Lorena Meritano, la malvada de Pasión de gavilanes, sufrió una increíble discriminación y vivió un doloroso proceso
La actriz argentina siempre buscó ser reconocida en nuestro país, pero le costó mucho que los productores le atiendan el teléfono; ahora, luego de atravesar un cáncer muy agresivo cambió su forma de ver la vida y logró sumarse a varias propuestas laborales acá
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Todos la recuerdan por ser la malvada de Pasión de gavilanes, pero Lorena Meritano es una actriz argentina que trabajó mucho en Colombia, México, Perú, Ecuador, Miami y poco en la Argentina. Hoy conduce Tarde de chicas, de lunes a viernes a las 17, en Net TV, y pronto empieza a rodar una serie para Star+. En una charla con LA NACION, la actriz abrió su corazón y habló del bullying que sufrió a los 15 años cuando recién arrancaba su carrera y por qué decidió mudarse a México a los 21. En 2014 volvió para hacerse estudios porque estaba buscando un hijo con su pareja de entonces, el actor Ernesto Calzadilla, y de regreso en Colombia le descubrieron un cáncer de mama. Ahí su vida cambió para poder que atravesar la enfermedad y su proceso de sanación.
-Es la primera vez que conducís un programa en tu país, ¿cómo te sentís?
-Me dio vértigo al principio. He sido presentadora del Gran hermano del Pacífico para Chile, Perú y Ecuador, también conduje El gordo y la flaca, en Univisión, y uno de espectáculos en Nueva York, pero nunca un programa diario y con la presión de ser presentadora de un panel de mujeres. Finalmente me animé, acepté y la idea es hacerlo hasta finales de diciembre. Yo me pongo metas cortas en la vida. Estoy aprendiendo un montón, el ritmo es fuerte, pero estoy contenta. Estaba fuera de training y al principio lo padecí mucho porque soy muy exigente, demasiado dura conmigo, despiadada. Un par de veces volví llorando a casa, le mandé mensajes a mi mamá diciendo: “No sirvo para esto, me voy, me sobrepasa”.
-¿Y cuándo pudiste empezar a relajarte?
-Como a los diez días de estar al aire, empecé a disfrutar. Voy un día a la vez, me está ayudando mucho a flexibilizarme y a disfrutar igual cuando las cosas no salen tan bien como pretendo. Por otra parte, empiezo a rodar una serie para Star+ con producción de Pampa Films, y libro original de Gabriel Rolón. Se llama La voz ausente y en el elenco están Benjamín Vicuña, Susu Pecoraro, Jazmín Stuart y Gimena Accardi. Me siento feliz porque es en la Argentina y estoy cumpliendo el sueño de gurisa. Este año hice una película en República Dominicana que se llama Dueños del tiempo, y se estrena el año que viene.
-Sos una estrella internacional, hiciste novelas en toda América Latina, pero trabajaste poco en nuestro país, ¿creés que por fin eso está cambiando?
-Hice poco en Buenos Aires también porque estuve poco. Nací y me crié en Concordia, Entre Ríos, vine a la ciudad pocas veces, y a los 21 años me mudé a México. Hice participaciones en Muñeca brava, Historias de sexo de gente común, Mujeres de nadie y Amas de casa desesperadas para Disney Colombia.
-¿Y acá, el la Argentina, qué pasaba con vos?
-En un momento me daba mucha bronca que no me dieran trabajo y después entendí que había hecho mi carrera afuera y acá nadie me conocía.
-¿Eras de llamar a productores?
-Yo pedí mucho trabajo acá, escribí a productores muy importantes, antes de mi enfermedad y también después porque no solo me quedé sin tetas, sin pelo, sin ovarios, sin trompas y sin posibilidad biológica de ser madre, también me quedé sin ahorros, sin pareja y sin la posibilidad de trabajar. Di una charla en República Dominicana en 2017, y luego muchas otras sobre “Lorena sobreviviente” y escribí un libro. Todo el tiempo le escribí a directores y productores argentinos y nunca me convocaron.
