Lizy Tagliani: "No todas las trans tenemos que reírnos del bigote"
Su camarín en Telefe, en donde conduce todos los días El precio justo, está lleno de dibujos que le regalan nenes y nenas. Hasta ahí llega Lizy Tagliani después de posar para las fotos. Lo primero que hace al entrar es bajarse de los tacos de 15 centímetros, hacerse unos masajes en los pies y desabrocharse un poco el pantalón ajustado. Lo hace como si estuviera en su casa frente a otra amiga de toda la vida.
El viernes estrena en el Multiteatro Comafi Una chica diferente, segunda obra en la que cuenta su vida. Desde esta semana habitará otro camarín. Bandana, el grupo de música pop nacido en 2001, forma parte de la partida de esta nueva propuesta en la que ella contará escenas de su vida. Acaba de ganar un Martín Fierro. Como suele hacer en notas o en su programa, esa noche en pleno agradecimiento sacó su potente voz masculina de esta mujer nacida en el Chaco. "¿Sabés la cantidad de chicos que me dicen «Lizy, me encanta cuando hacés la voz de hombre» ¿Entendés? Es un cambio de cabeza. Saben que soy Lizy y que «actúo» de hombre. Pensar que hasta hace un par de años la gente imaginaba que una estaba todo el tiempo tratando de hacer de mujer".
Lizy tiene la habilidad de transformarse en un ser político con la misma facilidad con la que camina con esos tacones sobre unas baldosas maltrechas. Es su marca, su don o como quiera llamarse a ese registro de esta peluquera que nunca se sintió encerrada en un cuerpo de hombre llamado Luis. Es, en definitiva, la piel que habita y que decidió habitar. Mucho de ese tránsito viene narrando en notas desde hace tiempo. Desde el viernes volverá a cumplir ese rito catártico y empático en un teatro. "El formato de contar cosas de mi vida me encanta –confiesa– aunque, a veces, tengo la sensación de que ya dije todo".
–Es que por tu nivel de exposición da para pensar que ya contaste todo....
–Pero, digo yo, no sé... mi vida es como una canción que a la gente le gusta volver a escuchar. Debe ser eso. Y más allá de si sos pobre, rico, trans, arquitecto, hétero, bígamo o lo que sea, todos tenemos un mismo punto en común, convivimos en una sociedad y nos han pasado cosas similares.
–Cuando en 2007 hiciste el casting para Gran Hermano dijiste que te gustaba actuar, que te gustaba la televisión y agregaste: "Sumale [a eso] que soy travesti y que es la única posibilidad que tengo para demostrar algo". ¿Ser trans sigue siendo el punto nudal de tu historia pública?
–Ya no. En ese momento para un programa de ese tipo un enfoque desde la mirada trans me pareció que estaba bueno. Hoy ya lo veo innecesario.
–De hecho tu agradecimiento por el Martín Fierro a la mejor labor humorística en Cortá por Lozano (Telefe) fue un discurso de alto contenido político...
–Que ni lo tenía pensado.
–Esa noche no hiciste foco en la cuestión de género sino en la pobreza.
–Exacto. Mirá, yo nunca tuve problemas con mi identidad sexual. Desde los 13 años no utilicé nada que tuviera que ver con la parte masculina, nunca más use ropa de hombre. Eso sí, no me desespero por que la gente no se de cuenta que soy trans, que es lo que a veces ha generado cierto choque con las chicas del colectivo. No me molesta estar todo el día subida a unos tacos de 15 centímetros pintada como una puerta ni que la gente piense que soy una mujer hermosa. La belleza de una persona pasa por otro lado. Mi mamá no sabía qué era una base de maquillaje y, sin embargo, era hermosa porque me dio todos los valores. Yo soy partidaria de que en una sociedad igualitaria tiene que haber de todo y que todos tengamos los mismos derechos a la salud, a la educación y al trabajo. No sé como ponerte un ejemplo porque quizás...
Cosa muy extraña, Lizy se queda en silencio, buscando la palabra justa de una persona que parece tener respuesta rápida para lo que venga, que tiene la gimnasia adquirida en horas y horas de tiempos en una peluquería entre charlas, confesiones y tinturas.
–¿En qué te quedaste pensando?
–Es que ahora es difícil hablar de algunas cosas [se ríe]. A ver, dejame que te diga algo: no todos los enanos tienen que ser de circo, pero no está mal el enano que quiera trabajar en un circo. No todas las travestis tenemos que reírnos del bigote ni disfrutar de que fuimos hombres, pero no tengo por qué cargarme una mochila de otra forma de ver a la transexualidad. La que no quiera reírse de su bigote tiene que ser respetada tanto como yo, que sí lo hago. No soy maniquí de nadie, no represento a nadie. No se trata de matar a todas las que se rían de sus bigotes y nos quedemos solamente con travestilandia. La cosa no es así.
