Vive entre Recoleta, el DF mexicano y Acapulco, donde padeció los efectos del huracán Otis; en diálogo con LA NACION, reconoce que se reprograma espiritualmente y que no siente empatía con las modelos de su época; “Hay que ser menos envidioso y hacer el bien”, pide
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Para la charla elige La Biela, el histórico café de Recoleta que recibe a los parroquianos con las esculturas a escala real de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares acodados en una mesa. Lucía Miranda es habitué. Vive a pocos metros, en ese barrio que bien podría ser un rincón parisino. La exmodelo y conductora de televisión llega con un outfit impecable, aunque la producción de fotos que acompaña esta entrevista fue realizada algunos días antes.
Pide un café pequeño y se dispone a la charla con muchas ganas de repasar su vida, recordar el trabajo junto a celebridades como Thalía y Verónica Castro, ahondar en algunos dolores muy profundos y aclarar varias cuestiones en torno a ese amigo ilustre llamado Luis Miguel, que el destino cruzó en su camino.
De entrada, dice que descree de la vejez anticipada y un profundo trabajo interior la lleva a desterrar egos y orgullos. “Hay que ser menos envidioso y hacer el bien, sin juzgar al otro, es un trabajo diario”, sostiene esta mujer que mantiene la misma caballera lacia de siempre. Un sello.
-En tus redes sociales referís a un taller llamado “Livin´ la vida cuántica”. ¿Qué implica esa actividad?
-Lo que hago, desde hace años, es un curso de milagros buscando esa paz interior.
-¿Con quién lo tomás?
-Con un facilitador mexicano, nos reunimos todas las semanas. Trabajamos mucho sobre el ego, cómo bajarlo, contrarrestar ciertos defectos de nuestro trabajo tan expuesto. En definitiva, todos tenemos que lograr la paz interior para estar y actuar bien. Es la ley de la causa y efecto, no hagas daño porque te vuelve, y te vuelve en esta vida.
Lucía Miranda debutó en televisión gracias a una convocatoria de Jean Cartier, responsable del recordado ciclo El arte de la elegancia. Luego, fue la columnista de moda del programa Cordialmente, conducido por Juan Carlos Mareco, “una experiencia increíble”. En ese tiempo, también participaba de los espacios que el peluquero Roberto Giordano tenía en Argentina Televisora Color. Antes, había dejado la carrera de abogacía, claustro donde había conocido a su primer esposo.
Implacable
-En nuestro país, la crítica de moda vive un momento de mayor injerencia, algo así como una salida de nicho. ¿Qué análisis haces al respecto?
-En Argentina cualquiera hace crítica de moda, pero sin autoridad para hacerlo ya que hay muy poca gente que sabe del tema, que entiende de imagen, protocolo, de cómo estudiar una morfología y cómo adecuar a cada silueta qué le queda bien o no. Además, hay que investigar mucho, saber sobre épocas históricas.
-¿Eso no sucede con los estilistas locales?
-Acá hay mucha agresión por el solo hecho de tener fama. Se hacen los incisivos, hablan mal de la gente buscando repercusión. No es mi estilo.
-¿Qué te parece un ciclo como La jaula de la moda?
-A veces me invitan, pero no me gusta el chiste que ellos hacen. Están en el aire desde hace mucho, marcan una tendencia, pero no es lo que me gusta hacer. En la televisión actual todo es chismes, desde la mañana hasta la tarde.
-Vos fuiste parte de El run run del espectáculo en Crónica TV.
-Sí, estuve ahí.
-¿Te sentiste cómoda?
-No soy muy incisiva ni agresiva, pero me gustó, fue algo diferente a lo que yo había hecho. Lo pasé bien, aunque me fui. A mí no me gusta hablar mal de la gente.
-Tu generación de modelos, ¿era muy diferente a la actual?
-En mí época, en los ochenta, todo era distinto.
-¿Por qué?
-En aquel tiempo, me había convocado Gerardo Sofovich para hacer la película Expertos en pinchazos, con Jorge Porcel, Alberto Olmedo y Moria Casán. La hice, pero no repetí la experiencia, porque no estaba bien visto que una modelo de alta costura se involucrara en ese mundo, mostrándose con poca ropa, de manera atrevida. Me gustó actuar, pero no seguí.
-¿Cómo definirías a las mannequins de tu tiempo?
-Teníamos mucha personalidad. Nos llamaban por nuestro nombre, ahora no sabés quién es quién. Había otro modo de desfilar, no pasaba por la belleza, sino por tener una gran personalidad.
