A pesar de que su retiro sucedió hace tiempo –el 7 de diciembre de 2014, tras obtener su sexto título en el Champions Trophy con sede en Mendoza– el hockey sigue regalándole a Luciana Aymar (41) –elegida ocho veces mejor jugadora del mundo– momentos inolvidables. Como hace cuatro meses, cuando recibió una llamada de los organizadores de los Premios Laureus (distinción que se otorga a los mejores deportistas del mundo hace diecinueve años), para concederle el título de "miembro de la academia", un beneficio que sólo tienen sesenta y cinco deportistas del planeta, entre los que figura un solo argentino, el ex capitán puma Hugo Porta. Desde hace dos años, la sede de "los Oscar del deporte" es Montecarlo, Mónaco. Y hasta allí voló "Lucha" desde Santiago de Chile, donde vive junto a su novio, el ex tenista Fernando González, desde 2017. Horas antes de la entrega de premios, la ex capitana de las Leonas recorrió junto a ¡Hola! Argentina el principado. Sin la compañía de su amor, contó que viajó sola porque él debía cumplir con otros compromisos: "Justo coincidía que Fer se iba para Delray Beach a un torneo senior. Antes de recibir esta invitación a Mónaco yo viajaba para Miami con él. Pero después de la entrega nos encontraremos, yo vuelo para allá".
–Hoy ponés el amor como prioridad. ¿Cómo te llevás con ese plan?
–La mayoría de las personas que hacen alto rendimiento relegan un montón de cosas, como las parejas y otras más. También, en mi caso, era una forma de tapar un montón de otras cuestiones. Yo me enfoqué ciento por ciento en mi carrera, durante casi dieciocho años. Y realmente esos aspectos los empecé a disfrutar, a vivir y valorar cuando dejé de jugar al hockey. Así empecé a conocer, a darme cuenta de cómo era yo misma en profundidad.
–¿Y qué rol ocupó Fernando en esa nueva vida?
–A Fer lo conocía de habernos cruzado en alguno de los dos Juegos Olímpicos que coincidimos. En uno seguro que lo vi, lo recuerdo porque él es muy fachero y lo decíamos todas las mujeres de la Villa Olímpica, quiero aclararlo porque si no voy a quedar como una babosa. [Risas]. Fue muy loco porque yo me retiré en 2014 y me lo encontré a los dos meses en Pinamar. Ahí empezamos a charlar. Paola Suárez [la ex tenista argentina] se anticipó a ese encuentro. Cuando supo que yo iba a estar en el torneo de tenis donde iba a participar Fer, me escribió: "Lucha, esta persona es maravillosa, quiero que lo conozcas, que charles con él y tomes un café…". Yo no le di mucha bola, no porque no me gustara Fernando, pero me había retirado y estaba triste, sinceramente. Cuando terminé de leer ese mensaje ya estaba en el hotel de Pinamar, bajé a buscar agua para el mate y me lo crucé en el ascensor. [Se ríe]. Lo primero que hice fue mandarle un mensaje a Paola y decirle: "¡Sos bruja, nena!".
–¿Cuándo empezaron a salir?
–A partir de ese encuentro empezamos a charlar mucho más, pero no a salir. En 2015 sólo intercambiamos mensajes. Fue un año en el que no estuve muy bien, pasé todo el período posterior al retiro, que resultó bastante difícil. Recién coincidimos en 2016. Creo que por algo se dan las cosas y el universo nos quería juntar, pero en el momento correcto. Digo, en 2015, por mi situación, y quizás alguna particular de él, no se podía dar. Se dio un año después y, a partir de ahí, no nos separamos más.
–¿Le pusieron fecha a su primer encuentro o fue espontáneo?
–[Risas]. Creo que había mucha intención, de parte de los dos, de juntarnos, poder charlar y conocernos. Sabíamos que nos íbamos a entender un montón, somos muy parecidos. A mí, en las relaciones anteriores me costaba poder congeniar porque me sentía distinta, ya sea porque ponía el deporte sobre todo o por mi personalidad tan exigente e introvertida por momentos. Siempre digo: yo era dos Lucianas, una cuando entraba a la cancha y otra cuando salía. Creo que le pasa a la mayoría de los deportistas. Te ponés el traje cuando entrás y cuando salís estás un poquito a la deriva. Con Fer pude mostrarme como soy, con todas las dudas y los tormentos que me dejó el deporte. Creo que él logró entender esa parte de mí como nadie. En el caso de los tenistas como él, llevan una vida muy dura, desde muy chicos. El deporte en conjunto es exigente, pero yo lo tomé de una manera alocada; el deporte individual es mucho más duro, más los tenistas que son de Sudamérica, porque los viajes son eternos y el esfuerzo es muy grande.
