Este lunes 5, a las 21, vuelve a la pantalla de LN+ al frente de Más Nación; el primer domingo de marzo a las 20.30, en tanto, regresará con su clásico La cornisa
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Luis Majul -como las noticias- se mueve veloz. Incisivo, intrépido y sagaz, no es ajeno a nada de lo que lo rodea. Gestiona con eficiencia cada uno de los detalles que forjan su mundo: el café de la mañana, el saludo a cada uno de sus empleados, lo que está pasando en el Congreso, “el libro de Elon Musk que todavía no llegó”, las indicaciones para el fotógrafo y el tetris de compromisos que le incendian la agenda. Cada gesto cotidiano es maridado con la coyuntura del país y del mundo. Es una extensa trayectoria de más de tres décadas la que lo coronó como uno de los grandes referentes del periodismo político en la televisión.
El conductor no titubea a la hora de asegurar que la realidad argentina lo preocupa e interpela tanto en lo profesional como en lo personal. En el único instante en el que Majul se libra del análisis político y de la realidad candente es cuando nombra con orgullo a sus hijos Octavio y Victoria. A pocos días de su regreso a la pantalla de LN+ al frente de Más Nación (de lunes a viernes, a las 21, donde compartirá el pase con Pablo Rossi, Esteban Trebucq y Guadalupe Vázquez) y de una nueva temporada de La cornisa (a partir de marzo, los domingos, a las 20.30), Majul recibe a LA NACION para conversar sobre los nuevos desafíos del periodismo y del país bajo la gestión de Javier Milei.
—¿Cuáles son las expectativas para esta nueva temporada televisiva en LN+ con Más Nación y La cornisa?
—Intento ser un jugador de equipo y tratar de ayudar a que se potencie todo lo que tiene el canal. Por supuesto que el horario que yo tengo se encuadra en un escenario muy competitivo: de lunes a viernes, a las 21. Vamos a estar compartiendo aire con Pablo Rossi, Martín Rodríguez Yebra, Pancho Olivera, Sofía Diamante y Marina Calabró. Ya tenemos cerrados muchos invitados, muchas producciones preparadas e investigaciones. Por otro lado, me siento muy activo, comprometido y competitivo. Llevo muchos años analizando y preocupado por las cosas que pasan en el país: soy consciente del nivel de responsabilidad que tenemos a la hora de reflejarlo y comunicarlo. Creo que el mayor desafío de este año consistirá en hacer un esfuerzo para que se entienda lo que está pasando aún cuando incluso es bastante complejo para nosotros entenderlo con claridad.
—¿Qué es lo que más le preocupa de la realidad argentina?
—No puedo dividir al periodista de la persona. Me preocupa el desastre que dejó el gobierno anterior, que para mí es el mayor desastre que existe desde que tengo memoria y desde que empecé a hacer periodismo, desde que se restauró la democracia. Es un verdadero desastre político, social, cultural, económico, financiero y educativo. Existe un grave problema inflacionario y esa es la gran batalla que se tiene que dar con mucha más urgencia que cualquier otra pelea. Me preocupa el nivel de mezquindad de parte de la dirigencia política en general y de algunos políticos en particular. Me preocupa profundamente el nivel de agresividad que hay entre los sectores y dirigentes que se dan cuenta que, si hay un cambio profundo en la Argentina, pierden todos sus privilegios.
—¿Siente que hay políticos en los que reina más la prepotencia que la empatía?
—En alguno, no en todos los políticos. Antes y aun después del triunfo de Milei todavía existe un sector del sistema político que no comprende que esto que está sucediendo es algo distinto: que Javier Milei es el emergente de algo diferente. Alguno para definirlo podrá decir que es la antesala del ”que se vayan todos”. Hay mucha gente que entiende, por ejemplo, que para llegar a una estabilidad financiera y para que baje la inflación se necesita un ajuste. Ese ajuste lo estamos sufriendo todos, por supuesto, muchísimo más los que menos tienen. Lo más curioso es que el Presidente que ganó siempre dijo cuál era el proyecto que iba a encarar. Yo no estoy diciendo que esta es la nueva fórmula de la solución a todos los problemas, pero trato de comprender por dónde pasa el humor social. Soy una persona que se mueve todo el tiempo. Estoy todo el día en la calle: pregunto, hablo con la gente, y manejo una PYME. Estoy conectado con lo que está pasando en la Argentina y no está tan claro como para analizarlo con las viejas categorías de análisis.
—¿Cree que en la Argentina estamos sobreinformados y la gente por momentos se satura de las noticias?
