Maju Lozano: el desafío de una familia ensamblada, la sorpresiva renuncia que la alejó de la tele y qué espera de su regreso a la pantalla
Hace un año se despidió de Todas las tardes y ahora vuelve a América con Cocineros Argentinos; qué hizo durante este tiempo fuera de las cámaras y el mensaje que quiso enviar al contar que había sido diagnosticada con autismo
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Hace un año, Maju Lozano se despidió de Todas las tardes en El Nueve. Ahora vuelve a la televisión con Cocineros argentinos, a partir de este lunes, a las 12 y por América. En una charla intima con LA NACIÓN, Maju se sincera y cuenta por qué decidió dejar la tele, qué hizo durante este tiempo fuera de las cámaras y por qué regresa ahora. Y confiesa que nada sabe de cocina, pero está dispuesta a aprender. También habla de la relación con su marido Juan, con quien además trabaja, y cómo fue ensamblar la familia. Y explica por qué la alivió conocer su diagnóstico de autismo hace un año, y cuál es el tratamiento que sigue.
Maju habla pausado y tiene una risa fácil. Se levantó a las 5 de la mañana, como todos los días, para co conducir El club del Moro, en La 100. Es uno de esos días de invierno crudos, prepara té y se dispone a abrir su corazón y compartir su historia. “Cuando dejé la tele no es que tenía pensado nada especial. Fue la decisión de ese momento. Fueron siete temporadas de Todas las tardes. Había renunciado el año anterior y el otro, ¡dos veces! (risas). Pero me quedaba. Soy de las que piensan que las cosas cumplen su ciclo y no hay que forzar... Siempre que uno pueda, claro. Yo estaba respaldada, tenía la radio y trabajo bien en redes, y me parecía que el programa era un ciclo cumplido, más allá de lo que vino después”, reflexiona.
-¿Sentiste que era momento de dar vuelta la página?
-Fueron dos años de pensar que ya estaba, no por nada en particular, y a la vez por todo. Sentía que era un programa que me había empezado a hacer mal anímicamente. Me costaba porque fueron muchos años de noticias tristes y la realidad es cada vez más difícil, y el formato también era cada vez más duro; casi un noticiero. Sentía que me estaba alejando mucho de lo que me gusta que tiene que ver con el humor y el entretenimiento, y hay muchas mujeres más capacitadas que yo para hacer ese tipo de trabajo. Soy conductora y agradezco el trabajo, pero de verdad hay cosas que tienen su ciclo y si empiezan a lastimar y hacer ruido en un montón de lugares, hay que correrse.
-La tercera fue la vencida, entonces…
-Sí. Y me daba pena, igual. Lo cambiaron de horario, hubo movimientos, pero ya estaba por mucha pena que me diera.
-¿Qué hiciste en este año?
-Seguí con la radio y pude dedicarme a mi hijo Joaquín, que tiene 13 años y nunca había llevado ni buscado en la escuela. Tenía ganas de eso y parece una pavada porque todos tienen mamás y papas que trabajan, pero yo nunca había podido hacer eso. Trabajaba en la radio a la mañana tempranísimo y a la tarde también. Cuando se lo conté a Joaco me dijo: “¿Pero todos los días me vas a ir a buscar?”. Estaba entusiasmado porque era algo nuevo. Pude darme esos lujos, llevarlo al club, a la casa de los amigos. Recuperé un poco la cotidianidad familiar.
-Y ahora volvés a la tele, ¿por qué?
-Si, ya había trabajado con Rubén Vivero en Todas las tardes y mucho antes en Vértigo, el programa que hacíamos con Matías Martin en Telefe. Y es el productor de Cocineros argentinos, un programa que ya es una marca registrada. Hace años que andaba dando vueltas la idea porque es un producto de Kapow y son todos amigos. De hecho, hubo posibilidades de sumarme otras veces, y cuando me llamó esta vez, enseguida dije que sí. Voy a tener mañanas moviditas, arrancando en La 100 a las 6 y hasta las 10 y a las 12 en América, en vivo. Estoy entusiasmada.
-¿Cuál es tu relación con la cocina?
-Malísima (risas). Cocino todos los días a la noche y los fines de semana, porque, familia ensamblada, somos un montón. Pero cosas simples. Nada gourmet. Cocino… No quiere decir que lo haga bien. Cuando le conté a Joaco le dije “mami va a empezar a trabajar en un programa de cocina” y enseguida me respondió: “¿Pero saben que vos no cocinas?” (risas). Zafo. Tengo la esperanza de aprender, de hacer las presentaciones más prolijas, que no se me pase la comida y esté a punto. Ya tuvimos ensayos y los cocineros son todos unos capos. A mí me toca conducir, integrar las partes. Los cocineros son ellos y yo no tengo ninguna intención de meterme. Me divierte porque es relajado. Y es un desafío porque Cocineros argentinos es una marca registrada muy fuerte. La única estrella es la cocina y el compromiso más importante es que esa esencia no se pierda.
