La popular presentadora norteamericana creció en la extrema pobreza y, a fuerza de tenacidad, se convirtió en una de las figuras más influyentes del mundo; “Ahora solo me dedico a ayudar a los demás”, aseguró la empresaria, productora y actriz
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En 1964, Oprah Winfrey permanecía absorta en el living de su casa de Milwaukee, acompañada por su madre, Vernita Lee, mientras en la televisión se transmitía la ceremonia de los premios Oscar. A sus 10 años, la pequeña Orpah -tal es su verdadero nombre- estaba en el piso, cerca de la pantalla, como si buscara traspasarla y formar parte de ese núcleo de estrellas del mundo de cine y la televisión. No era una entrega como cualquier otra: Anne Bancroft abría el sobre y anunciaba el ganador al mejor actor: Sidney Poitier por Una voz en las sombras. Orpah se emocionó hasta el punto de tal de que ese instante se convertiría en un recuerdo vívido, inspirador, sobre el que habló cuando, en 2018, recibió el galardón Cecil B. De Mille a la trayectoria en otra entrega de la industria: la de los Globos de Oro.
“Nunca había visto a un hombre negro ser celebrado en la pantalla. Y he tratado de explicar muchas veces lo que un momento como ese significa para un chico sentado en los últimos asientos. Mi mamá entró en ese momento, rendida tras limpiar las casas de otras personas. Lo único que me salió decir como explicación de lo que había pasado fue la línea de diálogo de Sidney en Una voz en las sombras: ¡Amén, amén!”, evocó Winfrey. En ese mismo discurso, la empresaria, presentadora, productora, escritora y actriz que cumplió 70 años también se detuvo en una verdad incontrastable: cómo su búsqueda de historias auténticas se convirtió en el principal motor de su carrera.
Cuando Winfrey realiza una entrevista, se trata de un acontecimiento que lleva su impronta, que no necesita de referentes. Es cálida, pero no condescendiente. Va hacia lo genuino, pero sin perder su carácter asertivo. No intimida, pero también habla por su público. Oprah pregunta lo que todos quieren saber. Oprah se identifica con quienes, como ella misma lo hizo una vez, encienden la TV para encontrar respuestas sin solemnidad, para sentirse parte de esas conversaciones íntimas.
“Lo que sé es que decir tu verdad es la herramienta más poderosa que tenemos todos. Estoy especialmente orgullosa de las mujeres que se han sentido lo suficientemente fuertes y poderosas como para levantar sus voces y compartir sus historias que no afectan únicamente a la industria del entretenimiento: trascienden lugar, cultura, política, religión, espacio de trabajo, raza. Quiero agradecerles a todas las mujeres que han sobrevivido años de abuso, porque ellas, como mi madre, tenían hijos que criar, cuentas que pagar y sueños que hacer realidad. Son trabajadoras domésticas, trabajadoras rurales, gastronómicas, científicas, médicas, ingenieras, en la industria tecnológica y el ejército, en la política y los negocios”, expresó Winfrey al recibir el Globo de Oro, galardón que se une a tantos otros, desde el Oscar honorífico, el Tony por la producción del musical de El color púrpura (película de Steven Spielberg por la que recibió una nominación al premio de la Academia y cuya adaptación de la obra llega el 8 de febrero a nuestras salas), el Emmy humanitario y, por fuera del microclima de Hollywood, el doctorado honoris causa en leyes de la Universidad de Harvard.
“En mi carrera, lo que he tratado de hacer, ya sea en el cine o en la televisión, es decir algo sobre cómo los hombres y las mujeres sienten, cómo experimentamos vergüenza, dolor; cómo perseveramos y finalmente, superamos los obstáculos. A lo largo de los años he interpretado a personajes que han recibido algunas de las tragedias más terribles; algo que tienen en común es la habilidad de sentir esperanza, de esperar una mañana luminosa, incluso en medio de la noche más oscura”, manifestó Winfrey ante esa audiencia que se rendía a su pies porque conocía su lucha, el arduo camino que atravesó antes de ser una de las personas más influyentes del mundo.
