Libertad Lamarque y la leyenda de una cachetada que fue mucho más que una pelea entre dos actrices: “Yo ofendí a Eva Duarte”
En el rodaje del film La cabalgata del circo, de 1945, las intérpretes se enfrentaron de manera irreconciliable; los secretos de un conflicto que escaló de la sala de maquillaje al ámbito político
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“No hubo tal cachetada”. La afirmación la rubricó la propia Libertad Lamarque en la página 216 de su autobiografía, publicada en 1986. Aquel supuesto gesto de violencia de la cancionista y diva del cine nacional hacia la actriz Eva Duarte conforma mucho más que un mito dentro de los corrillos históricos de la industria del espectáculo. Es, probablemente, una leyenda épica que confirma algunos rasgos de la identidad argentina.
Acaso el entretejido en torno a la conjeturada bofetada que la intérprete del tango “Madreselva” le habría propinado a la entonces novia del coronel Juan Domingo Perón pareciera encuadrarse en esa afición futbolera del Boca-River. Deporte nacional, no el de la pelota, sino el de los enfrentamientos.
“Yo ofendí a Eva Duarte”, escribió, sin medias tintas, la propia Lamarque en esa misma autobiografía. ¿Qué sucedió entonces? La filmación del film La cabalgata del circo, en los renombrados Estudios San Miguel, fue el ámbito donde se desarrolló el entuerto; con el coprotagonista Hugo del Carril y el director Mario Soffici como testigos y “víctimas” indirectas de la situación. Hubo algunos observantes secundarios. Y muchos otros que, sin presenciar la escena, se invitaron solos al festín. Todo sea por relatar un retazo de la historia e inventarse un protagonismo. En esas faenas, el rigor es lo de menos.
La “grieta” social no es nueva. Si alguien creyó descubrir la pólvora en el turbulento siglo XXl, se confunde. Ya desde los tiempos de la Colonia, atravesando la Revolución de Mayo o, más acá en el tiempo, entre Azules y Colorados o Federales y Unitarios, la sociedad argentina pareció necesitar navegar por aguas bien repartidas. Como esa línea que se observa cuando se cruza desde el Río de la Plata hacia el mar y viceversa. La enemistad de Libertad y Eva cumple con todos los requisitos para formar parte de esa galería de sucesos anómalos que nos han conformado como país.
Está claro que, si una de las partes, poco tiempo después, no hubiese adquirido un peso político, social e histórico tan gravitante, todo habría quedado en un chisme de época con todas las chances de pasar al olvido. La dimensión de la figura de Eva -ya convertida en Evita Perón- le otorgó a un embate de actrices el rango de causa de Estado con consecuencias insospechadas.
Quién era quién
Para entender esta historia hay que comprender que rol jugaban cada uno de sus actantes en 1945, cuando se estrenó la película La cabalgata del circo, cuyo argumento muestra el desarrollo de un tradicional circo criollo a lo largo de los años bajo el relato de los hermanos Nita y Roberto Arletty, interpretados por Libertad Lamarque y Hugo del Carril. La narración recupera mucho de la esencia de los orígenes del teatro y del cine de raigambre nacional.
En ese tiempo, Libertad sumaba 37 años y era una de las estrellas más importantes del espectáculo argentino. De voz extremadamente aguda, le había impuesto características propias a su modo de cantar. Como actriz, hacía tiempo que era una de las consagradas representantes del melodrama argentino.
Antes de rodar La cabalgata del circo, ya contaba con una notable carrera cinematográfica, habiendo formado parte de Tango (1933), la primera película sonora que se rodó en el país, dirigida por Luis Moglia Barth y con un elenco también integrado por Tita Merello, Azucena Maizani, Pepe Arias, Mercedes Simone y Luis Sandrini, entre otros nombres contratados por la compañía que luego se transformaría en Argentina Sono Film.
Además, previo a la llegada de La cabalgata…, Lamarque ya había rodado films como Besos brujos, que, además, era el nombre de uno de los tangos que más representaron su repertorio como cancionista. Su garganta le otorgaba lograda sensibilidad a aquella prosa donde una mujer lamentaba sus desavenencias maritales: “Déjame, no quiero que me beses, por tu culpa estoy sufriendo la tortura de mis penas...”. Desde su escasa altura, la cantante les imprimía jerarquía a esas palabras poéticas de hondura dramática que tarareaba todo un país.
El teatro tampoco le era ajeno a la estrella, quien había donado su talento al servicio de personajes como “La doce pesos”, aquella mujer “casquivana” del sainete El conventillo de la Paloma, con autoría de don Alberto Vaccarezza. Alguna vez, la actriz recordó su incomodidad por interpretar a esa jovencita algo vulgar.
