Su vida cambió radicalmente en tan sólo seis meses. El 27 de noviembre pasado, Meghan Markle (36) le anunció al mundo la decisión más importante de su vida. Enamorada del príncipe Harry (33), a quien conoció a principios de julio de 2016, mientras aún interpretaba a Rachel Zane en serie Suits, la actriz estadounidense eligió dejar todo atrás. Tenía un gran motivo para hacerlo: su novio, quizás el miembro más querido de la familia real británica, le había pedido matrimonio mientras cocinaban un pollo al horno juntos y, ella dijo que sí.
Después de varios viajes de ida y vuelta a Londres y Canadá, donde Meghan grababa la serie que la hizo conocida, y unas escapadas románticas a Botsuana, el "lugar en el mundo" de Harry, estaban seguros del amor que sentían por el otro. Era tiempo, entonces, de planificar un nuevo capítulo en su love story: el del matrimonio. Y si bien algunos podrían argumentar que Harry se "jugó" al pedirle casamiento, también es cierto que Meghan tuvo que volver a acomodar toda su vida para que su futuro con el príncipe funcionara.
Unos días antes del gran anuncio, en el Sunken Garden del Palacio de Kensington, hoy dedicado a la memoria de la princesa de Gales, Meghan voló a Londres con un ticket de ida. La chica morena con unas piernas envidiables que conquistó al hijo menor de Diana desde la pantalla chica (se dice que Harry era fanático de Suits) ya no volvería a vivir en Toronto, ni en Los Ángeles, la ciudad que la vio nacer y crecer.
Desde entonces, el hogar de la mujer de Harry es Nottingham Cottage, una casa muy pintoresca dentro del palacio donde también viven los duques de Cambridge, William (35) y Kate (36), con sus tres hijos, los príncipes George (4), Charlotte (3) y Louis (un mes), en el departamento A1. Se trata de una casa de 125 metros cuadrados, con dos cuartos, un living comedor, cocina y dos baños, que fue construida hace más de tres siglos y donde William y Kate iniciaron su convivencia, tras su casamiento el 29 de abril de 2011. En poco tiempo, se mudarán al departamento 1 (que está en refacciones), pegado al de William, con muchos metros y más habitaciones, claro.
Destellos de una vida pasada
Con alegría y tesón, Meghan, que es hija de Thomas Markle (73), un director de iluminación de Hollywood retirado, y Doria Ragland (70), una ex maquilladora, instructora de yoga y asistente social, empezó a construir su nueva vida en Londres. Los primeros meses, era común verla en Whole Foods, un supermercado especializado en productos orgánicos a tres cuadras de su nueva casa, y en Kensington Flower Corner, un puesto de flores ubicado en diagonal al mercado, adonde se escapaba para comprar peonías –sus flores preferidas– y armar ramos para Nottingham Cottage. A medida que el furor por la boda real empezó a crecer, Meghan tuvo que dejar de hacer las compras y, según le explicaron desde el puesto de flores a ¡Hola!, "ahora tiene a alguien que hace las compras por ella". Ese alguien tiene nombre y apellido: Amy Pickerill, la asistente personal que le fue asignada a mediados de febrero.
Seguidora de una dieta saludable y "consciente", como explicaba en The Tig, el blog de lifestyle que tuvo que cerrar cuando su noviazgo con Harry se afianzó, la duquesa se "encarga" (técnicamente lo hace Amy) de que la heladera de Nott Cott esté surtida de alimentos nutritivos, como la quinua, el kale, el muy brasileño açaí y otras frutas y verduras de estación que convierte en smoothies. Todo lo consiguen en Whole Foods, fundado en 1980 en Estados Unidos. Su afición por la vida sana es tal que hace unos años Meghan reemplazó su cafecito de las cuatro de la tarde por un licuado verde, que, en sus propias palabras, la hace sentir más energizada.
