La panelista habló con LA NACION y contó por qué decidió salir de su zona de confort y probar un nuevo desafío en la televisión; además repasó sus comienzos y cómo llegó a hacerse un lugar en el medio
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El libro de pases del panelismo dio una sorpresa hace unos días cuando una de las angelitas, Maite Peñoñori, dio la noticia que dejaba Los ángeles de la mañana para debutar en Intrusos. A los 30 años, esta rubia nacida en Buenos Aires, sorprendía con el cambio. Después de ser movilera durante cinco temporadas, había logrado su lugar en el panel y, de golpe, decidía dejarlo.
Ansiosa por lo que vendrá, Peñoñori habló con LA NACION sobre cómo vive este momento y sobre todo después de la noticia del final de LAM.
“Venía con la idea de irme hacía un tiempo, como que sentía que había cumplido un ciclo en el programa”, explica. “Yo había empezado en la calle, pasé al panel, había logrado dejar de hacer la cobertura de ShowMatch a la noche, que me demandaba mucho tiempo. Sentí que me había podido lucir como panelista, estaba muy cómoda y quería moverme un poco. Empecé a tener esa inquietud de decir: ‘che, me gustaría trabajar también en otro lado, con otra gente, probar otra cosa’”.
-Y justo vino esta propuesta, ¿cómo se lo dijiste a Ángel de Brito?
-Me costó un montón porque yo sentía mucho agradecimiento con el programa, con él que me dio la oportunidad y me daba cosa... Pero Ángel lo tomó re bien, me sorprendió. “Tengo que decirte algo”, le dije y le conté. También es cierto que había cierta incertidumbre con la continuidad de LAM, aunque cuando yo tomé la decisión, no se sabía que terminaba.
-¿Tenías miedo de quedarte sin laburo?
-No sé, no me quedaba muy claro y en eso fueron honestos en la productora. A cada una que se acercó a preguntar, le dijeron la verdad, que no estaba todavía definida la continuidad, como otros años.
-Entonces Ángel te bancó.
-Lo tomó bien, eso estuvo bueno, me preguntó cuándo me quería despedir y como yo quería tomarme unos días antes de arrancar en enero en Intrusos, le dije “a mitad de diciembre”. Y me sorprendió al aire porque se suponía que iba a ser un viernes y me despidió un jueves, pero bueno, después entendí que era porque el viernes iba a anunciar el final de LAM.
-Tenía un anuncio más importante para hacer...
-Tenía otra prioridad, claro. Igual, para mí fue un gesto re generoso de parte de él, me hizo un despedida re linda, le pidieron a mi familia que me grabe un video, me hicieron un clip hermoso. Ángel me dijo: “Quiero hacerte una despedida como te merecés”. Me fui re contenta. Eso no lo hacen todos.
-¿Qué sentiste en ese momento?
-Y... Es como dar un salto al vacío, pero la propuesta de América me pareció un desafío y más en un programa histórico como es Intrusos.
-Aprendiste mucho en todos estos años, ¿no?
-Obvio, todo es aprendizaje.
-¿Cómo fue que empezaste con Juan Alberto Badía?
-Yo había mandado mensaje a una convocatoria que en ese momento publicaban en Alternativa teatral, era para Estudio playa, la radio que él tenía en Pinamar. Justo ese año le detectaron el cáncer y no la hizo, pero quedé en contacto con un chico que tenía una radio en La Plata que trabajaba con él y laburé todo ese año en esa radio de La Plata. Iba, grababa cosas de artística y hacía reemplazos como locutora. Al año siguiente, Badía volvió a la radio y ahí me llamaron e hice temporada. Fue el último año de él ahí en Estudio playa. Él era un tipo generoso, humilde, se sabía el nombre de todos los que trabajábamos ahí, escuchaba la radio a cualquier hora...
-¿Y después seguiste trabajando? ¿Seguiste en contacto?
-Seguí en contacto con él y ese año hubo un feriado que hizo un día de radio en la casa. Me llamó. Había armado toda una programación, con Cacho Fontana, Graciela Mancuso, todos tipos grosos y me llamó para que sea la locutora del segmento que hacía Cacho Fontana, yo tenía 20 años, no la podía creer. Esa fue la última vez que lo vi, a los pocos meses murió.
