Luisa Albinoni y una tragedia siempre latente: “La muerte de mi hijo recién nacido es un dolor que no voy a superar nunca”
En una charla íntima con LA NACION, la actriz y participante de MasterChef Celebrity recuerda el momento más dramático de su vida y reflexiona acerca de cómo la llegada de su hija Verónica le cambió la manera de pensar
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“Vivo con mucha alegría estar en MasterChef Celebrity, aunque, una vez que dije que sí, me asusté”, reconoce Luisa Albinoni, una de las concursantes más histriónicas de la tercera temporada del formato inglés que se convirtió en el gran éxito de Telefe de los últimos dos años. “Nos cuidan mucho, el trato de la producción es excelente y hay compañerismo entre los participantes”, remarca la actriz que en enero cumplirá 70 años.
-¿Cómo se relaciona tu trabajo en la actuación con la participación en una competencia gastronómica?
-Soy una actriz que cocina.
-La exposición es diferente.
-Una está acostumbrada a ser aplaudida, pero acá recibo cachetazos cuando un plato me sale mal.
-¿Siempre cocinaste?
-Empecé a cocinar cuando llegó la nena a casa y, desde el año pasado, durante la pandemia. Ahora, para rendir en el programa, empecé a tomar clases, porque me di cuenta que no se nada.
“La nena” a la que se refiere la actriz es Verónica, su hija adoptiva, una adolescente que ya cumplió sus 16 años y transita sus últimos años de escolaridad. “Yo le quiero dejar un buen mundo a mi hija. Lo que más me importa en la vida es la juventud, los chicos se merecen una realidad mejor”, se preocupa la actriz.
-Te intuyo una madre posesiva.
-El otro día, mi hija fue un boliche por primera vez y no dormí en toda la noche. Tengo que soltar, pero no puedo.
-¿Verónica ya sabe qué carrera estudiará?
-Decía que quería ser médica forense, pero también le interesa la psicología.
Albinoni y su hija comparten un gran chalet en Don Torcuato, al norte del Conurbano. En ese refugio, rodeado de vegetación, la actriz encuentra su cable a tierra. Allí transcurrió los comienzos del tiempo pandémico, alejada del contacto con los colegas. “Jamás me saco el barbijo, tomo todos los recaudos posibles. Venís a casa y te fumigamos. Mi hija me dice que solo me falta ponerme escafandras y el traje de neopreno”.
-Sin embargo, a comienzos de año trabajaste en teatro con Flavio Mendoza en la comedia Un estreno o un velorio.
-A los 68 me enojé mucho por culpa de la pandemia. Necesitaba trabajar, así que lo hice bajo mi responsabilidad, ya que la edad me convierte en una persona de riesgo. Por eso creo que todo el mundo debe vacunarse, así podemos llevar una vida un poco más libre y segura.
-¿Sos de las que intentan sacar alguna conclusión en torno a la aparición de la pandemia?
-Yo creo que esto que le sucede a la humanidad forma parte del futuro, nos vamos a dejar el barbijo para siempre, vamos camino a otra cosa.
Los años locos
Luisa Albinoni está asociada a la comedia teatral brillante y a las películas picarescas y los ciclos televisivos de humor de la década del ochenta. Fue en el programa La peluquería de Don Mateo, donde interpretaba a una jovencita que, con el latiguillo “hola, mami” en el inicio de cada conversación, hablaba por teléfono para contar historias poco creíbles que escondían algún amorío clandestino. Fue bajo la tutela de Gerardo Sofovich y trabajando junto a cómicos como Jorge Porcel y Alberto Olmedo cuando se convirtió en una de las figuras más populares del país. “Gracias a los programas de Gerardo (Sofovich), me sentaba con la gente a cenar en sus casas. Añoro estar bajo el cuidado de grandes personalidades, trabajando con ellos me sentía resguardada, ya que no es fácil subirse a un escenario”.
En aquellos tiempos, los programas de televisión sumaban más de 40 puntos de rating y en las temporadas marplatenses se hacían dos funciones diarias a teatro lleno: “La popularidad es un toque de varita mágica, no se puede elegir. No les llego a los talones a muchos talentosos artistas que no son conocidos y, sin embargo, el público me eligió a mí. La aceptación de la gente es un misterio maravilloso y hay que disfrutarlo. Cuando te quieren, te tratan como si fueras de la familia, por eso jamás me van a ver tratando de pasar inadvertida o dando una entrevista con anteojos negros, me parece una falta de respeto. Con el esfuerzo que significa trabajar y ser reconocido, no puedo entender al quien se esconde”, sostiene la actriz que explotaba su figura escultural y se paraba con sensualidad en los escenarios, en tiempos atravesados por el chiste machista y la supremacía arbitraria del cómico que relegaba a la mujer a un plano decorativo. Sin embargo, Albinoni pudo trascender eso y hacer de su famoso personaje televisivo, una marca buscada por el público.
