El actor protagoniza El divorcio, la obra que va primera en recaudaciones en Mar del Plata; en una charla a corazón abierto con LA NACION se refirió al vínculo con el público, el deseo de trascendencia artística y la familia ensamblada con su novia Flor Vigna y su ex Sabrina Rojas
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MAR DEL PLATA (enviado especial). Llega apurado al balneario de arenas generosas ubicado al sur del faro de la ciudad de Mar del Plata, en la frontera con la ruta que llega hasta Miramar. Se disculpa por la tardanza, solo de diez minutos, y explica que tuvo una mañana complicada. Fue a buscar a su hijo mayor al aeropuerto y confundió el horario del vuelo. La terminal aérea de la ciudad queda en Camet, bien al norte, y él está hospedado en un barrio cerrado que se sale del mapa allá por el sur.
Luciano Castro no está con el mejor humor y su predisposición para hacer fotos es nula, sin embargo, rápidamente cambiará el tono cuando la charla con LA NACION lo lleve a reflexionar sobre su personaje y analizar el éxito de El divorcio, la obra de Nelson Valente, que protagoniza en el Teatro Mar del Plata y que lidera en recaudaciones durante la primera semana de enero, según AADET, la asociación que aglutina a los empresarios teatrales. El Teatro Mar del Plata, sobre la tradicional avenida Pedro Luro, es una proeza de Carlos Rottemberg, que se levantó donde antes existía un estacionamiento, invirtiendo la ecuación habitual que ataca la subsistencia de las salas.
“Nelson (Valente), el director, me decía que mi personaje podía ser un tipo bruto, pero, a la vez, rico en cuanto a carisma, a lo que dice y a cómo piensa. Lo intento en cada función, porque componer no es fácil, hay días que uno está mejor y otros en los que hace agua, pero hay un gran texto detrás y tres compañeros que hacen un trabajo enorme y me hacen todo mucho más fácil”, dice el actor, ya acodado en una mesa del restó del balneario y mucho más relajado luego del apurón por llegar.
-La comedia requiere de un tempo muy preciso.
-En este caso, la gracia no está tanto en el chiste, sino en lo que sucede, en la incomodidad de los personajes. Para mí es un texto brillante, cualquier que lo lea, más allá de ver la obra, se encontrará con un texto muy atractivo.
-¿Te sedujo inmediatamente?
-Sí, ni bien la leí, me di cuenta que era la obra que quería hacer, aunque el éxito es subjetivo, nunca hay nada asegurado.
El divorcio narra el encuentro de dos matrimonios amigos. Uno de ellos, que ya transitó una crisis severa, le sugerirá al otro, ciertos “ejercicios prácticos” para poder superar una posible separación. La pieza, protagonizada también por Natalie Pérez, Pablo Rago y Carla Conte, apela a espejar, desde la mueca cómica, algunos de aquellos tópicos que hacen a la vida en pareja.
En la comedia, Luciano Castro juega con la dualidad de un personaje al que le da vida desde un cuerpo rotundo y trabajado, pero que, por momentos, se apichona ante lo insólito de la situación: “Es jugar a ser niño. A veces abuso de la voz y no es lo que Nelson (Valente) quiere, pero, por suerte, son muchas funciones las que tenemos para probar, en el teatro siempre es ensayo y error”.
-El teatro da revancha.
-Sí, es que, a veces, te queda cómodo lo fácil y lo fácil no es lo que hay que hacer, tampoco se trata de hacer lo difícil, sino encontrar el punto, no hay que hacerse el gracioso, sino se cae en algo que uno no es, no somos todos (Guillermo) Francella. Por suerte tengo compañeros que me dicen “gordo hiciste cualquiera”.
-¿Te lo dicen?
-Claro y yo lo agradezco, no soy un genio para que nadie me diga nada. Si eso sucediese sería absurdo.
La prosa de Nelson Valente, también director del material, lo transportó a sus propias vivencias para poder construir el texto. Y, como en toda buena comedia, la veracidad es el rasgo que hace creíble el disparate. “Si bien no es un hecho verídico, tiene que ver con situaciones que Valente ha vivido o escuchado. En la obra, la gente es muy cercana y se ríe de todo eso que sale mal, la situación te va llevando a que suceda, está servido en bandeja, pero todo lo anterior es de una incomodidad absoluta para los personajes”, explica.
-¿Qué es lo que más toma el espectador del espectáculo?
