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Margen del mundo se llama su productora multimedia. Toda una paradoja para un hombre que vive conectado al latido de la actualidad como una pulsión imprescindible para su subsistencia. “Me siento muy conectado con el mundo”, dice Luis Majul a LA NACION ni bien se le hace notar la singularidad del nombre de su compañía, todo un juego de palabras que acaso también tiene que ver con el emplazamiento del moderno edificio sobre la calle Concepción Arenal, en la última cuadra de Chacarita antes de convertirse en La Paternal, del otro lado de Warnes. Alejado de los barrios del mainstream, en la frontera misma del Distrito Audiovisual porteño, rodeado de casas bajas, talleres mecánicos y el viaducto del tren San Martín que le cambió la fisonomía a la barriada.
“En primer lugar, me siento conectado con el mundo que habito de amigos, familiares y la gente con la que trabajo, con los que conformamos un colectivo de muchas personas. Luego sigue mi segundo círculo que son las diferentes audiencias con las que trabajo, de quienes me siento muy vinculado”. El plural para referir a sus seguidores habla con precisión de la multiplicidad de tareas que lo involucran, más de lo que cualquier mortal puede soportar. Sin embargo, el descendiente de sangre sirio libanesa e italiana, por parte de padre y madre, respectivamente, aguanta con estoicismo. Este año, Majul seguirá siendo una de las figuras centrales de la señal informativa LN+, donde continuará con La cornisa, su clásico de los domingos por la noche, y, además, bastoneará un espacio de pensamiento acompañado por referenciales del medio: “Es un accidente que yo sea el conductor, seré el primus inter pares de periodistas de mucha trayectoria. Una buena parte de las voces del análisis y la opinión periodística de la Argentina estarán en el programa”, adelanta sobre el nuevo ciclo que irá de martes a viernes a las 22 y que, posiblemente, lleve el nombre de Voces. A su tarea en LN+, se suma su debut de hoy al frente de Esta mañana, el programa que lo devolverá al prime time radial, a las 6 de la mañana, por la frecuencia de Rivadavia: “Vuelvo después de 15 años a despertarme a las 4 de la madrugada”, reflexiona contento ante el sacrificio antes del alba.
Toda esta actividad extenuaría a cualquiera, pero el periodista apela a su férrea estructura de la organización de su día para poder cumplir con las obligaciones y que el cuerpo y la mente le respondan. A la multiplicidad de tareas en LN+ y en la AM 630, se le suma una especie de saludable berrinche que es el gerenciamiento de “Radio Berlín, los 90 y los 2000”, como le gusta decir. Es que la frecuencia FM del 107.9 lo tiene embelesado. Acaso más que el museo multimedia sobre periodismo y la editorial Margen Izquierdo que funcionan en el edificio de Chacarita bajo su tutela. Entre esas paredes de diseño urbano también funciona la radio y hay un espacio que se utiliza como sala de conferencias o estudio de televisión. A un costado, una pared inmensa en la que se alternan los retratos de Mario Pergolini, Fabián Polosecki, Víctor Hugo Morales, Juan Alberto Badía y Jorge Rial, entre muchos otros. Variopinto y plural. Más allá, un bodegón propio y salas de edición donde los alumnos de primaria realizan visitas guiadas y prácticas de periodismo.
Paternidades
Poco se conoce de Luis Majul fuera del ámbito de su estricta actividad. Ha preservado su intimidad y la de su familia. “Lo mejor que hice en mi vida no fueron ni los libros, a pesar de haber vendido más de un millón de ejemplares, ni los programas, ni el museo de periodismo, ni la Feria Leer y Comer. Lo mejor que hice, junto con su mamá, es dejar crecer a mis dos hijos con libertad emocional, ideológica y sin prejuicios. No en una burbuja, en la vida real. Con las necesidades, los problemas y las alegrías de cualquiera. Ellos pudieron optar por la universidad pública, se prepararon para hacerlo. Ambos son austeros y responsables. Exigentes con ellos mismos y amorosos con la gente a la que quieren y valoran”, reconoce el padre orgulloso de Victoria y Octavio y esposo de María Conte Grand.
