Los amores de Donald Sutherland: una esposa “combativa” que intentó comprar granadas, la amante de cuerpo perfecto y la mujer que le enseñó a reír
El actor, que murió este jueves a los 88 años, vivió romances tórridos con grandes estrellas, pero encontró en su tercera esposa a su alma gemela
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Donald Sutherland encontró a principios de los años setenta al amor de su vida, Francine Racette. Quizá por eso, a diferencia de otros actores de su generación, durante más de medio siglo su nombre nunca estuvo relacionado a escándalos. Sin embargo, antes de conocer a su última esposa, el protagonista de Mi pasado me condena vivió grandes pasiones y agitados romances, algunos confirmados por el mismo actor y otros negados hasta el cansancio.
Su carrera comenzó prematuramente en una película de terror italiana y recién en los años sesenta empezó a trabajar de manera recurrente, con pequeños papeles, en producciones de Hollywood. Su primer gran éxito fue Doce del patíbulo, de 1967 y su estrellato estalla dos años más tarde, al interpretar a un médico militar en la comedia M*A*S*H*, dirigida por Robert Altman. Ese mismo año, protagonizó El botín de los valientes, junto a Clint Eastwood.
En ese entonces, Sutherland estaba casado con su segunda esposa, Shirley Douglas, la madre de sus hijos mayores, los mellizos Rachel y Kiefer. El rodaje del último film se llevó a cabo en la ex Yugoslavia. Y mientras él se encontraba filmando allí, se produjo un cruce de telegramas que, de alguna manera, sirvieron como un preámbulo de un final anunciado.
En principio, el actor enfermó gravemente durante el rodaje y Shirley recibió un mensaje diciéndole que viajara hacia allá inmediatamente y advirtiéndole que había posibilidades de que no alcanzara a verlo vivo. A su vez, Sutherland, que por supuesto sobrevivió a aquel incierto diagnóstico, se enteró de que su esposa había sido arrestada por haber intentado comprar granadas a un agente encubierto del FBI.
La acusación no le llamó la atención. La actriz, graduada en la Academia de Arte Dramático de Londres, estaba casada con Timothy Emil Sicks, padre de su primer hijo, Thomas, cuando conoció a Sutherland, en 1966. El actor también estaba casado, con la actriz Lois Hardwick, pero el flechazo pudo más y los dos terminaron divorciándose para pasar juntos por el altar ese mismo año.
A ella la enamoró el espíritu libre del actor y a él su alma combativa. Sin embargo, justamente esas dos características son las que terminaron precipitando el final del fogoso romance: ella se vio, de pronto, criando sola a sus dos pequeños hijos mientras él filmaba lejos de los Estados Unidos y él se hartó al ver su apellido en las páginas policiales de los principales medios.
Por eso, en 1970 decidieron dar por terminado su matrimonio. En ese momento, Kiefer y su hermana Rachel tenían cuatro años y vieron cómo su vida cambiaba para siempre. Su madre, que había sido una de las activistas más férreas contra la guerra de Vietnam, se había comprometido en el último tiempo en defender a las Panteras Negras. De hecho, había intentado comprar granadas para dárselas a aquel grupo que reivindicaba los derechos de las minorías raciales.
Luego de ser arrestada y acusada de “conspiración y posesión de explosivos”, se le revocó el permiso para trabajar y se vio obligada a volver a su país natal, Canadá. Allí fueron recibidos con honores. No era para menos, Thomas Douglas, el padre de Shirley, fue el hombre que introdujo el sistema de salud público y universal en aquel país, y era considerado una especie de prócer.
Evidentemente, a Donald le atraían las mujeres combativas. En 1970 coincidió en el set con Jane Fonda, que ya era se había puesto a medio país en contra al haberse manifestado, también, en contra de la guerra de Vietnam. Juntos protagonizaron Mi pasado me condena, y mientras en el set se mostraban distantes, cuando las cámaras se apagaban y no había testigos, daban rienda suelta a una pasión a la que no habían podido esquivar.
