La ex modelo dejó su trabajo para dirigir una agencia pero nada salió como esperaba. Cómo salió del pozo depresivo, fundó su propia agenda, se enamoró y fue mamá.
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A los 30 años Lorena Ceriscioli se bajó de las pasarelas porque sintió que había cumplido su ciclo. Fue directora de una agencia de modelos con un socio y expareja pero todo terminó mal y ella volvió a la casa de sus padres. Le llevó cuatro años volver a ser ella misma con la alegría y el empuje que la caracterizan. Hoy su agencia, LO Management es una de las más prestigiosas en el mundo de la moda, está felizmente casada con el arquitecto y exrugbier Juan Pablo Ramignino y juntos son padres de Gennaro, de 6 años. En una charla íntima con LA NACION, Ceriscioli cuenta cómo fue su transformación, habla de los momentos de oscuridad que vivió, de la importancia que tuvo su empresa en su recuperación y de su sinuoso camino para ser mamá.
-¿Por qué dejaste tan joven tu carrera de modelo?
-Porque quería otra cosa, tenía necesidad de vivir otra etapa y sentía que esa ya estaba cumplida. Apareció una posibilidad, la tomé y tuve que aprender todo, desde encender una computadora hasta mandar mails, porque esa tecnología recién arrancaba. Todo terminó muy mal y prefiero dejar atrás los detalles. Pero cuando me sucedió esa situación me sentí sin futuro, no tenía casa, ni auto, ni trabajo. Estaba muy mal emocionalmente.
-¿Quién te rescató?
-Me rescataron mis padres, Inés y Humberto, y fui a vivir a su casa. Tenía 34 años y fue muy violento porque lo sentí como un fracaso. Estaba muy mal psicológicamente y le dije a mi papá, con mucho orgullo: “Quedate tranquilo que en un mes me voy”. Y él me miró, muy tranquilo y me dijo: “Yo creo que vas a estar un tiempo largo con nosotros”. Y así fue, viví cuatro años con mamá y papá y fue lo mejor que me pasó en la vida porque me reencontré con ellos.
-¿Cómo fue ese reencuentro?
-Hermoso. Empecé a trabajar y me independicé muy joven así que a los 19 años me fui de casa. Y los reencontré siendo una mujer. No los enfrenté sino que los escuché y entendí las cosas hermosas que ellos sabían y todo lo que podía llevarme, además del amor absoluto. Gracias a mis padres pude enfocarme, cien por ciento, en armar este proyecto que es LO Management. El primer mes fue caótico, estaba muy angustiada, iba a terapia, a psiquiatra hasta que un día me levanté y me propuse salir adelante, pero no sabía cómo ni de qué trabajar. Y de la nada me llamó Florencia Torrente, que es amiga, y me dijo que quería que la representara. Le respondí que no tenía nada y ella me dijo: “Tenés experiencia, un teléfono y contactos”. Y así empezó todo.
El primer paso
-Entonces Flor Torrente te dio el primer empujoncito...
-Ella y Azul Caletti, que hoy vive en París. Su papá me llamó en ese momento y me pidió que la representara. Mi mamá siempre me dice que le encanta el proceso que hice porque ella lo siguió paso a paso. Al principio yo estaba sentada en el piso de mi cuarto con el teléfono; después me compré la compu y ya me sentaba a la mesa del living y luego alquilamos un departamentito muy pequeño que fue la primera oficina. En 2010 contraté a Tatiana, mi primera mano derecha, y tuvimos una hermosa experiencia trabajando juntas. Después nos mudamos y contraté a Flor, y también fue hermoso. Fuimos creciendo cada vez más y amo eso con todo mi corazón porque me dio todo lo que tengo hoy, hasta diría que a mi marido y a mi hijo. Y lo digo, no porque lo haya conocido en la agencia, sino porque una vez que estuve tranquila en cuanto a lo laboral, me enamoré y al tiempo apareció Gennu, que es la luz de mis ojos. Hoy trabajo con un grupo de chicas y chicos hermoso, entre quienes está Micaela Argañaráz, Iman Kaumann, Oriana Sabatini, Flor Torrente, India y Dante Ortega, Angie Landaburu, Mía Quinn, Milagros Najun, Jorge Piantelli... Somos un equipo grande. Me costó mucho encontrar gente que piensa y siente como yo en este medio y hoy Gabriel Ortiz, Leonardo Pereyra y Nicolás Delgado son mis tres torres, el equipo ideal. Ellos entienden lo importante que es fortalecer la parte emocional de quienes trabajan con nosotros.
-¿Extrañas las pasarelas?
-Nada. No extraño nada mi trabajo de modelo.
-¿Era un mundo muy competitivo?
-Estoy acá hoy porque amé trabajar como modelo y mis mejor amigas fueron colegas de esa época: Dolores Trull, Roxana Zarecki, Marina Cini, Dolores Moreno. Son como hermanas y las conocí en el mundo de la moda. Me encanta el medio en el que trabajo y sucede que soy mejor detrás de cámaras y no extraño el delante.
-¿Había muchas exigencias? ¿Cómo las vivías?
