Son las dos de la tarde y se despertó hace un rato. Con el hambre pidiendo a gritos un desayuno/almuerzo, Lorenzo “Toto” Ferro le encarga al mozo una hamburguesa completa con papas fritas y limonada. El hijo mayor de Rafael Ferro (52) transita sus primeras entrevistas como actor, y lo hace sin filtros. Cada una de sus respuestas –a veces breves, a veces más completas– llegan marcadas por el desparpajo y la frescura de un chico de 19 años que descubrió, casi por casualidad, su vocación por la actuación. Y si bien su padre ya es un actor de trayectoria, Toto insiste en que nunca pensó en seguir sus pasos. “Hasta me había anotado para estudiar Diseño Industrial”, dice a modo de explicación el protagonista de la última película de Luis Ortega, El Ángel, basada en la vida de Robledo Puch. Allí, “Toto” le da vida al asesino serial más famoso de la historia delictiva argentina, y comparte set junto con Chino Darín (29) y Daniel Fanego (63). Tras una intensa búsqueda para dar con el actor que interpretaría a Robledo Puch, los productores finalmente encontraron en Ferro un sorprendente parecido físico con el asesino. Y así su destino como diseñador tuvo un giro inesperado.
–¿Qué pensaste cuando te acercaron la propuesta?
–No me lo esperaba, porque no era algo que estuviese buscando. Los chicos de la producción me pidieron si podía ir al casting a probar y me mandé derecho. No hice muchas preguntas, sí me fijé primero quién era Puch y de entrada me pareció buenísimo. Y fui con dos amigos porque no tenía mucha idea de qué hacer en el casting. Pero el día que me llamaron para decirme que había sido seleccionado fue muy impactante, me quedé como un loco, no lo podía creer. Aparte, también había aprobado Matemática, así que se dio todo.
–¿Te había quedado previa Matemática?
–No, nunca me llevé previas, la tenía que rendir en febrero. Si me iba bien, terminaba el secundario.
–Y eras hombre libre.
–[Risas]. Sí, por eso fue un gran día. Obviamente, quería quedar en la película también, pero cuando aprobé fui doblemente feliz. Para mí, terminar el colegio era ya ser un adulto.
Ir al Festival de Cannes fue como jugar a ser famoso por un rato, porque todo eso también es muy frívolo
–¿Cómo fue ponerte en la piel de alguien como Robledo Puch?
–Creo que en algún punto somos los buenos de la película.
–¿Por qué?
–Porque está contado desde el punto de vista del malo. Es como ver la película del Guasón, contada desde la mirada del Guasón: inevitablemente la gente siente empatía con el personaje. En esta historia soy Carlitos, entonces ya de entrada se genera una cierta complicidad que hace que lo banques toda la película; se forma un cierto vínculo de dos horas con un personaje, pero al mismo tiempo no deja de ser terrible. Al principio quería conocerlo a Puch, quería escuchar su voz para preparar el personaje, pero después me di cuenta de que era innecesario. Además, tampoco se pudo hacer, porque al final Robledo Puch no quiso.
–¿Cómo fue la experiencia de estar en un set de filmación?
–El día antes del rodaje estuve desvelado toda la noche, por lo que llegué al set sin haber dormido nada. Me acuerdo que después de maquillarme y peinarme, me pidieron que entrara en un cuarto donde había ochocientas personas y tres cámaras. "¡Guau! –dije–, esto es hermoso". Ese primer día me fui flasheado, pero bastante sofocado. Igual, resultó una gran experiencia. Me enseñaron a manejar un auto, tuve que sacar el registro, también aprendí a andar en moto y a disparar armas. La verdad es que ser el malo de la película siempre es divertido. Después me quedé copado con el tema de la moto, pero mamá me dijo que ni soñara con tener una. [Risas].
–Tuviste la suerte, además, de viajar a Cannes, porque la película participaba en el Festival de Cine. ¿Te divirtió caminar por esa red carpet?