El vínculo de Majul con sus hijos es estrecho. Al momento de realizar esta entrevista, acababa de regresar de Cariló con Octavio, con quien compartió el viaje debatiendo sobre gustos musicales. “De ellos aprendo todos los días. Eso no quiere decir que suscriba todo lo que dicen o piensan. Los respeto, escucho sus argumentos y me enriquezco”. Con Victoria, estudiante avanzada de Medicina, compartió el apoyo a la Ley de interrupción voluntaria del embarazo. Con Octavio, que fue becado por el Conicet, es Magister en Ciencia Política y está por terminar su tesis para alcanzar el doctorado, no comparte la mirada sobre la actualidad política. Podría decirse que están en “bandos opuestos”.
-Para todo padre, la libertad de los hijos es mérito y orgullo.
-Por supuesto. Mis hijos son libres y diversos, convivimos con diferentes ideas y pensamientos.
-¿Discuten?
-Si, claro. En el viaje de regreso de Cariló, discutíamos con mi hijo sobre los programas de radio. Él me decía que lo que hacen los conductores es confirmar su propio sesgo y que eso no le parecía bien.
-¿Tu respuesta cuál fue?
-Le explicaba que el periodismo, en general, está atrapado por los sesgos confirmatorios, es un fenómeno de época.
-Sucede también con las audiencias. En general, el oyente escucha al comunicador que le confirma su propia ideología y no al que lo interpela con una mirada diferente.
-Por supuesto y eso sucede cada vez más.
-Tu hijo Octavio, ¿se identifica con los movimientos de izquierda o concuerda con las ideas del Kirchnerismo?
-No le hago el ADN, pero, de acuerdo a lo que converso, entiendo que se para en los sectores que se perciben como progresistas hacia la izquierda. No diría que es Cristinista, para mí tiene una mirada bastante positiva sobre algo que todavía no existe que sería el Albertismo. Pero tampoco sería justo con él definirlo de esa forma. Desde ya, no votó a Macri y veo difícil que vote a alguien de Juntos por el Cambio.
Hábitos
Ingresa a Margen del Mundo con varias perchas con ropa. Para la sesión de fotos con LA NACIÓN cambiará sus bermudas y buscará un “elegante sport”. Dudará sobre el doblez de las mangas hasta que encuentra la medida justa por encima del ante brazo. Acaba de llegar de su refugio en el mar con un tostado que explica el buen clima.
-¿Cuesta volver a la actividad?
-No, estoy todo el tiempo conectado.
-¿Cuándo descansás?
-Hay un concepto en torno a lo que hago que cuestiona la idea de adicción al trabajo, yo disfruto de mi trabajo.
-¿Cuándo se disfruta no hay adicción?
-No lo sé, quizás es el lugar donde me siento más cómodo, aunque no diría que es mi zona de confort, donde puedo manejar todo.
-El 17 de mayo cumplirás 60 años. Si te quitaras una década, nadie se daría cuenta. ¿Cuál es el secreto?
-Siempre hice muchas cosas, pero ahora hago mucho de manera ordenada. Soy metódico. Mi día dura como dos días de cualquiera por la cantidad de cosas que hago, distintas y con mucha intensidad.
-No todo el mundo puede sostener tu ritmo.
-Todos los años me hago un chequeo médico y me controlo lo nutricional, porque lo que domina la rutina es la comida.
Desde hoy, Majul amanecerá a las cuatro de la madrugada. Tomará un yogurt con avena y partirá a la radio donde lo esperará un café. A las diez dormirá una “siesta matutina” de solo dos horas. En el nuevo despertar lo esperará una barrita de cereal y una rutina de entrenamiento físico. Luego llegará el almuerzo con un plato repartido con un cuarto de proteína, otro cuarto de hidratos y una mitad de vegetales. La tarde transcurrirá en su oficina. Antes de hacer el programa en LN+, cenará liviano. De vuelta a casa, lo esperará otra barrita y el descanso de pocas horas.
-¿Hay placer en esa rutina?
