La conductora y bailarina habló con LA NACION sobre su nuevo paso por la pista de Marcelo Tinelli y por qué se peleó con él; también contó cuál es su hobby y cómo lo descubrió
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Lourdes Sánchez no imaginaba que podía cocinar hasta que en pandemia hizo una pastafrola como la de su abuela y se entusiasmó tanto que hizo un curso de pastelería y ahora hasta tiene un programa en América llamado Comer para creer, de lunes a jueves, a la medianoche. En una charla con LA NACION, la bailarina y panelista habló sobre este nuevo hobby culinario que descubrió, cómo se prepara para volver a “Bailando por un sueño” y cómo es su relación con Marcelo Tinelli. Además repasó su infancia, los problemas de salud que tuvo y cómo eso influyó en su acercamiento a la danza. También abrió su corazón respecto de su pareja con el Chato Prada y reveló algunos de sus sueños.
-¿Vas a estar en “Bailando por un sueño”?
-Me llamaron y la verdad es que tengo muchas ganas de bailar. Además ahí pasás por todos los ritmos, podés jugar con la escenografía, las luces y el vestuario. Hay momentos en que me enojo un poco con la bailarina porque me lastimé mucho el cuerpo durante todos estos años. Este verano bailé en los carnavales de Corrientes y me dieron ganas de volver porque el tiempo de una bailarina es muy corto. La última vez que estuve en el “Bailando...” fue con Federico Bal, en 2018. Voy a estar y ya empecé mi casting paralelo buscando bailarín porque quiero disfrutarlo y no padecerlo. No entro para ganar sino para disfrutar.
-Hace poco tuviste un encontronazo con Marcelo Tinelli, ¿cómo está la relación?
-Bien. Estamos en un bueno momento otra vez (risas). Somos amigos y además le debo todo lo que soy. Si no me hubiese dado esa oportunidad en 2008, hoy no estaría acá trabajando de lo que amo. Lo quiero un montón, pero a veces la pifia y yo se lo digo y por ahí él se enoja. Dijo que no puedo opinar de “Bailando...” y se equivoca: yo sí puedo opinar porque fui soñadora, figura, jurado, estuve en el VAR y no fui coach porque no me veo en ese rol. ¿Cómo no voy a opinar? Mi marido no me condiciona para nada.
-¿Cuántos años hace que estás con el Chato? Nadie apostaba por esa pareja...
-Es verdad. Decían que lo estaba usando y ya hace trece años que estamos juntos y somos padres de Valentín. Siempre tuve ganas de tener otro hijo, pero él no. Hace unos años tuve una infección, me sacaron las trompas y el apéndice y puedo volver hacer mamá, pero necesito hacer un tratamiento. A veces pienso que por algo pasó todo eso y tengo que ser mamá de un solo hijo. De todas maneras, no es algo que se cerró, tampoco.
-¿Es verdad que fue un problema de salud lo que te acercó al baile?
-Sí, a los 7 años tuve un aneurisma. Estaba en el colegio mostrándole a mis compañeras algo que había aprendido en acrobacia y se me empezó a cerrar la mano sola y tenía una parálisis del lado izquierdo. No se sabía qué había pasado y me mandaron al Garrahan, donde me hicieron muchos estudios durante tres años; venía cada tres meses a Buenos Aires y después cada seis. Y en uno de esos estudios que mandaron a México, salió que no tenía nada. En ese entonces mi mamá me llevaba a una monjita que me hacía imposición de manos y rezaba. Lo que tuve desapareció...
-¿Creés en los milagros?
-Sí, yo creo que fue un milagro. En uno de esos estudios mi mamá me dijo que cuando volviéramos a casa me iba a regalar lo que yo quisiera y mi deseo era entrar en los carnavales. Mi vecino era director de un teatro de Corrientes y coreógrafo de una comparsa así que los carnavales fueron mi escuela. Fue amor a primera vista y no paré. Me acuerdo que me hacían bullying porque tenía la cola parada y en danzas clásicas tenés que bascular la cadera; yo no entendía el mecanismo y la señorita siempre me corregía y mis compañeras me cargaban y además me decían de todo porque era morochita: “leche chocolatada”, “nunca vas a ser bailarina clásica porque sos negrita”. Hasta alguna profesora me lo dijo. Llegaba a casa llorando, no quería volver a danza y me daba vergüenza decir por qué, hasta que una maestra fue a buscarme para pedirme que volviera a bailar. Fui de nuevo, me enfrenté a todas y terminaron amándome. No tengo rencores y hoy me cruzo con muchas de las que fueron mis compañeras que seguramente dirán: “Ay... mirá donde está Lourdes” (risas).
