Luisa Albinoni: "La vida ha sido muy generosa conmigo"
De chiquitita quería ser actriz dramática y para eso se formó, pero la oportunidad llegó del lugar menos pensado: el teatro de revistas. Luisa Albinoni hizo cine, teatro y televisión, traspasó la pantalla con su gracia y sinceridad y, gracias a un exabrupto que se volvió viral, logró que la reconocieran también las nuevas generaciones. Hoy, brilla en el Cantando 2020 como reemplazo de Carmen Barbieri y prepara un show en streaming, muy a tono con los tiempos que corren.
El espectáculo en cuestión -que lleva por título una frase que hizo célebre recientemente, Tengo las bolas llenas, y se emitirá el 18 de octubre a las 21 por ArgentinaLiveShow- es una recopilación de monólogos de humor sobre la adultez, cómo ser influencer en la tercera edad y cómo sobrevivir en tiempos de pandemia. Además, presentará diferentes personajes que tiene desde hace años y que reflotó en sus redes sociales durante este aislamiento obligatorio. "Para pasarla un poquito mejor, sino es tristísimo", advierte. "La cuarentena me agarró con trabajo y primero me dio bronca tener que dejar todo, pero después entendí que hay que cuidarse. Vamos a tener que acostumbrarnos a esta forma de vida, porque esto va a ser para largo. Aprendí qué es un Zoom, una llamada por skype. Por suerte tengo a mi hija de 15 años que me enseña", dice la actriz.
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-La frase que popularizaste y ahora da nombre a tu show surgió de un hecho trágico, un robo en tu casa. ¿Qué recuerdos tenés de ese momento?
-Esa frase es tan actual que pasa de generación en generación. Hace doce años entraron a casa y me robaron todo; de ahí sale la frase, de un hecho dramático porque me dejaron en bolas. Yo no estaba en la casa y cuando llegué, después de pasar dos piquetes, ya estaba la policía y las cámaras de Crónica. Después empezaron a pasarme en Bendita... En ese momento me aislé del mundo por más de una semana, y no tenía información de lo que pasaba porque no solo me habían robado los plasmas sino también los decodificadores. Cuando salí por primera vez y fui al centro comercial de Tortuguitas a hacer algunas compras con mi hermana, los chicos del colegio me saludaban, me gritaban "ídola, genia". Pensé que se estaban confundiendo porque eran chicos muy chicos como para conocerme. Los saludé y ellos todos contentos.
-Llegaste, sin quererlo, a nuevas generaciones...
-Es que después me enteré que había salido una nota en Bendita, y primero me cayó mal porque fue un hecho dramático, habían maniatado a mi ahijado, me robaron dólares, ahorros, tapados de piel que ya no usaba, joyas que eran de mi familia. Y dejaron todo hecho un desastre. Acomodando lo poco que quedó me di cuenta que me habían robado una bota hermosa y la otra la dejaron, y me emocioné tanto cuando encontré el casquito con el que había tomado la comunión que me puse a llorar. Porque son cosas que forman parte de tu historia y es lo que más sentís. Fue como empezar de nuevo. El tiempo pasó y la frase quedó porque los argentinos somos así, y del drama hacemos una humorada. Soy una persona tranquila y me enojo muy poco, pero cuando me enojo se me suelta la cadena. Ahora me piden esa frase siempre, para cumpleaños, aniversarios. Es mi sello.
-En el Cantando 2020 te recibieron con palabras muy emotivas, elogios y puntuaciones muy altas, ¿te quedás?
-Me lo propusieron pero, en principio, reemplazo a Carmen [Barbieri]. Con ella teníamos una relación profesional de muchos años, pero con la pandemia y con lo que le pasó a Fede [Bal] hicimos una amistad más estrecha. Hablamos todos los días y hago el reemplazo de corazón y con toda la humildad del mundo, porque para mí ocupar el lugar de una figura como Carmen es una responsabilidad muy grande. El jurado sabe muchísimo. Nacha [Guevara] es alguien que me merece respeto y palabra autorizada; Karina La Princesita sabe mucho de música y da muy buena devoluciones; el maestro [Oscar] Mediavilla es un lujo porque soy una actriz que canta y no una cantante. Y a Moria [Casán] la amo porque además empecé con ella en el año ‘78, con Hugo Sofovich, y tiene mucho oído musical. Las devoluciones me dejaron asombrada, me gratificaron mucho.
-Hace ya 11 años que vivís con tu hija Verónica. ¿Cómo es ser mamá de una adolescente?
