Lupita Nyong’o, la actriz que vuelve a sus raíces convertida en un robot en el que puso su voz y “todo su ser”
La intérprete presentó hoy, en el festival de San Sebastián el film de animación Robot salvaje que se estrena el 10 de octubre en la Argentina
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No hay una estrella parecida a Lupita Nyong’o (Ciudad de México, 41 años) y probablemente haya muy pocas personas como ella: una keniana nacida en México. Su padre, el político Peter Anyang’ Nyong’o daba clases en aquel país, aunque la infancia y adolescencia de su hija se desarrollaron entre Kenia y Estados Unidos. “Agradezco profundamente que mis padres me dejaran volar y que me permitieran volver a México a aprender español”, contesta en inglés, aunque, sí, habla español. “Yo solo tenía 16 años, me sentía muy valiente, y ellos me apoyaron”. De aquel vuelo aún no aterrizó: fue asistente de producción en Hollywood, volvió a Kenia a participar en una serie tres años, en la universidad de Yale realizó un posgrado de interpretación y con su primera película, Doce años de esclavitud, ganó el Oscar. Una década más tarde llegó al festival de cine de San Sebastián a presentar Robot salvaje, una maravillosa película de animación del director de Lilo & Stich y Los Croods, en la que Nyong’o pone voz y movimientos al robot protagonista, Roz, que tras un naufragio termina en una isla desierta: entonces su misión será cuidar a una cría de ganso e intentar relacionarse con los animales que la rodean. El film se estrenará en la Argentina el 10 de octubre.
Y Nyong’o celebra feliz una coincidencia, por la que arranca la conversación: el lanzamiento de su podcast y el estreno del film. “No ha sido premeditado, pero a la vez que se estrena Robot salvaje en el mercado anglosajón ya está disponible el primer episodio de Mind Your Own. Y es cierto, tienen un elemento común. La búsqueda de las raíces, en cómo es crecer y construirse como persona”, explica Nyong’o, chispeante, y sigue: “Siempre me aproximo de la misma manera a los proyectos. Me sumerjo en ellos, les doy mi vida. Sin vuelta atrás. Por eso selecciono mucho: quiero hacer películas que de verdad valgan la pena, que supongan una construcción real del personaje, que aumenten mis conocimientos y me obliguen a explorar. Que sienta el reto. Yo dedico tiempo a cada película, así que debo sentir la necesidad de rodarlas. En este caso yo no solo venía a poner mi voz a un robot, sino todo mi ser”.
La cuestión de la identidad y desarrollo de la personalidad le importa, y mucho, a la actriz. “El podcast nació un día cuando en medio de un atasco de tránsito empecé a buscar historias sobre África en el universo de los podcast y no las encontré. Ahora que vamos a realizar una entrega semanal, y que he hablado y me he comunicado con mucha gente de distintos países africanos, espero subsanar en parte el problema. Pero decidí empezar por mí misma”. Por eso, el primer episodio ahonda en cómo Nyong’o abandonó su acento keniano al hablar en inglés, lo que borraba, al menos en el habla, sus raíces. “¿Dónde está mi hogar? ¿En el lugar en que nací? ¿En el que crecí? ¿En Estados Unidos, donde he residido más de la mitad de mi vida? Como yo, millones de africanos han sufrido travesías vitales, así que no estoy sola”.
Doce años de esclavitud la catapultó. “A veces pienso que solo han pasado unos días de aquella película”, apunta con gesto nostálgico. En estos años tuvo una seguidilla de películas, publicó un libro infantil contra el racismo, contó públicamente sus encuentros terribles con Harvey Weinstein, participó en los universos de Marvel y Star Wars, actuó en el teatro (lo que le consiguió una candidatura al premio Tony) y hasta se hizo el tiempo para señalar a una revista por retocarle el pelo con photoshop en una nota de tapa. “Recuerdo mucho el Oscar porque en aquella época tenía muchísimo miedo de convertirme en una actriz de un único éxito. Por supuesto durante estos años he hecho cosas buenas y malas y también he logrado priorizar proyectos artísticos que no estuvieran reñidos con alcanzar al gran público”.
¿Y qué retos tiene dar vida a un robot? “Soy una actriz que crea mucho desde la cara y los ojos. Aquí mi herramienta era la voz, modularla. La expresión nacía exclusivamente desde lo sonoro. Ya había hecho animación, aunque no de manera tan intensa, con un papel así. Y de verdad ha sido un reto”. Sobre todo, viniendo de Un lugar en silencio: Día uno, el otro film protagonizado por ella que se estrenó este año. “Es cuestión de saber jugar el partido, como todas las películas. Una vez que enganchás el ritmo, es el momento de arriesgar”.
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