-Si trabajás con tu imagen tenés que estar impecable siempre. Era otra época, donde había que entrar en un molde para ser modelo: alta, flaca. Eso ya no existe hoy y es un gran desafío. La moda está cambiando, hay diversidad y representamos a las personas por su luz, su impronta, su arte y por cómo comunican.
-¿El negocio de la representación también cambió? Antes eran protagonistas Pancho Dotto, Ricardo Piñeiro y sus chicas...
-Totalmente. Hoy la protagonista es la persona que representás y en aquella época los protagonistas eran los representantes y después venían las chicas y chicos. Es un trabajo de equipo muy personalizado de contención y acompañamiento. La industria de la moda es hermosa. No extraño nada, la pasé increíble y sé que soy todo lo que soy gracias a mi pasado. Soy una agradecida.
El deseo de la maternidad
-¿Cómo apareció Juan Pablo en tu vida?
-A Juan Pablo lo conocí en una fiesta a la que no iba a ir. Me hizo reír mucho, nos divertirnos, nos enamoramos y empezamos a buscar un hijo porque yo tenía 38 años ya. Él tiene un hijo, Lorenzo, de 21 años, y trabaja en LO. Juan Pablo es un hombre maravilloso, cariñoso, lúdico, que cuida a sus hijos tan íntimamente. Es un padre muy presente.
-¿Pensaste que no ibas a poder ser mamá?
-Eso me dijeron. Tenía algunos trastornos ginecológicos, tuve endometriosis y me habían dicho que iba a ser imposible ser mamá, que no iba a poder ni por in vitro. Una de las soluciones que me dieron para mi endometriosis fue sacarme el útero o inducirme la menopausia, pero no acepté. Eran soluciones drásticas. Hasta que encontré a un súper médico, Claudio Ruhlmann. Ya tenía 40 años, me vio y me dijo: “Mañana te opero”. Cuando salí del quirófano le pregunté qué hacía, si probábamos un tratamiento in vitro y me respondió que probáramos ‘como Dios manda’. A los cuatro meses quedé embarazada y lo perdí, pero estaba feliz porque me habían dicho que era imposible quedar embrazada y pude. Soy muy creyente y entendí que no era, que los niños vienen cuando tienen que venir, cuando te eligen como mamá y papá. El médico me dijo que hiciéramos algunos exámenes y que probáramos un in vitro. Y cuando volví a casa dije: ‘Estoy harta, no quiero volver con los estudios, los médicos. Si Dios no quiere que sea, no será’.
-Pero Gennaro tenía que venir...
-Estaba yendo a terapia para trabajar el hecho de que no iba a ser mamá y estaba todo bien. Siento que en LO soy una segunda mamá de las chicas y tenía lo maternal bastante fortalecido, no me sentía desgraciada porque no era mamá. Quería agotar todos los recursos, pero si no podía no pasaba nada. Mi empresa me encanta, cuando arranqué iba a buscar a las chicas a Retiro y las llevaba a la casa de mamá y papá y ella les cocinaba porque no tenía dinero para pagarles un hotel, y trabajaba de lunes a lunes, a veces hasta la medianoche. Entonces me relajé, seguí trabajando hasta que un día me sentí mal, pensé que tenía otra vez endometriosis, le conté a mi marido, me sugirió hacerme un test de embarazo y yo le dije que no, que era otra cosa. Pero me lo hice, me dio positivo y fui a ver al médico: estaba embarazada de Gennu. Fue muy emocionante. Tuve un embarazo magnífico, aunque pasé varias semanas en reposo. Quería un parto natural, pero tuve preclamsia y fue por cesárea, y fue hermosa. Lo amamanté hasta los dos años y medio, otra experiencia maravillosa. Soy una mamá canguro, lo llevo a todos lados y se porta muy bien.
Sus primeros años en la pasarela
-¿Quién te dio tu primera oportunidad para subirte a una pasarela?
-La señora Mora Furtado, que tenía una escuela de modelos que se llamaba Casablanca. Me ofreció una beca, yo tenía 18 años y estaba estudiando medicina en la UBA. A la tercera clase de pasarela me dijo que estaba para desfilar y me presentó a Ricardo Piñeiro. Fui a verlo con mi mamá y recuerdo que me dijo: “sos espléndida, vamos a trabajar juntos”. Y así fue.
-¿Dejaste medicina?
-Hice hasta tercer año, cuando llegó mi primera propuesta para viajar a Italia. Después quise volver a estudiar, pero entendí que una carrera como medicina necesitaba el cien por ciento de mi tiempo y no podía dárselo. Decidí seguir trabajando como modelo porque me estaba yendo bien.
-¿Qué pensás cuando mirás tu recorrido?
-Siento mucho agradecimiento porque todo lo que transité construyó lo que soy hoy. Necesité pasar por todo eso para estar donde estoy. Y confié en mi capacidad de resiliencia y pude salir de los momentos difíciles porque la vida es hermosa. Siempre les digo a mis chicos y chicas que tienen el mundo en sus manos, que no pueden caducar al primer no, ni abandonar a la primera cosa que no sucede como quieren. Todo tiene su momento. Hay que confiar en las cosas y trabajar. La pasé mal, a veces tomé malas decisiones y pagué las consecuencias, pero todo me dejó una enseñanza. No tengo resentimientos porque todo es parte de un aprendizaje.
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