La popular actriz volvió a la ciudad donde debutó junto a Cecilio Madanes para encabezar Argentina, la revista, luego de conquistar a un nuevo público con sus participaciones televisivas en Cantando 2020 y en MasterChef Celebrity
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MAR DEL PLATA (enviado especial). -“Hay que estar agradecidos”, dice Luisa Albinoni, consciente de la buena repercusión de Argentina, la revista, el espectáculo que protagoniza en el Teatro Corrientes de Mar del Plata y que realiza dos funciones diarias desde comienzos de enero, emulando a aquellas temporadas de la época de oro del género. “Ojalá les vaya bien a todos los compañeros porque es un esfuerzo muy grande el que se hace”, anhela la popular y muy querible actriz, que recibe a LA NACION en el restó del apart hotel donde está hospedada, con vista a la postal marítima más emblemática.
Esos sacrificios a los que se refiere Albinoni tienen que ver con las postergaciones personales que implica una mudanza durante tres meses para poder cumplir con la temporada teatral. “Las Fiestas las pasé sola, sin mi familia, pero uno pone los huevos en esta canasta para que todo salga bien”. A mediados de enero, la actriz se pudo reencontrar con su hija Verónica, que ya pisa los 18 años.
Paradigmas
Luisa Albinoni conoce muy bien el paño de las temporadas marplatenses. Su debut en esta ciudad fue en la obra Blass, dirigida por Cecilio Madanes, en el teatro Regina, que estaba ubicado sobre la peatonal y hoy es una casa de expendio de hamburguesas, aunque sobre su fachada aún se puede leer el nombre de la vieja sala. Luego vinieron comedias y revistas picarescas, género que ella conoce muy bien, con obras como Hola mami, hola señor o El champán las pone mimosas, que llevaban la firma de Gerardo Sofovich. En aquellos veranos, era tal el revuelo que provocaban Albinoni y sus compañeras, que tenían que ser sacadas del teatro escudadas por la policía.
-El público suele responder al género, ¿cuál es el imán de la revista?
-Es un género popular y que no tiene nada que ver con lo que se puede ver en los shows de otros lugares del mundo. Además como se basa en la diversidad, el artista tiene que hacer de todo, desde bailar y cantar hasta actuar. Hace muchos años, empecé en la comedia musical, por eso puedo decir que la revista tiene mucho de ese tipo de teatro.
En el espectáculo, Albinoni canta, participa de los sketchs y realiza un monólogo de su autoría, muy celebrado por el público. Se percibe el oficio, talento y carisma de esta mujer que con solo pisar el escenario ya tiene a la platea de su lado. Junto a ella se destacan Nito Artaza, Rodrigo Vagoneta y Paquito Wanchankein.
“Esta vuelta es muy distinta, aunque durante la pandemia no dejé de trabajar”. Durante los años donde el Covid arremetía impiadoso, Albinoni se desafió en los certámenes Cantando 2020 y MasterChef Celebrity y, en el último tiempo, formó parte del panel del programa Cortá por Lozano de Telefe.
También, en cuanto los confinamientos lo permitieron, formó parte del elenco de la pieza Un estreno o un velorio, junto a Flavio Mendoza, reemplazando a Carmen Barbieri, internada por un cuadro severo de salud. “Nos hisopábamos todos los santos días y, arriba del escenario, usábamos máscaras. Fue un aprendizaje, te acostumbrás”. Suena a ciencia ficción, pero sucedió hace tan solo dos años. Hoy, la postal es otra y, ante una Mar del Plata estallada de turistas, las filas para ingresar a la sala del Corrientes para ver la obra de Albinoni suelen dar la vuelta a la manzana.
-En tu monólogo de la revista, confesás tu edad y te tomás con gracia el paso del tiempo.
-Uno escucha a tantas mujeres que dicen “a esta edad qué voy a hacer”. Es verdad que el tiempo pasa, que hay un deterioro, pero se trata de asumir la edad con alegría.
Luisa Carmen Russo, tal su verdadero nombre, cumplió 71 años hace pocos días, y lo cierto es que mantiene la misma imagen que es un sello de su identidad. “Ahora estoy haciendo dieta porque me comí todo en MasterChef Celebrity, pero, aunque una esté gordita, lo que nos salva es el espíritu”.