-¿Después cómo seguiste trabajando?
-Pasó el tiempo, yo trabajaba a la tarde de secretaria en un estudio jurídico, mandaba demos a todos lados, le quemaba la cabeza a todo el mundo, tenía mi CD en ese momento, lo llevaba a la puerta de las radios... Era 2012, 2013, todos me decían: “Dejá tu material, pero no estamos buscando gente”. No sabía por dónde entrar y justo leí que estaban relanzando Radio Uno y conseguí el celular de varios de los conductores. Me contestó Nancy Pazos, un domingo, para empezar el lunes a las el. Yo llegué a las 5.40, Nancy llegó 6:30. Todo muy loco.
-¿Llegaste a las 6, a la hora que empezaba el programa y la conductora no estaba?
-No. Yo estaba ahí, lista, no sabía dónde tenía que ir con el móvil... La primera semana le pedí a mi suegro, que es taxista, que me llevara él a los móviles, lo pagaba de mi bolsillo para que me lleve de un destino al otro. Después le empecé a encontrar la vuelta con los colegas de la calle, muy copados, que tenían auto y me llevaban ellos. A veces iba en subte también, pero así fui conociendo periodistas y aprendí un montón. Cuando terminó la radio, fue de nuevo el abismo. Por suerte, a los dos meses, me llamaron del programa de Fabián Doman en Canal 13 y ahí empecé a hacer espectáculos en televisión. Y otra que me dio una oportunidad fue Pilar Smith, en su programa de Canal 26.
-¿Hacías sólo notas de espectáculos en el programa de Doman?
-En realidad, hacía de todo. En ese momento estaba muy de moda la grieta y era muy común ir a la salida de Intratables a buscar gente. Me acuerdo que una vez Alejandro Fantino me dijo: “Maite, todo bien, me caés re bien, pero no voy a darte una nota todos los días para hablar de la grieta”.
-Tenías buena onda con los famosos.
-Re. Yo siempre fui muy respetuosa, viste que hay cronistas que tienen algo mas aguerrido, yo nunca fui muy así. Siempre me cargan, me dicen: “Vos con esa sonrisita les tirás cada pregunta...” Obvio, la pregunta la meto, no me voy a hacer la boluda porque cuando vas a buscar a alguien, vas por algo. Por lo general, han sido todos muy generosos. Con el que tuve la peor experiencia fue con el Polaco, pero con el resto muy bien.
-¿Estudiaste Locución y también Periodismo?
-Estudié Periodismo y Comunicación en la Universidad de La Plata y Locución en Eter. Yo nací en Capital, pero por el trabajo de mi papá nos fuimos a vivir a San Martín. Después volví a Capital para vivir con mi novio, Martín.
-¿Dónde lo conociste a Martín?
-Nos conocimos en el examen de ingreso al Iser, ninguno de los dos entró, así que fuimos juntos a Eter. Cursábamos en distintos turnos y el último año como que nos empezamos a cruzar más y ahí comenzamos a salir.
-¿Siempre quisiste ser periodista?
-En realidad, quería ser actriz. Cuando tenía un año, mi mamá me llevó a una publicidad de pañales. Se llamaba pis y caca y después empecé a hacer más publicidades. Yo me acuerdo que para mí era muy lúdico, muy divertido, la pasaba bien, me gustaba chusmear la parte técnica, me daba intriga. Aunque algunas cosas no me gustaban tanto.
-¿Cómo cuáles?
- Por ejemplo, hice una publicidad de gelatina, ya iba al colegio y todos me pedían que hiciera globitos con el cachete, como se veía en la propaganda. Me daba mucha vergüenza. Sobre todo porque no sabía hacerlo, eso estaba editado en posproducción.
-¿Hiciste muchas?
-Varias. Hice una de ravioles y desde ese día no pude comer más ravioles. Me quedó un asco terrible. Eran muchas tomas y al final, me ponían el raviol frío en la boca. A lo último, yo lo escupía porque no podía tragarlo de lo frío que estaba.
-¿Qué pasó con lo que ganaste en ese tiempo? ¿Tu mamá te guardó la plata?
