Diego Maradona y sus parejas: amores turbulentos que terminaron mal
La vida afectiva de Diego Armando Maradona fue tumultuosa como su existencia. El astro del fútbol, que murió hoy a los 60 años, no fue hombre de soledades. Necesitó de la compañía femenina para transitar sus días. Tuvo amores formales y de los otros. Y, sin dudas, a una mujer con la que construyó aquella familia soñada que luego se hizo trizas.
"La" Claudia y "El" Diego
Se conocieron en la adolescencia. Tenían 17 años y Villa Fiorito fue el modesto lugar del sur del conurbano bonaerense donde se dieron el primer beso. En ese entonces, él era Pelusa. Los dos habían nacido en el seno de familias muy humildes. Sabían de carencias y luchas inhumanas para poder tener un plato de comida en la mesa de cada día. El no dudó en invitarla a tomar un helado. Y ella aceptó encantada. Fueron hasta la estación. La vuelta al perro que le dicen selló el amor que pareció definitivo. No lo fue. "Es la mujer con la que me voy a casar", auguró entusiasmado ante esos amigos con los que compartía el potrero polvoriento a tres cuadras de su casa.
El se convirtió en una de las figuras de Argentinos Juniors. Era la estrella del Bicho Colorado de La Paternal cuando se fueron a vivir juntos a una casa sobre la calle Lascano, cerca del puente de la Avenida San Martín. Aún hoy hay una placa que recuerda ese paso. Es que La Paternal reverencia a su niño prodigio.
Claudia era una chica muy tímida, poco afecta a las relaciones sociales, los eventos y, mucho menos, la noche. Todo lo contrario a Diego que, ya siendo jugador de Boca Juniors, sentía atracción por ese mundo que le era tan ajeno en su primera juventud.
Rápidamente la pareja entre Diego y Claudia se consolidó, pero esto no fue impedimento para que él comenzará con su afición por los excesos y las infidelidades. Claudia estaba embarazada de Dalma cuando una noticia la sacudió imprevistamente: Diego habría tenido un hijo con una mujer italiana. El bebé sería conocido como Diego Jr. y su madre era una bella mujer llamada Cristiana Sinagra. A los dos años nació Gianina y Diego seguía negando aquel amorío europeo y la paternidad fuera del ámbito familiar construido con Claudia. Ella le creyó. Al menos, eso dijo públicamente. Diego, Claudia, Dalma y Gianina se convirtieron en un clan indisoluble. Una foto repetida en todo el mundo.
Diego siempre habló maravillas de Villafañe. Era "La Claudia", como él la mencionaba. Y lo fue para todo un país. "La Claudia" simbolizaba a la mujer enamorada, a la esposa fiel que seguía los pasos de su marido, a la madre esforzada en la crianza de sus hijas. Siempre cayó bien en la gente. Su perfil era empático y se contraponía a ese mundo alocado de noche, vicios, mujeres de paso y amigos de las cuentas bancarias abultadas.
Diego era una estrella internacional cuando el 7 de noviembre de 1989 se casó con Claudia Villafañe. Ella llevaba un vestido de Elsa Serrano con el que deslumbró a todos. La fiesta, acorde a lo pomposo del esposo, se realizó en el estadio Luna Park de Buenos Aires. Claudia fue la mujer que lo sostuvo en su paso por Argentinos y Boca, y en el Nápoli y el Barcelona. Y fue la que estuvo oficiando de Primera Dama cuando Diego enalteció la casaca de la Selección Nacional.
Errático
A medida que su millonaria fortuna se acrecentaba, Diego desarrollaba una vida cada vez más desprolija. Se fue alejando de la rutina familiar y aprovechó cada una de las oportunidades que se le presentaba para divertirse, seducir, disfrutar del sexo y de seguir sumergiendo su vida en adicciones que fueron mermando su equilibrio físico y emocional.
Ese era el status de Diego cuando tuvo un affaire con Valeria Sabalaín, una mujer de perfil muy bajo que casi nadie conoce, y que es la madre de Jana Maradona, la cuarta hija del Diez. Diego y Valeria se habían conocido en un restaurante donde la joven trabajaba como moza. Diego también negó esta paternidad y recién conoció a su hija cuando la chica tenía 18 años y fue en busca de su padre a quien encontró en un gimnasio de Buenos Aires.
En 1998, Diego abandonó el hogar familiar, dato que aparece cuando Claudia acelera los trámites de divorcio iniciados en 2003. Habría dejado hasta las camisetas, objetos que él luego le reclamaría a su ex mujer. La salud, de a poco, comenzaba a jugarle malas pasadas. Pero Diego no claudicaba en su pasión por la noche y su debilidad por las mujeres. Se sentía poderoso. Lo era. E irresistible debido a lo que su figura significaba. Cuando realizó un tratamiento de salud en Cuba, se dijo que tuvo escapadas con varias chicas, entre ellas Adonay, Judith y Eileene.
Otro amor de Fiorito
Verónica Ojeda fue una mujer importante en la vida de Diego. Oriunda del barrio natal del futbolista, logró enamorarlo perdidamente. Quizás, después de Claudia, haya sido la mujer que más lo entendió, lo acompañó y buscó contenerlo emocionalmente. En 2013 nació Diego Fernando Maradona Ojeda, el quinto hijo del jugador. Según trascendió, la nueva paternidad habría enfurecido al Diez y habría generado la disolución de la pareja. Luego de la separación, Ojeda se encargó que su hijo no perdiera contacto con su padre. Este año, en medio de la pandemia, generó la posibilidad de un encuentro en un barrio cerrado de Bella Vista donde se hospedaba la celebridad. Los custodios de su ex la tuvieron esperando en la puerta bajo temperaturas invernales. Ojeda no siempre pudo lograr su cometido. Más de una vez, Diego evitó encontrarse con su hijo, pero ella siempre intentó reparar esas falencias e ir en busca de un posible vínculo filial.
Luego de Verónica, Rocío Oliva enamoró a Diego y lo acompañó un tiempo. Se dijo que aún no estaba roto el vínculo con Verónica cuando comenzó a seducir a la que sería su nueva conquista. Ella tenía treinta años menos que él y fue quien estuvo a su lado cuando Maradona desarrolló su tarea profesional en los Emiratos Árabes. En 2018, la pareja se separó. Fue el último amor formal de Diego Maradona.
Más allá de las relaciones formales y de los vínculos con las madres de sus hijos, siempre circuló la versión de amoríos de Diego con famosas como Graciela Alfano. Wanda Nara no se privó de alardear en su juventud sobre su amistad con el jugador y Lucía Galán confirmó que fue un amor de poco tiempo.
Desprolijo a la hora de amar. Su destreza perfecta como futbolista lo llevó a la cima más absoluta. El Pelusa de Fiorito no siempre supo manejar su fama, su fortuna, su lugar de trascendencia. En busca de alguna falsa salvación se aferró a los deslices que fueron minando su paz y su físico. Y que llevaron al fracaso cada una de las relaciones que entabló con sus mujeres.
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