En vivo, autobiografía de una mujer de la televisión. El título de su flamante libro, editado por Planeta y presentado anoche en un espacio cultural de Palermo, resume la esencia de esta mujer resiliente. Término de moda, pero que refleja fielmente la vida de Liliana Parodi, la Gerenta de Programación de América. "La Parodi", como la conocen todos y es, un poco, el alma de ese canal sostenido en la noticia y la programación en vivo. Algunos le temen. "Soy distante y eso me protege de la vulnerabilidad", dice a LA NACION sentada en su sillón de mando. Ese que tiene enfrente una pantalla anclada en una web con el minuto a minuto del rating y una pared encolerizada con varios televisores que reflejan lo que sucede en cada uno de los canales de aire. Todos en modo mute, menos el que emite la señal de América. Y allí está Moria Casán haciendo de las suyas en su magazine vespertino con toques de desparpajo bizarro. El anochecer se filtra por la ventana rectangular de su oficina de la calle Gorriti. Afuera llueve y ella recuerda aquellas tormentas que le embarraban los pies cuando vivía en el noroeste del Conurbano. Aquella niña que podía pasar horas esperando el colectivo o plantarse en el andén del San Martín para llegar a la ciudad. La meca. "No fue traumática aquella época. Había que vivirla y salir adelante", simplifica esta mujer que hoy desmiente rumores de cambio: "Nunca hablé con Fontevecchia de nada, de nada. Qué raro. Voy a chequear de donde salen esos rumores", dice ante la versión que circuló en las últimas horas acerca de una oferta que le habrían hecho para encargarse de la programación de NET TV, el canal de aire de Perfil.
A pesar de todo
A sus cinco, ocho, diez años, la carencia era lo que abundaba. Añoraba lo que nunca tuvo. Aquel huevo de Pascua con envoltorio dorado era una meta inalcanzable. El símbolo de lo prohibido. Lo vedado para aquellos que nacen en la desprotección. En el desamparo. La niñez de Liliana Parodi estuvo atravesada por la carencia material y por las otras, esas que duelen tanto o más. La privación de no conocer a su padre biológico, el dolor de convivir con una abuela que la presentaba como "la hija de la mujer de mi hijo", la insuficiencia de la autoestima. "Siempre sufrí los abandonos", confiesa en una de las primeras páginas de su libro. Quizás, el de la propia estima, fue el peor de ellos.
Su infancia y primera juventud fue una verdadera maratón por la supervivencia. Romper barreras y cruzarlas. Rompió estigmas y autolimitaciones. Pudo. Pudo lo que pocos pueden. Se convirtió en una de las mujeres más importantes de la televisión argentina. Se reinventó como lo hace cada temporada, cada día, frente a la grilla de programas del canal del cuadrado multicolor. Su vida fue eso. Una construcción diaria. En Villa Saboya o en General Villegas, sus lugares de la infancia. En el sacrificado José C. Paz de su adolescencia o en su cómodo piso de la adultez. La periodista del Círculo de la Prensa, la locutora del ISER y la estudiante de Ciencias Políticas de la UBA. La niña que añoraba el huevo de Pascua dorado y la mujer a la que no le tiembla el pulso, no sin dolor, para sacar del aire un programa.
-Sabido es que el talento, la perseverancia, y el esfuerzo son buenas herramientas para conducir al desarrollo personal. ¿Qué sucede con la adversidad? ¿Puede motorizar el éxito de lo que se emprende?
-Yo lo viví así en cada historia de mi infancia y de mi adolescencia; en la búsqueda de la identidad. En hallar el sustento económico para la familia, en aquellos trabajos que encaré que no eran del todo óptimos.
-¿A qué te referís?
-Alguna vez limpié casas suplantando a mi madre.
-¿Cómo recordás aquella experiencia?
-Fue en mi adolescencia y no la viví como dramática. Esas adversidades hicieron que, con el tiempo, las situaciones que se me fueron presentando me parecieran más fáciles. El arranque fue difícil, pero lo importante era no quedarse. En ese momento, era el arte de sobrevivir. No sé si era consciente, era el formato que tenía en mi cabeza, que me habían inculcado en mi familia. El arte de sobrevivir eran vallas que iba saltando. Una atleta. Así lo veo a la distancia. De todos modos, esas adversidades, en ese momento, no me significaban un gran dolor. Al menos, no lo percibía así. No me daba cuenta.
El arranque de mi vida fue difícil, pero lo importante era no quedarse
-¿No era traumático?
-Si vivías en un barrio del Gran Buenos Aires, sin cloacas, sin agua potable, con barro en los zapatos a la hora de tomar un transporte público, eso formaba parte del día a día.
-El universo posible.
