Lisandro Carret: las anécdotas y enseñanzas que le dejó su padre, Pato Carret, y por qué elige tener una “familia ambulante”
El actor y conductor reflexionó sobre cómo el hecho de ser hijo del popular humorista le abrió las puertas a descubrir su vocación
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Lisandro Carret se subió a un escenario por primera vez con apenas 4 años y de la mano de su papá, Rafael “Pato” Carret, recordado y prestigioso actor que fue uno de Los cinco grandes del buen humor. Así descubrió que ser artista lo hacía feliz y desde entonces recorre los teatros del país, presenta espectáculos y los protagoniza. Hace 8 años es conductor de Pasión de sábados, por América, hace un programa diario en Radio Welcome y tiene varios proyectos. En una charla con LA NACION, Lisandro habla de la relación con su padre, rememora algunas anécdotas y cuenta que su deseo es inculcarle a sus hijos, Rafael y Dante, las mismas enseñanzas que recibió él.
Cada vez que tiene días libres, Lisandro Carret se va con su familia a Villa Calamuchita, Córdoba, a la misma casa que lo vio crecer. “Siempre que podemos nos venimos a nuestro lugar en el mundo, que era el lugar en el mundo de mis viejos, después de mi hermano Román y mío, y ahora también de mis hijos, que me preguntan por qué no nos quedamos a vivir acá. Y esa es la pregunta que me hago todos los días de mi vida. Pero bueno, el trabajo y las obligaciones están en Buenos Aires y cuesta mucho viajar todas las semanas”, asegura el actor y conductor que se sabe muy inquieto. “No me relajo nunca porque además tengo dos motores que me impulsan y son mis hijos”, dice sin disimular su orgullo.
-Pasión de sábado ya es un clásico…
-Un clásico de los hermanos Pablo y Adrián Serantoni que lleva 33 años en el aire y en el que yo llevo 8. Además, es un programa de seis horas gracias al cual la música popular llega a todos los rincones del país y a todos los extractos sociales. Antes se interpretaba que la cumbia era sólo para un grupo de personas y hoy sabemos que atraviesa a toda la sociedad porque no hay baile o fiesta en el que no se escuchen cumbias y cuartetos, desde barrios populares hasta el country más lujoso.
-¿Son géneros que escuchabas o sobre los que aprendiste trabajando en el programa?
-Son géneros que escuché siempre, pero en estos ocho años hice el master (ríe). En el ‘94 me recibí de locutor y vine a Córdoba para hacer un programa de televisión en Canal 10 que me tocó conducir, producir, organizar. Con Multi verano recorrimos el país y algunos destinos internacionales como Miami, Orlando, Cancún y algunos lugares de Centroamérica y Latinoamérica, cubriendo el verano en diferentes lugares. Fue tanto el éxito que después hicimos En la ruta del sol por el mundo y me permitió viajar por Europa, Estados Unidos, Japón, toda América Latina y aprendí de turismo y de música también. Y gracias a ese programa me convocaron para conducir Feliz domingo, y fui su último conductor junto a Pablo Marcovsky en el ‘98, donde también iban bandas como Ráfaga, Comanche y para todos los grupos. Además, me tocó presentar a muchos de los grupos que todavía hoy presento, en festivales y shows en todo el país. Recorrí la Argentina varias veces, primero con mi papá y con El circo de Patolandia y el Circo Rodas.
-¿Debutaste con tu papá?
-Si, con apenas 4 años. Para las vacaciones del invierno del ‘78 arrancamos con las canciones del disco de Patolandia y después con el programa, que estuvo al aire hasta el ‘83. Mi papá empezó a dedicarse también a los chicos cuando nacimos mi hermano y yo, y el programa duró 10 años. Siempre trabajé con mi papá, hasta que él cumplió 80 años y quiso retirarse. Me acuerdo que hacíamos juntos un show que se llamaba El Pato y el patito, que gustaba mucho. Y un día dijo que ya estaba cansado y que hasta ahí llegaba. En sus últimos diez años no quiso trabajar y él los llamaba ‘el reposo del guerrero’.
-¡Qué privilegio haber trabajado con tu papá!
-Un privilegio muy grande porque fue el mejor maestro pude haber tenido. Y no hablo sólo de la profesión, sino que fue un maestro de la vida que me enseñó a comportarme sobre un escenario, el respeto al público, trabajar en equipo, códigos del oficio que se aprenden de boca en boca, como le puede enseñar un padre carpintero a lustrar la madera a su hijo. Lo acompañaba a todos los shows, llevaba los cassettes en ese entonces, para que el musicalizador pasara los temas, les enseñaba las rutinas a los payasos cuando hacíamos los sketches. Me dio mucha responsabilidad desde muy chico porque confiaba y me daba herramientas y alas, y él supervisaba el trabajo y coordinaba la acción, como un verdadero productor general.
-¿Tenes alguna anécdota para compartir?
