“Maravillosos”: Robert Duvall, Matt Damon y otros famosos de Hollywood que se enamoraron de la Argentina
Por haber vivido parte de sus vidas o simplemente porque algo les generó una inmediata atracción, estas celebridades han hablado y hasta rendido homenajes a esta tierra y su gente
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“La amistad, la pasión de la amistad”, respondió Jorge Luis Borges cuando le preguntaron qué era lo más auténtico y noble del argentino. Puede que sea cierto. Ninguna de las estrellas de Hollywood que menciona esta nota nació en la Argentina, pero nadie dudaría si dijeran que son argentinos. Grandes personalidades del cine que quedaron enamoradas de una nación que las recibió con esa característica “pasión de la amistad”. Ninguno es argentino, pero al mismo tiempo todos pueden serlo. Como si un dicho ingenioso señalara alguna verdad oculta: que los argentinos nacen donde se les da la gana.
Anya Taylor-Joy, por ejemplo, nació en Miami pero vivió en Argentina hasta los 6 años. Es uno de los jóvenes talentos que no para de crecer en la industria del cine; es la protagonista de Furiosa: de la saga Mad Max. No debería sorprender que una actriz tan buena para entonar distintas lenguas pueda imitar con tanta precisión la voz de Charlize Theron. En cada entrevista, Anya Taylor-Joy sorprende cuando cambia con magnifica fluidez y elegancia del acento inglés a un exquisito castellano rioplatense.
Usa expresiones del lunfardo, como “morfé”, para hablar de las empanadas o los churros con dulce de leche. Cuenta que la primera vez que abandonó el país, se negó a aprender inglés durante 2 años y asegura que le gustaría filmar una película en la Argentina: “El español es mi primera lengua. Quiero hablar en mi idioma”.
“Me sentía muy argentina como para ser inglesa”, confesó la mujer que le puso la voz a la princesa Peach en Super Mario Bros: la película. No son esos los únicos indicios de su vida en la Argentina: tiene una foto vestida como dama antigua para un acto escolar e historias alentando por Messi y la selección de fútbol.
De El Padrino a la pasión por el tango y las medialunas
Como relata el libro Babilonia Gaucha, Robert Duvall aprovechaba cualquier oportunidad para visitar la tierra de la milonga que tan feliz lo hacía. Una oferta de Luis Puenzo para trabajar en La peste, la promoción por el estreno de El apóstol, un programa de National Geographic o una entrevista para un documental sobre el tango: cualquier motivo que incluyera estar en estas pampas era suficiente para el actor que interpretó a Tom Hagen en El Padrino.
Decía que no entendía la política local. Se asombraba por las opiniones tan intensas y contradictorias que generaban movimientos como el peronismo y el menemismo. Uno de los pocos momentos en los que se enojó frente a cámara estuvo relacionado con la política: fue cuando un notero argentino le hizo un comentario irónico por haber votado a George W. Bush. Para Duvall, la política nacional era una expresión más de las contradicciones que habitan en los argentinos. “Colectivamente, los argentinos son muy arrogantes, hay toda una actitud de mirar desde arriba a todos los demás latinos, como si la tradición europea los hiciera mejor que los demás pueblos. Y al mismo tiempo, individualmente, los argentinos son maravillosos”.
Como Ryan Gosling, Duvall se declaró fanático de las medialunas argentinas. Cuando estaba comprando facturas en El molino, a Duvall se le acercó un argentino para expresarle lo mucho que apreciaba algunas de sus películas. El actor de Apocalypse Now pudo comprobar la calidez del pueblo: “Expresaba su afecto de una manera muy especial, y la verdad es que no recuerdo tal muestra de afecto en ningún otro lugar del mundo”.
La locura del fútbol argentino
Fue comprando facturas donde Duvall conoció a Luciana Pedraza, su pareja durante varias décadas. Como él, otra estrella de Hollywood quedó rendido ante los encantos de las mujeres argentinas. Matt Damon se casó con Luciana Barroso: “Cuando la vi fue como si me golpeara un rayo”. Pero la belleza de su actual esposa fue lo único de la Argentina que sorprendió al actor de Oppenheimer.
“Lo más loco que vi, sin dudas, fue un partido de fútbol en Argentina. La familia de mi esposa es de Boca. Le pregunté a su tío de si podíamos ir a ver un partido y se puso muy serio”. Damon no comprendía por qué no podía llevar a su esposa y a sus hijos a ver un espectáculo deportivo. “Entendí cuando llegamos. Tuvimos que pasar por 3 controles policiales. Había vallas con alambres de púas. Cuando terminó el partido nos pusieron en jaulas para dejar que salieran antes los hinchas del equipo rival. Fue una locura”.
Las desventuras de un director consagrado
“Buenos Aires está llena de vida”, decía el director de El Padrino, Francis Ford Coppola, cuando reconocía que el ADN del país estaba formado por una cantidad de inmigrantes italianos similar a Estados Unidos. Cineasta de cultura vitivinícola y apasionado por el arte, invirtió en viñedos mendocinos y compró un hotel boutique en Palermo. Fue en ese barrio donde sufrió el lado menos amigable de la Argentina: le robaron la notebook en la que tenía el guion de Tetro, la película que quería filmar en nuestro país.
