La periodista se casó a los 22 años, pero fue en la madurez donde encontró a la persona con la que compartiría casi tres décadas y quien la acompañó en el dolor por la muerte de su hijo mayor
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Magdalena Ruíz Guiñazú se encargó de preservar su vida privada de las resonancias públicas, aunque sin obsesiones ni fobias. La periodista, que falleció este martes a los 91 años, sin hacer alardes, no ocultó su vida marital, el vínculo con sus dos parejas estables, la relación con sus hijos y la tragedia de la pérdida de uno de ellos.
A pesar de desarrollar una profusa actividad profesional, primero en los medios gráficos y luego en la radio y la televisión, no descuidó aquello relacionado con los afectos. A lo largo de su vida, formó dos parejas: su primer matrimonio fue con César Doretti y su segunda relación fue con Sergio Dellacha, con quien no formalizó religiosa ni legalmente, acaso atravesada por el fracaso de juventud con el padre de sus hijos.
Primer amor
Magdalena Ruíz Guiñazú se crio en una familia diplomática, donde la cultura y los buenos modos definían los vínculos. Sus padres fueron María Celina Cantilo Ortiz Basualdo y Enrique Ruiz Guiñazú, quien se desempeñó como ministro de Relaciones Exteriores y Culto durante las presidencias de Roberto M. Ortiz y Ramón Castillo.
En el seno de esa familia, donde la información y la cultura estaban a la orden del día, se gestó el amor por la noticia, la actualización permanente en torno a los temas más diversos. La vocación periodística la atravesó en su adolescencia, razón prematura que la llevó a iniciarse en los medios cuando tenía tan solo 19 años.
Sin embargo, esa afición por el trabajo, no le impidió enamorarse siendo muy jovencita. A los 22 años, se casó con César Doretti. Fue el 3 de diciembre de 1956 cuando la pareja contrajo enlace en la coqueta Basílica Nuestra Señora de la Merced, ubicada en el barrio de Recoleta. El matrimonio duró once años. Ruiz Guiñazú y Doretti tuvieron cinco hijos: Edmundo, Alejandra, Mercedes, Paula y César.
En 1967, Magdalena, quien jamás renunció a la vida familiar y a ser una madre muy pendiente de los hijos, entendió que el vínculo con su marido no podía continuar.
El dolor
Edmundo Doretti era un avezado jugador de rugby. A sus 18 años, practicando ese deporte, sufrió un infarto que diezmó su salud. Sin embargo, el hijo mayor de Magdalena y César Doretti siguió con su actividad normal, aunque con una salud ya frágil.
Una década después, otro infarto masivo volvió a atacar, pero ya la lesión cardíaca fue muy grave y nada se pudo hacer para salvarle la vida. El propio René Favaloro le indicó a Magdalena que el cuadro era desesperante. En ese tiempo, la ciencia aún no contaba con respuestas para poder hacer sobrevivir a ese tipo de pacientes de máximo riesgo. “Nunca te olvidás de eso, pero el recuerdo de sus hermanos y de sus amigos lo mantienen vivo”, reflexionó la periodista en el programa que tenía Graciela Fernández Meijide en la TV Pública.
Segunda oportunidad
Luego del primer matrimonio con César Doretti, Magdalena pasó un tiempo sola, hasta que inició una relación con Sergio Dellacha, el gran sostén cuando aconteció la muerte de Raimundo.
La periodista habitó durante décadas un departamento en una planta baja de la calle Rodríguez Peña, en el que vivió hasta su muerte. A pocas cuadras, vivía Dellacha, con quien jamás se casó ni convivió, acaso la fórmula perfecta para que la pareja pudiera transitar la vida durante 27 años.
Magdalena y Sergio solo convivían durante los veranos, cuando se mudaban a la casa que ella tenía en Punta del Este; en enero, cuando se tomaba las vacaciones de la radio, la periodista empacaba sus cosas y se marchaba a descansar frente al mar.
En 2006, Sergio Dellacha falleció; Magdalena Ruiz Guiñazú transitó su duelo y eligió vivir su madurez, ya siendo una señora grande, sin pareja, pero muy ocupada de sus hijos y nietos, aunque sin abandonar jamás esa vocación que comenzó a ejercer a sus 19 años y en la que no claudicó jamás.
Hasta una semana antes de morir, la periodista salió al aire en Magdalena y la noticia deseada, su ciclo de radio Mitre. Indudablemente, más allá de las parejas y de su amada familia, su trabajo como comunicadora fue uno de los grandes amores de su vida.
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