-¿Padeciste el mandato del físico perfecto y la delgadez que se manejaba en los ochenta?
-No, siempre fui muy flaca, de niña era esquelética. Jamás hice gimnasia, era mi ADN. Ahora siento que las medidas son muy pequeñas y sé que hay chicas que hacen muchos sacrificios para poder entrar en esa talla y ser elegidas. Es un tema grave, las enfermedades de la alimentación están muy presentes. Por suerte, de a poco, todo comenzó a cambiar, hay más inclusión y los grandes diseñadores, como Carolina Herrera o Chanel, apuestan a modelos más gorditas, ya que la mujer, cuando ve un desfile, se tiene que sentir identificada, así que me parece muy bien.
-Ustedes eran modelos de mujeres inalcanzables.
-No lo sé, por mis rasgos marcados me decían “Sofía”, por la Loren. Aparentaba una personalidad muy fuerte, de alguien que ponía distancia, pero soy todo lo contrario. Soy muy sensible y cercana. Quizás uno se pone corazas para transitar la profesión.
A diferencia de algunas colegas, Lucía Miranda mantiene intacta sus facciones. La misma de siempre. “No pienso decirte la edad”, arremete antes de que llegue la consulta indiscreta que, por supuesto, no estaba en agenda. Hay algo de atemporalidad en ella. “El paso del tiempo lo vivo con normalidad, me siento mucho más chica de lo que soy”, señala.
-¿Demasiados cuidados?
-Los lógicos. Soy sana, hago un poco de ejercicio -no demasiado-, no tomo alcohol, soy vegetariana desde hace treinta años y practico meditación, ya que soy bastante espiritual. No lucho contra el tiempo, lo acompaño. Creo que todo eso se nota en la persona, hay que estar bien con uno mismo.
Busca volver a la televisión. Tiene un proyecto en carpeta del que no quiere adelantar mucho, aunque “tendrá que ver con el mundo de la moda”.
-¿Tenés amigas en el medio?
-Es un ambiente de mucha envidia y, en mi caso, estuve muchos años ausente de mi país, lo cual me llevó a alejarme.
-¿Sos amigas de exmodelos de tu generación como Evelyn Scheidl o Teresa Calandra?
-Somos conocidas, pero no somos amigas…
El gran dolor
Luego de un matrimonio de juventud ya disuelto, Lucía Miranda conoció a Hugo López, su segunda pareja cuando viajó con Roberto Giordano a México para cubrir el Mundial de Fútbol de 1986. “Ahí empieza el romance, tres años después nos casamos”. La pareja fue muy unida hasta que, en 1993, López falleció. En ese entonces, el esposo de Lucía Miranda era el manager de Luis Miguel, siendo la persona que jugó un papel clave en la carrera del artista y con la que el astro lanzó su primer disco, Romance.
“Fue muy difícil todo lo que sucedió, porque cuando Hugo enfermó no quiso contárselo a nadie. Ni a su mamá ni a Luis Miguel”, rememora. A pesar de lo doloroso del relato, esta mujer -nacida en el barrio porteño de Villa Devoto- busca no quebrarse, aún cuando aquella fue una experiencia extrema que transitó casi sin la presencia de sus seres queridos.
“A pesar que él no quería contarle nada a nadie, yo hablaba con su madre y le insinuaba que tenía que volar a México, pero no le podía decirle que su hijo estaba enfermo, me lo había prohibido. Cuando Hugo murió, la mamá me reclamó mi silencio, pero yo le dije que debía respetar la decisión de su hijo. Lo que sucedía era que la señora era mayor y Hugo no quería darle un disgusto”.
-¿Finalmente le comunicaron lo que sucedía?
-Ella voló a México una semana antes de la muerte de su hijo.
A pesar del pedido de silencio y discreción, la modelo le contó lo sucedido a su hermana y a su cuñado, quienes llegaron al DF, pero no establecieron contacto con Hugo López, buscando preservar su calma. “Lo peor fue cuando lo visitó Luis Miguel, dos días antes de que Hugo falleciera. Por supuesto, ya le había contado todo”.
-¿Cómo fue ese encuentro?
-Hugo le decía: “No sabés todo lo que vamos a hacer, vas a grabar tal disco y tal otro”. A Luis Miguel se le caían las lágrimas. No puedo recordar eso sin emocionarme. Fue terrible, cuando salió de la habitación, golpeaba las paredes por la impotencia que le generaba lo que sucedía.