La cabellera platinada que siempre la acompañó y una gran simpatía, se convirtieron en el sello de la dúctil actriz que inició su carrera profesional en Aquí no podemos hacerlo, dirigida por Pepe Cibrián Campoy y junto a figuras del teatro musical como Ana María Cores. “Allí reemplacé a Dalma Milevos”, recuerda.
Cicatrices
Si bien su carrera está asociada a lo festivo del vodevil y el humor, detrás de sus máscaras al servicio de la ficción, se escondían grandes sufrimientos. “Dolores hay muchos”, dice la actriz con el tono de su voz cambiado. Razones no le faltan. A sus 19 años fue madre de un varón que falleció a poco de nacer. “La muerte de mi hijo recién nacido es un dolor que no voy a superar nunca, más a esa edad, aunque tomás conciencia de la dimensión del tema cuando crecés”.
-¿Tuviste dudas sobre la muerte de tu hijo?
-Sí. Siempre hubo tráfico de niños, sigue pasando.
-¿Fue un fantasma a la hora de adoptar a tu hija?
-Sí, por eso mi preocupación era llevar adelante una adopción legal, para no lastimar a otra familia, a otros padres.
-¿Pensás que tu hijo puede haber sido víctima del tráfico de bebés?
-Sigo buscándolo, me ilusiono cuando hablo con chicos de 50 años. Me pregunto si esa persona que tengo enfrente no será mi hijo.
-¿Quién te comunicó la noticia de la muerte del bebé?
-Mi marido, habían pasado horas, yo estaba mal de salud. Acepté. Además, era una época donde no se controlaba tanto.
-En vos rondó siempre la duda, ¿no confiabas en la palabra de tu esposo?
-Él ya falleció…
Albinoni hace una pausa antes de continuar: “Es un ángel que tengo dando vueltas alrededor mío, pero la ausencia no se supera”, remarca. Eran tiempos donde el país vivía bajo los dictámenes de la dictadura militar: “No se podía preguntar mucho y a las madres se les evitaba el dolor de ver a sus hijos fallecidos, algo que es equivocado. Mi marido, que era mucho más grande que yo, hizo todos los trámites”, recuerda la actriz quien, poco después de aquella tragedia, debió hacerse cargo de su familia. “Quedé sin papá muy jovencita. A los 21, tuve que respirar profundo y, por ser la mayor, bancar a mi familia”.
-Luego de aquel duelo, demasiado para alguien tan joven.
-Me armé una coraza para aceptar las cosas de la vida. En esa época, lo único que me importaba era que en mi casa no faltase el pan.
-Era un tiempo donde las prioridades deberían haber sido otras.
-Perdí la franja de la vida del disfrute. Mi papá me dijo que tenía que cuidar a mi familia, fue un mandato. Esa responsabilidad hizo que tapara el dolor por la muerte de mi hijo.
-Indudablemente, nunca superaste esa tragedia.
-No hay consuelo. Como mamá, te queda la culpa. Hice terapia, pero la culpa aparece. Cumpliría años en julio, ahora tendría 51…
-Debe ser muy tortuoso vivir con la sensación de duda sobre la muerte de un hijo.
-Siempre está el fantasma que te mintieron, pero no descarto que pueda haber muerto ya que tuve un embarazo complicado y luego perdí dos más. De todos modos, yo miraba a mi marido y era como que le preguntaba dónde lo había puesto al bebé.
-¿Cómo afrontaste la vida?
-El humor siempre me sirvió para superar los dolores. Y, desde hace unos años, mi hija me trajo tanta dulzura… Es mi bebé…
Camino al andar
“A la vida no le tengo miedo, sino respeto. El miedo paraliza y yo he tenido que luchar, como todo el mundo, por eso me he acostumbrado a plantarme como sea”, sostiene.
-La carga de responsabilidad siendo tan joven, ¿generó en vos un exceso de exigencia?
-Demasiado, soy tan exigente que me doy con un caño, me juzgo mucho.