Oprah tiene un imperio valuado en 2800 millones de dólares, fue el rostro que estuvo delante de las cámaras en su longevo ciclo The Oprah Winfrey Show y en varios largometrajes (de Amada hija a Selma), pero también tras bambalinas como productora (de talks shows a premiadas miniseries como Así nos ven), e incluso escribiendo libros motivacionales (ya tiene una docena en su haber). Oprah es la self-made woman por excelencia, esa mujer que se hizo a sí misma, hoy asegura disfrutar de una vida pacífica junto a su marido, el escritor y empresario Stedman Graham, en una de sus propiedades en Montecito, California. “Me siento más vital que nunca”, le confió a revista People a propósito de su cumpleaños. “La gratitud es mi religión, quiero hacer por los demás lo que muchos hicieron por mí: darles una plataforma para que alcen sus voces”, sumó Oprah, quien también se aboca a la filantropía.
La niña quebrada que se convirtió en una de las figuras más influyentes del mundo
En el documental de Apple TV+, El yo que no puedes ver, producido junto al príncipe Harry, su amigo y vecino, Oprah se ubicó en el lugar de entrevistada, mientras el director ganador del Oscar, Asif Kapadia, indagaba en su infancia. Un disparador bastó para que a la poderosa Winfrey se la notara frágil al evocar una niñez en la que experimentó numerosas privaciones a raíz de la situación de pobreza en la que se encontraba su madre, y traumas generados por un episodio de abuso sexual que sufrió cuando tenía 9 años a manos de su primo. A los 14, fue víctima de otra agresión sexual que derivó en un embarazo. Oprah perdió al niño en un parto prematuro. Décadas más tarde, hablaría sobre cómo su deseo de ser madre nunca se despertó.
“Hubo un momento, cuando vivía en Chicago, en el que compré un departamento adicional porque siempre pensaba que si me casaba, iba a necesitar cuartos para mis hijos”, le contó a la cadena ABC. Sin embargo, no solo nunca contrajo matrimonio sino que también supo que tenía que sincerarse respecto de sus necesidades, eludiendo mandatos sociales. “No hubiese podido tener la vida que tengo o la carrera que tengo si hubiera elegido tener hijos”, manifestó.
La certeza de que quería ser comunicadora llevó a Oprah a superar los obstáculos de una infancia y adolescencia duras, signadas por lo itinerante, por el querer suplir las carencias. El panorama empezó a esclarecerse cuando recibió una beca de la Universidad de Tennessee y comenzó a trabajar como reportera de un estación local de la cadena CBS. En 1986, debutó con The Oprah Winfrey Show y la revista TIME destacó el fenómeno incipiente de ese ciclo que permanecería al aire hasta 2011, uno en el que pasaron estrellas de Hollywood como también personas desconocidas a las que Oprah, como se había prometido a sí misma, les dio lugar para compartir sus duras historias de vida, el puntapié de su activismo destacado en 2011 con el Oscar.
“La dureza que le falta como periodista es compensada por una curiosidad que queda siempre al descubierto, por un humor robusto y, sobre todo, por empatía. Sus invitados se conmueven al hablar de sus vidas y así su programa se desarrolla no tanto como un ciclo pensado para una audiencia nacional sino como una sesión de terapia”, destacó la publicación sobre ese programa que luego sería transmitido en más de cien países y del cual ella misma fue productora con su prolífica compañía, Harpo Studios.
Oprah no descansa. No conoce el término. En 1991, brindó un testimonio ante el Senado de los Estados Unidos, a propósito de la Ley Nacional de Protección a la Infancia, en la que se proponía la creación de una base de datos con los nombres de las personas condenadas por haber cometido abusos contra menores. Dos años más tarde, la legislación fue bautizada como “Ley Oprah”. Asimismo, contribuye con organizaciones que promueven la educación y la cultura, al tiempo que realiza tareas humanitarias en casos de desastres naturales. En Sudáfrica, hay una escuela con su nombre que ella misma inauguró nada menos que junto a Nelson Mandela. En 2013, le fue otorgada la Medalla Presidencial de la Libertad, que es considerada la condecoración al mérito civil más importante en los Estados Unidos.
De todos modos, Winfrey es mucho que una sucesión de títulos, premios, distinciones. Al final del día, es esa niña oriunda de Kosciusko, Mississippi, que se emocionaba al ver a Sidney Poitier, quien parecía decirle que ella también podía lograr salir de la peor de las tormentas. “Cada vez que me caiga, me voy a levantar”, le manifestó a People en la previa a su gran celebración de este martes. “Pero también quiero levantar a quienes no pueden hacerlo, esa es la manera en la que me manejo en este mundo, la vida es mucho mejor cuando la compartís con los demás, ese es mi principio insoslayable”.
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