–Volvamos a tu agradecimiento en el Martín Fierro. Me decías que no lo habías preparado. ¿Te salió en medio de los saludos antes de subir al escenario?
–Algo así. Empecé hablando con voz más masculina, con esa gracia. Mencioné a mi mamá y, sin querer, me vino automáticamente plantarme desde el lugar que vengo: la pobreza extrema. Cada vez que escucho el discurso de políticos siento que recurren al pobre como especie de estrategia, yo no. Desde los seis años me quedaba sola en casa porque mi mamá tenía que ir a trabajar de mucama. Gladys, la kiosquera, era quien me ayudaba con la tarea. Entonces, me pregunto: ¿posta sabrán esos políticos de lo que están hablando?
–Siempre volvés a tu mamá. ¿Qué consejos te daba para defenderte de la discriminación?
–Que las personas eran lo que decían que eran y punto. Sin ley de identidad de género yo me crié con identidad de género. Si venías a casa y adelante de mi mamá decías que te llamabas Carla y yo te miraba como Alejandro me daba un cachetazo. Aprendí a no reírme nunca del otro. Y por otro lado, la aceptación. Una vez llegué del colegio contenta y le conté a mi madre que mi amiga Mónica me aceptaba como soy. Mi mamá estaba pelando mandioca, nunca me olvido de esa situación, se dio vuelta y me dijo: "¿Pero quién es Mónica para aceptarte? ¿Ella te preguntó si vos la aceptaste a ella?". Y, te aclaro, hablo de una mina que no sabía ni leer ni escribir. Una mujer que firmaba y aclaraba la firma de la misma manera porque era lo único que había aprendido a escribir.
–¿De todas historias de vida se nutre el nuevo espectáculo?
–De todas.
–Figurás como actriz y encargada de la dirección y del guión de Una chica diferente. ¿Sos de sentarte en tu casa para escribirlo? Explicame eso.
–¡No! No hay guión. Nunca escribí un texto. Yo me largo, cuento y voy relojeando cómo funciona. Sí hay una estructura: empiezo por la niñez, el colegio, el trabajo, la fama, la discriminación... pero escrito no, nada. El show anterior la producción me filmó y desgrabó para poder presentar un escrito, creo, a Argentores.
–¿Por qué Bandana estará en escena?
–Primero porque las amo y, segundo, porque ellas fueron importantes en la historia de mi mamá aunque no tanto en la mía. Mi madre era fanática del reality de las Bandana, se sabía todo. Después conocí a Valeria Gastaldi y se generó un vínculo muy fuerte entre nosotras. Mirá, yo no pongo nada en un espectáculo mío que no represente alguna parte de mi vida, ¿entendés? Todo tiene que ver con algo personal y para mí es movilizante que Valeria, Lissa Vera y Lowrdez estén porque yo todo el tiempo estoy homenajeando a mi mamá.
–¿Qué te aporta el teatro en comparación con la radio y la televisión?
–Que puedo decir cualquier barbaridad porque tengo tiempo para explicar el motivo de lo que digo. En la tele y en la radio aprendí a que si no tengo ese tiempo me callo. Soy muy consciente del valor de las palabras, algo que aprendí de mi abuela. Si frente a ella decía, ponele, "me quiero morir"; venía un sopapo.
–Tenés un discurso muy sólido vinculado con la aceptación de lo diferente, pero formás parte de un engranaje mediático que también expone la mejor cara de la intolerancia. ¿Cómo te movés en medio de ese territorio en conflicto?
–No tengo grandes problemas. En todos los lugares en los que me moví tuve la ventaja de caer en los momentos más inclusivos del medio. Por ejemplo, ahora, en Telefe. Creo que las cosas tienen su cauce, su momento y que todo tiene que transformarse de a poquito. Yo soy cero confrontativa. Me ha pasado con alguien que amo mucho, en medio de una nota dijo: "porque los travestis"... En ese mismo momento me podría haber puesto a pelear porque son "las" travestis, somos chicas. ¿Qué hago? ¿Me levanto, grito, pataleo? Yo seguí la entrevista como puede y cuando encontré el momento aclaré la cosa a mi forma, con un chiste. Una vez, en la mesa de Mirtha...
–Otro territorio de conflicto, de comida que se atraganta.
–Sí, pero siempre me trataron bárbaro y nunca me atraganté [se ríe]. Pero ella habló de los gays y me incluyó dentro de ese colectivo. Obviamente estaba equivocada porque soy una chica trans, pero vos te das cuenta de lo que está diciendo y quién lo está diciendo. En los años que tengo me podés decir Luis, y está todo bien, si es en el marco de la buena onda. Y me podés decir María del Carmen y voy a saber que se está burlando. Aprendí a que no todo es un palo.
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