–¿Es cierto que cuando eras chica tuviste que decidir si te dedicabas al tenis o al hockey?
–Cuando jugaba al tenis, se me interponía mucho con los partidos de hockey. Era buena, tampoco una luz. Y la verdad es que mi personalidad tiraba más para el lado del juego grupal. Disfruto más de estar en compañía. El tenis es muy duro, estás solo mucho tiempo. Hay personalidades que lo resisten, otros son para el trabajo en equipo. Me acuerdo que me acompañaba mucho mi papá a la práctica de tenis y recuerdo que un día le dije que era mucho más feliz en el hockey. Y fue así como me decidí.
–¿Compartir el sentimiento del retiro con Fernando los unió?
–Es muy difícil para un deportista que tu familia o amigos puedan entender qué sentís cuando dejás de jugar. Es un vacío tan grande que no hay nada que lo pueda llenar. Es como una separación: hay que pasar el duelo, que puede llevar un año o dos, y después se empieza a disfrutar de pequeñas cosas. En algún momento encontrás algo por lo que volver a sonreír. La verdad es que cuando nosotros empezamos a salir, yo no estaba realmente recuperada. Pobre Fer, tuvo que apoyarme y ayudarme en momentos difíciles.
–¿Encontraste a tu compañero ideal?
–Sí. Igual tuve otras parejas con las cuales estuve enamorada y muy bien. Pero Fer llegó en el momento indicado. Quizás, si hubiésemos empezado a salir cuando los dos estábamos en competencia, no se hubiese podido concretar nada, por la vida que llevábamos. Nos encontramos en este momento perfecto. Después, tuvimos que pasar un montón de obstáculos.
–¿Qué te ayudó a salir adelante después del retiro?
–En cuanto me retiré, la terapia, junto con la contención de mi familia y mis amigas, fueron mi salvavidas. Mis ex parejas también me acompañaron. Obviamente, fue para ese momento, después se cortó todo tipo de vínculo, aunque habíamos vivido muchas cosas juntos. La terapia me dio mucho conocimiento de mí misma. Por más que en muchos momentos no me gustaba lo que encontraba, pude entender los porqués de mi vida. Creo que no hubiese podido estar bien sin la terapia. Pasé por distintos métodos en mi vida, todos me ayudaron, mientras estaba jugando y después del retiro. Hoy no hago porque siento que no la necesito. A mí me sirve de manera momentánea. Muchas veces necesitás a esa persona que sea el malo de la película y te esté preguntando un montón de cosas que, quizás, otra gente no te cuestiona.
–Volviendo a tu relación de pareja, son bastante reservados. ¿Hay algún motivo?
–Yo nunca fui de mostrar mucho mis relaciones; los dos somos muy parecidos en ese sentido. No es que publicamos mucho en las redes juntos o posamos en las revistas, por más que nos estén pidiendo constantemente. Los dos somos bastante independientes, tenemos nuestras cosas por separado y no nos gusta exponernos.
–¿Cómo tomaste la decisión de dejar Buenos Aires para instalarte en Santiago?
–Yo creo que fue una prueba para mí misma. También, empujada mucho por mi psicólogo, que escuchaba todo lo que yo hablaba de Fernando. Me dijo: "Lucha, alguna vez te la tenés que jugar". Preferí no pensarlo mucho. Yo estaba enamorada de Fernando y me tocaba decidir si mudarme o tener una relación a distancia. En particular, siento que esos vínculos duran un tiempo nada más. Me la jugué toda: agarré mi valija, mis dos caniches, y me fui. Fue así. De hecho, mi familia y mis amigas se enteraron unos días antes de que me fuera. El departamento de Buenos Aires lo dejé medio revoltoso. Volví al mes para hacer la mudanza y empezar algo nuevo.
–¿Se barajó la opción de que Fernando se instalara en Argentina?
