Vuelve la obra inspirada en el clásico de Alejandro Dumas que hace treinta años estrenó para el público infantil pero fue un éxito entre los adultos, y ganó un premio de la Unesco
- 13 minutos de lectura'
Después de 32 años vuelve a la calle Corrientes Los mosqueteros del rey, una obra de Manuel González Gil inspirada en el clásico de Alejandro Dumas que se estrenó en las vacaciones de invierno de 1991 como una obra infantil y pronto se enfocó en los adultos. Transformada en una obra de culto se convirtió en un éxito que duró cinco años, con giras, temporadas, premios y un reconocimiento de la UNESCO. En ese entonces estaba protagonizada por Miguel Ángel Solá, Darío Grandinetti, Hugo Arana y Juan Leyrado. Ahora sube a escena por segunda vez en el Teatro Astral, el próximo jueves 24, protagonizada por Nicolás Cabré, Jorge Suárez, Nico Scarpino y Freddy Villarreal, y el mismo director, Manuel González Gil. LA NACION se metió en uno de los ensayos para conversar con el elenco y con el creador de esta propuesta que destaca el lema que expresa ideales de amistad, lealtad y honor: uno para todos y todos para uno.
-¿Qué pensaron cuándo los convocaron para Los mosqueteros?
Villarreal: –Estaba haciendo 39 escalones, también con dirección de Manuel, y me citó en un café para proponerme hacer dos obras y una era esta. Cuando me contó su historia y cómo se había gestado, no dudé un segundo en elegirla. Y me fui con un bonus track porque era una obra celosamente guardada desde su creación. Manuel se negaba a volver a hacerla pero lo convencieron, puso sus condiciones y ser parte de ellas me hace feliz.
Scarpino: –Yo estaba viendo en España y cuando me convocaron no dudé un instante porque es un título que siempre soñé hacer, y con estos compañeros, mejor. Lo hablé con Sergio, mi marido, y es tan buen compañero y amor puro, me acompaña siempre y acá estoy. Y él, en España (risas). No podía perderme esta oportunidad.
Suárez: –Me entusiasmó enseguida la idea y poder hacer este personaje que, en principio, me parecía difícil además de atractivo. Vi la obra en su momento en la sala Neruda y me quedó resonando ese saludo y recuerdo haberme ido inexplicablemente con el alma deseante, flotando en el aire. Con el tiempo me di cuenta de que es un homenaje al arte de actuar, a los artistas, a todos los que nos dedicamos a esto, y me emociona mucho pensar que nos tiene en cuenta porque, a veces, quedamos un poco relegados en la historia. Pero en esta obra, no.
Cabré: –Con Manuel estábamos haciendo Me duele una mujer y desde hace tiempo se hablaba de la posibilidad de estrenar Los mosqueteros. Y se dio. Es un honor que Manuel haya sacado esta obra del cajoncito y ser parte de grupo de estos cuatro elegidos. Es una gran alegría. No llegué a ver la obra en 1991, pero sí la conocía. Y además lo viví al lado de Darío (Grandinetti) porque me contaba anécdotas, todo lo que vivió, lo que sucedió y lo que representa para cada uno de ellos.
-Es un elenco ecléctico, ¿creen que pueden reflotar la mística que tuvo Los mosqueteros del rey?
Suárez: –También aquel elenco era ecléctico. Hugo era un gran actor y cómico popular y yo me descomponía de la risa viéndolo en su personaje Huguito Araña en Matrimonios y algo más o El groncho y la dama. Y Darío no era todavía el actor que terminó siendo, tampoco Leyrado. Quizá Miguel Ángel ya se perfilaba como un actor más serio. Hay algo de lo ecléctico que puede llegar a desvalorizar nuestro propio encuentro y yo, al contrario, quiero valorizarlo. Nosotros somos actores y venimos a actuar y a contar una historia maravillosa. Manuel González Gil se basó en un clásico para hacer una obra infantil que terminó siendo para adultos porque lo que se ve es el juego, el intento de que algo salga bien, de contar una historia de una manera blanca y feliz. Hay algo simpático en lo que sucede y eso nos hace encontrar de una manera especial.