-Tu mensaje es optimista para quien te escucha y, quizás, no asume el paso del tiempo.
-Yo les digo que hay que vivir con alegría, mi mensaje es que se puede. Eso sí, ahora me dicen cada vez más seguido “¿te querés sentar?” y yo no estoy sentada jamás. Si me ves sentada es porque me pasa algo.
-Al compartir tus experiencias, tu humor se basa en la complicidad con el público.
-El humor lo hago desde mí, me río de mí misma, no es para cargar a los demás, sino para causar la gracia a partir de uno. Hubo una época en las que nos reíamos de todo, ahora eso volvió a foja cero, pero, también hay cosas que se fueron perdiendo y causaban gracia, creo que se va a ir encontrando el equilibrio. Hay que entender que vivimos otra época y que hay que empezar a respetar.
-Cuando comenzaste, el lugar de la mujer era otro, ¿viviste alguna situación incómoda?
-Yo quería trabajar como actriz, por eso estudiaba teatro con Roberto Durán y pude hacer Aquí no podemos hacerlo, de Pepe Cibrián. Ese era mi perfil hasta que Nicolás Carreras y Hugo Sofovich me llevan a hacer cine con Jorge Porcel y Alberto Olmedo y me cambian la vida. Ahí me voy dando cuenta que el interés que despertaba era más visual que actoral. Al principio me enojé, decía que quería ser actriz dramática, pero, con los años, descubrí que el humor es un género mayor.
-En los ochenta, los valores en torno a la mujer eran otros. ¿Tuviste que poner límites?
-Sí, claro, siempre. Lo que sucede es que a los veinte años me quedé sin papá y tuve que tomar la batuta de la familia para que salgamos todos adelante. En aquel momento estaba naturalizado, era normal que te dijeran barbaridades. Por ejemplo, tenías que soportar que te dijeran “a vos te falta tal cosa, por eso estás nerviosa”.
-¿Reaccionabas?
-No se podía hablar. He pasado muchas cosas, pero, cuando se está al frente de la familia, hay que llevar el pan a casa, entonces una aguantaba lo que no se debía. Todo eso te va haciendo de una forma muy especial, vas construyendo una coraza. Gracias a Dios, no me traumó porque tenía muy claro el objetivo de sacar adelante a mi familia para que no le faltara nada. Ahora, que tengo una hija de dieciocho años, la instruyo para que no le pase lo que me pasó a mí. Le hablo con todas las palabras y le remarco que jamás permita una situación que no corresponde.
En la década del ochenta, cuando en el Tabarís porteño se hacían también revistas en verano, Albinoni encabezó con figuras de la talla de José Marrone, Tristán y Javier Portales. “Hugo Sofovich me convirtió en vedette, me fueron convenciendo para que hiciera desnudos para acompañar esa imagen”.
Camino al andar
La actriz conserva el mismo peinado que lucía cuando era una de las jóvenes sexy que trabajaba bajo las órdenes de Gerardo Sofovich en Operación Ja Ja. En aquel recordado ciclo de humor de los ochenta, la actriz participaba de La peluquería de Don Mateo, donde interpretaba a esa señorita que encontraba alhajas detrás de los árboles y se lo contaba por teléfono público a su madre luego de saludarla con el latiguillo “¡Hola, mami!”.
“Hoy, después de tantos años, siento que me reconoce un público nuevo, joven. Y eso se lo debo, aunque te parezca mentira, a la difusión que tuvo aquel robo donde me desvalijaron mi casa”. Con motivo de aquel hecho delictivo, Albinoni habló con la prensa y, en medio de su angustia e irritación por lo sucedido, lanzó un exabrupto muy recordado. “Muchos pensaron que era humor, pero fue verdad. A partir de aquello comencé a escribir mis monólogos, que me permitieron llegar a nuevos espectadores”, reconoce.
-Participaste como panelista en Cortá por Lozano, un rol que, a veces, es denostado.
-Es muy difícil ser panelista, tenés que estar muy informada sobre todos los temas y, en mi caso, me había convertido en la voz de las señoras, de la mujer que hace las compras. Me ubiqué en ese lugar y a todos les pareció genial.
