Al multifacético actor se lo puede ver en una obra del teatro comercial y también en la nueva producción de eltrece
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Formado en el teatro independiente desde muy joven, el actor y director Luciano Cáceres ha logrado proyectarse con fuerza en la escena comercial, oficial y alternativa, el cine y la televisión. Desarrollar su oficio es lo que más le interesa en este medio artístico en el que siempre encuentra espacio para poner en marcha propuestas personales o formar parte de aquellas para las que lo convocan.
Actualmente reparte su trabajo entre la reposición de Desnudos, la pieza de la alemana Doris Dorrie en el teatro Metropolitan Sura, que subió a escena el jueves pasado (junto a un elenco que integran Sabrina Rojas, Brenda Gandini, Luciano Castro, Gonzalo Heredia y Mercedes Scápola) y las grabaciones de la nueva producción de Polka, La 1-5/18, que debutó ayer por eltrece.
Desnudos se estrenó durante el verano de 2020 en Mar del Plata y tuvo un éxito inusitado. El espectáculo tenía previsto reponerse en Buenos Aires en abril de este año, pero su estreno no pudo concretarse debido a las condiciones sanitarias del momento. Luciano Cáceres conoce la obra de Dorrie desde hace aproximadamente 16 años. Entonces estuvo a punto de formar parte de un elenco que no logró completarse, pero mantuvo el interés por el proyecto ya que admira a su autora de quien conoce perfectamente su actividad cinematográfica.
Quienes lo convocaron para integrarse a esta nueva versión fueron sus colegas Gonzalo Heredia y Luciano Castro. “Admiro el universo de Doris – dice Cáceres a LA NACION- porque sabe jugar con el humor y se mete en temas escabrosos como la intimidad, lo cotidiano. De pronto naturaliza cosas que no están buenas. En este caso elige tres parejas con distintas características y las involucra en una situación inesperada”.
Durante una cena entre amigos uno de los matrimonios comenta que hay un estudio científico en el que se asegura que una pareja que por más que lleve veinte años de casada no reconoce el cuerpo del otro. Los invitados están convencidos de que no es así, pero los dueños de casa proponen hacer un juego donde cada uno, con los ojos vendados, deberá reconocer el cuerpo de su compañera o compañero. “Cuando eso sucede – explica Cáceres- ahí aparece toda la mierda que está encubierta en esos vínculos de parejas y en relación con los amigos también. Se termina poniendo al desnudo todo lo que está debajo de la alfombra”.
-Además de este proyecto teatral estás participando de la nueva producción de Polka, ¿cómo estás viviendo esa experiencia?
-Estoy muy contento. Se trata de una apuesta muy grande de Polka y en esta ocasión, después de recrear a villanos muchas veces, me toca hacer de bueno. Desde Señores papis que no hacía un bueno en las novelas. Mi personaje es un médico, un tipo que está vinculado con el ambiente de la villa en la que se desarrolla la acción. Él posee una historia medio trágica con su padre, pero acá va a tener una hermosa historia de amor que se irá develando de a poco. El elenco es enorme. Está conformado por muchas figuras y un montón de actores jóvenes nuevos. Es una apuesta gigante, somo cuarenta actores fijos. Es una locura.
- Por lo que decís parecería que disfrutás más los personajes buenos que los malos...
-Son personajes y los compongo tratando de ver cuál es el motor real que los moviliza. Siempre que hice de malo tenía un dolor interno que justificaba toda esa maldad, todo ese daño que provocaba. La diferencia más grande, sobre todo en una tira, es que los malos son los que ejecutan y los buenos, los que reciben. Un personaje bueno va a aguantar, va a aguantar y el otro tiene una impunidad mayor. Por eso a la hora de hacer esos roles está bueno mostrar el otro porque sino parece que siempre puedo hacer de malo.
- ¿Tenés proyectos para desarrollar en el teatro alternativo?
-Tengo muchas ganas, pero la verdad es que para hacer algo independiente está complicado por el tema de los protocolos. No podés afrontar ciertos gastos. Estoy por hacer una nueva obra cuya traducción financió el Instituto Goethe. Estamos pendiente de poder llevarla a escena porque el elenco está integrado por 14 actores. Se trata de Peng de Marius von Mayenburg, el mismo creador de quien monté Pieza plástica. Estaba a punto de arrancar los ensayos cuando entramos en cuarentena.