En aquel momento, la actriz estaba casada con el director Roger Vadim, pero, al igual que Shirley, su matrimonio no fue un impedimento para que se dejara llevar por lo que sentía por su colega. Según contó Douglas mucho tiempo después, fue ella la que dio el primer paso. “Ella tenía los pechos más hermosos del mundo”, expresó el actor, con cierta nostalgia y algo de orgullo por su conquista. En cuanto al primer encuentro romántico entre ellos, le contó a The Mirror: “Estábamos en una habitación del Hotel Chelsea con una cama enorme. A la derecha, unos escalones conducían al baño. Había una pequeña ventana ovalada y una luz la atravesaba, brillando más que la luna. Me gusta pensar que era la luna. Yo estaba acostado boca arriba cuando Jane salió del baño. Ella también estaba desnuda. Cuando la luz de la luna iluminó sus pechos perfectos, dejé de respirar. Todo se detuvo. Luego todo volvió a empezar. Cuando lo recuerdo, dejo de respirar de nuevo”.
La relación secreta entre ellos fue tan profunda como corta. Sin embargo, fue lo suficientemente fuerte como para precipitar el divorcio de Fonda y Vadim. Si bien aquella relación pasó inadvertida para el público y los medios y fue revelada muchos años más tarde, al poco tiempo se le endilgó a Sutherland otro romance con una de sus coprotagonistas.
En la película Amenaza en la sombra, de 1973, el actor compartió cartel con Julie Christie. Ya habían trabajado juntos y los unía una gran amistad y era común verlos juntos en las noches de Los Ángeles y Nueva York. Esa cercanía fue la que cimentó el rumor de que ambos se “habían dejado llevar” por la confianza a la hora de rodar las escenas de sexo. En particular, de la más polémica y comentada escena de la película.
Todo se complicó aún más cuando el director del film, Nicolas Roeg, decidió deslizar en una entrevista, antes del estreno, que los actores “habían tenido sexo de verdad”. El realizador creyó que ese comentario serviría para promocionar la película. Ellos se hartaron de negarlo, pero el mito ya estaba creado.
La escena en cuestión se rodó una tarde de finales de enero de 1973, en la habitación del hotel Bauer Grunwald, a orillas del Gran Canal. Solo estuvieron presentes Christie, Sutherland, Roeg y el director de fotografía, Tony Richmond. En una entrevista publicada por Vulture en 2018, el actor reveló: “Se filmó con un par de cámaras Arriflex sin sonido, en tomas muy cortas, de alrededor de 15 o 20 segundos, con Nic y Tony a muy poca distancia de nuestros cuerpos desnudos. Estuvimos alrededor de media hora, puede que algo más, desnudos en aquella cama, haciendo extrañas contorsiones que nos marcaban, algo cohibidos, pero muy concentrados, en una atmósfera de calma tensa”.
La versión no oficial indica que después de un tiempo, Roeg dejó de dar indicaciones y los actores se dejaron llevar. Las imágenes que finalmente quedaron en el corte final corresponden a esos últimos minutos de libertad, e incluyen la primera escena de sexo oral a una mujer.
En 1972, Sutherland filmó la película canadiense Alien Thunder. Allí conoció a una inquietante actriz canadiense, Francine Racette. Una vez más, la atracción fue instantánea. Dos años más tarde pasaron por el altar y desde ese momento se volvieron inseparables. Ella es la madre de los tres hijos menores del intérprete, Roeg, Rossif y Angus.
En una entrevista publicada por The Guardian en 2005, a la hora de reflexionar sobre sus anteriores relaciones sentimentales, Sutherland explicó: “Todo fue culpa mía. Fui tan tonto. Pero si no hubiera cometido los errores que cometí, no habría conocido a la maravillosa mujer con la que he estado casado durante más de 30 años, así que supongo que eso hace que los errores estén bien”.
“No lo sé si nuestro encuentro fue solo una cuestión de suerte... Lo que nos ocurrió es algo que no se puede explicar. Ella es un ser humano extraordinario. Fue cortejada por intelectuales. ¿Jean Paul Sartre? Ella era su actriz. Ella era la musa de Frédéric Rossif“, indicó. Y continuó: “Creo que es como dijo Joanne Woodward [esposa de Paul Newman]: ‘La belleza es importante y el sexo también, pero mi marido me hace reír todos los días’. Y eso es lo que me pasa con mi esposa: nos reímos todo el tiempo”.
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