-No estaba pensando en que un día podía vivir en la avenida Del Libertador. No lo sabía. Aquella era mi realidad y la iba viviendo como podía.
-¿Con qué soñabas?
-No soy soñadora, soy una pragmática total.
-¿Ni siquiera te permitías soñar?
-Iba resolviendo la vida como se iba presentando. No tenía sueños específicos de profesiones.
-Sin embargo, en tu libro confesás que querías ser maestra.
-Sí, ese era un clásico y también quería casarme, ser mamá a los 23 años, y tener hijitos, pero aquello no duró nada. Pasaron los 23, los 33, los 43 y no sucedió eso.
-¿Hay sensación de frustración?
-Para nada. Fue la ilusión de una época. Las ilusiones no son las mismas durante toda la vida.
-¿Aquella ilusión no se convirtió en decisión o hubo decisión y no se concretó?
-Ni decisión ni frustración porque no estaba obsesionada con eso. Hay que ir sorteando la vida y teniendo otras sensaciones y deseos que pueden ser tanto o más importantes que ese que no te salió.
-En tu libro referís a los primeros escarceos amorosos como algo erráticos. ¿Cómo te marcaron a futuro?
-Elegía mal, pero también tenía poco valor de mi misma. Creía que siempre me enamoraba de los que no me daban bola. Incluso, a los veintipico, pensaba que, el que es hoy mi marido, no me iba a mirar nunca porque era demasiado lindo e inteligente.
-Un pensamiento autodestructivo.
-Si yo veía eso de mí, imagínate lo que veía el resto de la humanidad. Entonces elegía mal. No todos fueron malas elecciones, desde ya, es que uno piensa algo, desea algo, pero no actúa en consecuencia de eso. O cuando puede suceder, salís corriendo para otro lado.
-El peor enemigo, a veces, es uno mismo.
-Muchas veces, uno dice algo, pero hace todo lo contrario. Fueron varias las frustraciones amorosas, aunque, en realidad, hoy pienso que yo generaba eso.
-¿No había un deseo profundo?
-No lo había, me tomé muchos años para construir ese ideal de pareja.
-Ese hombre, que pensabas que no era para vos, se llama Ulises y es tu marido. Se conocen desde muy jóvenes, pero la pareja se formó siendo adultos, después de casi treinta años. ¿Cómo fue ese acercamiento?
-Nosotros formábamos parte de un mismo grupo de amigos que habían trabajado juntos. Luego, cada uno hizo su vida. A este amigo también lo dejé de ver. Él se casó, tuvo hijos. Yo no me casé, pero viví en pareja.
-Entonces...
-Nos encontramos de grandes, bastante grandes. A mí me había quedado dando vueltas aquel muchacho tan buen mozo.
-De la negación y del boicot nació la mujer exitosa que sos hoy. ¿Sentís que tu historia puede ser aspiracional para mucha gente?
-Ese boicot me duró muchos años. En la adolescencia era muy pobre y tenía vergüenza ante mis compañeros del colegio porque mi casa era muy humilde. Cuando era una muchacha de veinte o treinta años tenía todos los complejos físicos imaginables. Por eso trato de contar mi historia y decirle a los chicos y a las chicas que hay que salir de ahí, de ese boicot, cómo se pueda.
En la adolescencia era muy pobre y tenía vergüenza ante mis compañeros del colegio porque mi casa era muy humilde
-Una zona peligrosa.
-Es muy doloroso. A veces uno sufre y, en verdad, en la realidad no sucede nada de lo que uno imagina, sino que es la cabeza la que nos lleva a esos pensamientos.
-La mirada distorsionada tergiversa, minimiza o agiganta, pero nunca se condice con la realidad.
-Es que es una construcción que, quizás, nació de la mirada de gente que se cruzó conmigo y me hizo sentir así. Por eso es importante reconocer quiénes nos hacen sentir mal y quiénes hacen que nos veamos tan chiquitos. A partir de la escritura de mi libro, les sugiero a todos que se sienten y escriban. No necesariamente con la intención de publicar, pero para verse a sí mismos.
-Como un ejercicio catártico.
-Para entender y decir: "¡Mirá esta persona que soy!". Seguro que vas a encontrar un ser humano valioso. Somos únicos y debemos tomar conciencia de eso.
-¿Quién te sugirió escribir?
-Mi psicóloga desde hace treinta años, pero no solo en términos personales, sino también para atesorar recuerdos laborales. Es una experiencia que recomiendo.
El yo intransferible
-¿Qué es la identidad? ¿Cómo te atravesó?
-El ser único e irrepetible que, a veces, uno lo descubre un poco grande. Hay otra identidad que tiene que ver con lo biológico, con saber quiénes son tu papá y tu mamá biológicamente y esa fue una de mis búsquedas. Afortunadamente, logré juntar esas partes. Durante años, pensaba que uno es quién es y no importaba la identidad biológica. Pero, otra vez, me mentía, porque en el fondo estaba buscando mi identidad.