-En general te interesan algunos autores alemanes, ¿qué te atrae de ellos?
-Me interesa mucho el teatro alemán. Me parece que hay algo importante en ese universo. Lo que ocurre con los textos alemanes en la Argentina es muy interesante. Ellos básicamente pueden separar muy bien la cabeza de la emoción. Entonces puede haber obras muy discursivas donde puede quedar muy recortado el cuerpo. En la Argentina eso se convierte en una ebullición muy interesante. Nosotros no podemos poner en primer plano la cabeza sin estar comprometidos emocionalmente. Somos pura emoción. Tuve la suerte de montar Meyenburg o haber trabajado con René Pollesch y llevar a escena tres de sus textos (Ciudad como botín; Sex, según Mae West y Esposas de dictadores).
-Pero también en tu producción aparecen nuevos autores nacionales con los que parecerías mantener relaciones excelentes.
-Con Gonzalo Demaría ya a esta altura somos un equipo. Un dúo, nos acompañamos mucho, hasta estamos con un nuevo proyecto. Esta vez cinematográfico. Está creando su primera película y yo sería uno de sus protagonistas. Estamos en la cruzada de conseguir producción. A mí me interesa la nueva dramaturgia y también el teatro universal. Estrené a la inglesa Sara Kane en la Argentina, luego a Pollesch. También le di lugar a autores que hicieron una única obra como Lucas Rozenmacher (Diaria). Y armo dúos con los autores vivos, quiero que se sumen al equipo de trabajo y si hay algo que no funciona lo podemos rever juntos. Eso tiene el teatro independiente. Cuando tenés a los autores ahí se vuelven equipo y van viendo necesidades en los ensayos y van reformulando la escritura.
-¿La dirección es un espacio en el que te sentís muy seguro?
-Lo que más me gusta es dirigir. Me encanta observar cómo van apareciendo esos cuerpos, esas voces. Me encanta como me quita el sueño. Ver la vulnerabilidad de todo, de esos procesos que voy moldeando. Tuve la suerte de dirigir a Leonor Manso en cuatro laburos y acompañar, eso fue un premio de la vida (4.48 Psicosis, El cordero de ojos azules, Esposas de dictadores y 40 días y 40 noches). Ver cómo una actriz enorme como Leonor iba haciendo su caminito e iba creciendo. Eso fue maravilloso.
-El año pasado no tuviste actividad teatral, pero estuviste filmando en Italia, ¿cómo surgió ese proyecto?
-Tuve la suerte de ser uno los pocos actores que pudo filmar en cuarentena. Protagonicé una película en Roma de Mattia Temponi que se llama El nido. Me llamaron en 2019. Se trata de un film medio futurista sobre una cuarentena producida por un virus. Terminamos haciendo casi un documental porque nosotros estábamos en cuarentena. Ese proyecto me llegó por varios motivos. Ellos buscan ampliar el mercado y hacer películas en coproducción con otro países y ahí pensaron en la Argentina. Y de casualidad el director tutor de Temponi me dirigió en una serie que yo hice hace diez años en Italia, una versión de Sin tetas no hay paraíso. Me terminaron eligiendo. Un premio. Siempre soñé con hacer una serie en Italia. Si hay algo que alimentó mi deseo de actuar fue que mi viejo, cuando yo tenía cinco años, me mostró a Vittorio Gassman. Mi sueño era ese.
-¿La imagen de tu papá aparece a veces en tus proyectos?
- Sí, mucho en el recuerdo, porque mi papá falleció hace un montón, pero siempre hay algo que me lleva a él. Cuando hice en México la película Operación México, un pacto de amor de Leonardo Bechini sobre Tucho Valenzuela, el montonero secuestrado, tuve una necesidad enorme de poder hablar con mi papá y obviamente no era posible. Y sucedió algo extraño, unos días antes de empezar el rodaje veo al hermano de mi papá y me dice: “Vos vas a hacer a Tucho Valenzuela, tu papá guardaba cosas de él en los camarines del teatro”. Mi viejo tenía un vínculo indirecto con el personaje que yo estaba interpretando. No lo sabía. Mi papá siempre me acompañaba a un estreno, a alguna función. Y me pasó otra cosa notable después de su muerte. Estaba haciendo la última función de un espectáculo y podés creer que apareció el cardiólogo de mi viejo de toda la vida. Como diciendo, “te mando a un representante mío”.