-Hay organización.
-¿Y el placer?
-También está.
-¿No es una vida demasiado estructurada?
-No, soy muy organizado.
En el mientras tanto, le pide a este cronista el desafío del minuto para medir los niveles de ansiedad. Mientras transcurre la charla, se debe contar 60 segundos de manera silenciosa. Será la colaboradora de Majul quien tendrá el cronómetro en mano para chequear, cuando este cronista avise que llegó al minuto, qué diferencia hubo con el tiempo real. El resultado es óptimo, solo 3 segundos de margen.
-Estabas muy atento.
-Sí, Luis. Era un desafío.
Es a esa misma colaboradora a la que le solicita que presencie la charla “por si me olvido de decir algo”. Está claro que eso no sucederá. Majul tiene su cabeza lúcidamente repartida entre sus múltiples actividades. A más de uno, esa vorágine lo conduciría al surmenaje. Se analiza desde los 21, quizás la asidua práctica del pensarse le permita administrar emociones, energías y equilibrios. El análisis también le otorga herramientas para ejercitar una mirada en otros planos sobre la actual situación pandémica. “No soy psicoanalista, pero me doy cuenta de la ansiedad, de los niveles de presión, el incremento de los ataques de pánico. Cuando se comiencen a mostrar estas estadísticas, será la segunda epidemia”.
-¿Qué línea de pensamiento seguís: Freud o Lacan?
-Hago terapia cara a cara, psicoanálisis.
-¿Por qué la constancia en la terapia desde los 21 y a lo largo de tantos años?
-Porque lo necesitaba. Mis hijos también lo decidieron.
-¿Qué te aportó?
-Entiendo la terapia psicológica como la buena administración de las emociones, una manera para salir de la idea que uno es perfecto, lo puede todo y que las reacciones son siempre las correctas.
-El terapeuta, necesario como el dentista.
-Pienso igual. Cuando he tenido la oportunidad de entrevistar a todos los presidentes, menos a Cristina Kirchner, siempre les pregunté si iban a terapia y por qué. Me sorprendió que Alberto Fernández no haya ido nunca a terapia. No soy quién para recomendar nada, pero le sugerí que fuera, que es un buen ejercicio. También es cierto que hay que aguantárselo.
-El dolor forma parte del procedimiento.
-Siempre es mejor escuchar los cantos de sirenas, pensar que uno hace las cosas bien. Hay que estar dispuesto a poner el cuerpo, la piel.
-¿Qué zona desconocida, profunda, encontraste en vos? ¿Qué te aportó, en dónde te dio luz?
-Lo debería decir la gente que me conoce. Siempre fui muy temperamental, defiendo con mucha energía mis ideas. Soy lo que se denomina una persona de carácter fuerte. Al analizarme, cuando estaba entre mis 40 y 50 años, temí que esa energía, ese ímpetu, me llevara a un lugar de mucha soberbia, de no reconocimiento de los errores, de no prestar atención a mi estado de ánimo ni a los sentimientos de los demás, de caer en un lugar de poca empatía.
-¿Pudiste solucionarlo?
-Creo que lo fui corrigiendo. Presto atención a eso, aunque siempre hay que hacer algo al respecto.
-Es interesante pensar la empatía. Por tu rol, tenés mucha gente que responde a vos.
-Me la paso tomando la mayor parte de las decisiones.
-¿Te agota?
-Las discusiones son muy horizontales en los equipos de este multimedio. No creo que uno sea una especie de sabio que plantea cómo hacer las cosas. Eso hace que los demás también tomen decisiones y asuman sus responsabilidades. Trato de transmitirles que nadie será despedido por tomar una decisión incorrecta, no es un pecado. Y asumo todas las responsabilidades por estar frente a cámara. Nunca le echaré la culpa a nadie por haber bajado décimas en el rating.
-¿Cómo es el Luis Majul no público, el que no se mide con rating?
-Con mi familia y mis amigos nos reímos de la mirada que tiene una parte de la audiencia sobre cómo soy. Quizá el tipo que sale por televisión con cara de enojado sea una mínima parte mía, está lejos de representarme de manera cabal.