-Nunca habían compartido un escenario aunque sí algún set de televisión, ¿cómo fue el trabajo de construir la química del grupo?
Scarpino: –Nos llevamos súperbien. La química es fundamental, porque para generar este tipo de teatro tenemos que estar muy unidos y la verdad es que estamos reconectados.
Suárez: –Cantamos, bailamos. No se lo pierdan que yo bailo muy bien (risas). La obra nos expone a situaciones muy de niños. Como les pasa a los chicos que todos tratan de jugar a lo mismo y eso genera mucha ternura. Hay encuentro en el grupo.
-La obra se estrenó como un infantil y terminó siendo para adultos, ¿a qué público está dirigida esta vez?
Villarruel: –La obra identifica al espectador y desde lugares que alguna vez nos sucedieron a todos, como por ejemplo cuando tuvimos que dar un oral en la escuela o hicimos alguna representación en el jardín de infantes. No buscamos el error, sino que el error nos encuentra, ¿se entiende?
Cabré: –Es una obra para toda la familia y creo que el valor más grande que tiene es que no hay un subtexto, que todo está claro y desde el más chiquito al más grande pueden entender los chistes porque no hay doble sentido. Es para que vengan a reírse los hijos, los padres, los abuelos. No hay insultos, es un humor blanco y es hermoso que sea así. Son cuatro actores que tratan de remontar un barrilete de cemento que no levanta por más que ellos quieran pero siguen peleándola, y le ponen la mayor hidalguía aunque se van desmoronando. Es una situación muy tierna ver a estos tipos que se están jugando la vida por algo que no tiene sentido desde el comienzo. Creo que lo más lindo es que pueden verla en familia. Se van a llevar un lindo momento.
-¿Ya la vio tu hija Rufina?
-¡Sí! Rufi está siempre. Me acompaña, recibo sus comentarios.
Suárez: –Rufi viene porque es chiquita, pero nadie más tiene acceso a los ensayos. Mi mujer quiere verla, pero le digo que no se puede.
-¿En qué se identifican con sus personajes?
Scarpino: –Los personajes tienen nuestra impronta. Partimos de la base que somos nosotros. Quiero decir que los personajes se llaman como nosotros, y a medida que avanza la obra aparecen vetas actorales y se ve cómo estos personajes muestran cómo construyen un personaje, cuando ya pasan a ser Los mosqueteros.
Suárez: –En estos personajes somos muy distintos y a su vez somos los mismos. Cada uno tiene un rol diferente y sin embargo no podemos dejar de ser Los mosqueteros, como si casi fuéramos una estructura única. Por supuesto hay un protagonista, un antagonista, juegos dramáticos, pero en este caso es más importante la estructura que el personaje mismo aunque cada uno tiene su propio color.
-¿Pudieron hablar con alguno de los actores que interpretaron la obra 30 años atrás?
Suárez: –Sí, hablé con (Jorge) Marrale.
Scarpino, Cabré, Villarruel (al unísono): –¡No sabíamos! ¡No nos contaste!
Suárez: –Es que hablé por otra cosa y le conté que estábamos ensayando Los mosqueteros y me dijo que la íbamos a pasar bárbaro, nos deseó lo mejor y va a venir a verla. Marrale no fue uno de los originales pero se sumó después.
Villarreal: –La van a pasar todos muy bien y se van a reír mucho. Y voy a adelantar algo: si fuera un texto leído, la obra no duraría más de veinte minutos, pero pasan cosas (risas).