-Ante esa postura, ¿es complejo transitar las equivocaciones?
-Cometí millones de errores. A veces me pregunto por qué no acepté determinados trabajos que me hubieran llevado a hacer otra carrera. También en mi vida privada, una hace un racconto y mira qué hizo bien o no. De todos modos, estoy por cumplir 70 años y priorizo el futuro, miro para adelante, mi hija me abrió la cabeza, me enseñó a desestructurarme. A veces, modernizarse duele, pero es maravilloso, es evolucionar con este mundo. Me gusta adaptarme y no quedarme en el pasado.
-Algunos dicen que todo tiempo pasado fue mejor.
-Esa frase tiene que ver con que vamos perdiendo a los seres queridos, pero no siempre el ayer fue mejor que el presente.
-Con respecto a lo profesional, ¿cómo tomás el paso del tiempo?
-Llevo 46 años de carrera y te puedo asegurar que pasa muy rápido. Pero es maravilloso sentir que, a pesar del tiempo, la gente te guarda en su corazón. Sentir esa llamita que se reaviva es maravilloso. Además, pude acercarme los jóvenes con frases como “tengo las bolas llenas”, que nunca pensé que iba a trascender. Eso me unió a un público que no me conocía, que no me vio en La peluquería… o en las películas. De todos modos, me encanta cuando no me conocen y tengo que contarles quien soy.
-Ese vínculo con las generaciones más jóvenes también tendrá que ver con tu presencia en las redes sociales.
-Con mi hija entendí las redes y ahora me siguen los influencers…
Intelectualidad y popularidad
Ser una artista popular es uno de los grandes privilegios de Luisa Albinoni, aunque esa fuerte impronta en las masas pueda ser vista de costado por alguna elite prejuiciosa: “Lo popular es parte de la cultura, pero uno, a veces, se siente a un costado y no considerado, sencillamente porque no te dan la oportunidad”.
-Sin embargo, hiciste casi todo.
-Hasta trabajé en el San Martín, gracias a José María Muscari. Un actor preparado debe hacer de todo. Yo empecé en el musical con Pepito Cibrián, eso me ayudó a desestructurarme, y desde ahí, no paré.
Junto al director, Albinoni protagonizó la pieza Póstumos en el teatro Regio, sala perteneciente al Complejo Teatral de Buenos Aires. Además, también bajo las órdenes de Muscari, formó parte, durante un tiempo, del elenco de Extinguidas, donde compartió cartel con Beatriz Salomón y con Pata Villanueva, entre otras figuras: “Pata merece salir adelante, es una luchadora con un carácter divino”, reconoce la actriz, quien se ocupó de consultar sobre la salud de su compañera, aunque sin respuesta por parte de la familia.
-A pesar de tantos ciclos televisivos, el teatro siempre contó vos.
-El escenario es la base de todo artista. En el escenario me encanta hacer de todo y que cada propuesta me sorprenda. Por eso, me fascinó trabajar con Flavio Mendoza y que me rebolearan por el aire, en esas producciones magníficas que él lleva adelante con tanto esfuerzo y riesgo.
-A veces, el éxito acarrea el encasillamiento como un gran fantasma.
-Eso es porque uno no lucha, se queda en un lugar de comodidad. Ese es un gran error, creo que hay que mirar para adelante y adaptarse al mundo, sino quedate en el banquillo de los suplentes.
-¿Cuál es el mayor desafío de un actor?
-Querer ser aceptado…
-En tu caso, tarea cumplida. ¿A qué atribuís el cariño de la gente hacia vos?
-Siempre me propuse causarles gracia y llevarles alegría, y pienso que lo logré. Ser una artista popular me pone muy feliz.
La charla va llegando a su fin. La actriz debe partir en minutos hacia los estudios de Telefe donde se realiza MasterChef Celebrity, la aventura en la que asumió el riesgo de no escudarse detrás de un personaje. Allí, entre receta y receta, hasta se animó a hablar de su vínculo con el ex presidente Carlos Saúl Menem, esa relación menos formal que la que mantuvo con Jorge Porcel, uno de los grandes amores de su vida.
-¿Qué es lo más complejo del certamen?
-Al comienzo, lo que más te estresa es cocinar contrarreloj, es como trabajar en un restaurante.
-¿Le temés al jurado?
-Al jurado le tengo mucho respeto, son grandes maestros, pero la palabra temor la saqué de mi vida. No elijo tener miedo, porque eso es sinónimo de parálisis.
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