-Y tu padre biológico también te estaba buscando porque falleció a las pocas horas de conocerte.
-Había una intención de encuentro que, por suerte, sucedió.
-¿Qué legado te dejó ese hombre que conociste a tus veintinueve años?
-Me quedaron todos los hijos que él tuvo en sus diferentes relaciones y con los que tengo una excelente relación. Y hay una tercera identidad...
-¿Cuál es?
-Es por la que los demás te conocen. Yo tengo un nombre y apellido y soy conocida así en el medio. Ahí no entra en juego tu identidad biológica sino ese ser que uno construye y ese es un trabajo también.
-"La Parodi" es tu gran construcción.
-Así quedó. Esa soy yo. Y con todas las connotaciones según quién te lo diga, puede ser más o menos amoroso.
En el aire
-En algunos pasajes de tu libro te referís a los vaivenes de la profesión. No tenés prurito en decir que pasabas de gerenta a secretaria de manera cíclica. Ahí no hubo conflicto con el ego o la autoestima.
-Si no lo cuento yo, alguien lo puede contar por mí. Es así. A veces tus acciones eran las mejores y, de repente, ya no. Tenía que ver con la administración y el jefe del momento. Lo que nunca hice fue pegar el portazo, pero se sufre porque tenés que esperar que venga otra época buena. Hay que pasarla. Mucha gente, en mi situación, no lo aceptó y se fue. Mi crecimiento profesional también tiene que ver con haber soportado algunos escenarios que no eran nada agradables.
-Aún hoy cuando un hombre con mando es firme en sus directivas se dice que tiene carácter. En una mujer se habla de mal carácter, en el mejor de los casos... ¿Cómo llegás, en ese contexto, a estar sentada detrás de ese escritorio, con una responsabilidad tan grande y con tanta gente que gira alrededor tuyo y de tus decisiones?
-Todos conocemos hombres de gran carácter y que hacen alarde de ello. Muchos, incluso, se paran delante de la cámara. De las mujeres también se habló. Pensemos en Blackie, el carácter siempre marcó.
-Pero en la mujer se referencia de manera peyorativa.
-El varón con carácter estaba bien visto, pero, actualmente, estamos en un momento de quiebre. Ahora el varón que levanta un poquito la voz, no es una persona bien vista. De todos modos, aún hoy, a la mujer de carácter se le suele decir que está loca. Eso aún no se fue. Está muy arraigado. Y el hombre de carácter fuerte tampoco se fue del todo. Estamos en un momento de quiebre.
-¿Designarías al frente de un programa a una persona sospechada, no condenada por la Justicia, de acoso o abuso?
-No. De hecho, este canal lo demostró.
-¿Por qué lo decís?
-Porque cuando hubo un problema con Ari (Paluch), el canal tomó una decisión. Y ni siquiera tenía que ver con la Justicia. Se tomó una decisión de empresa. Trabajo en una empresa que tiene esa mirada y yo la comparto.
-Se dice que Jorge Rial y Luis Majul hacen lo que quieren, a piacere, ¿son los rebeldes del canal?
-¡Son todos rebeldes! No conozco ninguno dócil. ¿Quién es dócil?
-No sé. Vos los conocés bien a todos...
-Te puedo hablar de la rebeldía que arranca a las seis y media de la mañana y termina a la una de la madrugada, de lunes a viernes. Y de algunas rebeldías de fin de semana. Son rebeldes y eso los hace únicos. Si es una dosis que suma para su estilo, está bien. Nosotros trabajamos detrás de cámara para que esas personas lleven adelante lo que nosotros producimos. Si a ellos les va mal, a todos nos va mal. Tenemos que trabajar como si cada una de las figuras fuese un bebé. Todos trabajamos para que ese bebé tenga todo para decir, hacer, conducir, reportear.
-Manejar, equilibrar, satisfacer los deseos y necesidades de esos bebés hace que la casa no sea anárquica.
-Nos conocemos demasiado, son muchos años de trabajo compartido. Tengo respeto por ellos y creo que ellos tienen mucho respeto por mí. Cuando discutimos por trabajo, es por trabajo, nada más. Nombraste a Rial y siento que Jorge tiene mucho respeto por mi persona.
-¿Tenés vínculo con las figuras más allá de lo estrictamente laboral?
-Con nadie. Con el único que generé un vínculo, en la última etapa de trabajo, fue con Santiago del Moro. De todos modos, no fue un vínculo de todos los días, pero si he comido con él y conocí a sus hijas y a su mujer. Con los otros no se dio. Tengo a mi familia y a mis amigos, y, por otro lado, a mi trabajo. Se dio así. A lo mejor soy un poco distante.