-¿Pensabas que ibas a vivir de la danza?
-Formé parte de una compañía de Corrientes y bailábamos un montón, pero sabía que ahí no iba a poder vivir de ser bailarina porque yo no quería enseñar. Ya me había presentado en dos castings de “Bailando...” y no había quedado. En 2007 fui otra vez y ahí me llamaron. Hice la valija sabiendo que no iba a volver, lo presentía y quería eso.
-¿Cómo fueron esos primeros años en Buenos Aires?
-Re lindos. Extrañé a mi familia claro, pero estaba muy segura de que quería quedarme y soñaba con hacer carrera acá.
-¿Tenés otros sueños?
-Sí, soy muy soñadora. Me gustaría tener un café de especialidad con cosas ricas y ya estoy empapándome del tema. Con mi mamá íbamos todos los días a tomar el té a lugares diferentes de Corrientes y ya de entonces era mi sueño.
-¿Y cómo se dio la oportunidad de hacer un programa gastronómico?
-En pandemia descubrí que podía cocinar porque antes hasta preguntaba cuánta sal llevaba el agua para hacer salchichas (risas), sí, hasta ese punto era mi ignorancia. Pero en pandemia hice todo: pinté una casita de madera, hacía gimnasia y subía todo a las redes. Necesitaba entretenerme. Y un día quise comer una pastafrola como la hacía mi abuela e intenté hacerla. Busqué una receta y me salió increíble, rica y prolijísima como si fuera una pastelera profesional. Me preguntaban cómo la había hecho, me pedían recetas y me copé. ¡Hasta hice macarrones riquísimos! A veces cocinaba a las 6 de la mañana porque también tenía que estar con mi hijo. Encontré un cable a tierra que me encantó porque además soy muy dulcera. Y un día me llamaron de la productora F2F y me propusieron Comer para creer, un programa con una ruta gastronómica, recetas y entrevistas. Me encantó. Estuvimos dos años en Canal 9 y ahora estamos América. Volver a este canal significa mucho porque fue el primero que me dio una oportunidad como conductora cuando hice El universo de Lourdes durante tres años. Y se da la casualidad que mi marido desembarcó también en América. Es una apuesta hermosa. Es el mejor trabajo del mundo (risas). Amo lo dulce.
-Y de tanto probar cosas dulces, ¿engordaste?
-No (risas). El secreto es darse el gusto, pero no pasarse con las porciones. Además llevamos a Valentín a la escuela y con Pablo vamos al gimnasio todos los días y nos motivamos. He odiado el gimnasio, pero le tomé el gusto. En cambio, cuando bailo no me doy cuenta que también entreno el cuerpo porque es un placer. Ahora volví a tomar clases también.
-¿Quién cocinaba cuando eras chica?
-Mi abuela. Somos cinco hermanos y mi abuela vivía con nosotros y era la que cocinaba. Tengo el recuerdo de volver de la escuela y sentir el olor de las tortas fritas o los buñuelos dulces. La veía amasar y cortar los fideos con cuchillo, pero nunca la ayudaba. Tengo un hermano que es chef y yo estudié pastelería en el IAG después de la cuarentena. Me saqué un diez en el trabajo final, con una torta que tenía que crear y tenía un bizcochuelo de coco, cremoso de chocolate blanco y otro de pistacho, un pallet de frambuesa casi congelado con pimienta y un glaseado. Me quedaron dos materias teóricas. Lo hice para darle un lado más profesional a mi Instagram. Me quedé en el camino, soy casi pastelera... (risas).
-¿No las vas a rendir?
-No, me pasó lo mismo con publicidad. Soy casi publicista (risas). Cuando estaba por entregar la tesis, me llamaron para “Bailando...” y largué todo. Hasta el día de hoy mi mamá me lo reclama. De todas maneras, uso todo lo aprendido.
-¿Cocinás en casa?
-La verdad que no porque no tengo tiempo ahora. Estoy en radio streaming República Z, todos los días, de 13 a 15, con Estamos en una y los domingos en C5N con Buena tarde. Trato de hacer todo antes de que Valentín salga del colegio porque me gusta ir a buscarlo. Empezó primer grado y tiene doble jornada así que puedo con todo.
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