-¿Cómo equilibrás en tu carrera estos trabajos en la televisión, el teatro comercial y tus investigaciones en la escena alternativa?
-Pienso en el oficio y en el buen sentido. Esto es como el que trabaja la madera u otras disciplinas. A mí me retroalimenta estar en distintas situaciones. Por ahí hacer un exitazo en Telefe y a la vez estar participando del elenco de Macbeth en el San Martín produce buenas consecuencias. Hubo muchísima gente que se acercó al San Martín por primera vez a ver un Shakespeare y esos gracias a la popularidad de un programa de televisión. Y tener un sueldo en el teatro oficial me permite poder tener un proyecto independiente. Es muy difícil vivir del teatro independiente, imposible en estos tiempos. Me formé en ese ámbito. Antes de que exista Andamio, adentro de ese lugar yo hacía papeles chiquitos en las obras que se gestaban ahí cuando era adolescente. También era acomodador, boletero, lo que sea para estar más tiempo en el teatro. Le vendía la entrada a un espectador, me cambiaba rápido, actuaba y terminaba cerrando el teatro. Esa locura tiene que ver con el teatro independiente.
-Es notable como podés saltar de un mundo a otro.
-Yo trabajo de la misma manera por eso mi oficio lo desarrollo dentro del género que lo permita. Yo sostengo lo que hago desde lo profesional. Me formé trabajando géneros. Luego eso en las nuevas escuelas cambió, van más con la improvisación, van apareciendo materiales dramatúrgicos, pero haberme formado en los géneros comedia del arte, comedia argentina, realismo norteamericano. Haber transitado los géneros me resulta un atajo para poder trabajar el oficio. Uno no puede menospreciar lo que está haciendo porque se trata de una comedia. Uno tiene que entender que es un género y dar para eso. Y agradezco la formación tradicional que tuve con Alejandra Boero y todo el equipo docente porque me dieron herramientas. El saber es siempre un atajo porque si conocés un clásico, entendés que hay alguien que viene pensando el teatro hace como 3000 años y conocerlos es un atajo. Vos tendrás tu nuevo punto de vista, aportarás a lo nuevo, pero no reniegues de los que vienen pensando el teatro desde hace tantos años.
- En tu carrera como director asoman algunas textos, como los de René Pollesch que son eminentemente políticos, sin embargo tomás distancia del mundo de la política actual.
-Ninguno de nosotros quiere estar en grieta y enojado con otro. Me parece que es más beneficioso para ellos (por los políticos) y le sacan rédito a full y nosotros creemos que tenemos una ideología, que pensamos en algo. Entre ellos, si se tienen que aumentar el sueldo lo hacen, tampoco tienen la conciencia limpia en momentos de pandemia y estoy hablando de todos los partidos políticos. No estoy hablando de uno en particular. También sé que la política se puede mejorar, como la educación, la salud, ni hablar de lo necesario que es la economía. Hay algo muy estelar de los políticos. Son figuras, no les tengo mucho respeto, no los veo como verdad, son una construcción. Ensayan como nosotros los actores, practican las respuestas que van a dar en los debates. Es extrañísimo. Son ficciones montadas y eso me aterra. Veo una película y me siento a ver una obra de teatro y sé qué me están contando una ficción por más aterradora que sea. Ahora, que un político sistemáticamente te diga una cosa y haga otra, del partido que sea, y naturalicemos que construyan ficciones, es desastroso.
-¿Cómo te llevás con la fama?
-La fama se agradece y está relacionada con los laburos. A mí me gusta el reconocimiento y las obras que dirijo. El público es el que completa nuestro trabajo. Ahora, cuando tiene que ver con algo más personal o mentiroso o de la vida privada, ahí todo me cuesta un poco más. No puedo mediar con eso porque no me formé para eso. Hay mucha gente que puede negociar muy bien con su vida privada, yo no negocio. Yo decido cuánto comparto y respeto y pido respeto por eso.
¿Dónde y cuándo ver Desnudos? La obra se puede ver jueves y viernes, a las 20.30, los sábados, a las 19.30 y 21.30, y los domingos, a las 20, en el teatro Metropolitan Sura, Corrientes 1343.
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