Década del 30. La Gran Depresión había sumido a Estados Unidos, y posteriormente al mundo, en una crisis económica paralizante. Quizás, y para contrarrestar los efectos negativos en los ánimos de la gente, el cine ofrecía otra cara: la faz amorosa que proponía la cándida ficción. Los estudios apostaban por aquellas historias de amor entre galanes seductores y jovencitas enamoradizas que suspiraban a cada momento. Eran otros tiempos, de igualdades acotadas, diría el argumento embadurnado de eufemismo; desigualdades, sería la definición más precisa. Épocas en donde el galán tenía que responder al rol heterosexual, así en el cine como en la vida. El macho de la pantalla debía ser sinérgico con el actor de idéntica identidad, congeniar su galán de ficción con el varón de la vida real. ¿Y si no sucedía así? ¿Y si esa empatía entre la ficción y la realidad no era tal? Había que camuflarla. Ni la industria, ni la sociedad, admitían lo contrario.
James Dean fue uno de esos galanes que guardó bajo siete llaves su vida más íntima. ¿Preservación del amor? ¿Ocultamiento de una posible identidad gay? Las aguas están divididas. El morbo, a 64 años de su muerte, sigue merodeando en torno a su figura. ¿Acaso algo cambiaría en torno a su eterna estelaridad si un "tribunal erudito" afirmase que, efectivamente, el gran Rebelde sin causa, era homosexual? Lo cierto es que con el paso de las décadas su mito se agiganta y los rumores sobre lo que sucedía entre sus sábanas, aún más.
Dennis Hopper, cinco años antes de morir, afirmó que Dean había entablado apasionados romances con mujeres desconocidas y otras tantas muy famosas, dando por tierra esos rumores que siempre sobrevolaron la figura del actor muerto a los 24 años, como consecuencia de un accidente automovilístico. Aquella tragedia fue provocada por la imprudencia de un joven estudiante que embistió el flamante Porche del protagonista de Al este del paraíso, la cinta dirigida por Elia Kazan que significó el primer gran reconocimiento de Dean. En la base de un árbol en Cholame, localidad donde sucedió el choque fatídico en 1955, se asienta el monumento que un empresario japonés levantó en su homenaje. "El actor más humano e intenso", lo había definido Hopper. No se equivocaba.
La fe que lo marcó
En Marion, Indiana, el 8 de febrero de 1931, nació James Byron Dean. El pequeño Jimmy, como lo llamaban todos, vivió poco en ese lugar. Tenía gran apego con Mildred, su madre, quien falleció cuando él tenía tan solo nueve años. Eso implicó que su padre no pudiese hacerse cargo de la situación, razón por la cual el niño quedó al cuidado de una tía en una granja en Fairmount.
Su infancia y adolescencia fueron duras. A la falta de la contención de sus padres se le sumaron episodios horrorosos y sórdidos que lo marcaron duro. En esa infancia robada, ayudaba a sus tíos con la tarea rural y se hacía tiempo para cursar su primera escolaridad; en sus ratos libres, y a instancias de su tía, se acercó a un templo del condado donde conoció a un pastor que fue quien lo impulsó a practicar algunos deportes y a disfrutar del buen teatro. Se sabe, no todo lo que reluce es oro. Detrás de ese vínculo se escondía una oscura realidad.
Según se publicó en los medios norteamericanos, Elizabeth Taylor le habría confesado a un periodista que James habría sido abusado reiteradamente por aquel pastor de su confianza, su guía espiritual y consejero personal. Esta confesión habría salido de boca de Dean mientras filmaba Gigante con la gran diva de Hollywood, quien le habría pedido al periodista al que le confesó semejante información no publicarla hasta tanto se produjera su propia muerte. Así fue. Falleció Taylor y aquella verdad salió a la luz. Durante las pausas de ese rodaje, Jimmy entabló una profunda relación con la diva. Los desahogos salían de un lado y del otro. Fue una suerte de confesionario final. Incluso, él le habría confesado su condición gay. Cuando aún no había finalizado aquel plan de filmación, Dean protagonizó la tragedia que terminó con su vida. Tal fue el impacto que Taylor tardó varias semanas en volver al set para culminar con las escenas pendientes.
Y si así de abrupto fue su final, su ascenso fue de igual modo, vertiginoso. Debido a su carisma, el actor no tardó demasiado en abandonar el anonimato y convertirse en compañero de set de celebridades como Rock Hudson o la propia Taylor. La tarea en la granja familiar duró lo que duró la adolescencia: a los 18 años, Jimmy se trasladó a Los Ángeles, y luego a Nueva York, para estudiar en el Actor´s Studio. Mientras aprendía aquellos métodos fundacionales, realizaba papeles menores hasta que le llegó la posibilidad de rodar el comercial de una gaseosa; en esa filmación conoció a su manager. Fue el comienzo de un promisorio futuro, breve y exitoso. Marcado por la estelaridad pública y por los amores privados, esos sobre los que no se confesó jamás, sobre los que se tejieron versiones. Acaso haya sido su discreción la que sembró dudas sobre su orientación sexual. ¿Qué hubiese cambiado el reconocimiento de una supuesta vida gay? Para la industria de la época, mucho. "No soy homosexual", declaró una y otra vez. Pero las versiones se agigantaban. Y no faltó quien aseveró, con muy poca ética, que James optaba por acostarse con señores con poder para poder escalar en la industria del cine.
