Es una figura de la comedia musical ya que protagonizó La Bella y la Bestia, El fantasma de la ópera y Saltimbanquis, pero además se destaca por ser la carismática conductora de dos ciclos en Pakapaka y del programa infantil de la TV Pública
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Canta, baila, actúa, conduce… Magalí Sánchez Alleno reúne todas sus competencias escénicas día a día desde el comienzo de la pandemia animando las clases para chicos y chicas de primer grado en Seguimos Educando, el programa que emite de lunes a viernes la señal infantil Pakapaka.
“Al final pude trabajar en todas las áreas“, dice. Desplegó antes su versatilidad en el teatro musical protagonizando La Bella y la Bestia y El fantasma de la ópera, así como en un rol destacado en La novicia rebelde. Fue Tita Merello en el cine, condujo Animapaka y Son de canción, en Pakapaka, actuó para chicos en Saltimbanquis y para adultos en Company y Blum, esta última coprotagonizada con Humberto Tortonese, en el Complejo Teatral de Buenos Aires. Ganó dos premios Hugo y fue nominada a unos cuantos más. Toca piano, violonchelo, acordeón y tabla de lavar. Y planea un estreno, dos veces postergado, para septiembre.
A los 19 años aún le parecía inaccesible la apertura hacia la actuación a partir de la música, en la que se formaba en el conservatorio con cursos de canto lírico, aún cuando su alma no pasaba por ahí. Todo cambió cuando en 2001 vio el musical Chicago, en su primera puesta en escena en Buenos Aires. “Cuando vi esa obra, a la que me llevó mi papá de sorpresa, me explotó la cabeza, no paraba de llorar en el intervalo, me parecía que había desperdiciado mi vida, que cómo no había entendido que tenía que hacer eso, pero que ya era tarde.“
El padre creyó que no era tan tarde y la alentó a inscribirse en un curso de actuación de apenas ocho clases, en la Facultad de Ciencias Económicas. De ahí en más, fue un constante cruce entre el azar y la voluntad, el que llevó a Magalí Sánchez Alleno a convertirse en una artista reconocida. Al pasar por la puerta de un teatro de la calle Corrientes ve un cartel pidiendo actrices que cantaran el repertorio de Federico García Lorca y Manuel de Falla. “Amo esa música, me la sabía de memoria“. La tomaron, la obra ganó un premio, hizo temporada en Mar del Plata. A partir de entonces no paró de recorrer escenarios y pantallas. “Ya no me pareció tan imposible“.
–¿Cuando empezaste con la música tenías visto el teatro en alguna forma?
–Sí, me gustaba, pero me parecía que no era para mí. En el secundario, hice una obra de teatro que me gustó muchísimo, una adaptación de Sonata otoñal, de Ingmar Bergman, sobre los temas entre madre e hija, actué con la directora del colegio, era una demencia para esa edad, fue muy hermoso. Pero yo ya estaba en el conservatorio. A finales de 2001 iba a tener mi primer estreno musical en un bar de canciones de jazz, bueno... 2001 y todo lo que pasó. Justo la noche de las manifestaciones en Plaza de Mayo era mi estreno, mi debut, en San Telmo. No se hizo nunca. Pero a partir de ahí se me fueron abriendo oportunidades, algunas que ni busqué, incluso en el cine.
–¿Cuál fue la experiencia más fuerte para vos en esos veinte años de oportunidades concretadas?
