Los Martínez Suárez mantuvieron un vínculo férreo que se sobrepuso a rispideces familiares y duelos; embargada por la sensación de soledad, La Chiqui jamás se repuso de sus partidas
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Mirtha Legrand hoy cumple 97 lúcidos años. Desde la medianoche comenzó a recibir llamados y, desde primera hora de la mañana, los ramos de flores y las cajas con bombones de una conocida chocolatería fueron llegando al piso que habita en Palermo.
Rigurosa y comprometida con su labor, desde pasado el mediodía la diva graba el programa que eltrece emitirá mañana y, desde las 20.30, recibirá al exclusivo grupo de invitados íntimos, casi medio centenar de amigos con los que celebrará en su propio domicilio. Todo rimbombante. Con las cámaras y los flashes poniendo su foco en ella, como siempre, como corresponde a su envergadura.
Sin embargo, en su más profunda intimidad, la estrella más longeva y vital de nuestro país transitará su día con un sabor agridulce. Es que ya no están junto a ella sus hermanos José y Silvia. Curiosamente, ambos fallecieron a los 93 años y en fechas conmemorativas en el calendario nacional. José partió el 17 de agosto de 2019, mientras que el deceso de Silvia se produjo el 1° de mayo de 2020. La diva, lúcida y anclada en el presente como nadie, es consciente que cuanto más se vive, también las ausencias se convierten en una dolorosa faceta de la existencia. A más años, más pérdidas.
Un bloque infranqueable
Mirtha Legrand ha hecho un culto del vínculo con sus hermanos. Una relación tan férrea que, incluso, ha sido más sólida que la que ha podido cultivar con Daniel Tinayre, quien fuera su esposo durante casi cincuenta años, y superadora de la que estableció con sus propios hijos, Daniel y Marcela, definida por las lógicas diferencias generacionales.
José Antonio Martínez Suárez -a quien sus padres y hermanas llamaban “Joselo” y que luego sería “Josecito” para todos-, y María Aurelia Paula Martínez Suárez -artísticamente conocida como Silvia Legrand, apodada Goldy por sus padres, mote con el que la identificarían sus familiares y amigos-, fueron el gran sostén de Rosa María Martínez Suárez, la leyenda que todo un país coronó como Mirtha Legrand.
José nació el 2 de octubre de 1925, mientras que sus hermanas gemelas llegaron al mundo el 23 de febrero de 1927. Los tres se convirtieron en los “ciudadanos ilustres” de su Villa Cañás natal, el pueblo santafesino al que han regresado en varias ocasiones. Ese terruño que, al ser nombrado por La Chiqui, la obligaba a ponerse de pie.
Mirtha, Silvia y José fueron un bloque unido, compacto. Nada ni nadie los separó jamás. Aunque el vínculo con sus cuñadas y cuñados no siempre ha sido el más fluido y algunos de sus hijos no se terminó de amalgamar a la estelaridad familiar, los hermanos siempre siguieron juntos. A pesar de todo y de todos.
“Lo mejor de la familia”
Mirtha sentía una profunda admiración por su hermano. Encontraba en él a alguien de un estricto bajo perfil que podía transitar una vida “normal”, a diferencia de ella, quien, por elección, siempre ha estado ubicada en la arena mediática.
José Martínez Suárez se desarrolló como actor, guionista, asistente de dirección, director y productor de cine. El crack, Los muchachos de antes no usaban arsénico y Noche sin lunas ni soles fueron algunos de los films que dirigió. Además, fue un notable maestro de guion cinematográfico, contando con alumnos que luego cobrarían gran notoriedad, tal el caso de Juan José Campanella y Lucrecia Martel.
Su tarea de investigación en el campo del cine lo convirtió en uno de los profesionales con mayor background en cuanto a la historicidad del séptimo arte. “Estoy hecho de cine”, solía decir. El latiguillo se convirtió en el título de un imprescindible libro escrito por el investigador Mario Gallina, volumen que aborda el pensamiento de Martínez Suárez. Esos conocimientos lo llevaron a ser designado presidente del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, rol que ocupó desde el año 2008.