-Hasta ahora...
-Sí, ahora, después de tanto pedirlo, se dio. Necesitaba cambiar de tema, dar vuelta la página. Lo necesitaba mi alma, pero pedía trabajo como actriz o hacía castings y no quedaba. Afuera siempre se me daba de una u otro manera, pero acá no hasta ahora, y agradezco esta oportunidad. Me acuerdo que le escribí a Adrián Suar muchas veces y nunca me contestó. Me contaron que en Polka él decía que soy muy alta. Qué importa eso, puedo trabajar igual. Me pasó en muchos lugares, perdía muchos trabajos por mi altura. El problema no es que soy muy alta (1.80 m.) sino que hay gente más baja que quizá le da complejo que yo esté al lado. En México hice una novela para TV Azteca y mi pareja era un primer actor mucho más bajo que yo y a él no le importaba nada e hicimos una dupla maravillosa.
-Fuiste Miss Pinamar a los 15 años, ¿cómo se dio?
-A los 15 años me sacaron fotos en Concordia y me contrataron para los desfiles del verano en Pinamar con todas las modelos top. Los productores del desfile me anotaron para el concurso Miss Pinamar, sin preguntarme. Gané e hice portadas de todas las revistas y yo no entendía nada. Eso me cambió la vida, pero la pasé muy mal, horrible. Porque tenía 15 años, extrañaba a mi mamá, a mi papá, mi barrio, la escuela, la danza. Venía de otro palo, y acá se burlaban de cómo hablaba, de cómo caminaba, y hasta me rayaron la cara en un desfile, en la pasarela. Parece mentira, pero es real, y yo no estaba preparada ni emocional, ni física, ni psicológicamente. Tenía ataques de ansiedad y comía, empecé a redondearme, me fui a Italia a hacer una campaña de trajes de baño y me tuvieron un mes comiendo limones. Porque tenía 15 años, medía 1.80 m., pero era una nena. La pasaba muy mal y un día que hablé con mis padres, me largué a llorar y me vinieron a buscar, volví a Concordia, terminé la escuela y me inventé un programa de televisión que se llamaba La revista concordiense, con un cineasta de allá, y el director del diario El heraldo me prestaba su oficina para salir al aire. Así empecé, en el videocable de Concordia, después pasé a otro de Entre Ríos y daba las noticias. Junté 600 dólares y con ese dinero me fui a México.
-¿Por qué a México?
-No sabía qué hacer de mi vida, había terminado la escuela y estaba en una crisis. Me inscribí en Psicología, iba y venía, no me salía trabajo como modelo porque decían que estaba gorda y la verdad es que no quería estar en Buenos Aires porque tenía malos recuerdos; para mí la ciudad era sufrimiento, burla. Y en México estaba mi tío, exiliado en el ‘76 con toda su familia. Así que fui allá, la primera noche no tenía dónde dormir y mi primo me consiguió un lugar en la oficina del padre de un amigo. Me quedé esa noche y a la semana tenía ya dos room-mates mendocinos, me llevé mi book de fotos, fui a las agencias de publicidad y laburé un año de promotora, recorriendo todo México con una marca de cerveza en las carreras de autos y haciendo comerciales.
-¿Y cuál fue el empujón para ser actriz?
-En 1993 hice un casting y entré en Televisa y empezó mi carrera. Hice teatro, video teatro, y la primera novela importante fue Prisionera de amor. Le siguieron otras, luego me fui un año sabático a España, después volví a TV Azteca, hice dos novelas, fui a Perú a protagonizar Escándalo con Christian Meier y esa novela paró el país. Fui a Miami a hacer La mujer de mi vida con Mario Cimarro, en Univisión, y con eso me gané todos los premios. Hice películas, me casé en 2000 y me fui a vivir al campo en Entre Ríos. Y en 2001 me contrataron para hacer Ecomoda, la secuela de Betty la fea, fui a Colombia seguí haciendo novelas, y en 2006 hice Pasión de gavilanes. Fui y vine toda la vida, siempre digo que el tic y el tac de mi corazón está dividido: el tic donde me tocaba vivir y el tac en la Argentina. Soy una gitana, me he mudado muchas veces en mi vida y por eso ahora disfruto de estar en casa. Ya no tengo familia en Concordia, mi mamá y mis hermanos están acá. Hasta el 31 de diciembre estaré en Buenos Aires y el año que viene, veré para dónde encaro.
