Lorena Paola: "Me encanta entrenar como Rocky IV, en la naturaleza"
Ya casi había conseguido que la llamaran Lolo, como lo hacen sus íntimos de toda la vida. Pero desde que se sumó al programa de radio El Club del Moro, en La 100, volvió a ser Lorena Paola, la que conocemos todos. "No es que no me guste, para nada. Soy yo. Pero ese nombre remite a la imagen de esa nena de 8 años", cuenta Lolo, o Lorena Paola, que pronto soplará 46 velitas (el 20 de diciembre).
Nunca perdió la frescura, la simpatía, la chispa y la soltura para hablar y sonreír, como cuando era chiquita. Entonces sí vuelve a ser la niña que ganó Festilindo y que desde ese momento no paró de trabajar. Porque aunque no la vimos siempre en televisión, ella no dejó de trabajar y recorrió el país con giras teatrales, durante doce años, de abril a noviembre. "Conozco cada rincón de nuestra Argentina, de Norte a Sur, excepto Ushuaia. La última gira fue en el 2015, con una versión de El mago de Oz. Éramos 14 compañeros, un hermoso equipo de trabajo y todos ayudábamos en todo, dormíamos en un hotel de lujo o una habitación sencilla o en la ruta", detalla.
Inquieta como es su costumbre, Lorena es personal trainer, tarotista y estudia astrología. En una charla íntima con LA NACION, sentada en un barcito de su Villa del Parque natal, la actriz recorre su historia y cuenta cómo fue su incorporación a El club del Moro. "Siempre tuve muy linda onda con Santiago del Moro, y cuando participé en Quién quiere ser millonario, por Telefe, me invitó a su programa de radio. Justo coincidió con la salida ya pautada de Lizy Tagliani. Entonces Santiago me preguntó si me gustaría sumarme, si me sentía cómoda. Y la verdad es que tenía todo programado para irme de vacaciones. Hace rato que no nos íbamos de vacaciones en verano, así que teníamos ilusiones con mi marido, Esteban (Gatti)".
–Rechazaste propuestas para teatro en Carlos Paz, Mendoza y Las Grutas, ¿por qué le dijiste que si a la radio?
–Porque hace tiempo que quería volver a la radio. Días antes le había dicho a mi mamá, Betty, que deseaba mucho hacer radio. Tuve hermosas experiencias en La 100 de Mar del Plata durante una temporada, y en Cadena Uno. Se lo comenté a mi mamá y días después pasó esto. Creo mucho en la ley de atracción. Otra cosa que le conté a Santiago es que no me animaba a ir a Quién quiere ser millonario, porque la exposición es enorme. Soy fanática del programa pero las preguntas son dificilísimas.
–¿Cómo te sentís en un equipo de trabajo que ya funciona desde hace rato? ¿Te cuesta adaptarte?
–No es fácil incorporarse a un espacio ya instalado y en lugar de una persona tan querida y tan fuerte como Lizy. Obvio que nadie reemplaza a nadie pero la asociación está, y ocupás un lugar con una exigencia alta. Para Santiago también fue jugársela, llamándonos a Catherine Fulop y a mí, que tenemos otro humor, otro estilo. Por suerte la gente nos acepta y en la calle me dicen cosas hermosas. Además hay algo más que me gusta y es que, por no estar expuesta mediáticamente en el último tiempo, perdí una generación que ahora me descubre en la radio y empieza a seguirme. Me dicen: "te conocía mi mamá y también te sigo porque sos re copada". Estoy ganando más terreno. Siento tanto amor. Otros me siguen recordando películas como Diablito de barrio, que filmé cuando tenía 6 años. A veces me cargan porque yo trabajé con los más grandes, que ya no están: Juan Carlos Altavista, Juan Carlos Calabró, Darío Víttori, Enzo Viena, Marcos Zucker, Beatriz Taibo. Me di ese gran lujo, todos buenos compañeros. Tengo hermosos recuerdos de mi infancia. No sé cómo sería mi vida siendo anónima porque todo el mundo me conoce desde que tengo conciencia.
–¿Pediste que te llevaran a Festilindo o lo hicieron tus padres?
–Yo quería e insistí hasta que me llevaron. A partir de los 3 años empecé a hacer danza en lo de Beatriz Ferrari, me encantaba bailar y me aceptaron en la escuela. Seguí estudiando danza clásica, jazz, tap y soy bailarina. Todos los domingos hacía los shows en mi casa, con apenas 5 años. Soy hija única con una familia enorme con tíos, primos, abuelos que nos juntábamos a almorzar y al finalizar, vendía las entradas, preparaba el escenario con las cortinas, me llevaba mi grabadorcito, armaba todo y hacía mi función. En ese momento veía Patolandia, con el Pato Carret, y anunciaban el festival de la canción infantil, Festilindo. Lo gané y representé a la Argentina en Puerto Rico y también gané. Hoy veo videos y digo: "¡pero qué atrevida cómo cantaba frente a ocho mil personas!". Muy inconsciente.
