Junto a Wos, acaba de montar un “container con tiburones” a modo de presentación de su nuevo single juntos: “Quereme”; en diálogo con LA NACION habla de esa experiencia y de su arte
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“Pará, esta es una pregunta muy importante”, dice Louta con una carcajada antes de poder ensayar una respuesta. El interrogante en cuestión tiene que ver con la creación del personaje desde el que se escuda Jaime James hace ya varios años.
Finalmente, toma aire y ante LA NACION desarrolla la idea: “Yo creo que Louta va a ser cada vez más un concepto, es lo que quiero. El día de mañana podría ser no solamente mi cara, que se abran más personajes, que cante otro o que aparezca un monstruo escondido tres días en la ciudad”. Y luego agrega: " Creo que esta etapa de lo que estamos haciendo tiene que ver con Louta como concepto, donde soy una cara más”.
Ese presente al que se refiere James incluye a “Quereme”, un single compuesto e interpretado junto a Wos. Para acompañar el lanzamiento, la dupla montó en la esquina de Juan B Justo y Bullrich un container que replica el set donde fue filmado el video, con una habitación inundada por la que nadan tiburones, y la instalación va en sintonía con el universo performático que atraviesa las presentaciones en vivo de Louta, una reformulación 3.0 de lo que sus padres, Ana Frenkel y Dicki James, hicieron con El Descueve y De La Guarda, respectivamente.
El tema es además el tercer single que publica en el año, todos signados por el énfasis puesto en la sensibilidad melódica después de años de oscilar entre ese universo y otro con un pie puesto en la música urbana.
“Ahora estoy haciendo temas que son un poco más funky-carioca-deforme, pero están las dos cosas. Está la parte más trash, y también está la otra. Está bueno, una me permite hablar de las emociones, y la otra, de lo que pasa”, explica para zanjar las diferencias más allá de lo sonoro.
-El video de “Quereme” lo firma Louta, pero figura dirigido por Jaime James. ¿Qué te permite la distinción entre persona y personaje?
-A mí me parece impresionante que el ser humano tenga la posibilidad de pactar el engaño de ir a ver dos horas de una obra de teatro, de sentir el sufrimiento del actor y tener un pacto consigo mismo de que en ningún momento se le cruce por la cabeza “ah, cierto que es un actor haciendo de”. Se apagan las luces, se encienden las lucecitas y entra un chabón y ya estamos sintiendo lo que siente. Tenemos la capacidad de engañarnos a nosotros mismos, y eso es fascinante. Podés poner un pulpo gigante arriba de un edificio y la gente puede maravillarse como si fuera de verdad, puede sentirlo, no importa si es real o no. A partir de eso, lo que a mí me interesa es todo lo que pasa en ese código, qué pasa en esa realidad pactada, ese mundo en el cual entramos. Después cuando termina eso a mí no me interesa más nada. A mí me interesa lo que pasa en el momento en el que entramos cien por ciento ahí.
-Con Wos -cuyo verdadero nombre es Valentín Oliva y es hijo de Alejandro Oliva, director de La Bomba de Tiempo- se conocen desde hace mucho tiempo, pero hasta ahora nunca habían compartido un protagónico. ¿Por qué decantó recién ahora la idea de hacer un tema juntos?
-Justo hoy a la mañana hablábamos un poco y comentábamos las diferentes maneras en las que nos fuimos encontrando, porque tenemos dos caminos que se cruzaron todo el tiempo naturalmente, y este es uno de esos cruces. Más allá de esta canción yo creo que es hermoso que esté pasando, y fue muy natural: en los discos que hice yo él siempre estuvo cerca, y estuve también en algunas producciones de él.
-Los dos tienen además un origen similar, vienen de hogares con padres y madres artistas. ¿De qué manera creés que eso los empujó a desarrollar su propio universo creativo?
