A los 87 años, con dos premios Oscar en su haber y un lugar en el panteón del teatro, el cine y la TV británicos, vuelve a interpretar a la vitriólica condesa viuda de Grantham en la que acaso sea la despedida de uno de sus personajes más queridos por el público, junto a Minerva McGonagall
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Tiene siete décadas de carrera profesional en sus 87 años de vida, dos premios Oscar que alzó triunfante en los años 70 y otras cuatro nominaciones a lo largo de su trayectoria, que incluyen films dirigidos por clásicos realizadores como Joseph Mankiewicz, Richard Attenborough o George Cukor. También compartió el set con Laurence Olivier, Peter Ustinov, Orson Welles, Elsa Martinelli y Elizabeth Taylor. Y aunque la mayoría del público la ubique desplazándose entre los salones del colegio Hogwarts y los de Downton Abbey, la trayectoria de Maggie Smith tiene mucho más que ofrecer que los populares perfiles de la profesora McGonagall y de la condesa viuda de Crawley. La suya es casi una vida de película, o al menos, una vida vivida en un set de filmación.
Margaret Natalie Smith Cross nació en Ilford, en 1934, hija de una secretaria y de un profesor de la Universidad de Oxford, a donde se mudó cuando tenía cuatro años. Comenzó a despuntar fama muy tempranamente, en el Oxford Playhouse School Of Theatre, a pesar de que su madre decía que nunca llegaría a ser actriz con “una cara como esa”, como rescató su biógrafo Michael Coveney. Su debut profesional ocurrió hace siete décadas con Noche de Reyes, de William Shakespeare: será de la mano del autor isabelino con el que obtendrá fama perdurable, primero en el Royal National Theatre como la Desdémona de Otelo que la acercó al cine en 1965, junto a Laurence Olivier, con dirección de Stuart Burge; fue su primera nominación al Oscar. En el documental Té con las damas, de Roger Michell, que reunió a Maggie con otras luminarias británicas del stage and screen (Eileen Atkins, Judi Dench, y Joan Plowright), Smith rememoraba la “cálida” relación laboral que construyó con Olivier. El actor afirmaba que la pronunciación de la joven Smith no estaba a la altura de Shakespeare; ella le retribuyó el desprecio al encontrarlo con su maquillaje de general moro en el camarín, y espetarle un sencillo saludo: “¿Qué tal todo, vaca marrón?”.
En 1966 Maggie (nominada por el mismo film junto a su colega Joyce Redman, que había personificado a Emilia), se quedaba aplaudiendo en su butaca a Shelley Winters quien le arrebató su primera chance de alzar un Oscar (como íntimo consuelo, tampoco ganó el Oscar Olivier). Con todo, Shakespeare no abandonaría a Maggie Smith ya que entre 1976 y 1980 fue parte del Stratford Shakespeare Festival. A comienzos de esa década, fue convocada además para la puesta de Hedda Gabler del gran Ingmar Bergman.
Su primer premio de la Academia llegaría recién diez años más tarde, por La primavera de una solterona (estrenada en la Argentina en el cine Iguazú de la calle Lavalle), donde su composición de la maestra escocesa Jean Brodie en la Edimburgo de los años 30 superaba a Geneviene Bujold, Jane Fonda, Jean Simmons y Liza Minelli. Volverá a ganar un Oscar, esta vez como actriz de reparto, en 1979, por la alcohólica de California Suite y tendrá nominaciones a la estatuilla de la Academia en 1973 (Viajes con mi tía); 1987 (Un amor en Florencia, disponible en Qubit.tv) y 2002 por Gosford Park, crimen de medianoche, de Robert Altman, que la acercó tanto a Julian Fellowes –el gran creador de Downton Abbey y guionista de esa película– como así también al universo de la alta sociedad británica de los años 30 donde personificó a Constance, la condesa de Trentham, que viaja de fin de semana junto a su criada a Gosford Park, espacio donde ocurre un misterioso asesinato (el film está disponible en MUBI).