–En ese momento, él ya se había retirado hacía como cinco años. Tenía muchas cosas armadas que, de hecho, las tiene: escuelas de tenis, trabajo en radio y además le encanta la hípica, que lo ayudo un montón y encontró en ese lugar el mismo compromiso que tenía con el tenis. Con mi ida a Chile, él también me convenció. Me dijo que estar en Santiago no significaba que nos íbamos a quedar ahí todo el tiempo; y es verdad. Viajamos mucho y usamos nuestra casa en Santiago como base. Cada dos meses voy a Rosario o Buenos Aires. Mi casa está en Chile porque mis caniches, Starsky y Hutch, viven ahí, pero viajo un montón.
–¿Cómo te recibieron los chilenos? ¿Te reconocen?
–Salvo por los argentinos que están dando vueltas por Santiago, yo paso muy desapercibida. El hockey no es tan power como en Argentina. Recién ahora está empezando a resurgir un poquito. Por ahí, algún chileno que sabe que soy la novia de Fernando me reconoce, pero la prensa es muy respetuosa. Me sorprende. Si entramos en algún lugar y Fer no quiere fotos, no te la roban. Mismo la televisión, es raro ver acosos a personalidades.
–¿Qué piensa tu familia de que te hayas ido del país?
–Siempre fui muy apegada y de estar en contacto permanente con mi familia, pero desde los 17 estoy viajando y a los 20 me fui a vivir a Buenos Aires. De todos, soy la más loca, la aventurera… No vieron nada extraño en que me fuera a Chile. Para ellos, es parte de mi locura y no lo ven como algo malo porque están muy contentos con él, encuentran a una persona extraordinaria que compatibiliza conmigo.
–El año pasado fuiste tía otra vez. ¿Cómo recibiste al primer hijo de tu hermana Cintia?
–Estamos todos enamorados de Simón, que nació antes de término, con casi siete meses. La verdad es que no hablamos mucho del tema, pero estuvo varios meses complicado, en terapia intensiva, entubado. Además, nació con una hipertensión pulmonar, que eso le complicó el corazón. La verdad no la pasamos nada bien, porque salió de terapia intensiva y al mes volvió a entrar. Pero hoy ya está bien, va a cumplir nueve meses.
–¿Y a vos, te gustaría tener hijos?
–Sí, es un deseo que tenemos con Fernando. Pero que se dé cuando tenga que ser, no hay ningún apuro. Estamos los dos tranquilos, disfrutándonos. Te voy a ser sincera, los dos somos bastante ansiosos y locos. Yo me fui a Chile a los tres meses de conocernos y, a menos de un año, estábamos hablando de formar una familia. Entonces, en ese sentido, vamos para adelante. El sueño de convertirnos en padres está, lo sentimos los dos en nuestro corazón. Cuando suceda, vamos a estar encantados. La verdad es que, ahora, no estamos en la búsqueda. Cuando lo planeemos, esperamos que se dé. Nos encantaría, pero tampoco nos quita el sueño.
–En una de tus últimas entrevistas con ¡Hola!, aún estabas soltera, y dijiste que no descartabas la idea de congelar óvulos. ¿Lo hiciste?
–Me parece algo extraordinario, pero no llegué a hacerlo porque al toque me puse en pareja. Tengo amigas que lo hicieron y yo lo estoy pensando. Lo hablo mucho con mis compañeras de Selección, les digo que si van a seguir jugando, es una herramienta importantísima para la deportista mujer. En Europa, por ejemplo, se puso de moda regalarlo para el cumpleaños de 21. Es que son los mejores años de la mujer en cuanto a la fertilidad. Aparte, te quedás tranquila, sabés que están ahí por cualquier cosa. De congelar óvulos, tenés que hacerlo lo más joven posible. Yo estoy muy a favor, veo mucho el tema de la fertilidad en el caso de las deportistas de alto rendimiento. En mi caso, terminé de jugar a los 37, ¡es un montón! Si yo hubiese tenido esta posibilidad cuando estaba jugando, lo hubiese hecho. Aparte, como soy yo, sabía que iba a jugar hasta que pudiera. Hoy, lo recomiendo. Y si cuando me ponga a buscar tuviera que recurrir a otras alternativas, ¡lo haré!.
Agradecimientos: Natalia Antolín, Santesteban, Luna Garzón, Bla Concept y Zaf
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