Lucía Galán y Pablo Alarcón, separados: el final de una historia de amor de bajo perfil
Por ahora ellos prefieren el silencio y acaso ese silencio sean los puntos suspensivos para una reconciliación. Los presentó la cantante Manuela Bravo. Ella tenía una dificultad en un brazo, producto de un pequeño accidente isquémico, pero no le impidió disfrutar de aquella cena junto a quien sería su pareja en los siguientes catorce años. El caballero se ofreció a cortarle la comida, debido al impedimento de la dama. La galantería resultó. Esa cena selló el comienzo de una relación extensa por la que pocos apostaban. Lucía Galán y Pablo Alarcón se separaron en el inicio de la cuarentena, aunque fueron protagonistas de una historia que poco tuvo que ver con los desencuentros que ella entona junto a su hermano. Constituyeron una pareja armónica que tuvo sus idas y vueltas. El "olvida mi nombre, mi cara, mi casa y pega la vuelta", no corrió, ni corre, con ellos. Aquel himno de Pimpinela nada tiene que ver con la idiosincrasia de este amor marcado por un ADN de perfil bajo y discretos distanciamientos. ¿Será éste el definitivo?
Atreverse
Los dos tenían una vida transitada, no se trataba de un nuevo amor adolescente. Alarcón había sido pareja de Mónica Jouvet, aquella bella actriz fallecida, en 1981, luego de la agonía producida por un accidente automovilístico. Después fruto de su amor con Claribel Medina tuvo dos hijas: Antonella y María Agostina. La unión entre el actor y la actriz nacida en Puerto Rico terminó en 1995 y desde entonces no se le conoció ninguna pareja estable hasta que Lucía Galán llegó a su vida.
En tanto, ella, de jovencita, tuvo un breve affaire con Diego Armando Maradona. Luego, en 1997 se casó con el empresario Alberto Hasán, con quien tuvo a su única hija, Rocío. Cuando estaba separándose de él, Ricardo Biasotti -que luego fue el padre de Anna Chiara, la hija de Andrea del Boca- intentó seducirla. Sin embargo, Lucía prefirió no meterse en problemas dado que su separación estaba en pleno proceso de concretarse. Biasotti siguió su camino y se vinculó, muy brevemente, con Andrea del Boca. Esta situación enemistó a Lucía y Andrea, quienes, además de amigas eran vecinas en el mismo edificio de Belgrano, a metros de la avenida Luis María Campos. Lucía jamás se involucró en escándalos, la discreción siempre fue lo suyo y si tuvo que dar un paso al costado para evitar un conflicto, así lo hizo.
En 2006 se produjo el encuentro entre Lucía y Pablo. Se conocían de vista y poco más. Tenían carreras que no se vinculaban. Sin embargo, la magia sucedió. Se atrevieron. Manuela Bravo, que es una de las casamenteras más famosas del ambiente artístico, acaso podría emular a Dolly, el último personaje que Lucía interpreto magistralmente en el Opera porteño. Aquella primera cena, propiciada por Bravo, aconteció en una parrilla. Lucía no estaba tan segura de querer conocer a alguien. La rehabilitación del accidente isquémico que le inmovilizó transitoriamente el brazo era, para ella, una traba. No se veía seductora. Tampoco le interesaba. Sin embargo, a Pablo le gustaba desde hacía tiempo, sabía que podía darse. Acaso compartían el historial de una vida bien vivida, la experiencia como padres y algunas parejas en el camino que dejaron la huella del aprendizaje. Al día siguiente de esa cena, la cantante partió de viaje con su hermano Joaquín, dado que tenían por delante algunas presentaciones de Pimpinela. Cuando regresó de aquella gira, ella decidió no dejar pasar la posibilidad del nuevo amor. El nuevo encuentro fue sin testigos y funcionó.
¿Extraña pareja?
No son pocos los que auguraban poca vida al vínculo. Sin embargo, 14 años de relación desmintieron a los agoreros. La pareja se consolidó y funcionó de maravillas como una verdadera familia ensamblada. Las hijas de él rápidamente entablaron buen vínculo con la descendiente de Lucía. Con los años, compartieron momentos, complicidades y una activa comunicación a través de los mensajes de una y otra parte. Lucía y Pablo agradecían esa buena relación que allanaba el camino para que la pareja pudiese crecer.
Vivieron siempre en casas separadas. Acaso el gran secreto de la permanencia. Las constantes giras de Pimpinela y las temporadas de teatro de él hacían que cada uno manejase tiempos muy diversos. Con todo, fueron muchos los viajes compartidos, las noches donde uno visitó al otro en su casa y las salidas en familia. "Me llevo muy bien con Claribel", confesó Lucía cuando le consultaron sobre el vínculo con la ex de su pareja. "Ni yo tengo las llaves de su casa ni ella las de la mía", reconoció el actor en pleno idilio. Así se manejaron. Independientes, pero unidos.
Él no dudaba en acompañarla en sus proyectos. Lucía siempre estuvo presente en cada debut de Pablo y cuando al actor le tocó trabajar lejos de Buenos Aires, su pareja se las ingenió para estar cerca. Así sucedía en las temporadas de verano donde Alarcón protagonizaba en Villa Carlos Paz o en Mar del Plata. Tiempos en los que Lucía podía ausentarse varias semanas si el tour de Pimpinela era de carácter internacional.
En un par de ocasiones la pareja se distanció sin que mediara ningún tipo de escándalo ni terceros en discordia y ahora habría sucedido de igual modo. Esta ruptura, que suena como definitiva, está relacionada con el desgaste de un vínculo al que tanto Lucía como Pablo trataron de fortalecer para que no naufragase. No pudo ser. Este verano, los rumores sobre el distanciamiento comenzaron a sonar con insistencia. Para los Galán, además, la muerte de María Engracia, su madre, fue un cimbronazo que aún no terminan de asimilar. Demasiado en poco tiempo. Emociones extremas que, seguramente, fueron minando el ánimo de Lucía. Y el inicio de la pandemia habría acelerado la ruptura. No fueron buenos tiempos para Lucía, quien junto a su hermano Joaquín, debió resolver la situación de los niños que viven en el Hogar Pimpinela de Vicente López ante los riesgos del Covid en esa comunidad cerrada. Los menores fueron a vivir con familias que los están conteniendo.
Si el vínculo entre Lucía y Pablo venía algo resquebrajado, el distanciamiento, como consecuencia de la cuarentena, habría terminado por socavar la relación. Ambos, por edad y antecedentes de salud, integran grupos de riesgo, razón por la cual decidieron que lo mejor era atravesar por separado este momento tan particular de la humanidad. Lo que no contemplaron es que esa distancia terminaría por profundizar la crisis del vínculo.
De perfil bajo, ambos son muy queridos entre sus colegas. No son de los que buscan sacar tajada con el escándalo. Llevaron su pareja con normalidad, sin ocultarse, pero sin ostentar. De igual modo, atraviesan esta ruptura que suena más definitiva que otras veces, aunque nunca se sabe.
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