-¿Les preocupa la competencia de otro programa de cocina que está hace tiempo en otro canal?
-No me preocupa la competencia. Cocineros... es un programa que tiene muchos años, su propia marca y un público que lo sigue. Me parece que hay lugar para todos. Nunca me preocupó demasiado la competencia.
-Es tu vuelta a América donde hiciste un programa icónico como RSM Resumen de los medios. Fue hace casi veinte años…
-Es verdad, fue un programa hermoso y la pasábamos tan bien. Después volví al canal con Medios locos, que duró un verano; fue hace como 12 años. Estoy chocha, tengo alegría y ansiedad. Hay algo que se me reactivó y me gusta volver a tener esa ilusión. Me siento como una niña que juega otra vez y ese entusiasmo era algo que se me había perdido. Y el equipo de trabajo es hermoso. Muchos son amigos y la mayoría de mis amigas productoras y vestuaristas pasaron por ahí.
-Porque durante muchos años fuiste productora de televisión y radio.
-Sí. Empecé como recepcionista en GP Producciones, de Gastón Portal.
-¿Eso fue cuando te viniste de Paraná, tu ciudad natal?
-No. Eso fue en el ‘99. Cuando vine de Paraná hice Poliladron en Canal 7, con Gastón Portal. Fue en el ‘93 y, de hecho, me vine por eso, porque quedé en el casting. Y me mudé a Buenos Aires para estudiar teatro y ver si podía trabajar. Después volví a la tele recién en el 2005, con Clase X que conducíamos con Santiago del Moro. Y en el medio hice de todo: soy maestra jardinera y ejercí, cuidé chicos, fui moza.
-¿Insistías con estar en los medios porque sabías que valía la pena?
-Yo soy muy testaruda (risas). Nunca lo viví como una lucha, pero soy insistidora y perseguidora como perro de sulky (risas). Sabía que en algún momento tenía que darse. Muchos años después, en el ‘99, lo encontré a Gastón porque vino a comer a un restaurante en el que yo era camarera. Seguía estudiando, yendo a los castings, le di mi teléfono y al mes me llamó diciéndome que no tenía nada como actriz pero que se había ido la recepcionista de la productora. Y acepté ir a pesar de que ganaba menos que siendo moza en Las Cañitas, pero sentía que estaba más cerca de lo quería hacer: atender el teléfono en una productora de tele es estar más cerca de los medios que siendo camarera.
-¿Y cuándo se te dio ese sueño de hacer tele?
-Fui recepcionista y después una especie de asistente de Mex Urtizberea que empezó con Medios locos. Pegué mucha onda con él y empecé a meterme. Hacía de todo, desde sostener los carteles de los PNT en el piso hasta participar en los guiones.
-¿Hubo un momento en el que sentiste que llegaste adonde querías?
-Creo que en RSM empezaba a concretarse. Pero hace relativamente poco me di cuenta de que había un lugar para mí. Siempre valió la pena el esfuerzo, aunque durante los primeros años me preguntaba cuándo se iba a terminar la fiesta e iba a venir el golpe y convertirme en calabaza (risas). Toda la vida me gustó el medio. Vengo de una familia trabajadora, humilde. Mi mamá era bailarina clásica y de flamenco, pero no quería que viniera a Buenos Aires porque no había plata para alquilar un departamento, estudiar teatro acá. No había ni chance (risas). Pero como soy testaruda me vine sin un peso, a vivir de prestado. Y durante años estuve pululando en casa de amigas, en pensiones. Voy a Paraná cuando puedo porque está mi hermana y mis sobrinos, y mis amigas de toda la vida.
-Con esta vuelta a la tele, ¿cómo se reacomoda tu rutina?
-El despertador empieza a sonar a las 5 de la mañana. Y después a las 5.10, 5.20 (risas), y ahí ya salto de la cama y no tomo ni café. Está todo cronometrado y llego justo a la radio. Ya estoy acostumbrada. Sigo en La 100, después voy directo a hacer Cocineros argentinos y a la tarde voy a poder buscar a mi hijo en la escuela.
-Hace veinte años que se conocen con Del Moro, ¿fue él quien te llamó para estar en su programa?
-Trabajamos en Clase X en el 2005 y él recién empezaba y yo atendía los teléfonos (risas). En un momento Gastón me preguntó si me animaba, que probáramos. Y Santi había hecho una lista de las chicas que quería que lo acompañaran, pero le dijo “no hay un mango, está Maju que es la recepcionista y es actriz, fíjate”. Nos cruzamos en la escalera, me hizo un comentario y yo se la redoblé, nos reímos y me dijo “bueno, vamos a trabajar juntos”. Siempre digo que fue un casting en la escalera. Es una persona importante en mi vida. Después no trabajamos más hasta la radio, hace ocho años. Nos debíamos volver a trabajar juntos y se dio la posibilidad cuando él arregló para venir a La 100 y yo estaba terminando Lalo por hecho. Tuve la enorme suerte de trabajar con gente muy grosa en radio y televisión: Lalo Mir, Humberto Tortonese, Mariana Fabiani, Fernando Peña, Gastón Portal, la Negra Vernacci, Gonzalo Bonadeo, Mex Urtizberea. Y también detrás de cámara con Adolfo Castello, por ejemplo.
