Luke Perry, en el recuerdo: a un año de su repentina muerte
A principios de marzo de 2019, un derrame cerebral sorprendía a Luke Perry y a los suyos. El actor, conocido por sus papeles de ídolo juvenil en los noventa, moría cinco días después en un hospital de California. Tenía 52 años. Coy Luther Perry III fue —y siempre será— Dylan McKay, uno de los seis personajes principales de la serie Beverly Hils 90210. Cuando murió rodaba otra serie de éxito, Riverdale, que no dudó en rendirle numerosos homenajes tras su repentina pérdida. Su último capítulo se emitió, con gran expectación, en abril.
Sin embargo, pese a tratarse de un rostro tremendamente popular para la generación que creció viendo los culebrones estadounidenses de la televisión de los noventa, Perry era una persona poco conocida, aunque fue el que más proyectos realizó tras el éxito de la serie. No se prodigaba en demasiadas fiestas ni había tratado de conservar un perfil muy público, al contrario que otras compañeras de reparto de aquella serie como Shannen Doherty o Tori Spelling. Pero su muerte recuperó su figura, la devolvió a la actualidad e hizo ver los muchos matices que tenía y lo admirado y querido que era por parte de todos quienes en algún momento de su vida coincidieron con él.
Cuando murió, su representante, Arnold Robinson, contó que Perry estaba acompañado de amigos y familiares cercanos, entre ellos su madre, sus hermanos, sus dos hijos, su prometida y su exesposa. "La familia agradece el enorme apoyo y las plegarias por Luke en todo el mundo, y respetuosamente solicita privacidad en este momento de dolor", dijo entonces Robinson.
Fue tras su muerte cuando se empezó a saber algo más de la muy privada vida del intérprete. El actor se había casado en 1993, cuando tenía 27 años, con Rachel Sharp, apodada Minnie, entonces de 24. La pareja se había conocido dos años antes cuando ella le mandó un corpiño por correo y duraron juntos una década, en la que tuvieron dos hijos, Jack (en junio de 1997) y Sophie (en junio de 2000). Cuando su padre murió, Sophie consiguió llegar a despedirse de él en el último momento, porque estaba en Malaui.
El divorcio, en 2003, no distanció a la pareja, que siguió muy unida por sus hijos. Los niños decidieron seguir unos pasos distintos a los de sus padres. Jack acabó convirtiéndose en luchador de wrestling, mientras que Sophie acabó recientemente el instituto y trabaja para mejorar las vidas de niños de comunidades locales.
Fueron precisamente Jack y Sophie quienes recibieron la herencia del actor. El legado les llegó siete meses después de su fallecimiento, en octubre. Poco se supo sobre aquella herencia que, pese a los orígenes humildes de Perry, se presupone millonaria. Lo único que se sabe es que de acuerdo con el fideicomiso Luke Perry Revocable Trust, los chicos pasaron a ser propietarios de la casa de Los Ángeles (California) del actor, valorada en más de 1,8 millones de dólares y situada en uno de los mejores barrios angelinos, Sherman Oaks. Además, el intérprete tenía una granja en Tennessee que también pasó a manos de sus hijos.
Al igual que sus hijos, Perry tenía una gran conciencia ecológica. Quiso que lo enterraran con un traje especial, fabricado con unos hongos que garantizan la sostenibilidad, como explicó entonces su hija menor. El traje fue una de las últimas voluntades del actor. Cuando Perry descubrió la marca que fabricaba esas prendas, llevar una de ellas al morir fue una de sus últimas peticiones.
El actor era una persona enormemente querida en la industria, en la que se alababa su cariño y sobre todo su generosidad. Durante casi 12 años, Perry mantuvo una relación con quien fue su prometida, Wendy Bauer, que se dedica a la terapia de pareja y familia y está especializada en trastornos de ansiedad en jóvenes, adultos y parejas. Ella misma dio cuenta, tras la muerte de la estrella —al que calificó de "hombre extraordinario—, de las muchas muestras de cariño recibidas. "Las incontables y conmovedoras historias de la generosidad y bondad de Luke han sido una gran fuente de consuelo durante estos momentos difíciles", explicó.
Sus propios hijos también expresaron esa dicotomía entre la enorme tristeza de perder a su padre y la cantidad de cariño que recibieron. "Me enorgullece saber que mi padre tocó a tanta gente de una manera muy positiva y los hizo sentir mejor", escribió su Jack. Y luego contó cual fue la mejor enseñanza que le dejó su padre: "Me enseñó a ser lo más amable que pueda con todo aquel que pueda". "Él era de Ohio y creció sin mucho dinero y creo que nunca perdió el contacto con la persona que realmente fue y era. Siempre fue solo un buen tipo, por encima de todo lo demás", sumó.
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