-No es normal que critiquemos a nuestras parejas en público y aquí sucede, y eso tienta mucho, aparece la identificación en lo que no se hace, pero que el teatro tiene permitido.
Espectadores
El fenómeno del teatro en Mar del Plata permite el contacto personal con el público, más allá de la experiencia escénica. Luciano Castro no es hombre de andar mostrándose mucho ni afecto a las entrevistas, razón por la cual, la temporada de verano lo sumerge en una dinámica diferente: “Acá es imposible no encontrarte con la gente, es la plaza más fuerte de la temporada, adonde llega gente de todo el país. El otro día teníamos la sala explotada de gente, pero en la puerta nos esperaban los que sí habían visto la función y los que no”.
-Mucha gente que no puede abonar una entrada, encuentra en las puertas de los teatros un pasatiempo accesible y la posibilidad de ver a sus actores.
-Por supuesto, por eso hay que venir a Mar del Plata preparado para eso, sin ningún tipo de divismo, quien no esté dispuesto a ese contacto directo, no tiene que venir. Acá todo el tiempo la gente te demuestra afecto y, en un porcentaje, es la gente que te va a ir a ver al teatro. Si no tenés un buen día, mejor quédate guardado en tu casa.
-¿Te gusta ese contacto directo con el público?
-No me molesta, pero tampoco es que salgo al encuentro, no es para tanto. Soy un hombre grande, llevo 35 años trabajando y ahora lo vivo como un mimo y un reconocimiento a lo que hicimos en todos estos años, distinto a lo que me generaba cuando era más joven, que lo sentía como una invasión. Lo mismo me sucede con una buena crítica, antes no me hacía cargo y ahora siento que puedo disfrutar de esa caricia.
-¿Por qué no te hacías cargo de un elogio?
-Sentía que todo era muy efímero, entonces no me interesaba tomar en cuenta eso.
El actor es de los que llevan sobre sus espaldas fama de la grande, caminar por la calle le resulta algo complejo. Quizás por lo infrecuente de verlo circular, despierta una atracción inmediata en la gente. Así fue desde que debutó, en la década del noventa, en las huestes de Cris Morena, como uno de los integrantes carilindos de Jugate conmigo, el recordado programa para el público adolescente. “En Uruguay, Pablo Rago, mi compañero al que admiro tanto, me dijo ´con vos no se puede caminar, gordo´, pero yo me río, daría un ojo de mi cara por tener la carrera que tiene él”.
Castro lleva una nutrida trayectoria en televisión en exitosas tiras como Valientes, Sos mi hombre, Cien días para enamorarse, Pequeña Victoria o El primero de nosotros; en teatro, hizo Camino negro y Juegos de amor y de guerra, y el éxito de Desnudos, su obra anterior, entre muchos otros trabajos. No paró nunca de trabajar y la popularidad es un denominador común de su carrera: “Se cataloga mucho a los actores, están los cool, los populares, los prestigiosos, pero, en definitiva, todos somos actores”.
-¿Podés concientizar el vínculo que el público establece con vos?
-Recién ahora me doy cuenta, me pasa que chicos adolescentes me dicen que ven Sos mi hombre por YouTube, es una generación que no existía en mis primeros trabajos.
-Tiene que ver con la trascendencia que tiene la obra artística, que no sucede con todos los oficios.
-Cuando estudiaba con Raúl Serrano me tocó hacer El acompañamiento y el maestro nos decía “esta obra la hicieron Carlos Carella y Ulises Dumont” y eso me generaba mucha emoción y compromiso. Ahora pienso que, dentro de cuarenta años, alguien le dirá a un actor joven que busque hacer El divorcio, que es una obra que estrenaron Pablo Rago, Natalie Pérez, Carla Conte y Luciano Castro, me parece atractivo fantasear con eso, es como que uno hace algo para que después lo haga otro.
Límites
-El que espere en El divorcio la escena donde Luciano Castro se saca la remera, se quedará con las ganas... ¿Tiene que ver con la madurez como actor y alejarte de determinados resortes más previsibles?
-El director no quiso saber nada con todo eso, cree en mí como actor, así que fue un desafío, me obligó a dejar de lado el envase y pensar más en el contenido.
-Sobre algunas mujeres del medio artístico pesa un prejuicio en torno a la belleza y a una disociación de esa característica con el talento, aunque esto no sea así, ¿sucede también con el hombre?
