Luces y sombras de la creadora de Barbie: denuncias por estafa, el fantasma de la cárcel, su expulsión de Mattel y el poder de reinventarse
Detrás de la popular muñeca se encuentra el relato de Ruth Handler, una visionaria que supo redefinir el mundo de los juguetes apuntados a las niñas; sin embargo, la empresaria protagonizó no pocos conflictos de carácter legal, que oscurecieron algunos pasajes en la historia de su gran invento
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La película Barbie fue sin dudas, uno de los grandes éxitos del 2023. El film de Greta Gerwig con Margot Robbie no solo resultó un boom en materia de taquilla -y acaba de ser incluida dentro del catálogo de HBO Max-, sino que también plasmó de forma ingeniosa una serie de discusiones sobre el patriarcado y la insistencia sobre comprender a la mujer solamente desde un rol de madre. Y la creadora de la muñeca, Ruth Handler (interpretada en el film por Rhea Perlman), tiene una breve pero notable aparición, en la que con humor hace guiño a su propia y conflictiva historia detrás del éxito de su gran invento.
El nacimiento de Mattel
La familia de Ruth Marianna Mosko (ese fue su nombre de nacimiento) era numerosa. Nacida en Denver, el 14 de noviembre de 1916, Ruth era hija de inmigrantes polacos, y vivía junto a ellos y a sus nueve hermanos y hermanas. Con el correr de los años, su padre y su madre debieron dedicarle una mayor cantidad de horas a sus respectivos trabajos, y la decisión fue entonces enviar a la pequeña a vivir con Sarah, una de sus hermanas mayores con la que tenía una diferencia de casi diez años.
Según confesó en su autobiografía Dream Doll: The Ruth Handler Story, la futura empresaria tuvo una infancia atípica: “No es que nunca jugara, de hecho tenía unas pocas amigas y me gustaba pasar tiempo con ellas, pero en esencia yo era una persona solitaria. Rara vez me quedaba conversando demasiado o iba a la casa de alguien, como hacían otros chicos. Yo sentía que la charla entre nenas era algo estúpido”. De hecho, su juego favorito era ser vendedora, una fantasía poco habitual entre las niñas de esa época.
A los 16 años, Ruth conoció a Elliot Handler, un aspirante a artista que la familia de la adolescente no veía con buenos ojos. Sin embargo el amor triunfó, ambos se casaron en 1938 y se instalaron en Los Angeles. En esa ciudad Ruth encontró trabajo como secretaria en Paramount, y mientras él buscaba un trabajo estable, pasaba su tiempo enfrascado en el hobby de fabricar muebles. Ante la falta de un futuro profesional próspero, Ruth le propuso a su marido comercializar esos muebles, y si bien hubo un tiempo en el que ese negocio funcionó, la demanda pronto comenzó a decaer. Ruth comenzó entonces a pensar en qué otro rubro podía desembarcar.
Por esa época, sus hijos Barbara y Kenneth ya habían nacido y la familia necesitaba ingresos estables, y atentos a los intereses de los niños, la mujer creyó que desarrollar juguetes podía ser un nicho en crecimiento. De esa manera, el matrimonio Handler fundó Mattel, junto a uno de sus mejores amigos, Harrold Mattson (el nombre del emprendimiento, era una combinación de ambos apellidos). Su primer lanzamiento fue en 1947, y se trató de un ukelele llamado Uke-A-Doodle, que no vendió demasiado.
Sin bajar los brazos, Ruth confiaba en su instinto, y sabía que de una u otra manera, Mattel estaba destinada al éxito.
El nacimiento de la muñeca
La historia sobre la creación de Barbie está irremediablemente romantizada. La versión más edulcorada del asunto presenta a Ruth Hanldler observando a su hija jugar con muñecas hechas de papel, que simulaban ser mujeres adultas dedicadas a profesiones tradicionalmente ejercidas por hombres. En su biografía, la empresaria recordó: “Mi filosofía era que a través de esa muñeca, las niñas pudieran ser lo que quisieran. Barbie debía simbolizar que las mujeres tenían opciones”. Y hay algo que es cierto (y que el prólogo del film refleja de forma lúcida), antes del nacimiento de Barbie, el único juguete disponible para las nenas, eran los bebotes, y por ende, las chicas solo podían jugar a ser mamás, y no más que eso.
A partir de esa idea, Ruth comenzó un largo proceso de tres años para diseñar el nuevo juguete, esa muñeca a la que bautizó en honor a su hija, Barbara. El principal colaborador en esa tarea fue Jack Ryan, un ingeniero que había trabajado en el Pentágono y que pudo darle forma a las ideas de la empresaria. Y, luego de mucho trabajo, finalmente en el evento Toy Fair de 1959, la muñeca fue presentada en sociedad, a un valor de tres dólares. Muchos importantes ejecutivos de la industria (todos hombres, desde luego), miraban con desdén ese objeto que, según ellos, no representaba en absoluto el deseo de las niñas a la hora de jugar. Pero pronto el mercado le dio la razón a Ruth Handler, y solo durante el su primer año en jugueterías, Barbie vendió 300 mil unidades.
Con Ruth en la presidencia, Mattel se convirtió en un imperio millonario, que incluso llegó a cotizar en bolsa. La muñeca se volvió un ícono de peso propio, que tuvo infinidad de productos derivados, entre ellos el muñeco Ken (llamado así por Kenneth, el hijo de Ruth). Pero mientras los millones de dólares ingresaban a paso acelerado en las arcas de Mattel, los juicios y las acusaciones se acercaban y prometían hacer tambalear ese reinado.