Y lo hizo. El elenco de Tetro estuvo formado por Vincent Gallo, Maribel Verdú, Erica Rivas, Mike Amigorena, Silvia Pérez, Leticia Brédice, Carmen Maura y Sofia Gala, entre otros talentos locales y extranjeros que convocó el director de Megalopolis. La experiencia no fue la mejor. Rodrigo de la Serna contó que fue una producción “muy precaria”. “La idolatría habría que cuestionarla, la realidad fue muy distinta. No es algo que le pueda criticar a Francis Ford Coppola, pero ni siquiera teníamos agua o dónde ir al baño. Aunque hoy lo veo con agradecimiento absoluto por haber podido compartir horas de trabajo con ese genio del cine”.
El Zorro y un amor correspondido
Un clásico en los televisores de millones de familias. Las siluetas del jinete y el corcel bajo la luna, acompañadas por las estrofas de una canción que aprendieron jóvenes y adultos, en un ritual que convocaba a los argentinos frente a la televisión. Las aventuras del hombre que, dejando de lado el disfraz del ingenuo Diego De La Vega, se convertía en el Zorro. Guy Williams no pudo comprender la magnitud del fenómeno cultural que significó su show de televisión hasta que desembarcó en la Argentina.
Desde 1973 y hasta el día de su muerte, en 1989 en el barrio de Recoleta, recibió el amor de una nación entera. Convocaba multitudes en cada espectáculo que hacía, como las muestras de esgrima junto a Fernando Lúpiz. Fue en Mar del Plata, en uno de sus shows, donde conoció a la periodista Araceli Lizaso.
Williams devolvió a la Argentina el amor que recibió. Cuando estalló la guerra por Malvinas, se ofreció como voluntario para manejar una ambulancia. Con 58 años, envió una petición formal a la Embajada de los Estados Unidos para ayudar a los soldados argentinos, pero fue rechazado. Una placa en San Andrés de Giles, con la marca de la Z al lado de las islas, agradece el heroico gesto: “A los miles de voluntarios que se ofrecieron a defender nuestra soberanía en las islas, en especial al ciudadano estadounidense Guy Williams, Don Diego De La Vega, El Zorro, por ofrecerse a luchar por nuestra noble causa”.
Un rey entre el fútbol, la poesía y la política
“Nunca perdí el sentimiento por el país, por Argentina, y por el lenguaje que se habla ahí. Lo llevo en mí”. La historia de Viggo Mortensen con Argentina va más allá del fútbol, el cine y la escritura, tres pasiones que lo unen con la nación de los albores y los ocasos. Su historia, como la de Anya Taylor-Joy, está ligada con la lengua.
En El señor de los anillos fue Aragorn, el heredero de Isuldur y del trono de Gondor, Capitán de los Pueblos Libres. En la vida real, Mortensen es el protagonista de una de las trilogías más exitosas de la historia del cine, de dos películas ganadoras del Oscar (El retorno del rey y Green Book), y un hombre que siente que la Argentina es su hogar. No le gustan las etiquetas que encasillan a una persona con un solo país: él mismo aclara que también siente que Dinamarca, de donde viene su familia, es su casa. Pero aclara que sus raíces están el suelo argentino.
Se fue con todas sus figuritas de fútbol, con su camiseta de San Lorenzo, sus revistas de Patoruzú en una época en la que no existía internet ni los teléfonos celulares, pero el corazón de Mortensen nunca dejó Argentina, porque los hombres pueden cambiar de todo, pero no pueden cambiar de pasión. En cualquier evento del que participe, luce los colores de su amado club de fútbol. Tiene un termo y un mate con los colores del club de Almagro que lo acompañaron en el rodaje de La carretera. Talló el escudo de su equipo en el set de Green Book. Hasta vistió la panza embarazada de Cate Blanchett con una bandera de San Lorenzo. Cuenta con alegría las anécdotas de las veces que fue a ver partidos: “Una vez salí corriendo de la cancha de Newell’s, porque nos tiraban piedras y palos. Uno me gritó: “‘¡Actor puto, ponete el anillo y desaparecé!’. Me caí de rodillas de la risa”.
Más que el sentimiento inalienable por una nación construida por éxodos y antiguos juramentos de caballeros que ignoraban ser argentinos, Viggo mantiene viva la lengua argentina. Que uno de sus libros de poesía se titule Ramas para un nido es consecuente con la vida del actor de Atrapado por su pasado.
La primera vez que volvió a Argentina, con 31 años, estaba “muerto de hambre” por escuchar su acento, su idioma. “Ya en el avión fue maravilloso escuchar a toda la gente hablando como yo. Cuando llegué a Buenos Aires la gente me cargaba: ‘Hablás como mi abuelo’, me decían, porque hablaba como una persona de 1970″.
Mortensen, que más de una vez expresó sus deseos por ser parte de la historia del cine argentino, fue crítico contra el gobierno de Mauricio Macri, al que calificó como “fanfarrón neoliberal”. “Los sistemas de apoyo estatal al cine en países como Argentina y Francia son ejemplos únicos y exitosos del fomento cultural. Son admirados en todo el mundo” dijo en un mensaje contra el expresidente.
Este año, volvió a expresar sus opiniones políticas en una radio de España, cuando dijo que Javier Milei es “un payaso, muñeco de la derecha, manipulado por otros”. “Tengo amistades, hablo con mis amigos de Argentina y está jodida la situación, pero históricamente es un pueblo de mucho aguante”, sostuvo.
En El idioma de los argentinos, Borges escribió que “nosotros quisiéramos un español dócil y venturoso, que se llevara bien con la apasionada condición de nuestros ponientes y con la infinitud de dulzura de nuestros barrios”. El idioma de Borges y los argentinos es, también, el idioma de Viggo Mortensen, Anya Taylor-Joy. “El porvenir (cuyo nombre mejor es el de esperanza) tira de nuestros corazones”.
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