En la larga lista de títulos de su abundante filmografía se anotan también Hotel Internacional, junto a Elizabeth Taylor y Richard Burton; La máquina de hacer millones, con Peter Ustinov y Karl Malden; Muerte en el Nilo, nuevamente con Ustinov y Jane Birkin, Bette Davis y David Niven (disponible en Apple TV+); Ricardo III, junto a Ian McKellen y Annette Bening; El club de las divorciadas, con Goldie Hawn, Bette Midler y Diane Keaton y Té con Mussolini, con Cher, Judi Dench y Joan Plowright (estas dos últimas, disponibles en Apple TV+ y Google Play). Todas labores de un cine de calidad que en 1991 con su primer acercamiento al universo fantástico de la mano de Steven Spielberg en Hook que comenzará a delinear a otra actriz, cercana a un universo de fantasía pero también a la fama mediática. “Esas películas me hicieron muy famosa, aunque no estoy muy feliz por ello. Constantemente tengo a niños pidiéndome que los convierta en gatos”, declaraba Smith al Daily Mail cuando su fama por la saga de Harry Potter ya era un hecho.
En 2001, en paralelo a Gosford Park también tendrá lugar el rodaje de la primera adaptación de los libros del niño mago y ya nada volvió a ser como antes. Fue la propia autora, J. K. Rowling, quien pidió a Maggie Smith que fuera parte del reparto de Harry Potter y la piedra filosofal, puntapié a la traslación del universo literario de J. K. Rowling en ocho películas (todas disponibles en HBO Max), incluso antes de que se conociera la identidad de su director, Christopher Columbus. Minerva McGonagall pasó a tener la indeleble sonrisa hierática, ojos saltones y el encanto irresistible de Smith.
Pero la intérprete siguió filmando más allá de la profesora de transformaciones de Hogwarts: varios de sus grandes trabajos sucederán luego del fenómeno Harry Potter: Rigoletto en apuros, la primera película como director de Dustin Hoffman basada en la obra teatral de Ronald Harwood. En el film, la Casa Beecham ficticia emula a la muy real Casa Verdi italiana como refugio para artistas veteranos, a la que arriba la gran cantante Jean Horton, que logró fama a costa de romper el cuarteto y la amistad que la unía a otras cantantes, no tan exitosas, pero ahora huéspedes de la misma residencia. Maggie compone con notable encanto a esa gran diva de antaño que, insegura y de mal humor, acepta que su destino empobrecido la une a aquellos de quienes se alejó hace décadas.
También fue la Muriel Donnelly que necesitaba una cirugía de cadera barata y por eso que viaja a la India, donde no encontrará el hotel confortable que esperaba y mucho menos una sociedad acorde a su disimulado racismo en otro éxito como fue El exótico hotel Marigold, cuyo suceso aseguró una secuela y frases perfectas para su árido perfil como: “Si no puedo pronunciarlo, no quiero comerlo” (ambos films están disponibles en Star+).
Con el retorno de la familia Crawley a las salas de cine en Downton Abbey: una nueva era, vuelven los devaneos de la aristocracia inglesa, y también vuelve el personaje que a fuerza del talento de Maggie Smith consiguió un fundamental rol en la serie (todas sus temporadas están disponibles en Amazon Prime Video; la primera película, en Netflix) y conquistó el corazón de los espectadores: Violet Crawley, condesa viuda de Grantham, quien se asegura también un lugar de influencia en la toma de decisiones de la familia. Smith siempre aclaró con total aplomo que jamás había visto la serie en su vida.
En apariencia fría y tradicionalista, Violet enfrenta con su moral victoriana un mundo de cambios que en esta secuela fílmica incluye la llegada del cine a la noble morada de Downton Abbey. Un mundo moderno al que se opone su personaje ya desde los primeros pasajes de la serie de Julian Fellowes, donde supo decir con total flema inglesa: “No seas derrotista querida: es muy de clase media”.
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