-Sí, esa plata fue guardada, pero quedó atrapada en el corralito. Soy la víctima más joven del corralito, tenía 10 años y toda la plata que había ganado en mi vida, quedó ahí.
-¿La recuperaste?
-Sí, con el dólar a 1.40...
-Qué triste.
-Mi mamá lo guardaba para mis estudios y finalmente me lo gasté en una casita de muñecas y en un viaje a Nueva York.
-¿Por qué no seguiste haciendo publicidades o trabajando de actriz?
-Estudié teatro con Esteban Villareal, iba a ver todas las obras de Hugo Midón, me encantaba, miraba Chiquititas, pero hubo un momento en que llegó la oportunidad de hacer un casting para Cris Morena. Yo re quería ir pero mi papá era juez de menores en esa época y no le pareció coherente. Tenía que ir todos los días, a la tarde... Mi mamá trabajaba, mi papá trabajaba, eran muchas horas, no se pudo.
-¿Se los reprochaste?
-No, yo soy libriana, poco confrontativa. Acaté. No fui muy rebelde. Me dijeron: “Vos tenés que vivir tu infancia, no tenés que trabajar, no tenés que estar muchas horas grabando”. Y no me dieron mucha chance, sobre todo mi papá, que estaba mucho más firme que mi mamá, pero tampoco era que ella se moría porque yo trabaje a esa edad.
-¿Y disfrutaste tu infancia al final?
-¡Sí! Tuve una infancia súper feliz, en mi adolescencia siempre tuve mucha vida social, mucho grupo de amigos.
-¿No hiciste más publicidades?
-No. Seguí estudiando teatro, hice la carrera de cuatro años en la escuela de Agustín Alezzo. Me encantó, pero también me empecé a frustrar mucho. Empecé a hacer castings a ver qué onda y me dije: “Esto no es lo mío”. Toda esa cosa estética de tanta presión, de los kilos, me encontraba en los castings con todas modelos y me decía “¿Qué hago yo acá?” Me decían: “Sos re desenvuelta en cámara”. Pero a la vez, no quedaba en ninguna prueba. Era como que no le encontraba la vuelta y no me vi trabajando de eso. No me veía como actriz. Llegué a hacer con dos compañeras de la escuela de Alezzo una obra en el Paseo La Plaza, pero nada más.
-¿Le daban mucha importancia a la estética?
-Claro. Y eso que, dentro de todo, yo te cumplo con los cánones hegemónicos porque tengo ojitos celestes y soy rubia, pero había mucha exigencia en los kilos. No era gordita, pero al lado del resto, sí. Como en paralelo a teatro, estudiaba Locución, seguí por ese camino.
-¿Tu papá estuvo de acuerdo?
-Cuando le dije que quería ser locutora, me preguntó: “¿Eso se estudia?” Después se sintió culpable y me acompañó a la segunda prueba.
-¿Nunca te dijo: “Tenés que ser abogada, estudiar derecho”?
-Cuando yo estaba en la secundaria, estaba seguro que iba a terminar estudiando Derecho. Yo le decía que no y él trataba de convencerme con que iba a tener un buen sueldo.
-Y ahora que trabajás, que estás en programas importantes, ¿qué dice tu papá?
-Ahora me felicita.
-¿Alguna vez pensaste en cambiarte el apellido?
-Siempre fue como un karma eso. Badía me decía: “Maite, ese no es un apellido radial ni televisivo, busquemos otra cosa ,pero nunca encontramos ninguno que nos gustara. Empecé a buscar en mi familia. El apellido de mi abuela paterna es Roch, pero quedaba raro “Maite Roch”. El de mi mamá es Toto. Tampoco me gustaba... Nunca nadie me bautizó, si alguien lo hubiese hecho yo lo tomaba, pero no sucedió y ya quedó así, Peñoñori.
-¿Todos lo dicen bien?
-¡El otro día [Rodrigo] Lussich lo dijo como tres veces bien! Y al que no le salga, que me diga Maite. Ahora hay muchas nenas chiquitas que se llaman Maite.
-¿Por vos?
-No, pero el otro día me escribieron dos por Instagram para contarme que le habían puesto Maite a su hija por mí. ¡Ojo!
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