-¿Luis Miguel sabía que Hugo iba a morir?
-Sí, se lo dije yo cuando lo visitó en la clínica.
El manager pasó quince días internado, luego de siete meses de luchar contra una dura enfermedad: “Era un tipo brillante. Cuando visitamos a un especialista en Houston, le preguntó cuánto le quedaba de vida y el médico le respondió con crudeza que le restaba un año. Fue menos, sobrevivió siete meses”. Como una paradoja del destino, Hugo López siempre había afirmado que moriría joven, algo que irritaba a su esposa: “Lo que uno dice, se cumple, por eso yo digo que voy a morirme muy viejita y con la cara estirada”.
Intimidades
-¿Cómo ha sido tu vínculo con Luis Miguel?
-Excelente. Cuando lo conocí, era un chico muy tímido, lo sigue siendo. A veces, se dice que es una persona antipática, pero no lo es. Quizás da esa sensación por su enorme timidez. Su primera casa estaba ubicada en Las Brisas, muy cerquita de la mía y cada vez que nos visitaba, si había invitados, entraba agachando la cabeza, muerto de vergüenza por tener que saludar a nuestros amigos. Siempre ha sido muy introvertido, esa es una de las razones por las que nunca da entrevistas.
-¿Cómo fue que comienza a trabajar con quien era tu marido?
-Se unieron dos talentos. Cuando Luis Miguel era chico, lo manejaba Luisito Rey, su papá; pero Hugo le vendía los shows. Me acuerdo que siempre le decía: “Cuando sea grande, vas a ser mi manager”. Cuando cumplió los 18 años, cumplió y lo llamó.
-¿Vivía el padre de Luis Miguel?
-Sí, claro.
-No le habrá caído nada bien la decisión de su hijo.
-Una vez, el padre llamó a casa, lo atendí yo y se lo pasé a Hugo. Lo amenazó. Escuché que mi marido dijo: “No me amenaces, porque no tengo miedo. Fue una decisión de tu hijo de la que no tengo nada que ver”. Al principio, para no tener problemas, Hugo le dijo a Luis Miguel que todo lo administrativo lo continuaría manejando su padre y que él se encargaría de lo artístico. Empezaron a trabajar así pero, en determinado momento, no aparecía el dinero, hasta que averiguaron y se dieron cuenta que (Luis Miguel) no tenía nada. Ahí, Hugo le dijo: “No te preocupes, vamos a comenzar de cero y vas a ver todo lo que vamos a hacer”. Ahí es cuando grabaron el primer Romance con Armando Manzanero.
-Actualmente, ¿tenés trato con Luis Miguel?
-Sí, cada tanto hablamos por teléfono, siempre me invita a sus shows y me tira la rosa blanca.
-¿Cómo se encuentra?
-Está muy feliz, enamorado de Paloma Cuevas, una chica española hermosa con mucha clase. Me parece que esta relación le está haciendo mucho bien, adelgazó y está divino.
-¿Quién es ella?
-Era su comadre, la madrina de uno de sus hijos, y, ya estando separada de su marido, le hizo muy bien a Luis Miguel.
-Se lo vio muy bien en sus recientes conciertos en Buenos Aires.
-Tiene la voz mejor que nunca.
-Dicen que hay un doble dando vueltas.
-Es tan gracioso cuando dicen eso, no hay ni hubo dobles, todo eso es mentira.
-Así que está muy enamorado.
-Muy contento. Lo que pasa es que siempre salió con chicas que podía manejar, pero esta mujer está muy plantada, lo conoce muy bien. Incluso, se reencontró con su hija y hasta fue al casamiento.
-¿Cómo es eso?
-Michelle es la hija que Luis Miguel tuvo fruto de una relación de muy joven con Stephanie Salas. Los dos eran muy jovencitos. La abuela de ella es Silvia Pinal, pero, cuando nació la beba, a ellos no les importó. Cuando la chica fue más grande quiso conocer a su papá. Primero hubo problemas, pero todo pasó.
-Luis Miguel, ¿tiene vínculo con su familia?
-Se dice que no se habla con sus hermanos, pero no es así.
-Se habla mucho sobre él, permanentemente.
-Acá se han hecho más de cuarenta programas sobre el tema. Incluso, mi querido amigo Luis Ventura dice que su mamá vive, pero no es así.
-Se dijo que la madre de Luis Miguel es una mujer indigente que vive en Argentina.
-No es así, su madre falleció. Esa señora es Honorina Montes, tiene su pasaporte y sus huellas digitales, hoy está internada en el hospital Moyano.