-Hermoso. Verónica está divina, ya cursa cuarto año y está ansiosa por volver al colegio y encontrarse con sus amigas. Al principio estaba bien y no le interesaba salir, pero ahora pregunta cuándo abren los shoppings o cuándo puede venir una amiga a casa. Me duele en el alma decirle que todavía no se puede. Vivo con mi hermana también, que es mi mano derecha; sin ella no podría hacer ni la mitad de las cosas que hago. Tengo una casa grande y hay mucho para hacer. Me gusta estar en el jardín, regar, arreglar las plantas. Y a veces me agarra la locura de querer pintar, porque observás más que antes y ves si hay humedad o si se descascara una pared.... Esta pandemia fue beneficiosa en cuanto a la relación con mi hija porque cuando la nena llegó en adopción, a los 6 añitos, yo estaba con trabajo y seguí trabajando, haciendo temporadas, entrando, saliendo y ella me acompañaba siempre. Esta cuarentena hizo que parara un poco la máquina y me quedara en casa y disfrutara de ella.
-¿Cómo es ella?
-Hablamos mucho, es dulce, tierna, cariñosa. Es lo más lindo que tengo y aprendí a escucharla y a entenderla, y si algo me preocupa es qué futuro le queda a mi hija con todas estas cosas que están pasando. Siento que van a ser una generación que afronta un mundo totalmente distinto al que tuve que afrontar yo a los 15 años, que era feliz y tenía la cabeza llena de pajaritos. Hablamos de todo y jugamos también, hacemos gimnasia juntas. Y logré entender por qué esa adicción a la pantalla del teléfono: es un mundo diferente en cuanto a la comunicación, un mundo solitario. No tiene actitudes de rebeldía todavía.
-¿Te hubiera gustado adoptar otro hijo?
-Cuando adopté a Verónica pedí traer a un hermanito también, pero el juez no me lo autorizó. En ese momento se separaba a los hermanitos y ahora ya no. Después traje al nene, siendo más grande, pero no se pudo adaptar. Por eso tardé tanto en que me dieran la guarda definitiva, porque cada chico es un número, y hay que abrir otra vez una carpeta, investigar, hacer un examen psicológico, ambiental. Yo tengo una adopción plena y no simple, y no hay obligación de que ella tenga relación con sus hermanos. Durante siete años fui madrina del hogar en el que vivía y por eso conozco a sus otros cuatro hermanitos; tres de ellos están con una familia pero no se visitan. Con los años y a medida que pase el tiempo, sé que ellos se van a volver a encontrar nuevamente. Las puertas de mi casa están abiertas para cuando los otros padres adoptivos estén de acuerdo o cuando todos sean mayores de edad. Y el nene que no se adaptó me escribe por Facebook, se ha casado, tiene un bebé, y me agradece todo lo que hago por la nena. Tener contacto con él me hace muy bien porque cuando no se adaptó yo sentí que había fracasado como mamá.
-Debe haber sido un golpe muy duro...
-Hay que entender que cada chico es un caso distinto. Tengo la ilusión y la esperanza de que estén juntos en algún momento. Siempre tengo eso en el corazón, y no le voy a negar a mi hija esa alegría de estar con sus hermanos, sobre todo porque los conocí y, si era por mí, me los traía a todos juntos. Duele mucho separarlos. Tuve que aprender que los hijos son de la vida y no nos pertenecen, y hay que ser generosos para que ellos sean felices. Y yo lo único que quiero es que mi hija sea feliz.
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-Durante estos años de maternidad a full no hubo mucho espacio para el amor, ¿es así?
-Es así, sí. Yo venía de una pareja cuando decidí adoptar. Había perdido mi último embarazo a los 52 años y ahí comencé en el camino de la adopción y ni se me cruzaba por la cabeza estar con alguien en ese momento. Sobre todo porque después de 10 años, mi pareja se terminó justamente porque yo quería adoptar; entonces, lejos estaba de mí tener una relación que me entorpeciera el deseo de ser mamá. Ahora sí me encantaría tener una pareja porque, además, tengo el permiso de mi hija. Es muy celosa, pero como ella ya está mirando sus palomos, me dio permiso para conocer a un señor, una persona buena, un caballero. Somos muy compinches en esas cosas. Antes era solamente de ella y de nadie más. Bueno, sigo siendo de ella porque me sigue controlando, pero con algunas licencias. Ojala apareciera alguien... Eso sí, le voy a pedir que se baje el barbijo antes de aceptar nada porque nos podemos llevar un susto bárbaro. ¡No reconocés a nadie con barbijo! [Risas].
-¿Sería un amor con convivencia incluida?