¿Una creación compartida?
Handler era una empresaria atípica, una especie de versión femenina de Don Draper, amante de los buenos puros, el whisky de calidad y las noches en vela jugando al póker. Por ese motivo es que sabía imponerse en despachos dirigidos por hombres y le jugaba de igual a igual a quien fuera necesario. Ella no sabía lo que era un “no”, y una y otra vez salía adelante en todas sus iniciativas. Y si las reglas no se ajustaban a sus planes, Ruth no torcía sus planes, sino las reglas; ese rasgo, de hecho, motorizó el nacimiento de Barbie.
La realidad es que el cuento de Ruth gritando “¡eureka!” luego de ver a su hija jugar con recortes que simulaban ser muñecas, tiene más de postal que de realidad. El germen de Barbie se encuentra en un viaje que la mujer hizo a Suiza en 1956; en ese país, ella descubre a Bild Lilli, una voluptuosa figura basada en una historieta alemana. A Ruth le llamó la atención que un juguete representara a una mujer tan despampanante, y pensó en reversionar esa idea para el mercado infantil.
Es evidente que la intención de la empresaria efectivamente era construir un ícono para las niñas, un objeto que les demostrara que podían aspirar a algo más que ser mamás. Y en ese sentido, Barbie fue un punto de quiebre contundente, aunque le costara a su creadora no pocos litigios. El primer conflicto legal lo tuvo, como era de esperar, con la marca alemana dueña de la muñeca Bild Lilli, esa que Handler vio en Suiza y que emuló para su propia invención. En 1961 esa firma inició un juicio que, eventualmente, Mattel resolvió a través de la compra de la empresa demandante.
Por esos años también comenzaron los rumores que apuntaban a Jack Ryan como el verdadero creador de Barbie. El ingeniero, que siempre figuró como “supervisor” en Mattel y asistente en el diseño de la muñeca, fue para muchos el verdadero artífice del juguete. El hombre estaba casado con una mujer llamada Barbara, a la que apodaba Barbie, y era conocida su fama por mostrarse acompañado de rubias exuberantes. Dueño de una vida atravesada por toda clase de excesos y adicciones, Jack Ryan trabajó en Mattel durante varios años y ocupó puestos de jerarquía, aunque nunca quedó en claro qué tanto colaboró en la creación de Barbie. Su hija, Ann Ryan, insistió siempre con que la muñeca y su nombre, fue una creación de su padre, y que Handler lo borró de la historia oficial. En una entrevista, la mujer declaró: “Mi padre murió y nunca pudo discutir lo que Ruth escribió en su libro. Eso fue muy frustrante para mí y para muchos miembros de la familia Ryan. Lo que publicó Ruth en su biografía fue pura mierda”.
Expulsada de su propia empresa
El matrimonio Handler, al frente de Mattel, estaba sentado sobre una fábrica de hacer dinero. Los números iban en ascenso y Barbie y otros productos, eran los favoritos de los chicos. Sin embargo, Ruth escondía un secreto que le costó muy caro.
A principios de los setenta, la IRS (el equivalente a la AFIP en los Estados Unidos) notó algunas irregularidades en los balances de la empresa, y debido a eso comenzó una investigación para descubrir si Mattel falseaba información sobre sus ingresos y egresos. De esa forma, el fisco encontró responsable a Ruth Handler y a otros tres altos ejecutivos de Mattel de emitir informes financieros falsos durante los años 1971, 1972 y 1973, con el objetivo de mejorar el valor de la firma en la bolsa bursátil. El problema derivó en que Ruth debiera renunciar a la presidencia de la empresa, y que fuera despedida de Mattel junto a su marido, Elliot Handler. De ese modo, ambos quedaban afuera de la firma que habían fundado, varias décadas atrás.
La expulsión de Mattel no le significó a Ruth ponerle un fin a su situación legal, y en 1978 comenzó el juicio en el que la Comisión de bolsa y valores la acusaba de fraude. Luego de una proceso en el que Ruth enfrentó la posibilidad de ir 41 años a prisión, ella recibió una condena por la que debió pagar 57 mil dólares y cumplir con 2500 horas de trabajo comunitario. En la lectura del fallo, el juez de la causa le espetó a Handler que su accionar había sido “explotador, parasitario y vergonzoso para la sociedad”. Y si todo eso no era poco, Barbie atravesaba durante los años setenta un descenso en su popularidad: las nuevas generaciones consideraban a la muñeca una forma de perpetuar valores frívolos y machistas. Sin lugar a dudas, esa fue una década sombría para Handler y su producto emblema.
De nuevo en carrera
Con el tiempo, y aunque lejos del mundo Barbie, Ruth fue capaz de reinventarse a sí misma. Luego de ser diagnosticada con cáncer de mama y someterse a una mastectomía, ella comenzó un negocio centrado en las prótesis mamarias. Como era habitual en cada uno de sus emprendimientos, la mujer volvió a tener un gran éxito, y para 1980 facturaba millones con la venta de esas prótesis. Pero a comienzos de los noventa, Handler decidió vender su nueva empresa para poder disfrutar de su tiempo libre. En 2002 y debido a complicaciones luego de una intervención por un cáncer de colon, Ruth Handler murió a los 85 años.
Empresaria de pura raza, hábil en los negocios y capaz de torcerle la muñeca al hombre que se opusiera a sus planes, Ruth Handler cambió la historia no solo de los juguetes, sino de la cultura, y creó a un verdadero ícono que, más de sesenta años después, no deja de ser el rabioso emblema sobre eso que denominó como el “símbolo de que las mujeres tenían opciones”.
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