–Todo fue muy bizarro, pero divertido al mismo tiempo. El plan al principio era no ir, pero de la nada vino Pedro (Almodóvar, uno de los productores de El Ángel) a invitarnos, y entonces terminamos sobre la alfombra roja. Para mí fue jugar a ser famoso por un rato y después volver a la normalidad, porque todo ahí es también muy frívolo. Lo bueno es que nos divertimos mucho con Chino y Peter, con quienes por suerte pegué muy buena onda. Siempre es mejor transformar el entorno del trabajo en algo más amigable.
–Esta experiencia debe haber sido movilizante para tu papá...
–En realidad, fue muy rápido para los dos. Sé que él ahora debe estar contento, orgulloso y toda la bola, pero yo mucho todavía no caigo. Creo que voy a caer cuando ya se haya estrenado la peli; seguro me pongo llorar, porque siempre me pasa eso. Sí, soy sensible, ansioso y no digo más porque si no me van a sacar la ficha. [Risas].
–¿Te dio algún consejo?
–No, consejos no me dio. Sí hablamos mucho sobre el contrato y esas cosas, pero actoralmente me dejó seguir mi camino.
–¿Y vos lo aconsejás en otras cuestiones?
–Sí, casi hablamos de igual a igual. Yo soy su papá y él es mi papá. Le doy y me da mil consejos. A veces es una película; otras, un libro, y así. Cuando era chico, íbamos mucho al cine. Él me llevó a ver Kill Bill cuando tenía 5 años. Y nos tuvimos que ir de la sala a los cinco minutos (risas) por lo violenta que era desde la primera escena.
–Te fuiste a vivir con él. ¿Cómo les va en la convivencia?
–Bien, somos amigos. Pero a veces se queja de que no lavo los platos.
–¿Quién cocina?
–En realidad papá y yo somos malos cocineros, siempre terminamos haciendo productos que ya vienen prehechos pero naturales. Si no se pide, o vamos por los fideos, la milanesa, esas cosas simples. Competimos para ver quién es el más básico.
–¿Cómo es un día tuyo cualquiera?
–Me levanto entre las doce y las dos, y almuerzo, hace años que no desayuno. Me junto con mis amigos, hacemos distintas cosas a la tarde a la noche me voy a tomar una cerveza, por lo general a un bar, y después vamos al estudio de un amigo a hacer música.
Con papá somos amigos y en la convivencia nos va bien... Pero a veces se queja de que no lavo los platos"
–¿Qué es lo que hacen?
–Es más tecnológico. Un amigo hace simple donde a la canción le agregás el piano y nosotros rapeamos. No es el concepto clásico de banda en la que cada uno toca un instrumento. Más bien se trata de una suerte de laboratorio de música en el que, por ejemplo, tomás los sonidos de la guitarra de Pink Floyd de una canción y después les agregás batería.
–¿Qué es lo que te gusta del rap?
–En el rap se le da muchísima importancia a la letra, podés meter ochocientas mil palabras en cinco minutos, y está bueno jugar con eso.
–¿Cómo nació tu pasión por este género?
–Dos años antes de terminar el colegio ya hacía con unos amigos free style, donde las letras del rap se improvisan en el momento. Hay competencias, con jurado de tres personas y vos, de alguna manera, te batís a duelo con otro que te contesta con otro rap. Con los chicos estuvimos tres años participando… A mí en un momento me fue bastante bien, llegué a semifinales.
–¿Qué te gustaría ser?
–Quiero seguir actuando, pero hay que ver qué propuestas llegan.
–¿Tenés pensado estudiar?
–Sí, tomo clases de teatro y me preparé para el personaje, igual no necesariamente tenés que estudiar. Quizá el día de mañana me gustaría también hacer teatro, pero para eso necesito una preparación.
–¿Te gustaría dirigir una película?
–Eso me encantaría. Yo tengo la sensación de que, de acá a cinco años, voy a hacer una película con mis amigos (porque además estudian cine). Después, si es malo o bueno es lo de menos. Siempre hay que hacer cosas malas porque sirve, así se aprende también.
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