Conocido por su pasión por la comida chatarra, Harry se inspiró en el cuidado con el que su mujer trata su cuerpo y unos meses antes del enlace empezó a seguir los lineamientos de Meghan. Dejó de fumar (llegó a consumir un paquete de Marlboro Light por día), empezó a entrenar con un profesor particular en KX, un gimnasio exclusivo en el barrio de Mayfair, y, como Meghan, ahora empieza cada jornada con un smoothie. Se cree que, así, el heredero de Diana bajó cuatro kilos para el gran día.
Duquesa del fitness
En Lululemon, una sofisticada boutique de ropa deportiva canadiense que tiene una sucursal en Mayfair, Meghan fue vista comprando outfits de yoga y Pilates. Si bien varias personas tuvieron la agradable sorpresa de encontrarse con ella corriendo, de incógnito, por los jardines públicos del palacio, la ex actriz dejó de hacerlo hace unos pocos meses por miedo a dañar las articulaciones de sus rodillas. Ahora, su entrenamiento físico consiste en yoga, una práctica que heredó de su mamá instructora y que Harry comenzó a practicar tiempo atrás, con ella, y Pilates. Meghan, que no tuvo que hacer ningún sacrificio para llegar divina al altar, encontró en Heartcore Fitness, un gimnasio a pocas cuadras del palacio, su santuario fitness. Allí tienen una camilla mejor que las típicas, llamada Megaformer, que promete resultados "premium" y de la que no sólo la ex actriz es fanática, sino también Jennifer Aniston, Kim Kardashian, Lady Gaga y hasta la ex primera dama de Estados Unidos, Michelle Obama.
Loca por la moda
No sólo es una foodie y una deportista hecha y derecha, también es fanática de la moda y dueña de un estilo chic sin esfuerzos. Antes de convertirse en la sensación que es hoy, la mujer de Harry podía salir a comprarse cosas con relativa tranquilidad. El año pasado pasó un largo rato en Heidi Klein, una boutique de ropa de veraneo muy posh –o sofisticada, en castellano– y ha incluido en su ropero carteras británicas de marcas locales como Strathberry y Charlotte Elizabeth, que se agotaron en minutos, como todo lo que usa.
El nivel de fashionismo de Meghan es tal que en las fotos oficiales del compromiso con el príncipe lució un vestido de la firma de alta costura Ralph & Russo. Su atelier queda en Mayfair y en un momento se creyó que la maison, que la ex actriz visitó en varias oportunidades para hacerse el traje que vistió en aquella ocasión, iba a ser la "responsable" de su vestido de novia.
Una mujer moderna y a tono con su época, es probable que por estos días Meghan, a través de su team, compre su ropa online, de modo de preservarse de los paparazzi. Al menos eso indica la presencia de una camioneta de delivery de Net-A-Porter, el conocido portal de shopping de lujo, en Private Road, la salida de Kensington que suele usar.
La piel es todo
El Londres de esta norteamericana que acaba de vivir un verdadero cuento de hadas no se agota acá. Dueña de una piel perfecta que cuida con religiosidad desde los 13, uno de los primeros lugares que Meghan visitó en cuanto desensilló en la capital inglesa fue el estudio de belleza de Sarah Chapman. "Algunas personas vienen para ver si pueden mejorar su piel antes de recurrir al Botox y quedan tan impresionadas con el resultado de nuestros tratamientos que muy raramente siguen con inyectables", dijo en una entrevista la cosmetóloga, cuya lista de espera es de ¡seis! meses. Nails & Brows (Uñas y Cejas, en castellano) es otro de los spots favoritos de la duquesa, quien por protocolo real sólo tiene permitido usar esmaltes de colores naturales.
Ahora que la duquesa Meghan acaba de coronar su historia de amor con su príncipe, estaremos atentos a los lugares que irá sumando a la lista de favoritos. En Los Ángeles, meses antes de conocer a la reina Isabel II por primera vez, aprendió a tomar el té como una verdadera lady. ¿Se convertirá en habitué de los tés que sirve Fortnum & Mason en el salón Diamond Jubilee de su tienda en Piccadily? ¿La veremos de paseo con Harry en las boutiques de antigüedades de Portobello Road, de las que se declaró fanática en el pasado? ¿Seguirá yendo a almorzar a Bocca di Lupo, uno de sus restaurantes preferidos?
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