Tal era el respeto que Mirtha sentía por su hermano, que solía calificarlo como “lo mejor de la familia”, pero también ha reconocido que el mayor de los Martínez Suárez “era bravo con nosotras”, dejando entrever que se trataba de un hombre que cuidaba mucho de sus hermanas. José llamaba a Mirtha minutos antes que saliera al aire para desearle “buena suerte”, un ritual que la diva siempre echó de menos.
La primera esposa del cineasta fue Marta Urchipía. Fruto de este matrimonio nacieron María Fernanda, María Alejandra y María Eugenia. La segunda mujer de Martínez Suárez fue Nené Lovera, a quien la conductora le dedicó unas calurosas palabras cuando falleció. Cuando en su programa, Mirtha despidió a su hermano, no dudó en decir que “le gustaban mucho las señoras”, respondiendo a su fama de galán.
“He sido testigo presencial que, antes de cada almuerzo, Mirtha hablaba con Goldy y con José”, dice a LA NACION el investigador Mario Gallina. Cuando a Chiquita le tocó entrevistar en su programa al médico René Favaloro, Gallina recuerda haber estado junto a José Martínez Suárez cuando la conductora lo llamó. “Con el teléfono en manos libres, fui testigo cuando le dijo ´José, estoy muy nerviosa, es un compromiso muy difícil hablar con el doctor Favaloro´. Rápidamente, su hermano la calmó diciéndole “´Chiquita tranquila, todo va a salir bien´”.
José no era afecto a mostrarse en cámara. Mucho menos a sentarse en la “mesazas” de su hermana. Sin embargo, no ha dudado en hacerlo cuando consideró que ameritaba el convite. Así fue como, en 1999, cuando Legrand regresó a la televisión luego de la muerte de su hijo Daniel, su hermano salió al aire por teléfono, logrando emocionar a la diva. “A veces soy yo quien pide aparecer”, le confesó José, quien tomó por sorpresa a la diva.
En 2009, José asistió a Almorzando con Mirtha Legrand, que entonces se emitía por América, para referirse a la nueva edición del prestigioso encuentro de cine de Mar del Plata. El cineasta aprovechó la ocasión para obsequiarle a la conductora el primer ejemplar del catálogo editado ad hoc.
En más de una ocasión, Josecito también se sentó en la “mesaza” más famosa del país. El 25 de octubre de 2015, cuando el formato había vuelto a ocupar la grilla de eltrece, el realizador repitió, a instancias de Mirtha, una broma en torno a la edad de la diva. Todo rieron ante la ocurrencia.
Cuando José falleció, Mirtha -con un rictus devastado- abandonó el velatorio en medio de los flashes y reconociendo ante los presentes: “Se fue un grande”.
A las pocas horas del fallecimiento del mayor de los Martínez Suárez, la diva lo recordó en su programa con calidez y emoción. “Adiós Josecito querido, adiós hermano querido”, dijo Legrand enfundada en un riguroso luto.
Paula, de Olivos
La relación de Mirtha con su hermana Goldy fue de una unión férrea. Eran la una para la otra. La condición de gemelas le dio un plus a la hermandad. Sus padres fomentaron en Villa Cañás ese lazo que iba más allá de lo sanguíneo para convertirlas en una sola persona.
Aunque cuando comenzaron su carrera artística, desafiaban a todos con su semejanza física, sus padres las identificaron muy bien desde el nacimiento. María Aurelia Paula nació primero y pesando más que Rosa María Juana, de ahí que las apodaron “Gordita” y “Chiquita”. Con los años, tal como reconoció Mirtha más de una vez, y porque a su hermana el mote le causaba fastidio, “el “Gordita” se sofisticó y se transformó en “Goldy”.