-¿Tenés proyectos?
-Tengo una productora con mi marido que se llama Fe Producciones y hacemos contenido para redes. Además, escribo mucho y tengo armado un unipersonal que voy a hacer en algún momento.
-Comparten trabajo y amor, ¿cómo la llevan?
-¡Bien! Hace ocho años que estamos juntos.
-Y ensamblaron familia…
-Si, él tiene dos nenas y yo a Joaco, más o menos de las mismas edades. Y son muy buenos los tres. No es sencillo para nada el ensamble, pero con Juan tenemos una relación muy relajada.
-Muchos romantizan el ensamble familiar…
-Sí, pero es re difícil para los adultos y para los chicos también. Hay que saber ceder lugares, ocupar algunos y no ocupar otros, que los chicos no sientan que estás donde no corresponde, que cada uno tiene su rol. Y las ex parejas de los dos, por suerte, acompañan.
-¿Cómo se conocieron?
-Fue una cita a ciegas. Para él no tan ciega, aunque no tenía idea de quién era yo pero me googleó. Fue por una amiga en común que quiso presentarnos. Yo estaba en un momento en que no quería conocer a nadie. Salimos un martes a las 19.30; cero fe ninguno de los dos (risas). Y nos enganchamos en la primera cita y siguió.
El diagnóstico que le cambió la vida
-Hace un año te dieron un diagnóstico de autismo y dijiste que te había aliviado, ¿cómo estás?
-El diagnóstico me ayudó mucho. No sé por qué lo conté públicamente. Calculo que tiene que ver con esta búsqueda de tanto tiempo, y fue realmente revelador.
-¿Qué te llevó a buscar un diagnóstico?
-Muchos años busqué porque algo había, incluso de chica. Y muchas veces lo hablábamos con mi mamá. Fueron un montón de situaciones que me pasaban y no tenían nunca ninguna explicación. Los últimos cuatro años de mi vida me dediqué a leer, a investigar y así me enteré que los diagnósticos de autismo en adultos existen. Yo no sabía que existían y es algo que no se conoce mucho. Incluso dentro del espectro autista conocemos solamente un poquito. Y sigo investigando. Decidí no volver a hablar del tema porque siento que no me hace bien exponerme a esos niveles. Tendés a justificar algo que no tenés que justificar. Y al principio no me creían y la pasé mal.
-¿Hacés algún tratamiento?
-No hay un tratamiento ni medicación, pero sí podes elegir un tipo de terapia diferente, con acompañamiento, con apoyos. Ahora yo sé qué tengo que hacer en determinadas situaciones porque tengo herramientas. Fue un gran alivio encontrarle explicación a muchas cosas y además me dio una identidad, no porque no supiera quién soy sino adónde pertenezco. Eso fue, mi diagnóstico me dio una identidad que no es más que saber que tengo un cerebro neuro divergente que funciona de otra manera, ni mejor ni peor sino distinto. Creo que no estamos preparados para lo distinto, sino que nos hacemos los inclusivos. Es de la boca ara afuera y me incluyo.
-¿Por qué te arrepentiste de contarlo?
-Hacer público el diagnóstico fue un precio altísimo. La pasé muy mal, pero después entendí que puedo acompañar a un montón de mujeres en sus diagnósticos, sin ser un referente. Tengo mi psicóloga de siempre que ha ido especializándose. La hice estudiar (risas). Hemos estudiado juntas todos estos años. Quiero dar a conocer que el diagnóstico en adultos existe y es sumamente importante tenerlo. No romantizo la neuro divergencia, pero es absolutamente sanador tener un diagnóstico y saber a dónde pertenecemos. No soy una referente ni activista. No estoy a la altura y tampoco es lo que quiero. Pero sí quiero que sepan que se puede llegar a un diagnostico en la adultez y es muy importante tenerlo.
-¿Tenés una mirada esperanzadora sobre el futuro de nuestro país?
-No me gusta hablar de política, pero tengo una mirada esperanzadora porque en algún momento nos tienen que empezar a ir bien (risas). Es un poco como mi propia historia. Vivimos una situación tremendamente difícil y tengo la esperanza de que nos vamos a acomodar. Es un país con el 99,99% de gente de trabajo que se rompe el lomo todos los días. Hay chantas y corruptos, es cierto, pero no son los más. Hacemos radio cuando la Argentina se despierta para ir a laburar, acompañamos al que sale de la casa casi perdiendo plata y se toma dos bondis para llegar, y todos mandan mensajes hermosos, con pilas, agradeciendo que tienen un trabajo adónde ir. Entonces tiene que pasar algo bueno en algún momento, porque nos lo merecemos.
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