–El fantasma de la ópera, en 2009, por todo lo que esa obra implicaba para mí. Me la había hecho escuchar una amiga en un cassette cuando teníamos 16 años, yo no sabía que eso existía, me pareció algo inalcanzable. Cuando años después publicaron en el diario la convocatoria a audiciones para hacer El fantasma de la ópera acá me presenté. Fue todo un conjunto de desaciertos que me cambiaron la vida. Yo venía quedando en las audiciones y se suspendieron, de un momento a otro. Me llamaron por teléfono y me dijeron que la obra no se iba a montar ese año. Yo lloraba desconsoladamente. Al año siguiente se volvió a llamar a audiciones y hubo que presentar todo de nuevo, de cero otra vez. Volví a audicionar, con procesos larguísimos: sesión de baile, actuación, canto, canto en grupo, muchas, muchas audiciones... pero me llamaron y me dijeron que no había quedado. Tres o cuatro meses después me volvieron a llamar, pero para decirme: “Estás en la obra, no sabemos para qué personaje, pero los directores de los Estados Unidos te quieren en El fantasma de la ópera“. Me dijeron también que no dejara de formarme, porque sentían que me faltaba experiencia. Me contrataron como integrante del elenco y reemplazo de la protagonista, una intérprete mexicana. Los ensayos eran de nueve horas, yo llegaba una hora antes y me iba una hora después, para entrenar antes con las bailarinas y, después, el papel de la protagonista con el pianista. Fue un gran proceso de aprendizaje, pero fue muy duro también. Era muy exigente, no siempre había buenos tratos, y a mí me costaba mucho sostener ese sueño. Un día me cansé de que no me trataran bien y renuncié. Para mí fue muy importante ese hito en mi vida, era como decir: “bueno, a costa de todo no, no me lo merezco”. Y la directora musical me vino a pedir disculpas, me dijo que ellos estaban muy preocupados por montar la obra y que no se daban cuenta de que no siempre eran los mejores tratos, me pidió disculpas. A partir de ahí fue todo una locura. No habían previsto un doble rol para el papel protagónico de Christine, que quedó en soledad para la actriz mexicana. Es algo que no se hace nunca en esa obra por lo exigente que es el rol. Después de todos los ensayos y los preestrenos, en la primera doble función, un sábado, no pudo salir a la segunda. Yo estaba comiendo una tarta entre las dos funciones y me vinieron a buscar para que saliera a escena por ella. Nunca había ensayado en el escenario el segundo acto, aunque me sabía toda la música. No tenía ropa, no había peluca para mí, nunca vi correr a tanta gente desesperada en el Teatro Ópera. Armaron todo entre una función y la otra. Y en el segundo acto mis compañeros me llevaban de los hombros a los lugares en que debía ubicarme. La hice un mes seguido, hasta que ella se pudo reponer, y finalmente compartimos el papel.
–Ahí te cambiaron el contrato, modificaron el programa de mano…
–No, nada de eso sucedió. Aprendí mucho de toda esa experiencia en cuanto a que algunas cosas las voy a negociar y otras no las negocio más. A veces cuando los artistas decimos “lo doy todo“, hay que tener mucho cuidado, porque mucha gente se aprovecha de esas cosas, he escuchado frases como “lo va a hacer igual“. No.
–¿Con La Bella y la Bestia ya no tuviste tantos contratiempos?
–No, fue una fiesta de principio a fin. Era una obra bellísima en la que quería estar. Pero como me parecía imposible que me eligieran para Bella, me presenté para ser elenco, quería ser Babette, era el personaje que sentía que yo podía. Pero a lo largo de los meses de audiciones fui quedando finalmente para Bella. Fue todo continuado, mientras el Fantasma terminaba la temporada ya tenía las audiciones para La Bella y la Bestia.
–Dentro de todos los géneros que transitaste, los musicales, el teatro de texto, los infantiles, la tele, el cine, ¿dónde te sentís más cómoda?
–La verdad es que en estos trabajos que he tenido la oportunidad de hacer para Pakapaka es donde sentí que más libertad tenía. En Seguimos educando realmente la libertad es total, siempre es bienvenida nuestra propuesta. Si bien hay un guión y hay contenidos del Ministerio de Educación, el formato nunca estuvo del todo cerrado. Empezó como una conducción para acompañar a la maestra, pero cambió muchísimo, es mucho más lo que actuamos, lo que aportamos como personajes, con mi compañero (Emiliano Larea), de todo hacemos un show.
–¿Tenés planes para volver a los teatros con el levantamiento de las restricciones por la pandemia?