-Lo confesás en tu libro.
-Esa distancia te protege, te saca de la vulnerabilidad a la que estás expuesta todo el día.
-A Jorge Rial, como padre, lógicamente le molestó. A vos, ¿te fastidió que Morena Rial saliera llorando en cámara por la pantalla de América?
-A mí no me gusta que le moleste al papá porque yo tengo que cuidarlo a él. Como así también al otro programa y a Mariano Iúdica. Pero, ¿qué pasó...?
-¿Qué pasó?
-En Involucrados habían arreglado con Morena hacer una nota la semana anterior, nosotros, antes de afectar a uno de nuestros conductores, pedimos que le consulten. Y le consultaron. Pero ese día, Morena llamó al programa para contar una novedad del Juzgado. Como ya la producción había tenido un ok de Jorge para la nota anterior, no se lo volvió a consultar. Y, desde ya, no pensaron que iban a encontrar a una persona con esa vulnerabilidad y llorando, y cinco minutos antes del aire de Intrusos.
-Afectó a todos.
-No estuvo bueno para nadie. Ni para Morena, obviamente, ni para Jorge, ni para Mariano. Pero, a veces, el diablo mete la cola.
-¿Hubo charlas entre Mariano Iúdica y Jorge Rial?
-Sí, y yo también hablé. Son cosas que nadie pretende que sucedan. No le suma a nadie. En vivo, suceden estas cosas.
-En medio de ese enojo, ¿hubo una intención de renuncia de Jorge Rial?
-No.
-¿Mirtha o Susana?
-Tengo afecto por Mirtha porque fue parte de este canal.
¿Jorge Lanata o Mario Pergolini?
-Jorge Lanata. Tengo mucho afecto y respeto por él, desde la época en que trabajamos juntos. No tengo nada en contra de Mario, pero Jorge es periodista y cuando yo estudiaba periodismo era el referente, el que innovó, el que iba delante de todos nosotros.
-Tenés la medición del minuto a minuto frente a tus ojos todo el tiempo. ¿Te obsesiona el rating?
-Es el mal necesario de este negocio. No me obsesiona, pero me preocupa porque del rating depende nuestro trabajo y la recaudación publicitaria del canal. No puedo desconocerlo, aunque también me interesan los contenidos.
-En no pocas oportunidades, América marca agenda con los contenidos de sus programas políticos, o con lo que sucede en Intrusos. ¿Sentís que el rating es injusto con el canal?
-Es re injusto. No digo que tengamos un rating por encima de eltrece, sería una locura sostener eso, pero tampoco es lo que marca la medidora.
-¿Por qué sucede eso?
-Si tuviera esa respuesta, me hubieran dado la presidencia del directorio de esta empresa.
-¿Cómo se prepara América para 2020?
-Estamos trabajando con nuestro proyecto, siempre en vivo. Y se piensa en un trabajo de 360 grados con todas las unidades de negocios: América, A24, La Red. También tenemos que ver qué sucede con el proceso político del país.
-¿El armado de la programación depende de los resultados electorales?
-No, no me refiero a eso, sino a qué esperan las audiencias de nosotros en torno a los temas políticos, porque la gente está un poco enojada con la política. Nosotros tenemos el prime time dedicado a la política, en tira diaria, en formato show, debate, análisis, noticias y eso no es común en el mundo. Es inédito. Hay que ver qué sucede luego de las elecciones y si sigue siendo una necesidad de las audiencias. Desde ya, puede haber cambios, pero siempre manteniendo nuestro estilo.
-Sentada detrás de ese escritorio, ¿llegan a tu retina las imágenes de aquel José C. Paz de tu adolescencia? ¿Aparecen los recuerdos?
-Sí.
-¿Cómo se tamizan esas sensaciones?
-A mí no me molestó, en aquel momento, haber vivido en José C. Paz. Lo que me molesta es que hoy, en el siglo XXl, debería haber menos gente que viva tan mal como vivía yo y sin embargo, hay más. Y los motivos son múltiples: por falta de trabajo, por problemas familiares y por problemas de infraestructura. Eso debería haber mejorado de los años ´70 para acá, pero toda esa necesidad se multiplicó. Eso es lo que duele. Cómo puede ser...
-Barrios diezmados por el aumento del tráfico y el consumo de drogas, la delincuencia.
-Se multiplicó la cantidad de personas que vive así. Nosotros éramos humildes, pero se trataba de barrios trabajadores. Y la droga y la delincuencia eran excepciones.
-En vivo es el título que lleva tu libro. Alguien lo hubiera rotulado como: Has recorrido un largo camino.
-O quizás, podría haber sido: El arte de sobrevivir.
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