-Tengo miles de anécdotas con papá. Una vez estábamos de gira en el sur con El show de Patolandia y nos pidieron hacer una función especial en Choele Choel (Río Negro), me parece. Nos contrató la municipalidad, fuimos al club donde íbamos a hacer el espectáculo y vimos que no había nada, ni siquiera escenario. Le preguntaron a mi papá cuánto era el cachet, a lo que mi viejo respondió con una pregunta: cuándo iban a cobrar la entrada. Así nos enteramos que era un show gratuito, como regalo para el día del niño. Era una comunidad muy humilde y mi viejo, entonces, dijo que tenía tiempo, que iba a hacer el show y no les iba a cobrar nada, y que si no había escenario, no importaba. Y agarró unos cajones de gaseosa, unos tablones y armó un escenario él mismo y yo lo ayudé. Así hicimos el show y los chicos lo disfrutaron como locos. Veníamos de hacer el Estadio Obras para 5000 personas, y de repente trabajaba para 300 pibes en un pueblito, gratis y sobre un escenario improvisado que él mismo armó. Ese era mi viejo, un tipo increíble.
-Tuviste una gran escuela...
-Es lo que me inculcó y lo que estoy haciendo, recorriendo el país para darle una palabra de aliento a la gente, tratando de hacerla feliz, siendo optimista y ayudando. Y es lo que hago también con Radio Welcome 105.9, donde tengo un programa diario de 14 a 16, en vivo y en cadena nacional para diferentes radios del país. El show de Lisandro Carret es un programa de música popular que tiene propuestas de turismo, gastronomía, entrevistas. Le estoy muy agradecido a Humberto Ortiz, que me permite trabajar con libertad.
-¿Cuándo supiste que tu destino era seguir los pasos de tu papá?
-De chico mi vocación fue ser artista, hacer reír al otro. Me da mucha felicidad. Una vez mi papá se dio cuenta de que en el escenario yo me esmeraba porque él me miraba de costado, y me dijo algo que recuerdo hasta el día de hoy: que le encantaba que hiciera lo mismo que él, pero que más le iba a encantar si yo hacía lo que me gustaba en la vida porque él iba a ser feliz con cualquier cosa que me hiciera feliz a mí. Su muerte fue lo peor que me pasó en la vida porque era Superman, mi maestro, mi referente, mi compinche, y me puse mal, aunque venía trabajando el duelo en terapia durante años, ya que había una gran diferencia de edad y venía con su salud bastante débil. Lo que me sacó de esa tristeza es recordar sus palabras y todos los días me propongo ser un hombre feliz. Si hay un más allá, que yo creo que sí, y mi viejo me estuviera viendo, estaría triste por verme mal a mí. Eso les inculco a mis hijos también, que sean felices, que disfruten.
-¿Qué otras cosas te hacen feliz?
-La familia. Cuando cumplí 40 años y mi papá 90, recuerdo que al soplar las velitas deseé poder formar la familia que formaron mis viejos. Venía soltero, de fracaso en fracaso, y a los siete días de mi cumpleaños conocí a Erica, pero todavía no sabía que iba a ser la mujer de mi vida y la madre de mis hijos. Por suerte llegó a conocer a papá, que ya estaba bastante mal de salud. Un día ella soñó que papá le ponía la mano en la panza, y al mes nos enteramos que estaba embarazada. Rafael llegó a nuestras vidas y nos cambió absolutamente todo, y con Dante se completó la familia. Me acompañan a todos lados, porque Erica es diseñadora gráfica y puede trabajar desde cualquier lado, así que se vienen conmigo. Somos una familia que decidimos ir juntos a todos lados, excepto que sea por poco tiempo.
-Son como una familia ambulante...
-Trato de que me acompañen porque quiero dejarles un porvenir económico pero también presencia, que es lo que no me olvido de mi viejo. Me acuerdo que cuando papá se iba de gira, yo sufría mucho su ausencia, entonces busco un balance. Por ejemplo, me armé mi estudio de radio en el quincho de mi casa. Soy muy fanático de la electrónica y fui a un colegio industrial, así que utilicé lo que tenía en casa sin comprar demasiadas cosas extras. De mis shows tengo consolas, placa capturadora de audio y video, micrófonos y así armé el estudio con el que me conecto a Welcome por Internet. Voy solamente los lunes al estudio de la radio porque además ese día hacemos también televisión y las entrevistas a las bandas.
-Además sos coach ontológico... ¿Ejercés?
-Gracias a eso me puedo organizar en los tiempos. Estaba desbordado, me enganchaba en todos los proyectos y no los terminaba. Pero eran otros tiempos.
-¿Tenés más proyectos?
-Estoy armando una banda en la que canto temas de cumbia, cuarteto y folklore de los ‘90 y los 2000. Toqué con muchas bandas, pero nunca tuve la mía propia y es un sueño. Gracias al programa y a la radio, se da esta posibilidad. Yo canto y toco piano, guitarra, charango y le saco música a cualquier instrumento que me pongas delante porque soy orejero. Siempre canté desde el actor, en comedias musicales, pero ahora lo voy a hacer en una banda y creo que el mensaje es ‘nunca es tarde para cumplir los sueños’. También tengo una productora en Miami con mi socio y amigo, Marcelo Culotta, que se llama Jet Lag producciones, porque me la paso viajando en un avión. Viajo por pocos días, grabo y vuelvo para hacer el programa. La idea es hacer ciclos de entretenimiento, musicales y turismo para la comunidad latina. Y también estoy preparando un programa de televisión desde Córdoba para toda América Latina y la idea es recorrer todo el país para mostrar nuestra belleza al mundo, con el foco en el cuidado de la naturaleza y la música, además del turismo y la gastronomía, nuestra idiosincrasia. Siempre hay mucho por hacer.
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