Rechazos de casamiento
Varias biografías se han publicado en torno a la figura de James Dean, ninguna de ellas en forma oficial, desde ya. En algunas, las más serias, varios amigos cercanos brindaron su testimonio. Son esos volúmenes los que pusieron en la palestra, con nombre y apellido, varios de los vínculos que el actor habría tenido con hombres cercanos. Sin embargo, uno de sus grandes amores fue Pier Angeli, compañera en el elenco de Al este del paraíso. Pero la actriz italiana, finalmente, se decidió por el cantante Vic Damone; la chica, en pleno ascenso cinematográfico, no fue apoyada por su familia a la hora de oficializar su relación con Dean.
Jimmy estaba muy enamorado de Angeli, y la ruptura lo marcó y sembró en él un profundo resquemor, al punto tal que decidió irrumpir en la ceremonia religiosa que oficializaba el casamiento entre su ex y Damone. En la puerta del templo, y bajo la lluvia torrencial, Dean no tuvo mejor idea que acelerar, una y otra vez, su moto de gran potencia, interfiriendo en el acontecimiento nupcial que, de todos modos, se concretó como estaba previsto. Tiempo después, la actriz se suicidó. Nobleza obliga, también hay que reconocer que James le había pedido a su novia un cierto tiempo antes de concretar una boda dado que su carrera, en pleno ascenso, era una prioridad absoluta.
Ursula Andress, la sex symbol de los sesenta, fue otro de los amores de Dean. Pero el actor repitió el comportamiento que lo llevó a romper con su pareja anterior: primero la carrera, las mujeres pueden esperar. Tal fue la rabia de Andress que, durante el rodaje de Gigante, no dudó en pasearse por el set con John Derek solo para despertar la ira de Dean.
Se dice que, tras bastidores, el actor tuvo algún que otro escarceo con diferentes compañeras de trabajo, pero lo cierto es que ningún otro nombre rimbombante trascendió a la primera plana de los medios. Intenso, sensible, caprichoso y sin medias tintas, James dejaba huella en sus mujeres y en cada una de las personas que lo rodeaban. Será por eso que se rumoreó que el actor había intendo suicidarse en más de una oportunidad, aunque nunca se confirmó nada al respecto. Quizás se trate de otra leyenda más en torno a uno de los grandes mitos de la industria del entretenimiento norteamericano.
Amores prohibidos
Varios periodistas de la época y algunos de sus biógrafos afirmaron que, en realidad, todo acercamiento sexual del actor con los hombres se debía a una necesidad de posicionamiento en el medio. No son pocos los que hablaron sobre una posible bisexualidad del galán. La experimentación era lo suyo, así lo afirmaban quienes más lo conocieron. Era un buscador de nuevas experiencias en todos y cada uno de los aspectos de su vida, y las sábanas no eran la excepción. Tenía un cuerpo trabajado que hacía suspirar a mujeres y hombres. Sabía que era deseado, jugaba con eso. Incluso, se dijo que guionistas, productores y directores eran los favoritos de Dean, de los cuales sacaría partido, a cambio de intimidad, para poder ascender en la difícil montaña de la industria cinematográfica.
Se llegó a mencionar a Walt Disney como un posible afecto cercano; jamás se dio por cierta esta versión que suena más a búsqueda de escándalo que a una realidad con asidero. También fue muy conocido el rumor que lo enredaba con su colega Marlon Brando. ¿Qué hay de cierto? Brando lo desmintió categóricamente. Pero un allegado, de esos a los que les gusta mucho hablar de las vidas ajenas, afirmó que Jimmy estaba profundamente enamorado del actor de Nido de ratas.
Jimmy buceó siempre en sus deseos más profundos. No era hombre de medias tintas. Al filo de la cornisa, trataba de redoblar sus propias apuestas en busca de experiencias que lo hicieran vibrar aún más. En este sentido, algunos periodistas especializados no dudaron en vincularlo con prácticas sadomasoquistas como un ejercicio de sexualidad intenso y al límite. Otra vez los rumores. Una vez más, las fantasías rondando sobre su figura, sobre su recuerdo.
Rock Hudson compartió sets y camarines con Dean en el rodaje de Gigante. Las conversaciones, a puertas cerradas, que mantenían a solas despertaron las sospechas de productores y técnicos. Se dice que el director George Stevens, en más de una oportunidad, debió abrir la puerta del cambiador, sin pedirles permiso, para interrumpir los momentos de intimidad y poder continuar con el rodaje. A pesar que Liz Taylor era amiga de ambos, se fastidiaba bastante con estas demoras generadas por los encuentros de sus galanes. ¿Ficción o realidad?
Su corta vida la transitó intensa. Y, más allá de los rumores infundados y de los amores concretados, los veinticuatro años resultaron insufiencientes para un actor en pleno ascenso y, sobre todo, para ese joven que aún se debía conocer un verdadero gran amor. Asígnatura pendiente. Lo cierto es que Dean contaba con un sex-appeal especial. Derretía lo que se cruzaba en su camino. Mujeres y hombres suspiraban por este galán que emanaba sexo y al que su muerte prematura lo convirtió en leyenda. Una muerte tan repentina que dejó trunca una vida llena de misterios, de sábanas calientes y escondidas, de amores confesables, y de aquellos que, en su época, no podían ser reconocidos como tales.
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