—Sí. Hace mucho que intento analizar el comportamiento de los medios y las audiencias. Ya no hablamos de entretenimiento y ocio, hablamos de la industria de la atención. Nosotros -me refiero a El Observador 107.9, Berlín que ahora vuelve a una frecuencia a la 107.7, La cornisa-, todos competimos por la atención de la gente. García Márquez dijo: “Mi aspiración cuando escribo es que el lector desde la primera palabra hasta el punto final ni siquiera pestañee, que ni siquiera haga el gesto de moverse”. El gran García Márquez ya participaba de la industria de la atención. También escuché una frase de los accionistas de Netflix diciendo que Netflix no sólo compite con las otras plataformas, también compite contra el sueño de cada uno de sus usuarios. Esa es la gran tarea de medios relevantes como LA NACION: lograr captar a la audiencia. Para eso la premisa es ayudar a comprender y no sólo informar y poner en contexto.
—¿Le preocupa la viralización de noticias falsas?
—Hace muchos años se viralizó una fake news que me tenía de protagonista. Viralizaron una imagen con un zócalo según el cual yo había comparado no me acuerdo si a Mauricio Macri o Alberto Fernández con Nelson Mandela. Por supuesto que yo nunca había dicho eso. Era mentira. Corrió durante un tiempo y cada vez que me lo preguntaban lo pude desmentir. Creo que para las grandes mentiras siempre hay un remedio: la realidad. No me preocupa, pero sé que con otros colegas ocupamos un lugar en que se nos adjudican cosas. Pero el trabajo y el tiempo ayudan. En los últimos años me he encontrado con gente que no piensa como yo pero que me agradece mi coherencia. Los medios relevantes son importantes a la hora de chequear si lo que dicen las redes sociales es verdad.
—¿Percibe que su manera de hacer periodismo fue siempre la misma o que algo fue cambiando con el correr del tiempo?
—Todo el tiempo estoy cambiando, incluso con La cornisa que es un clásico. Voy cambiando como cambian las audiencias. No es que lo diga yo: trabajo con métricas y es algo que se estudia. Estamos atentos a cuánto medimos y tanto en la radio como en la televisión estamos muy contentos con eso. En LN+ me mira una audiencia, en la radio otra determinada audiencia y en las redes otra. Creo que mi audiencia es multitarget.
—Escribir, producir, hacer radio y televisión... ¿Se considera “adicto al trabajo”?
—Sí, soy una persona que trabaja mucho. Es probable que sea adicto al trabajo. También tengo mis momentos de entretenimiento y esparcimiento: entreno para desoxigenar mi cabeza. Nado, ando en bicicleta, leo. La mitad de mis lecturas son de libros que me interesan, leo ficción y también no ficción. De hecho, me gustaría escribir una novela de ficción por entregas, una trilogía que tenga elementos de corrupción política y suspenso. Lo cierto es que somos muchos los de mi generación que tenemos el síndrome de Superman. Pero por más que haga muchas cosas, soy tan vulnerable como cualquier otro ser humano y tengo zonas de debilidad. No me gusta ver sufrir a nadie.
—¿Alguna vez se sintió muy angustiado después de dar una noticia?
—Sí, claro, como cualquiera. Las noticias también son tóxicas. La idea de que nosotros vivimos muy relacionados con las noticias entonces no nos afectan no es cierto. Por ejemplo, me angustiaron mucho las noticias del terrorismo en Franja de Gaza. Fue algo que me atravesó mucho. Antes de presentar una de esas noticias me sentía mal. También me pasa cuando veo el deterioro del país. Eso también me entristece.
— Su hijo Octavio también eligió integrarse a los medios y muestra una postura distinta a la suya. ¿Cómo lo manejan?
—Primero que todo, a mi hijo lo amo profundamente. Y él es amoroso conmigo también. Con mi mujer nos encargamos de criar personas libres. Octavio es doctor en Ciencia Política y Victoria es médica, y los dos tienen muchas inquietudes. Son amorosos y muy inteligentes, tienen que ver más con la madre que con el padre (risas). Somos intensos y siempre fuimos muy proclives a debatir y defender las ideas. Eso es maravilloso. Yo me sorprendo cuando algún salamín en alguna red social dice: “Uy, el karma que te tocó” porque tengo diferencias en algunas ideas con mi hijo. Yo a él lo veo de manera amorosa, siempre. Cuando queremos debatir algo nos tomamos un tiempo y lo hacemos en un contexto determinado, no lo resolvemos con un mensajito a las apuradas. Eso me parece muy bien y lo disfruto. De todos modos, siempre trato de no intervenir ni invadir a mi hijo. Él no es el hijo de Luis Majul: él es Octavio. Igual que María Victoria. Cada uno tiene su personalidad. Por supuesto que me siento orgulloso de que a todo el mundo le parezca que Octavio es una persona interesante que piensa distinto. Nunca moví un dedo para que él estuviera en ninguna parte. Tiene 30 años y sabe qué hacer, y lo mismo mi hija.
—Se llevan muy bien a pesar de pensar distinto...
—Sí, yo creo que los vínculos amorosos hay que preservarlos. Las diferentes ideas no tienen que ser motivo de ruido. Él es muy él y está bien que así sea. No necesita de mi aprobación ni de mi impulso.
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