–¿La popularidad fue algo difícil de manejar para una nena tan chica?
–Muy difícil pero yo tenía un buen entorno. Gracias a Dios todavía tengo a mi mamá hoy (su papá murió hace 14 años) y es de esas madres muy objetivas. No es que está bien todo lo que hace la nena, y si me tiene que criticar, lo hace en forma constructiva. Nunca me tuvo en una burbuja sino con los pies sobre la tierra, mostrándome lo bueno y lo malo, las consecuencias. Y es muy importante tener una buena base para no volar. Esto es efímero y cíclico; un día estás arriba y otro abajo y hay que estar preparada para ambas.
–Marcaste tu camino entonces desde muy chiquita, ¿fantaseaste con otro futuro alguna vez?
–Me gusta la medicina, pero era una cosa o la otra. Estudié porque, además, fue la condición que me puso mi papá para seguir en el medio. Él, que no estaba muy de acuerdo y fue el último en enterarse, no sabía si era un capricho. Soy profesora de gimnasia y bailarina. A los 16 años empecé con el tema del fitness. A veces hablan de la transformación de Lorena Paola, pero fui gordita de chiquita, después me estilicé y nunca más. De hecho ahora no me puedo descuidar porque soy muy eléctrica, y bajo rápidamente de peso. Tuve un gimnasio y ahora tengo un microemprendimiento de personal trainer con con mi marido. Esteban es diseñador de interiores y como hobby tenemos eso que fue creciendo y necesitamos incorporar profesores. No tomo, no fumo y entreno porque es un hábito. Tengo hábitos saludables. No hay que hacer dietas restrictivas sino comer sano.
–Entonces tu vida fluctúa entre esas dos pasiones, la actuación y el fitness.
–Son tres. Hace diez años empecé a estudiar tarot en la escuela de Beatriz Leveratto. Tengo mis consultantes hace muchos años. Y me encanta. Soy sagitariana y me gustan muchas cosas. Este año empecé astrología también. La gente tiende a encasillar pero me gustan muchas cosas: soy actriz, bailarina, canto, tiro el tarot, soy personal trainer y futura astróloga. Cuantas más herramientas tengas, mejor.
–¿Cuánto cambió tu rutina con El club del Moro?
–Cambió. Me levanto 3.50 de la mañana, porque soy exagerada y no puedo salir de mi casa sin tomar unos mates. Siempre fui mañanera pero no tanto. Y estoy probando si me conviene ir en auto, en subte, en colectivo. El programa arranca a las 6 y aún busco la mejor logística porque no quiero estresarme con el tema del estacionamiento. Me estoy acomodando de a poco porque tengo que reubicar a mis alumnos de la mañana. Me encanta entrenar como Rocky IV, en la naturaleza, y hay que encontrar la motivación. Recalculando.
–Hace 18 años que estás en pareja con Esteban y hace tres que se casaron. ¿Por qué? Muchos no lo hacen por cábala.
–Estuvimos separados un año, pero éramos amigos con derechos y nunca pudimos estar sin vernos más de dos meses. Y cuando volvimos a convivir, nos casamos. Está bueno tener proyectos. Somos muy compañeros. Como que nacimos juntos. Él es quien cocina, lava y se encarga de las cosas de la casa. Yo soy un desastre para eso.
–¿Y tu hijo Luka vive con ustedes?
–Luka (fruto de su relación con el periodista Pablo Fernández) vive solo hace dos años, trabaja, estudia ingeniería informática. Es muy maduro, independiente, bastante reservado. Me pone las pilas y me reta también, a veces parece mi papá. Soy una mamá un poco intensa.
–Entonces debe haberte costado mucho que se fuera de casa.
–El tema es reacomodarse. Hace dos años que se fue de casa y me cuesta un poco todavía. Pero creo que estoy mejor (ríe). Sé quién es él pero me da miedo la inseguridad, y miro todo el tiempo cuándo fue su última conexión al WhatsApp. Está bien que sea así, me tiene que curar; tengo que entender que es una persona independiente. Ahora le quiero armar el arbolito de Navidad y no me deja. Eso sí, ¿quién se ocupa del orden de la casa? Mamá y la abuela. Tiene tres gatitos y yo le limpio la casa. De cocinar se ocupa la abuela porque yo ni idea.
–¿Te hubiera gustado tener más hijos?
–Con Esteban no tuvimos hijos. No se dio. Lukita tenía tres años cuando nos conocimos. Estamos viviendo el noviazgo ahora, por decirlo de alguna manera. Soy mamá canguro y nunca lo dejé en ningún lado. Ahora estamos solos en casa. Y lo disfrutamos.
–¿Hay proyectos?
–Además de El club del Moro, reestrenamos la tercera temporada de Chicas de New York, en el Multiescena, a partir de abril. Es un éxito y me tiene feliz porque volví a tapear después de mucho tiempo. Y debuté como directora en junio con el unipersonal Mambo astral una chica en (R)evolución. La protagonista es Marianita Garrido y la obra va a estar en Mar del Plata esta temporada. Fue un año intenso, hermoso.
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