Suárez: –Hay una hermosa simpleza en la obra…
Un poco de historia
Según Manuel González Gil, la obra cuenta la historia de cuatro actores que se juntan para hacer la obra de Dumas y nunca pueden pasar de la página uno. “Las dificultades se suceden en el escenario y no los dejan avanzar ni un párrafo. Esa es la propuesta que hice para chicos, en 1991″, asegura el autor y director de Los mosqueteros del rey, que está feliz con el regreso a pesar que durante estas décadas no quiso saber nada con reponerla.
-¿Por qué la pensaste como una obra infantil?
-En ese momento estaban empezando a triunfar en Buenos Aires los espectáculos con muñecos y ya casi no había actores que hicieran obras para chicos. Salvo el honroso ejemplo de Hugo Midón, el teatro infantil eran muñecos que contaban historias y los chicos no entendían que los actores podían expresarse para ellos. Y yo dije ‘No puede ser’. Y me puse en campaña para que cuatro actores como Solá, Grandinetti, Arana y Leyrado hicieran teatro para chicos. Los convencí, los llevé al Paseo La Plaza y yo mismo produje la obra en vacaciones de invierno. El dueño del Complejo, Pablo Kompel, la vio, notó que el público que iba a verla era adulto en un 80% y me pidió hacer funciones a la noche. Le dijimos que no, que era una obra infantil, pero probamos un mes y las entradas se agotaban. Fue un éxito impensado durante cinco años. Fue un caso único. Y otra cosa que me sorprendió es que en 1992 nos dieron el premio de la Unesco por ser una obra que promueve la amistad la solidaridad entre los hombres. Y cuando la escribí jamás pensé en eso. Simplemente eran cuatro amigos que se juntaban para hacer un emprendimiento que no les salía y se ayudaban en sus miserias para salir adelante y llegar al final, y ser todos para uno y uno para todos. Ellos vieron algo en lo que yo jamás había pensado cuando lo escribí.
-Pasaron 32 años del estreno, ¿por qué decidiste reponerla ahora?
-Hace por lo menos diez años que me piden volver a hacer Los mosqueteros. Siempre me resistí, nunca quise reponerla y la guardé porque pensaba ‘no habrá ninguna igual no habrá ninguna’, como la canción de Homero Manzi. Sentía que había un recuerdo muy fuerte de la obra, y le pude perder el miedo. Hace tres años la estrenamos en México y la hicimos de una manera muy distinta, con actores octogenarios que la representaban para sus nietos. Y fue una maravilla. Estaban Héctor Bonilla, Alejandro Camacho, fue una experiencia sumamente gratificante. La cortó la pandemia, que además se llevó a dos de sus actores. Y me dejó esa sensación que había que darle una segunda oportunidad a la obra. Por otra parte, es importante que la calle Corrientes tenga un espectáculo en el que los actores puedan hablarle a los chicos; no hay tantas posibilidades sin caer en obras con muñecos. Esperamos que venga la familia a vernos. Me acuerdo que cuando salíamos de gira, me gustaba ir a los palcos para observar a los padres, hijos y abuelos de la partea que se reían de los mismos chistes. Muchos productores me la pidieron y ahora que decidí que iba a hacerla con (Julio y Ricardo) Gallo y (Juan Manuel) Caballé me dicen ‘Manuel, te odio’ (risas). Y m muchos actores también porque querían hacerla.
-Con Los mosqueteros, Solá, Arana, Leyrado y Grandinetti formaron la agrupación Errarem Humanum Est, y siguieron protagonizando varias obras, ¿crees que puede pasar lo mismo con este elenco?
-Cuando hicimos Los mosqueteros, Solá propuso crear una agrupación, nuestro propio ministerio de cultura. E hicimos muchos eventos, exposiciones plásticas, programas de radio, obras que yo escribía y dirigía y ellos actuaban. Esta vez no empezamos por el mismo lado. Por lo pronto, en aquel momento fue una producción mía y después hicimos todo juntos. Y ahora hay productores. De Los mosqueteros saqué una amistad para toda la vida con Miguel Ángel Solá. Ojalá pueda armarse algo también esta vez. Por ahora nos divertimos y la estamos pasando bien y quién te dice que no podamos seguir trabajando juntos. Es cuestión de que los sueños individuales puedan proyectarse grupalmente.
