Lissa Vera: el aporte solidario de la ex Bandana y su pedido para que “miremos alrededor”
Siempre fue una persona solidaria y desde hace un año prepara sandwiches y los reparte con la ayuda de su hermano Jorge
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Creció en una familia trabajadora y humilde de La Matanza y de muy chica fue consciente de que con un poco de solidaridad todos podemos avanzar. Lissa Vera siempre dio una mano y ahora, junto a su hermano Jorge, ayudan en la localidad de Virrey del Pino y todas las noches reparten sándwiches calientes para quienes más lo necesitan. En diálogo con LA NACIÓN, la exintegrante de Bandana contó cómo surgió esta iniciativa, dice que hace la comida todos los días en su cocina, la envuelve y sale a repartirla. “Todas las personas tienen ese empuje para hacer el bien, pero a veces las situaciones de la vida y las cosas personales ahogan esa semillita plantada en el corazón de todos. Simplemente es tratar de luchar contra lo que te agobia para ponerte en lugar del otro y tomar la iniciativa”, asegura.
-¿Cuándo empezaste con esta iniciativa?
-Toda mi vida fui a la iglesia y crecí escuchando el catecismo y me enseñaron a ayudar al prójimo. Vengo de una familia trabajadora, humilde, siempre se nos complicaba la economía y recuerdo que decía que cuando fuera grande y tuviera plata iba a ayudar a la gente que estaba como yo. No pasamos hambre, pero se nos complicaba en algunos momentos. Y lo hice, pero no lo contaba. Hay muchas personas que ayudan y algunos hasta renuncian a su propia vida para dedicarse de lleno a ayudar y vos le mirás los pies y tienen los zapatos agujereados igual que las personas a las que ayudan.
-Y ahora decidiste visualizarlo...
-Sí, aprovechando las redes sociales. No sé hasta dónde va a llegar pero, por lo pronto, somos mi hermano Jorge y yo. Esto comenzó el año pasado, cuando volví a la casa de mis padres, con mis dos hijas. Más que nada fue porque mis padres ya están grandes y si les pasaba algo estaba mi hermano solo con ellos. Yo estaba viviendo en Capital y me volví a Mataderos, a la casa en la que crecí. Siempre fui muy independiente, pero cuando pegás la vuelta en la vida, las cosas se ponen al revés y ahora me toca a mí cuidar a mis padres, así que estamos en esa. Volví a conectar con el barrio, a ver gente que no veía hace tiempo y un día mi prima, que vive en Virrey del Pino, la última localidad de La Matanza, me comentó que el jardín de infantes del barrio necesitaba ayuda. Es un lugar que sirve para todo, jardín, primaria, secundaria, comedor y no tienen ayuda de nadie. Fui y les dije que iba a ayudarlos. A fin de año tomé la decisión de meterme de lleno y ayudar.
-¿Y qué hacés?
-Saqueo mi ropero y el de mis hijas (risas), les llevo comida todos los días. Me llamaron de otros lugares que también necesitan ayuda, pero somos mi hermano y yo y no damos a vasto. Muchas personas donan también y hacemos lo que podemos. No solo el jardín tiene problemas sino todo el barrio; las calles están rotas, no tienen transporte público y vienen del fondo del barrio caminando en el medio del barro, bajo la lluvia, a las 4 de la mañana para tomar el colectivo y llegar a Buenos Aires a las 7 para trabajar. Y no estamos en el Impenetrable del Chaco sino a 43 km de Capital. No reciben ayuda de nadie y por eso me comprometí. No me puedo quedar de brazos cruzados. Encima hizo mucho frío con la ola polar y ahora se viene otra. Uno de los días de frío que fui al jardín vi la cola que hacía la gente para comer. No me dejó tranquila esa imagen y cuando estábamos volviendo con mi hermano decidimos cocinar y llevarlos.
-Entonces es un trabajo de todos los días...
-Sí. Y los primeros días y cuando es necesario ponemos plata de nuestro bolsillo, compramos y hacemos sándwiches potentes y calentitos, y los llevamos. Cocino yo en casa, mi hermano calienta los panes, armamos la comida, los envolvemos en papel film y después la repartimos. A veces vuelvo a casa pasada la medianoche. Pensé en algo práctico porque durante el día se trasladan; por ejemplo, algunos duermen en un banco y cuando abre se van, o se les mojan los colchones cuando están a la intemperie. Hay que pensar en todo y no sumarles una complicación. No me alcanza la vida para ayudar a todos, pero podés hacer la diferencia en tu entorno más chiquito. Lo que busco es que la gente mire a su alrededor, porque nos ensimismamos en nuestros problemas y a veces no nos damos cuenta de que hay otros que están peor. Y que todos podamos ayudar. Como siempre digo, el mal triunfa porque el bien no interviene. Me cansé de esperar que el otro haga su trabajo, tenga el apellido que tenga. No voy a esperar a que otro resuelva cosas que debería haber resuelto hace tiempo. Y bueno, ayudo como puedo. Los que quieran ayudar pueden llamar a la escuelita al 1171206913 y si no Mercado Pago: Cata.baila.barco.mp. También está mi Instagram es @lissavera.
-¿Estás trabajando?
-Sí. La verdad es que no me puedo quejar, hago eventos privados, soy jurado en competencias de danzas. Siempre relacionada al arte, pero tranquila. A esta altura de mi vida priorizo la paz. Estuve mucho tiempo en la cresta de la ola y a veces eso te aleja de lo que verdaderamente vale en la vida. Y además tengo a mis hijas, Catalina de 10 años y Delfina, de 5.
-Viviste un éxito arrasador con Bandana, ¿fue difícil tener los pies sobre la tierra en ese momento?
-Si bien lo soñaba porque siempre quise cantar y bailar, nunca pensé que iba a llegar a semejante magnitud y de manera tan rápida. Dejamos una marca, es una banda icónica, que ya es leyenda. Todos me preguntan si volvemos y con Lowrdes hasta hace podo estábamos trabajando juntas y ahora seguimos, pero con agendas separadas. Lo manejamos con naturalidad. Ahora quiero trabajar tranquila y sin presiones y dedicarme a mis hijas. Me hizo bien volver al barrio porque necesitaba un remanso. Hay que saber frenar y con el tiempo lo entendí. Fue tan fuerte ser parte de Bandana que en poco tiempo entendí que si no parábamos íbamos a terminar mal. Y a las cinco nos pasó lo mismo y, de una u otra manera, escapamos de la cresta de la ola.
-¿Siguen en contacto?
-Si, nos hablamos, nos saludamos, estamos al tanto de la vida del otro. Siempre estamos en contacto y hay buena onda.
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