-¿Qué te diferencia del personaje de los medios?
-En la vida real suelo bailar en los cumpleaños y en las fiestas, me gustan las mascotas, a las que aprendí a querer por mi mujer y mis hijos. Veo todas las series y películas que puedo. Y leo mucho.
-¿Qué literatura te interesa?
-Ficción y no ficción, de manera desordenada. En el verano hice una buena mezcla: la última novela de Martín Caparros, una autobiografía de Paul Auster, un libro de textos y crónicas de Pedro Mairal. También, este verano leí La herida, el último libro de mi amigo Jorge Fernández Díaz. Todo eso mientras edito yo mismo, capítulo por capítulo, el libro que Daniel Santoro va a publicar en breve desde mi sello editorial Margen Izquierdo.
Además, el periodista se interesa por la natación y la buena gastronomía a partir de la afición de su mujer por los sabores. La feria Leer y Comer resume buena parte, o gran parte, de la idiosincrasia de Majul, que disfruta circular en bicicleta por la ciudad y degustar una buena carne en algún bodegón al paso de la Costanera Sur: “No deja de causarme gracia cuando muchas personas se acercan cariñosamente y me dicen que se sienten sorprendidos. Es evidente que la tele proyecta una imagen superficial, unidireccional y mucho menos compleja de lo que somos las personas que trabajamos en ella”.
-¿Qué te quiebra?
-¿En qué sentido?
-En lo personal, ¿qué te logra abatir? ¿Por qué llorás? ¿Llorás?
-Situaciones.
-…
-Desde hace un tiempo me he propuesto dejar que las emociones fluyan. Mi mamá todavía está muy bien, pero cuando veo que tiene alguna dolencia, dolor físico o deterioro, eso me hace llorar. No soy de llorar a los gritos. Por otra parte, me siento cada vez más cercano a las audiencias. Tengo muy presente que la gente está muy sensibilizada y atravesada por el daño de la pandemia, así que, sin dejar de decir lo que pienso ni analizar a fondo, voy a hacer todo lo posible para no generar más daño psicológico ni desesperación.
-¿Cómo era aquel alumno Luis Majul que iba al colegio Mariano Moreno de la avenida Rivadavia?
-Primero fui al Bartolomé Mitre, donde me expulsaron por mala conducta, era muy revoltoso. Pero, al mismo tiempo, tenía notas muy altas, siempre estaba entre los mejores promedios. En esa época no se hablaba del déficit de atención.
-¿Con qué tenía que ver la mala conducta?
-Recuerdo que levantábamos mucho la voz, a pesar de que eran los años de la dictadura. Pero tanto el Mitre como el Moreno eran colegios de rebeldía contestataria. Recuerdo a la profesora Mauro de Química.
-¿Por qué?
-Yo sostenía que era una materia inútil que no servía para la vida. Hasta que me explicó que algunas fórmulas me las iba a encontrar en la vida. Cuando decidieron imponernos el laboratorio de Química, nos negamos unos cuantos. Digamos que co lideré ese grupo.
-¿Te volvieron a echar?
-No, la profesora me pidió una alternativa y yo propuse, en reemplazo, estar ese tiempo en la impresionante biblioteca del Moreno. Conclusión, los que no íbamos al laboratorio nos leímos ese año clásicos como Dostoyevski, Carpentier.
-Era un acto de rebeldía leer a Alejo Carpentier en el colegio durante los ´70. Tenía sus riesgos.
-Sí, siento que nuestra generación fue una de las últimas que salió con muy buen nivel del secundario.
-¿Por qué te fuiste de la casa de tus padres a los 17?
-Era una cuestión natural, ya había empezado a trabajar.
-¿Dónde trabajabas?
-Cadete de un estudio jurídico y luego en la primera revista donde trabajé: La hoja del lunes, que era sobre deportes. Pero, a poco de empezar me agarró la colimba.
-¿Cómo le planteaste a tus padres que habías decidido independizarte?