-No. Un compañero cama afuera. En mi casa no porque tengo una hija adolescente y además soy muy desconfiada. Una cosa es cuando uno es joven y tenés pareja y querés convivir. Pero cuando tenés hijos es otra cosa totalmente distinta. Por otra parte, uno debiera ser más exigente de joven pero es al revés y ahora, de jovata y con todos los achaques, estoy más exquisita que antes.
-Hablás poco de tus exparejas, en general, pero siempre recordás con mucho amor a Jorge Porcel. ¿Fue el amor de tu vida?
-Si, Jorge fue el amor de mi vida. Estuvimos seis años juntos. Me dejó lo mejor, fue un gran hombre, un excelente compañero, aprendí mucho de él; tenía talento y era inteligente. Tengo los mejores recuerdos de Jorge. Tuve otras parejas, pero no eran personas conocidas. Mi primer marido, a los 19 años, era director de televisión. Aparte tenía parejas que no me duraban más de dos o tres años, por el mismo trabajo. A veces los hombres no aguantan. Yo tenía mucha exposición, hacía revista y no todo el mundo lo entiende y te acompaña.
-Muchas veces dijiste que no fuiste pareja del expresidente Carlos Menem, ¿por qué insisten en relacionarte con él?
-No lo sé. Lo conocí cuando estaba con Jorge Porcel, e íbamos con Gerardo [Sofovich] a verlo. Menem estaba con su esposa, Zulema. Yo tenía más relación con Carlitos Junior y con Zulemita. Mi relación con Menem es de cariño y respeto, como cualquiera puede tener cariño por un presidente. En ese momento no tenía un trato tan íntimo. Nunca pasó nada, siempre fue amistosa la relación. Hablábamos mucho de política y disentíamos en muchas cosas. Años después nos encontramos varias veces a cenar pero había otras personas.
-Hasta se llegó a decir que te casaste con Menem en secreto.
-Nadie me agarró para casarme nunca. Tuve ocho maridos y no me casé con ninguno [risas]. Menem tenía un carisma muy especial. Lo curioso es que durante su presidencia no trabajé, no sé por qué. No creo haber estado censurada, pero no trabajé. Calculo que fue porque durante su presidencia me ofrecieron ser imagen de su campaña y dije que no. Esas son cosas que a veces pasan, pero no voy a dar detalles. No me quejo porque me fue bien: tenía mi empresa de refacciones y trabajé bien en esos años. Tengo mis ideas, siempre supe elegir y hay cosas con las que no transo.
-Fueron 9 años los que estuviste alejada del medio...
-Fue el momento en que empecé a buscar a la nena. Quería ser mamá. Y además había poco trabajo y yo tenía una empresa de refacciones y me dediqué a viajar por las provincias con mis carpetas. La tenía con mi último marido, que compraba propiedades y yo las refaccionaba. Y cuando volví, me devanaba los sesos pensando qué hacía que a la gente pudiera gustarle. Y apareció la comedia, el Teatro San Martín. Fue una segunda vuelta
-Alguna vez dijiste que querías ser una actriz dramática pero triunfaste como vedette, ¿cómo fue?
-Actriz quise ser siempre, de chiquita: cantaba, tocaba la guitarra, el bombo, tenía conjunto folklórico. Cuando empecé a estudiar teatro con el maestro Roberto Duran entendía que ser actriz era hacer obras serias y no comedias. Para las muestras de fin de año siempre quería hacer un monologo de Blanche, el personaje de Un tranvía llamado deseo, de Tennessee Williams, pero el maestro me mandaba a hacer Las preciosas ridículas, de Moliere, y mis compañeros se reían y a mí me daba una bronca bárbara. Y claro, si es graciosa la obra. Después entendí que hacer reír es muy serio y es difícil. Y tuve que entender que iba a pasar mucho tiempo antes de que me vieran otros talentos que no fueran lo exterior, lo físico. Por eso les digo a las chicas que aprovechen y exploten lo que tienen, si son bonitas y mientras tanto estudien para cuando haya que taparse, para no hacer papelones y entonces salga el talento y lo que aprendieron.
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-¿Renegaste mucho cuando lo importante era tu físico?
-Para nada. Fue una época maravillosa que disfruté muchísimo. La felicidad de haber hecho "Hola mami" (en Operación Ja Ja y La peluquería de Don Mateo), que me hizo popular, se la debo a Gerardo Sofovich y a todos los monstruos con los que tuve el placer de trabajar, y además me pagaban y aprendía. He sido muy feliz. La vida ha sido muy generosa conmigo.
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