-No tengo ningún tabú, hice, hago y haré lo quiera hasta que me muera, pero, muchas veces, me sucede, sobre todo aquí en la playa, que me hacen y me dicen cosas que me sorprenden. No me siento acosado, pero si yo hiciera lo que me hacen a mí, me denunciarían. Aunque siempre es con cariño, no podría decir ni la mitad de las cosas que a mí me dicen.
-¿Qué te hacen?
-Me tocan los abdominales, las tetas... A mí me causa bastante gracia, pero también me da pena. ¿Qué pasaría si yo le tocara la panza a una chica? Me comería una denuncia de cabeza. Por supuesto, estoy a favor del cambio sociocultural que vivimos y de los derechos ganados de la mujer, pero, a mí me hacen cosas que a la inversa no se pueden hacer. Soy muy comprensivo, entiendo que, para mucha gente, soy como parte de la familia, así que no me molesta nada.
El “gordo” es un apodo con el que lo bautizaron sus compañeros. Hoy, lejos está de tener un gramo de más, en parte gracias a una rutina rigurosa. Amanece antes de las seis y su dieta es estricta.
-¿Te hablaron del movimiento El club de las cinco y media?
-Sí, lo conozco, de hecho, me levanto a esa hora porque tardo media hora en desayunar, a las seis arranco.
-¿Qué te proporciona comenzar el día a esa hora?
-Tiene mucho que ver con mi pasado y con mi presente.
-¿Por qué?
-De joven tuve una vida muy al palo y, ya hace veinte años, decidí cambiar mis hábitos, entré en una rutina o doctrina, que a mí me hace muy bien. Comencé a averiguar con nutricionistas para mejorar mi calidad de vida y lo que descubrí es que, a esa hora, se generan muchas más endorfinas y, por supuesto, me rinde mucho más el día.
-A pesar de hacer teatro por las noches, ¿amanecés a esa hora?
-Sí, me hace muy bien. Si son las diez u once de la mañana y no me alimenté en base a mi dieta y no entrené, me siento fastidioso, siento que me falta hacer algo, es muy terapéutico.
Luciano Castro viene de familia de boxeadores y guardavidas, el deporte es un común denominador entre los suyos. “Siempre supe que el deporte era una manera de avanzar y evolucionar”. Hace natación y ya no boxea por una lesión, pero canaliza ese deporte a través del trabajo de bolsas. “Hago mucho foco en comer bien, para no tener la panza pesada, no sentirme mal, cosas de viejos”. Se ríe y reconoce que también esa rutina le permite llevar adelante las dos funciones de teatro con naturalidad. “En otras obras, me comía un pollo al horno entre las dos funciones y después no podía ni hablar, pero tenía muchos años menos”.
Ensamblado
Nació en Villa del Parque hace 47 años. Y en el Club Parque, una institución del barrio, semillero de grandes futbolistas, se ejercitó en ese deporte logrando méritos no menores. También hubo un paso familiar por Mar del Plata, donde germinó la vocación por el mar.
Hoy, su presente personal se ajusta a esa denominación de familia ensamblada. Su hijo mayor tiene veinte años y, fruto de su relación con la actriz y modelo Sabrina Rojas, nacieron sus dos hijos menores. Todos están en Mar del Plata, aprovechando el verano laboral del padre: “Pronto llegarán Sabri (Rojas) y el Tucu (López) para compartir el verano. Más allá que yo estoy trabajando, el tema es que los chicos la pasen bien, ya que son sus vacaciones”. Flor Vigna, su actual pareja, estuvo con él hasta hace unos días, pero sus compromisos en el mundo de la música la obligaron a partir hacia una grabación.
-Es muy sano el vínculo que tenés con Sabrina Rojas, incluso no tener inconveniente en mencionar al Tucu López, su pareja actua, no siempre sucede.
-Es que no nos importa qué nos pasa a nosotros dos, va más allá de si nos soportamos o no, la prioridad es que los chicos estén bien y eso no se negocia con nada ni con nadie, por eso no hay susceptibilidades.
La tarde se completa con algo de playa, antes de partir hacia una noche extensa con dos funciones de la obra que hoy completa el presente artístico del actor: “No creo que haga nada en televisión, este año será para el teatro y posicionar El divorcio”. Llega un mensaje de Carlos Rottemberg, donde le cuenta sobre estadísticas y cifras. Seguramente alguna de las salas del productor en Buenos Aries será el próximo destino de la comedia que hoy es un éxito en Mar del Plata.
“Pedile disculpas al fotógrafo, fue infernal mi mañana”. Reculó sobre sus pasos y, caballero, hizo lo que corresponde.
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