Es que Lamarque siempre se comportó como una dama distinguida y se mostró elegante y refinada. Aún cuando su situación económica no era la mejor o cuando atravesaba dificultades con su pareja de entonces y padre de su única hija. Libertad no pudo escaparse de ser víctima de violencia de género, en una época donde la mujer debía callar algunos oprobios. Siendo quien era, ella misma mantuvo un estricto bajo perfil sobre la cuestión.
Cuando se rodó La cabalgata del circo, la vida de la actriz Eva Duarte era bien distinta a la de la protagonista que encabezaba el reparto del film. Su rol dentro del mundo del espectáculo no era estelar, aunque ya había rodado algunas películas y participado en ciclos radiales que la hicieron conocida. En tiempos de la sonada filmación, Eva ya había iniciado su relación con el coronel Juan Domingo Perón, entonces ocupando, entre otros cargos, el de secretario de Trabajo y Previsión, desde donde impulsó eminentes transformaciones que le otorgaron derechos laborales a los trabajadores más rasos.
En simultáneo con el rodaje, Eva Duarte ya desarrollaba algunas tareas al lado de su pareja, que luego desembocarían en la labor social que impulsó la fundación que llevaría su nombre. Esas primeras actividades -en un ámbito que le tendría guardado un lugar reservado que la conduciría a la trascendencia histórica- le robaban tiempo para abocarse de lleno al compromiso que había asumido como actriz, a pesar que se trataba de un papel menor sin la carga horaria que demandaba un protagónico.
Algo unía a Libertad y Eva más allá de la vocación artística: el origen humilde de ambas. La primera con una crianza en un conventillo de Rosario y la segunda en la ciudad de Los Toldos. Eva era once años menor que su colega.
Hipótesis
¿Qué sucedió realmente en la filmación de La Cabalgata del circo? Así como Libertad Lamarque negó una y otra vez haberle propinado un cachetazo a su compañera de rodaje, lo cierto es que algún tipo de entrevero aconteció.
Arranquemos por el principio. Durante la primera jornada de la producción, cuando se llevó a cabo la presentación del vestuario, maquillaje y peinado de cada uno de los personajes, la primera figura del proyecto notó que la ropa asignada a Eva no era agradable ni de calidad, con lo cual solicitó a su hermana, encargada de vestir al elenco, que buscara en su propio closet un traje que había utilizado en el musical Los tres valses para que la joven actriz luciera acorde a su belleza natural y a la envergadura del film. Hasta allí, nada hacía prever lo que luego desencadenaría un gran encono.
“Yo no sabía quién era, pero pensé que una muchacha tan bella no podía lucir desalineada en una película mía”, declaró alguna vez la actriz que llevaría a escena una de las mejores versiones de Hello Dolly que se ofreció en Buenos Aires, esa vez bajo la dirección de Daniel Tinayre.
Luego de aquel gesto bondadoso de Libertad, al avanzar el rodaje de La cabalgata del circo, algunas situaciones anómalas comenzaron a sucederse. Algunos señalan la complicidad del productor del film, Miguel Machinandearena, quien buscaba que el gobierno de turno le renovara la concesión de la ruleta de Mar del Plata, y por ello habría comenzado a propiciar un trato especial a Eva Duarte buscando sacar partido del incipiente peso que la joven actriz ya tenía frente a Perón.
Eva, que ya comenzaba a tener una agenda cargada de actividades de índole social-oficial, solía, por esta misma razón, arribar tarde a las jornadas de rodaje, aunque lo hacía con chofer oficial, mientras que Lamarque llegaba en tren, ya que eran tiempos de escasez de combustible. Los estudios quedaban en el Conurbano norte. Las demoras en cumplir con el plan de rodaje fueron minando el humor de la diva, quien era una estricta profesional y se presentaba en el set producida para la escena con rigor y puntualidad. Su íntimo amigo Hugo del Carril era el encargado de “suavizar” los humores. Con los años, aunque el actor y cantante era afín al ideario peronista, la hermandad que lo unía con su compañera, de ideas contrarias, jamás se vio afectada.
En su autobiografía, Lamarque cuenta que Eva solía hablar en voz alta y contar sus experiencias en esa función que había comenzado a desarrollar en el ámbito político. Llamaba la atención, con una actitud no propia de una actriz de reparto.
Un mediodía, cansada de esperar la llegada de Eva al set, la estrella decidió dirigirse al despacho del productor para plantearle su incomodidad. Tamaño fue su asombro cuando se encontró con Machinandearena almorzando con Eva Duarte, junto a otros ejecutivos, en el comedor reservado para la plana mayor de los Estudios San Miguel. Al verla, el productor la invitó a sumarse, pero ella no aceptó. “Nunca me arrimé al sol que más calienta”, reconoció la diva alguna vez, en relación a que lo suyo no era estar cerca de las planas mayores para adularlos y mucho menos relacionarse con el ambiente de la política. Luego de varias jornadas de rodajes demorados, la paciencia de Libertad Lamarque terminó por estallar.