-Me parece que eso se fue dando de manera natural. Creo que lo que te da estar en una casa donde tus papás se dedican a algo artístico es más una metodología. Por ahí no es tanto un contenido respecto a una estética en particular, sino más una forma de pensar algunas cosas. Después, cada uno lo encuentra de diferentes maneras: Valen y yo lo encontramos en nuestra casa muy rápidamente porque nuestros papás y nuestras mamás se dedican a eso ,y por ahí eso es algo que tenemos en común, nunca lo había pensado. A Valen lo conocí en una clase de teatro, y lo que me pasa con él es que es de esas personas con las que en la intimidad la charla uno a uno me dispara el bocho rápidamente. De repente empezamos a hablar en la voz de un personaje y por ahí colgamos veinte minutos haciendo eso, y sin reírnos en ningún momento, como si fuéramos otra persona.
-En “Quereme” le encontrás una vuelta nueva al hacer que tu personaje no sea el protagonista sino el narrador de una historia. ¿Tenías la idea de ponerte en ese lugar de observador?
-A mí me gustan mucho los cuentos que son como una cámara que sigue a alguien desde arriba, en diagonal. Vas viendo todo lo que le va pasando, y es hablar de la persona pero desde cerquita, como si estuvieses dentro de su cabeza. Me abre un poco más la bocha, pero igual cuando hablo en primera persona no estoy hablando sobre mí, es un personaje. Cambian las voces, cambian las cosas, algo obvio. Pero el hecho de narrar algo que le pasa a otro es como si fueran los huesos de un dinosaurio y lo fueses descubriendo con un cepillito y te vas imaginando la historia de esa manera, como si lo descubrieras con algo que contar. Porque en algún punto la historia de este personaje sigue después, eso es lo lindo.
-Tus shows apuestan a un alto impacto escénico. ¿Te imaginás haciendo algo más despojado?
-No, tiene que ser cada vez más zarpado. Todo vale, pero creo que tiene que ser cada vez más en ese estilo. Hubo un show que empezó con un doble mío, la gente se dio cuenta que no era y después salieron el segundo, el tercero, el cuarto, el quinto y recién después salí yo. A mí me gusta eso. Ahora estamos planeando el show que vamos a hacer dentro de poco y con el que vamos a girar mucho, y estamos armando ese mundo, ese planeta. A mí me interesa mucho la idea del container donde está el cuarto, donde hay agua y donde hay tiburones. O sea, todo es normal excepto un factor, y me interesa mucho eso más que la fantasía extrema de algo totalmente alejado de la realidad. Dentro de la realidad, un pequeño cambio. Desde la experiencia subjetiva de vivir, el ser humano todo el tiempo tiene pequeños momentos surrealistas en su día, porque la vida es así. Pasan cosas, entonces no es tan alejado que de repente haya unos tiburoncitos.
-¿Le das narrativa a tu personaje?
-En mi caso, la creación artística arranca primero por la acción y después con lo que pasa con eso, voy entendiendo para dónde es. Un personaje se pone una campera de cuero, te mirás al espejo y decís “ah, por ahí es medio mafioso”. El reflejo te devuelve un montón, y es un baile entre la acción y lo que ves que va pasando. Por ahí son decisiones que no terminan de pasar tanto por el bocho, asociás y jugás con eso que te pasa. “Che, este personaje que estamos haciendo para mí maneja una F100″ ¿Y por qué ? Y hay un montón de razones, pero no la llegaste a entender, naturalmente la resolvés así. Por ahí esto es medio delatarme a mí mismo, pero la idea del container estuvo sin los tiburones en mi cabeza como dos semanas y media. Recién a la hora de filmar fue que descubrí que los tiburones estaban adentro, que vivían ahí. Hay mucho de esperar la idea no resuelta, poder mirar una idea por la mitad un rato largo. Eso me parece espectacular. Yo creo que los novelistas deben descubrir cosas de sus personajes leyendo hasta donde llegaron. Leen y de repente dicen “Che, no me di cuenta que este chabón está re enojado”. Por ahí están escribiendo si el tipo se escapa o qué pasa con la historia... Es como los tiburones, te empezás a dar cuenta por qué están.
-¿Y por qué están?
-Cada uno lo puede descubrir por su cuenta.
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