Cuando ambas ocupaban lugares destacados en la cinematografía nacional, jamás compitieron. Ni cuando les tocó protagonizar juntas ni cuando lo hicieron de manera independiente. La estrella de eltrece encontraba en su hermana a un gran sostén emocional. Como Silvia, casada con un militar de apellido Lópina, se había retirado del ambiente artístico siendo joven, su mirada sobre la carrera de La Chiqui se amparaba en la rigurosidad de quien puede tomar distancia y mirar más allá del bosque.
Mirtha la escuchaba como a nadie. Cada vez que terminaba su programa la llamaba para que le hiciera su devolución implacable, justa, pero siempre afectuosa. “Es a la persona que más escucho”, solía decir la conductora muy confiada de la vara de su hermana.
Goldy salió al aire -por teléfono- en el programa que marcó el regreso de la diva, luego del fallecimiento de Daniel Tinayre (h), pero, desde su retiro laboral, jamás volvió a aceptar el convite de sentarse en la mesa del ciclo, como había sucedido años atrás.
En alguna oportunidad, durante la década del sesenta, en la que Mirtha sufrió alguna leve indisposición, fue la propia Goldy quien la reemplazó en la conducción. Sin embargo, una vez que puso punto final a su carrera, Silvia decidió no ejercer ningún tipo de actividad pública.
Sin embargo, un guiño le hacía tener una presencia de incógnito en el programa. Dado que Silvia vivía en la localidad de Olivos, cuando deseaba preguntarle algo a un invitado, se hacía pasar por un televidente más y dejaba su mensaje bajo el mote de “Paula, de Olivos”. Cuando llegaba esa inquietud, la anfitriona de la mesa sabía que se trataba de su hermana.
Mario Gallina, autor también de una monumental biografía sobre Alfredo Alcón, entre muchos otros volúmenes de su autoría, recuerda que “todas las mañanas, rigurosamente, se saludaban entre los tres hermanos”. Una anécdota pinta de cuerpo entero esta suerte de mandato de la unión fraternal: “Durante la fiesta de bodas de Goldy, la madre los llevó a un apartado y les dijo ´hoy se casa la primera hija, pero ustedes tres, siempre juntos´. Y así fue”, cuenta Gallina.
En 2018, Almorzando con Mirtha Legrand celebró sus cincuenta años en el aire. La dueña de casa fue sorprendida con la lectura en off que hizo su hermana de un poema que habían aprendido en la escuela primaria. Fue la última vez que se escuchó en un ciclo de televisión la voz de Goldy, una mujer atenta y cálida, como solían definirla amigos como Susana Giménez.
El 1° de mayo de 2020, Silvia se recostó a descansar la siesta. Nada hacía suponer que no despertaría. Por la mañana había conversado con su hermana, en una de las tantas charlas diarias que mantenían, se despidieron con un “a la tarde hablamos”.
Eran tiempos aciagos, con la pandemia del Covid a pleno y con el país bajo un estricto confinamiento que no le permitió a Mirtha poder asistir al funeral en un cementerio privado de la Zona Norte del Conurbano. “Me mandaron una foto con un féretro y yo pensaba ´ahí está mi hermana´”.
El 19 de diciembre de 2020, Mirtha reapareció en su programa que, dada la pandemia imperante, y para no exponer a la diva de edad avanzada, era conducido por su nieta Juana Viale. Aquella noche, la estrella recordó a su hermana y contó cuál era el sentimiento que la embargaba.
Siempre unidos
En marzo de 2018, Josecito, Goldy y Chiquita visitaron Villa Cañás. Fue la última vez que los tres pudieron pisar su tierra juntos. La ciudad los homenajeó y, dada la edad que cursaban, era también una presumible despedida.
Mirtha, Josecito y Goldy lo vieron casi todo. Buena parte de la historia del país pasó ante sus ojos. Nacieron en la segunda década del siglo pasado y se amalgamaron a la era digital con total naturalidad, al punto tal que los mensajes por WhatsApp podían unirlos entrada la madrugada.
El vínculo entre los Martínez Suárez no estuvo exento de rispideces, de miradas encontradas, pero jamás protagonizaron una pelea que pudiera enemistarlos. Fueron sostén y guía. Consejeros y críticos. Hermanos.
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