-Para mi tipo de personalidad y debido a cómo fui criado, era natural que eso sucediera. Mi padre era muy libre para la época, muy honesto.
Majul se crio en Bonpland y Aguirre, jugaba al fútbol en Ferro y en el club Añasco de La Paternal, cerca de donde hoy tiene montada su compañía multimedia de puertas abiertas a la comunidad.
-¿Nunca hubo duda vocacional?
-Siempre me interesaron el periodismo y la abogacía.
-¿Qué te decidió por el periodismo?
-Mi maestro, amigo hasta el día de hoy, Carlos Ares, me dijo que había muchos abogados y muchos periodistas, pero muy pocos, como diría Tomás Eloy Martínez, a vida completa. Entendido así, el periodismo es un trabajo físico.
-¿Cómo es tu vínculo actual con Jorge Lanata?
-Lo quiero y lo valoro. Lanata es uno de los pocos que se puede quedar en silencio y la audiencia lo irá a buscar igual. A los 40 éramos una generación que nos peleábamos mucho por egos. Me peleaba con Jorge Lanata, Daniel Hadad, Marcelo Longobardi, Mario Pergolini.
Argentina modelo 2021
-Tu mirada crítica es conocida. ¿Hay algo que rescates del gobierno de Alberto Fernández?
-Tendría que pensar mucho, rompió una y mil veces la palabra.
-¿No rescatás nada?
-Creo que tiene algunos ministerios y funcionarios que funcionan.
-¿A qué áreas te referís?
-El plan de pre viaje hizo que el turismo comience a crecer. Vilma Ibarra me parece una funcionaria con mucha conciencia.
-Ginés González García tiene un rol esencial en estos tiempos. ¿Cómo ves su gestión al frente del Ministerio de Salud?
-Todo lo que antes se veía como un activo, hoy ya no lo es.
-¿No es un mérito no haber tenido hospitales colapsados?
-El primer mérito fue cerrar todo de manera temprana, lo dije en su momento. Luego, apareció el primer gran error que fue mantener eso e imponer la idea que, entre la salud y un punto del PBI, había que elegir la vida. Me pareció una dicotomía innecesaria, errada y poco científica, como si los muertos solo lo generase el Covid. Nunca estuve de acuerdo con una cuarentena que se tornó interminable.
-A la luz del tiempo, ¿qué pasó con la gestión de Mauricio Macri?
-Hizo cosas muy equivocadas por las que terminó perdiendo la elección.
-¿Por ejemplo?
-El ritmo de las tarifas, el error de no plantear desde el primer día que tenía una herencia nefasta y descomunal, y el tercer error fue no pelear palmo a palmo la batalla discursiva contra el Cristinismo.
-¿Cómo evaluás la gestión de Macri en torno a la pobreza?
-Macri terminó con más pobres, hay un problema estructural con eso.
-Década tras década crece la población vulnerable en situación de pobreza, un tema urgente e irresuelto en nuestro país que ningún gobierno puede resolver. ¿Por qué?
-Nuestra pobreza se mide por los ingresos. Cada vez que los ingresos le ganen a la inflación, algo que no está sucediendo en los últimos años, podría modificar un poco la situación.
-Tema vacunas.
-Con todos mis prejuicios y preconceptos, que los tengo, obviamente, lo que busco es ser respetuoso de la verdad y de los datos. ¿Cuántas vacunas llegaron? ¿Cuántas vacunas dijeron que iban a llegar? ¿Por qué no llegaron las que iban a llegar? ¿Es un problema logístico o de producción? Los datos son los datos. El Gobierno no debe generar falsas expectativas con respecto a lo sanitario. La gente, en el mundo entero, está ansiosa.
-¿Qué estás escribiendo?
-Nada, tengo varios proyectos e ideas. Un personaje como (Hugo) Moyano requiere un libro, y dueños de medios por los que he transitado, también.
-¿Por ahí vienen las nuevas ideas?
-Cuando el tiempo me lo permita, me sentaré a escribir.
-¿Cambiarías el periodismo por algún otro género televisivo?
-Si estoy convencido del proyecto, haría hasta un programa de entretenimientos.
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