-¿Tenes el elenco que habías soñado?
-Muy difícil armar elencos, pero este es soñado. Con Cabré veníamos trabajando en Me duele una mujer y fue una experiencia muy gratificante. A Jorge Suarez lo vengo persiguiendo desde hace veinte años, pero es un actor que es imposible encontrar desocupado porque hace éxitos que duran dos o tres años y cuando termina ya está en otra obra; lo tenes que enganchar sin que se dé cuenta (risas). Justo el proyecto en el que estaba se demoró y lo agarré distraído. Gran placer trabajar con él. Ya con ellos dos me dije ‘lo necesito a Scarpino’, con quien trabajé mucho. Y lo llamamos a España y vino. Y a Freddy lo conocí haciendo 39 escalones y queríamos seguir trabajando juntos. Freddy no para, lo tenemos que frenar. Jorge tiene toda la dignidad de ese personaje, Cabré tiene un impune que es impresionante, no lo podes creer; y Scarpino tiene mucho humor y ternura.
-¿Esta versión es la misma de 1991 o hiciste cambios?
-La obra es la misma. Es muy difícil en este tiempo pensar en que no tenes que modificar una obra que escribiste hace treinta años, porque el mundo cambió. Hay obras como El club de las divorciadas o Porteñas que no puedo volver a hacer. Y en este caso la obra es juego en estado puro y apenas cambié cosas que tienen que ver con lo tecnológico. Por ejemplo, arranca con un primer error y es que el sonidista deja los micrófonos abiertos, entonces el público escucha lo que están diciendo en patas. Y en ese momento decíamos que se prohibía la grabación magnetofónica de la obra, y que el público se abstuviera de hacer movimientos compulsivos que puedan afectar la concentración de los actores. Pero ahora hay que incluir los teléfonos, y terminan de decir eso y suena un celular que resulta ser el de uno de los actores, y se arma un pequeño revuelo entre ellos. Entonces son pequeños cambios que tienen que ver con la tecnología y también con que son otros actores.
-¿Recordas alguna anécdota de aquel momento?
-En esa época ensayábamos desde la medianoche hasta las 3 o 4 de la mañana porque ellos estaban grabando. Nos juntábamos en La Casona y después de ensayar armábamos dos arquitos y jugábamos un picadito a seis (risas). Teníamos la necesidad de seguir jugando un poquito más. Estamos muy contentos de hacerla. Y también recuerdo que en el ensayo general vinieron sus esposas y les pareció un horror. Sobre el final de la obra, yo había escrito que venía el dueño de los fracs a llevárselos porque no los habían pagado y al final salían en calzoncillos largos. Las esposas dijeron que eran patéticos y fue lo único que modificamos. Ellos estaban convencidos de hacerlo y nunca dudaron, pero les concedimos eso. Fue un éxito: cinco años en cartelera, recorrimos el país, hicimos temporadas en Mar del Plata y Carlos Paz, ganamos premios.
Más notas de Estrenos de teatro
Más leídas de Personajes
"Aprendí de la peor manera". Jude Law: su desembarco en Star Wars, la presión de los fans y cómo pudo equilibrar fama y privacidad
"No quiere perder más tiempo". La triste razón por la que Nicole Kidman busca acercarse a sus hijos, Connor e Isabella
"Le sugerí que dijese cualquier cosa". Marcelo Piñeyro, de las amenazas al filmar La historia oficial a la frase de Caballos salvajes que nació de casualidad
En fotos. De Angelina Jolie, Demi Moore y Nicole Kidman a Zendaya, las estrellas deslumbraron con sus looks en los Gotham Awards