El episodio
Una tarde, luego de la hora del almuerzo, Libertad llevaba mucho rato esperando poder filmar, maquillada, peinada y con un corset que le acuchillaba las costillas. “Vamos a rodar, llegó Evita”, indicó el director Mario Soffici, quien había nacido en Florencia, Italia, en el 1900. Su alegría algo impostada trataba de pasar por alto la demora y el fastidio de su primera actriz.
Sin embargo, Lamarque, que se debatía interiormente entre hacer algún comentario o pasar por alto la situación, se dejó llevar por su impulso y, haciéndole una irónica reverencia física a Eva, remarcó su saludo con un incómodo “buenas tarrrrdes”. Duarte, para no seguir alimentando el fuego, no respondió y se dispuso a cumplir con el compromiso. Esta es la versión oficial relatada por la propia Libertad Lamarque no sólo en su autobiografía, sino también en cuanta entrevista se lo consultaron. Una de ellas sucedió en uno de los almuerzos de Mirtha Legrand durante la década del noventa, cuando el ciclo salía por la pantalla de Canal 9 Libertad.
No faltó quien diera a correr el rumor que tanto Libertad como Eva se disputaban el amor de Juan Domingo Perón y que eso generó entre ellas la enemistad. La conocida posición adversa al peronismo de Lamarque fue, para otros, lo que desencadenó la riña entre las actrices. Lo cierto es que ninguna de estas cuestiones tuvo real asidero.
El 15 de julio de 2019, LA NACION reprodujo el testimonio del actor, productor y director Víctor Bo en el programa Incorrectas (América) conducido por Moria Casán. Bo conocía de primera mano la historia de la pelea entre las actrices ya que su padre, Armando Bo, había cumplido con el rol de galán de la futura Primera Dama.
“Evita ya estaba en la Casa Rosada e iba a las 4 de la mañana a trabajar, todos los días. Pero llegaba tarde a la filmación. Y un día Libertad la frenó y le dijo que era la protagonista de la película, y que tenía que respetarla. Eva, que estaba con mi padre, le explicó: ‘Señora, venga conmigo a la Rosada a las 4 de la mañana para recibir y ayudar a la gente. Le aseguro que va a ser mejor actriz’. Mi papá me dijo que no hubo cachetada”, sostuvo el entrevistado.
La tapa
En 1946, ya casado con Eva Duarte, Juan Domingo Perón asumió su primera presidencia. En ese tiempo, las ofertas laborales comenzaron a mermarle a Libertad Lamarque. “La pusieron la tapa”, se decía en voz baja. Ese era el término que se utilizaba para referirse a los artistas que formaban parte de una lista de silenciados y que tenía que ver con una metáfora en torno a la tapa de los ataúdes.
Ante la imposibilidad de actuar en radio, cine y teatro, Lamarque emprendió una gira por Latinoamérica, siendo Cuba uno de los primeros países en acogerla con un suculento contrato en dólares. En poco tiempo, otras naciones la convocaron, ya que se trataba de una cara conocida por ser estrella de un cine argentino de exportación.
A pesar del dolor por haberse marchado de su país, la artista gozaba de un éxito imparable que se vería reforzado en su llegada a México, país donde se afincó muchos años e hizo teatro y cine con notable repercusión y con la posibilidad de irradiar varias de esas películas al resto del continente. Allí nació el mote de “la novia de América”.
“Jamás dije que estuviera exiliada, nunca utilicé ese término”. La actriz siempre se negó a ubicarse en ese lugar adverso y prefirió disfrutar de las mieles del éxito más allá de las fronteras de nuestro país. En México, la actriz llegó a rodar bajo las órdenes de Luis Buñuel y compartió elencos con Pedro Infante y Jorge Negrete, grandes estrellas de ese país.
En 1955, cuando el gobierno de Perón fue derrocado por la llamada Revolución Libertadora, la nómina de nombres de artistas censurados continuó, pero ya con los ídolos embanderados con el peronismo como víctimas. Vaivenes de un país jardín de infantes, como esgrimió alguna vez María Elena Walsh, sostenido en la inmadurez y la intolerancia.
Con los años, la leyenda cuenta que Eva, ya siendo la figura relevante que pasaría a la historia por su insoslayable compromiso social en favor de los más necesitados, habría intentado un acercamiento y que Lamarque se habría negado. A su vez, la estrella alguna vez reconoció su dolor y piedad ante la muerte prematura de Evita.
Una pasó a la posteridad como “la novia de América”, mientras que la otra quedó inmortalizada como “la abanderada de los humildes”. Motes para recordar a dos mujeres que se trataron poco, lo suficiente para enemistarse de manera irreconciliable. Y todo por una cachetada que no fue.
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