner. Hablamos y me terminó convenciendo. Yo levanté la demanda laboral contra la TV Pública porque me convenció Alberto Fernández.
-Qué lástima.
-No, yo creo en que las cosas tienen que decantar. El sufrimiento no se cura con plata.
-¿Qué cosas hablaste con Alberto Fernández?
-En ese momento le pregunté si me tenía que meter en política y me dijo: “Vos en política no durás ni medio segundo”.
-¿Porque sos muy frontal?
-Y, tenés que tener la famosa cintura. Pero, ¿cuánta cintura? A los políticos les falta calle. Que se suban al furgón del San Martín, que vean lo que pasa.
-De todas formas, varios años más tarde hiciste una huelga de hambre. ¿Por qué después de tanto tiempo esa reacción?
-En ese momento no tenía nada, no podía hablar, no podía hacer nada y dije “bueno, vamos a hacer algo”. Una vez me había dicho un amigo: “si tenés ganas de irte de este mundo, hacé algo útil”. Y yo estaba hecha un desastre. Mi casa casi se remata, pasaron una serie de cosas muy complejas. Estaba en el límite.
-¿No pensaste en ese momento que todo eso te lo había provocado lo que te pasó en la TV Pública?
-Es que tampoco me llamaron de otros lados para trabajar. Nadie se banca al libre pensador si no está garantizada su tendencia.
-¿Alguno de tus excompañeros te ayudó en algo?
-No, no. Hemos hablado, intercambiado. Me acuerdo de Tom Lupo. Pero ninguno tenía posibilidad de darme laburo, la verdad. Y yo estaba en un etapa rotundamente indomable. Estaba como enojada.
-¿Ahora no estás enojada?
-Ahora entiendo que las cosas se pueden lograr con más calma. Y trato de comprender a todos. Cada uno vive en la realidad que nace y le va tocando. El poder te puede confundir. No sé si te peleaste con tu padre, si de chico no te valoraron. O si lo tuviste todo. Es un misterio por qué uno nace como príncipe de Mónaco y otro nace en un pozo. Sueño con que se junten Cristina y Macri para ver cómo solucionamos esto.
-No creo: Cristina ni siquiera le entregó la banda presidencial a Mauricio Macri.
-Bueno, pero venía dolida por el tema del conflicto del campo, se le murió el marido, debe ser heavy. A ella la endiosan, la tratan como una rockstar. Todas esas cosas te van confundiendo y alejando de la realidad. Y hablando de decir las cosas, ¡eso nadie se lo dice!
-¿Pensás que tiene un entorno que no le dice la verdad?
-Yo creo que tiene un entorno completamente cooptado por su figura. Es como el Indio Solari. Eso de la figura misteriosa que de vez en cuando aparece. A mí me pasaba que cuando trabajaba en la tele, seguía viajando en transporte público. Y la gente me preguntaba qué hacía ahí. Y nada, viajo ahí, porque no me gusta alejarme. Pero bueno, el negocio también es que esa figura sea inalcanzable.
-¿Te resultó difícil trabajar de otras cosas que no eran tu profesión?
-En relación a conseguir el dinero, no. Sí me preguntaba por qué no lo tenía si yo no mentía ni robaba. Pero yo era impredecible. Ahora es muy obvio lo que va a decir cada medio. Causa gracia si no fuera tan dramático. Es caricaturesco.
-¿Ahora podrías volver a trabajar o todavía sentís que no podrías controlarte?
-Estoy convencida de que debería haber un espacio público para opinar sin condicionamientos del poder de turno. Cuando me acerqué de nuevo a la TV Pública lo hablé y me dijeron: “Bueno, vamos a ver”.
-¿Quién te llamó para trabajar de nuevo en la TV Pública?
-Hablé con Rosario Lufrano. Nunca estuve peleada con ella. Yo la comprendí cuando me comunicó la decisión de sacarme. Y siempre me negué a la pelea de mujeres en el barro. Y ahora estoy haciendo un trabajo que no es expuesto. Es un trabajo donde pongo la voz. Hago la locución de unos textos muy lindos que escribe Jorge Dorio. Son unas efemérides hermosas. También hablé con Eduardo Aliverti para ser la voz de la AM 750, de donde yo me había ido furiosa, diciendo barbaridades.
-¿Qué habías hecho? ¿Habías escrito algo en Twitter?
-¡No! Cuando a mí me sacaron de los medios, no existía Twitter. No había defensa: te borraban y te borraban.
-Se hicieron algunas notas sobre tu despido...
-Sí, cada medio te usaba para lo que le convenía. Y ninguno me dio laburo. No me dijeron: “Vení que acá bancamos que digas lo que te parezca”. Eso no pasó.
-¿Te da miedo opinar ahora, te cuidás más de lo que decís públicamente?
-Me parece que uno tiene que cuidarse, es cierto. Pero decir las cosas nos hace bien a todos. Y no, no me da miedo.
-¿Te moviliza volver a la TV Pública?
-Me encanta. Ahí me siento contenida, querida. Sería un shock que me ofrezcan hacer aire. Es muy desgastante la exposición, muy agresiva. Para cualquiera. Se dicen cosas con tanta impunidad que no sé si tengo ganas de meterme en esa vorágine.
-¿De qué trabajaste antes de volver a los medios? ¿Hiciste algo totalmente diferente?
-Intenté tener un emprendimiento pero no tengo mentalidad empresaria. Hacía unos atrapasueños divinos pero los terminaba regalando. Por suerte ahora estoy de nuevo en los medios y es algo muy grato. Siento que de a poco todo lo que se me arrebató, salvo la palabra, está volviendo. Eso del desafecto, el sentirme tan sola, tan desamparada, ya no lo siento.
-¿Quién te ayudó en ese momento?
-Tenía una pareja que después se cortó. Pero tampoco es que yo me sentía plena. En el fondo era una tristeza, un desamparo y una soledad infinitas. También hice terapia en el Hospital Álvarez. Ahí fueron muy amorosos y me ayudaron mucho.
-¿Y tus hijas?
-En el momento en que todo se prendía fuego, hicieron la banca. En todo. Fueron dos mujeres extraordinarias.
-¿Pudiste perdonar todo lo que pasó?
-Sí, claro. Casi en algún punto lo agradezco, por la posibilidad que me dio de aprender tanto.
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