-¿Cómo fue la experiencia de MasterChef Celebrity?
-Es muy difícil, hay que aprender mucho. Uno se pasaba todo el día dentro del canal cocinando, pero me hizo amalgamarme muy bien a los jóvenes.
-Te has aggiornado mucho en los últimos años.
-Sí, la llegada de mi hija me abrió la cabeza. Soy una mamá grande, ya que la adopté con casi 62 años, pero ella me hizo cambiar. Me hizo entender que hay que darles lugar a los jóvenes y que ese sitio que, a veces a mí no me dieron, hay que cederlo. Es muy importante ubicarse en la franja que a uno le corresponde, sin odio, sin bronca, sin venganza.
-¿Tenés buen carácter?
-Sí, pero una vez por año exploto. Acumulo y eso no es bueno.
-Padeciste el Covid.
-Sí, mientras grababa MasterChef Celebrity. Estuve una semana sin ir al programa y, cuando volví, no era la misma. Ahí me di cuenta que me iba a ir del certamen, porque no coordinaba como antes, así que me fui despidiendo de a poco.
-¿Cómo fue ese regreso?
-Sentía que quería hacer algo, pero no tenía la velocidad para hacerlo, no coordinaba ni para entender dónde estaba la vajilla, fue raro lo que me pasó, estaba como confundida. No sabía qué iba a cocinar, perdía tiempo en decidir y los mismos maestros del jurado me decían que debía cocinar algo más sencillo, pero yo no estaba en condiciones de poder elegir bien.
-¿Te asustaste?
-No, me preocupé.
Mañana
-¿Asignaturas pendiente?
-La vida ha sido muy buena conmigo, no me puedo quejar. Me gustaría hacer una gran comedia musical porque siempre fui una chica que audicioné y también interpretar algún papel dramático.
-¿Sos consciente de lo querida que sos para la gente?
-No hace mucho tiempo me di cuenta de lo mucho que la gente me quiere. Los realities Cantando 2020 y MasterChef Celebrity tuvieron que ver con eso, me hicieron entrar a un lugar muy masivo, aunque jamás sufrí el olvido del público. Incluso, los chicos me empezaron a conocer y, cuando pasaba algo en MasterChef Celebrity, decían “que no se vaya la abuela”.
-No tenés la imagen de una abuela.
-A mí no me molesta que me digan abuela.
-Se te percibe muy plantada, muy lógica.
-Cuando te subís a la arena del escenario, mostrás lo que valés más allá del cartel y eso es lo único que importa. Soy un dinosaurio, trabajé con todos, pero me gustaría compartir un proyecto con Guillermo Francella.
-Nunca estuviste vinculada a un escándalo.
-No, porque soy de la época en la que, si había un problema en los camarines, no se sacaba a la luz.
Los recuerdos van y vienen. La de Albinoni ha sido una vida intensa. Si hasta novió con Jorge Porcel y tuvo un affaire con Carlos Menem. Y en ese derrotero de la memoria, aparece su familia. Aquel rincón porteño donde nació, donde se hizo hincha de Boca Juniors, como su madre genovesa, y para llevarle la contra a su padre fanático de River Plate.
Recuerda su infancia en Villa Urquiza, los juegos sobre la calle Guanacache (hoy Franklin Roosevelt), que tenía vías de tranvía y mucho césped. “Una vez entré a mi casa natal y la vi tan pequeña, distinta a cuando yo vivía ahí”.
-¿Solés regresar a ese barrio?
-Me da tristeza volver porque me hace recordar a aquellos tiempos donde estaban todos.
Se le humedecen los ojos y aparece una mujer diferente a esa que vive tintineante. “Soy como la gallina ponedora, que agrupa a los suyos. Me encanta cocinar y recibir a mis seres queridos. Somos una familia italiana, por eso extraño mucho a los que ya no están”.
Se seca las lágrimas y su asistente, prudentemente, le dice que ya es hora de partir hacia el teatro. Los pocos metros que separan el apart hotel donde está hospedada a la sala le toman más tiempo que el normal, es que el público la rodea para tomarse una fotografía y hasta en un cortejo improvisado la acompañan hasta el acceso a camarines. Siempre dan ganas de seguir hablando con Luisa Albinoni.
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