Lucho Avilés: a un año de la muerte del más indiscreto, sus colegas lo recuerdan
Se autoproclamó el pionero del periodismo de espectáculos, y todos estuvieron de acuerdo. Lucho Avilés disfrutaba que se refirieran a él de esa manera, porque después de todo, fue quien colocó a los programas de chimentos en un lugar destacado de la televisión. Amado por muchos y temido por algunos, el periodista logró meterse en la casa de la gente a través de la pantalla y, quienes lo conocieron, lo recuerdan como a un maestro y una buena persona, como alguien amiguero y generoso aunque también un poco cabrón.
Avilés murió hace un año, el 8 de junio del 2019, a los 81 años, luego de un infarto masivo, mientras almorzaba con un grupo de amigos en la Asociación Argentina de Caza y Conservacionismo, en Belgrano. Tres semanas antes, se había roto dos costillas y se estaba recuperando. "Se me fracturaron dos costillas, las séptima y octava del lado izquierdo, y están soldándose. Estaba con unos amigos, con quienes nos reunimos miércoles de por medio a cenar y jugar al truco. Fui al baño y resbalé en las escaleras. Me socorrieron ellos; tuve suerte de no romperme la cabeza", contó en una de sus últimas entrevistas.
María del Carmen Festa, su mujer de toda la vida y madre de su único hijo Álvaro, lo había apodado "Highlander" porque a lo largo de su vida Lucho superó accidentes, enfermedades y más de 30 operaciones. "Me pasó de todo. Me partí el hígado en un accidente, me operaron del pulmón porque apareció un tumor, que felizmente era benigno. Me operaron de la vesícula y dos veces del intestino, por divertículos. Me sacaron todo el sigmoide de una parte del recto, tuve un infarto de epiplón, que es un faldón de grasa que tiene el intestino. Me reconstruyeron el pie, que me deshice en un accidente. ¡Ah! Y me operaron del apéndice cuando era joven. Y tengo una cirugía en la cara, porque tuve un accidente casero", enumeraba cuando le preguntaban sobre su salud.
Fue hombre de un solo gran amor, aunque alguna vez contó que tuvo una breve relación con la actriz Inés Moreno. "Nunca en mi vida tuve absolutamente nada que ver con una mujer que haya trabajado conmigo. Con la única mujer con la que tuve algo que ver y que trabajaba conmigo, fue con María del Carmen, cuando tenía la agencia de publicidad. Tuve un romance con la jefa de contaduría de la agencia, me casé con ella y tenemos un hijo", contó. Se conocieron en el ’74, y se casaron diez años después.
El trabajo, su gran pasión
Lucho Avilés nació el 30 de abril de 1938 en Montevideo, Uruguay, y su verdadero nombre era Luis César Avilés Volante. Se mudó a Buenos Aires siendo muy joven y empezó a trabajar en el Diario Crónica, en el ‘65. Unos años después debutó en la pantalla chica, en el viejo Canal 2 de La Plata, con Feminísima. Fue el creador de Indiscreciones, programa de espectáculos y chimentos que llegó a tener 30 puntos de rating, en los ’90. Hizo otros ciclos del mismo estilo y también condujo un prestigioso programa de entrevistas: El pueblo quiere saber, de la mano de Pinky.
Estaba retirado desde hacía unos años, porque había decidido despedirse de la televisión con el programa Convicciones, para dedicarse a escribir y a disfrutar de la vida. Y solía quejarse: "Ya no hay programas de espectáculos. Son programas de polémicas, de controversias entre vedetongas, de hacer pelear al que está en el piso con el que está en el móvil. Pero no veo que vayan a ver espectáculos de teatro, o que entrevisten a Virginia Lago, por ejemplo". El pionero tenía sus límites a la hora de develar secretos faranduleros: "Nunca voy a deshacer un hogar o afectar a menores de edad. Tampoco soy de tener escándalos o polémicas públicas: si disiento con alguien, es en una mesa".