–Justo en marzo del año pasado íbamos a estrenar una obra en el Teatro Ópalo con Nelson Rueda, una obra para dos actores que se llama Tu ternura Molotov, de Gustavo Ott, la dirige Corina Fiorillo. Suspendimos hasta nuevo aviso. A principios de marzo de este año nos juntamos en el teatro para volver a ensayar y nuevamente se cerró todo. Es un proyecto que decidimos hacer porque teníamos muchas ganas de trabajar juntos y montar la obra, no nos corría nada. Entonces dijimos, bueno, estrenemos cuando pueda haber un circuito de gente que se pueda mover tranquila para ir al teatro y, también por mis compromisos actuales, nos propusimos estrenarla en septiembre.
–¿Qué obra te gustaría hacer ahora, si pudieras inventar una puesta en escena?
–No soy fanática de los musicales, no los sigo. Pero tuve la oportunidad de ver la producción de Mary Poppins afuera. Que Mary Poppins vuele, es increíble. Prefiero ese tipo de historias, de obras que son para toda la familia, donde las canciones son muy hermosas, con músicos en vivo y una producción que pueda sostener todo eso. No me gustan los musicales dramáticos, no los disfruto, no los creo. Hubo un momento en que yo quería, por ejemplo, ser protagonista de una obra. En algún momento me importó mucho. Una vez que sucedió, empecé todo un camino de dejar de empujar. Me empezó a hacer mal esta situación de buscar audiciones, de tratar de quedar... de todo ese sistema. Hay algo raro en este tipo de trabajos. Una maestra de actuación, Nora Moseinco, dijo una vez en una clase: “Ojalá los actores y las actrices no tuvieran que trabajar de actuar, no dependieran de su comida diaria, de su alquiler…“ Porque, a veces, en eso se da “un ceder a muchas cosas” que no haríamos, participar de cosas que no haríamos. Eso me marcó un montón, fue un cambio. Yo ya tenía una profesión como docente de canto, mi trabajo es eso. Para mí, dar clases no es un kiosco. Vivimos en un país donde es difícil decir que no a un proyecto. Yo he hecho muchas cosas que no tendría que haber hecho. No tendría que haber participado de algunos espectáculos, de unas obras.
–¿Por qué?
–Porque me alejaban de cosas que yo hubiese querido hacer, como por ejemplo cantar otras cosas. Otras veces por transmitir cierto mensaje que no quiero, cierta obra, determinado pensamiento que no me representa. Ahora me importa más poder elegir un libro, una historia que me haga sentir que realmente puedo tomar su mensaje, transformarlo en algo y no simplemente ser un canal para decir un texto. Yo creo que cuando el proyecto te implica desde todo punto de vista forma parte de tu vida, entonces eso se traduce de otra manera. Y es ahí cuando uno dice: parece que no estoy trabajando. A veces me da un poco de pudor, es un trabajo raro. Un amigo me decía: “Un abogado no dice que hizo un informe, y todos se juntan a brindar. Vos estrenás una obra y todo el mundo se junta, pero es tu trabajo“. Esa mirada también relaja un poco. Es verdad, es un trabajo. Calmémonos (Ríe).
Trabajos para destacar
— Fue Christine, en El fantasma de la ópera (2009).
— Encarnó a la Bella, en La Bella y la Bestia (2010).
— Ganó un Premio Hugo por su trabajo en el elenco de La novicia rebelde (2011).
— Fue una de las protagonistas de La metamorfosis, de Mariano Taccagni.
— Encarnó durante cuatro años a La Gata, en la comedia musical para niños Saltimbanquis, de Bardotti y Bacalov (2015-19)
— Es la voz de los personajes “Iruya” y “Gualichu” en el dibujo animado Medialuna y las noches mágicas.
— Es la conductora de Animapaka y Son de canción, en Pakapaka.
—Es una de las conductoras de Seguimos educando, por la TV Pública.
—Fue la protagonista femenina de Blum, de Enrique Santos Discépolo, en el teatro Regio, junto a Humberto Tortonese (2018).
—Trabajó en las películas Las enfermeras de Evita y Buscando a Tita.
—Formó parte de los elencos de otras obras infantiles como Sr Imaginación y El pájaro azul.
—Fue una de las figuras en los megashows Primeras Damas del Musical y Damas y Señores del Musical.
—Cantó junto a Gerónimo Rauch en el Teatro Colón.
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