-¿Dónde estaría enterrada Marcela Basteri, la madre de Luis Miguel?
-Sólo lo sabe él. No hablo de ese tema, es muy delicado, pero sí desmiento lo que se dice en televisión. Luis Miguel es una gran persona, pero la prensa es muy agresiva con él, por eso no contesta lo que se dice. Todos se enojan y él sigue su camino.
-¿Cómo están los otros hijos de él?
-Muy bien, su madre es Aracely Arámbula. Él se ocupa de todos los pagos que corresponden, lo sé porque tenemos el mismo abogado.
La exmodelo se esmera en pintar un panorama idílico en torno a la vida del músico. No hay por qué no creerle, aunque es difícil pensar que todo es armonía en la intimidad de la estrella.
Caprichos de divas
-¿Cómo siguió tu vida luego de haber muerto tu esposo?
-En la época en la que enviudé, trabajaba en Televisa y su fundador, Emilio Azcárraga, quien era socio de mi marido, me preguntó qué camino iba a tomar. “¿Volverá a Argentina? Porque yo la quiero en mi empresa”, me dijo.
En aquel tiempo Lucía Miranda conducía un programa de modas en ese emporio de la televisión latina. La propuesta de Azcárraga implicaba que se hiciera cargo del área de imagen y vestuario de la compañía. “A los dos meses estaba como directora de ese sector de Televisa, manejando a casi quinientas personas, entre los que se encontraban los sastres y las costureras. Hacíamos cinco producciones por día”, señala.
-¿Ya te habías despedido del modelaje?
-Sí, en 1989 mi último desfile en Argentina había sido para Gino Bogani, por eso me dio mucha alegría el premio que recibió en el Martín Fierro de la Moda, donde se pudo ver una fotografía de aquella que fue mi última pasada sobre una pasarela.
-¿Con qué celebridades trabajaste en Televisa?
-Me tocó vestir a Thalía y a Verónica Castro, entre muchas figuras.
-Imagino que debe ser complejo vestir a nombres de esa talla.
-Thalía es una mujer muy simple, que escucha. En aquella época, era muy jovencita y se dejaba asesorar, me consultaba permanentemente, una chica encantadora.
-¿Opinás lo mismo de Verónica Castro?
-No, tuve problemas con ella, es muy difícil de vestir, siempre la asesoraba su hermana. Me acuerdo que le tocó hacer una novela de época, que transcurría en los años veinte, pero ella quería ponerse lycra y ropa ajustada que le traía su hermana de Los Ángeles, pero no tenía nada que ver con lo que planteaba la historia. Era muy difícil, no se dejaba asesorar, una pena.
Miranda también asesoró a la cantante Daniela Romo, a la cantante y presentadora Yuri y a la conductora Rebecca de Alba.
Nueva oportunidad
Luego de la muerte de Hugo López pasó un tiempo hasta que Lucía Miranda se volvió a enamorar. “Me casé con Diego de la Torre, un tenista y campeón de pádel muy importante”. El profesional, nacido en Argentina, acaba de producir un evento de pádel en el DF mexicano para más de 17.000 espectadores. “Es un apasionado de eso. Además, es el fabricante de las famosas canchas de vidrio”.
-¿Dónde se conocieron?
-En Argentina.
El pádel los unió, ya que Lucía era amiga del actor Saúl Lisazo, radicado en México desde hace años, quien la invitó a jugar al pádel con una segunda intención ya que le presentó a su amigo Diego de la Torre. Logró el cometido. Rápidamente se produjo el flechazo.
En poco tiempo la pareja se casó y fueron padres de Luna, una eximia artista plástica de 24 años. “No le importa nada la ropa, viste de negro, es mi antítesis”. Si bien Luna vive en Buenos Aires, el matrimonio alterna entre Argentina y la residencial zona de Polanco en el DF de México, debido a los compromisos en el país azteca. Además, no son pocas las escapadas a la residencia que la familia posee en Acapulco, frente a la bahía, y que fue seriamente dañada ante el paso del huracán Otis, en octubre de este año. “Se me destruyeron todos los vidrios de la casa, la estamos arreglando”.
-La muerte de Hugo López, ¿fue lo más duro que te tocó atravesar?
-Sí, me tocó estar sola en todo ese trance. Con mis padres fue distinto, es parte del proceso natural que nos va a tocar a todos.
-Dijiste que querés ser longeva.
-Sí, hay que programarse para eso, lo voy a lograr.
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