Si bien todos lo apreciaban tuvo algunos enemigos, entre ellos Jorge Rial, que dio sus primeros pasos de la mano de Lucho. También tuvo enfrentamientos con Gerardo Sofovich, Gustavo Yankelevich, Jorge Jacobson, con quién se peleó a las trompadas frente a cámaras, y tuvo un juicio con Andrea del Boca, en los '90. Cuando le preguntaban si volvería a la televisión, contestaba: "Comunicate con Gustavo Yankelevich y decile que no me prohíba más. Me prohíbe en los canales a los que puedo tener acceso: me lo confesó una conductora muy importante de América. Él tiene mucha influencia". Nunca se reconciliaron. "Gané todos los juicios penales que me hicieron: tuve 20. Y civiles gané la mitad y perdí la mitad. Pero fueron fallos injustos", se jactaba.
"Tengo muchos más amigos que enemigos. A los famosos les cae peor que comentes una obra de teatro en la que actúan y digas 'qué mal que está', a que cuentes una indiscreción. Es una profesión que va indisolublemente ligada a la vanidad. No hay nadie que aguante que le digas 'realmente, estás muy mal'", le confesaba hace unos años a LA NACION.
Se dice de él
Además de su familia y sus amigos, su trabajo era su gran pasión y muchos de sus colegas lo recuerdan con cariño. "Tengo un gran recuerdo de Lucho", rememora Daniel Gómez Rinaldi. "En septiembre del ‘97 me convocó como productor y a los pocos días también me convertí en notero. Era muy estricto con la puntualidad. Siempre decía: 'No es un trabajo full time. ¡Es full life!'. Es decir que había que estar atento todo el día. Fui productor durante mucho tiempo y, en cierta manera, era el que se llevaba la primera cachetada si algo de lo que teníamos no le gustaba. Pero aprendí mucho y me quedo con lo mejor de Lucho, y con lo estricto que era porque también yo lo soy. Fue y es el pionero. Con él tuve la primicia del 'cenicerazo' de Susana, que en realidad fue una caja de madera la que le revoleó a Huberto Roviralta".
Pilar Smith también dio sus primeros pasos en televisión de su mano. "Fue como un padre para mí. Se enojaba y a los cinco minutos nos estábamos riendo. Me enseñó mucho y además me contaba miles de anécdotas del espectáculo de los ‘70 y ‘80. A veces salíamos a cenar con nuestras familias o íbamos a su casa a comer asados. Recuerdo que cuando me fui de su programa para sumarme al noticiero de Telefe, hizo una gran cena en su casa para despedirme. Le hice la última nota para CNN Radio: fue el día del periodista del año pasado, hablamos mucho, hicimos balances. Parecía una despedida y de alguna manera lo fue, porque a las horas se murió. Lo recordaré siempre con mucho cariño. Un gran profesional y mejor persona", asegura la periodista.
Otra de las figuras que convivió durante años en pantalla con Avilés fue Alejandra Pradón, encargada de darle un toque especial a las tardes de Indiscreciones. "Un día me llamó su productora, fui a la oficina, me dijo que firmara el contrato y que la gente iba a saber quién era Alejandra Pradón. Yo venía de recorrer el mundo bailando con la Rumba Flamenca y nunca me había interesado la tele, pero la propuesta era muy interesante y pagaba re bien. Era muy profesional, prolijo, perfecto, y había que llegar puntual. Me enseñó mucho y respetaba el trabajo de todos, cosa que le agradecí siempre", indica la exvedette. "Fue el pionero y los que hoy están en la tele le deben todo a Lucho. Fue como un segundo papá, muy respetuoso".
"Tres meses antes de morir, en diciembre, nos reunimos todos en El Corralón y fue muy emocionante: Lucho estaba feliz y conmovido", sigue Pradón. "Era un sol de persona. Fue el número uno y nos dio a todos un empuje. Era un tipo muy culto, que leía mucho, muy respetable. Sabía lo que decía y cómo lo decía: un profesor de la tele. Hasta el día de hoy lo siguen imitando", se emociona. "Cuando estuve mal, me ofreció ir a vivir a su casa. No tengo manera de explicar quién fue Lucho para mí y cuando me fui del programa supo que lo hice porque había tomado vuelo: me dijo que no esperaba que me quedara siempre con él a pesar del alto rating que tenía. No tengo más que gratitud".