-Volviste en 2014 a Buenos Aires para transitar el cáncer de mama acá, ¿por qué?
-Porque acá siempre tuve mi obra social y está mi familia. Estábamos por hacer un in vitro con Ernesto, mi pareja de ese momento. Habíamos venido para que la familia lo conociera y a hacerme mi control ginecológico. Todo bien, pero a los dos meses me detectaron el cáncer de mama en Colombia, volví a Buenos Aires y atravesé todo el proceso acá, acompañada de mi familia. Tengo dos genomas mutados, el braca I y II, igual que Angelina Jolie. Ella lo supo antes y por eso se hizo la doble mastectomía y se sacó mamas, ovarios y trompas. Yo supe después de esta mutación. Primero me sacaron un tumor, a los 15 días toda la mama y los ganglios, me dijeron que era muy agresivo y el oncólogo me dijo: “Flaca, te tengo que dar con todo hasta dónde aguantes”. Fueron 17 quimioterapias y un montón de cirugías. Soy descendiente de judíos askenazi y sefaradíes y ellos tienen un porcentaje bastante alto de esta mutación del braca I y II, lo que no quiere decir que todos lo tengan. Me hicieron un examen de sangre con una genetista y lamentablemente yo sí tengo esa mutación por lo cual volvieron a operarme para sacarme el seno izquierdo y después los ovarios y las trompas. No es una obligación sino una decisión, pero yo no iba a dormir con el enemigo.
-Pasados unos años de todo eso, ¿qué recordás de esa vivencia?
-Hoy estoy bien, me hago mis chequeos y voy al oncólogo una vez al año. Recién en 2017 empecé a levantarme porque antes tuve muchas cirugías. En estos años le encontré otro sentido a la vida, volví a ser independiente económicamente, pagué las deudas, empecé a reconstruirme. En 2018 me tatué las areolas en Mandinga Tatoo, que tatúa gratis a las mujeres que tuvimos cáncer. Y en pandemia no quería verme más las cicatrices y me tatué flores y una mariposa. Me miro al espejo y ya no me veo cicatrices y eso me hizo recontra bien.
-¿Cómo fue esa reconstrucción física y mental?
-Costó un montón. Sin dramatizar ni ponerme en víctima porque de víctima hoy no tengo nada, pienso que no sé cómo hice, pero sí sé cómo hice: pedí ayuda, acepté que me ayuden, me apoyé en mis amigos. Mi mejor amigo me pagó un pasaje a México y allí hice una actuación especial en una novela. Volví, mi familia siempre me apoyó y mi perro Fidel también es una pieza fundamental en todo esto, un sanador, muy compañero. Me apoyé además en la psicoterapia de bonding (una terapia que trabaja con las emociones) que hago desde 2018. La actriz Ana María Orozco siempre está en los momentos trascendentales de mi vida. Ese año no me sentía del todo bien, había hecho terapias alternativas, soy vegetariana desde hace muchos años, pero no estaba bien ni emocional ni psicológicamente, y Ana María me recordó la terapia de bonding que me había recomendado en 2010 cuando murió mi papá y yo tuve una gran depresión. Yo había ido, pero se ve que no era el momento, en cambio en 2018 sí y desde entonces hago terapia individual y de grupo. Con esa herramienta terminé de dar vuelta los problemas de fondo.
-¿Elegiste ser vegetariana a partir de la enfermedad?
-Fui vegetariana durante muchos años y después con una pareja volví a comer carne y quesos. Y cuando me enfermé, cambié totalmente la alimentación. Del mundo animal como huevos, miel y a veces, pescado. En casa tampoco como harinas y aprovecho a saborear alguna pasta cuando salgo.
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