Augusto Tartufoli, que trabajó con Avilés en Revista Pronto primero, y luego en televisión, en Indomables, lo conoció muy bien. "En el mundo del espectáculo era amado y odiado. Después de un enfrentamiento que tuvo con Yankelevich, puso en su programa a un mozo que se parecía a Gustavo, y él lo llamaba Gustavo. ¡Y el tipo le servía el café todos los días!", recuerda. "Era millonario: había sido gerente comercial del diario Crónica que en ese entonces vendía muchísimo, y además ganaba muy bien en la tele. Era muy vivo para hacer negocios. En cada departamento que vivía, a la larga terminaba siendo presidente del consorcio y se peleaba con el barrendero, con el electricista, con todos", asegura.
El periodista continúa con su recuerdo como intentando mostrar el lado menos conocido de Avilés: "Todos los miércoles hacíamos reuniones en sus oficinas de la calle Paraguay: ponía una botella de whisky y hasta que no se terminaba no nos íbamos a cenar. Al día siguiente él estaba impecable en la tele y nosotros llegábamos destruidos a la redacción. Era un tipo de una cultura general impresionante, leía mucho, sabía de historia, de arte y eso hacía más interesante cualquier velada. Le gustaba armar polémica y corría a uno con una cosa y a otro con otra. Un tipo muy divertido, un loco hermoso. Algo que me llamaba la atención es que se comía los dedos. Porque no se comía las uñas sino los pellejitos, y los dedos le sangraban todo el tiempo".
Marisa Brel también lo recuerda como un "cabrón de gran corazón". "Fue puro aprendizaje en los seis años que trabajé con él. En la facultad estudié todo lo teórico y aprendí la práctica con Lucho. Me dio la oportunidad de mi vida. Mientras estudiaba periodismo, yo era modelo y hacía cosas en tele, y cada vez que me lo cruzaba le recordaba que estaba estudiando. Me contestaba que cuando me recibiera fuera a verlo y así lo hice. 'Cuando haya una oportunidad te voy a llamar', me decía. A los seis meses mi mamá me llamó a mi trabajo, yo era secretaria de una agencia de turismo, y me contó que Lucho se había peleado con Marcela Berbari y la había echado en cámara. Así que me fui a Telefe, lo esperé, y cuando nos encontramos me dijo: 'Empezás hoy'. Fue una gran aventura. El primer año pagué derecho de piso, recién al año y medio aparecí delante de cámaras".
"Era cabrón, se enojaba todos los días por algo pero se le pasaba a los dos segundos. Temblaba el piso si gritaba y al minuto estaba como si nada", rememora con una sonrisa Brel. "Era divertido, muy culto, vivía estudiando, amaba la historia argentina. Todos estuvimos a su lado cuando se nacionalizó; para él era muy importante tener su documento argentino. Amaba nuestro país y a la farándula. Lo quise mucho, fue como un papá. Me partió cuando se murió porque no me lo esperaba. Fue repentino. No se dio cuenta cuando se fue y me da paz que no haya sufrido con una enfermedad larga y agonías. Se lo extraña. Fue el pionero y amaba su trabajo, y a los artistas. Me abrió las puertas de la tele como periodista y se lo voy a agradecer siempre. Además pagaba muy bien; era muy generoso y muy leal. Al lado de lo que es el mundo de hoy, era Heidi", remarca.
"Si bien chocábamos también, tengo el mejor de los recuerdos. Exigente, de carácter fuerte, pero me enseñó mucho. Conmigo se ha portado muy bien. Íbamos a comer con la familia. Unos días antes de que muriera hablamos para organizar un asado en su casa. Un tipo bárbaro. Me dolió mucho cuando murió, él y María del Carmen lo saben", asegura Marcela Tauro, otra de las periodistas que dio sus primeros pasos en la televisión de la mano de "el pionero".
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